Bienvenida

‘Dijo Elokim: Haya luz y hubo luz.’ Génesis 1:3

Que la gran luz del entendimiento ilumine nuestros cerebros y purifique nuestros corazones , a fin de que en un ambiente de intelectualidad y de perfecta fraternidad , nos entreguemos a buscar los senderos de nuestra propia superación. Eusebio Baños Gómez

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LA LUZ PRESTADA - El Espía de DIOS

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lunes, 27 de septiembre de 2010

ORACIÒN PARA LA HORA DE LA DECISIÒN.

Señor ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites dignidad.
Ayúdame a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a ti mismo y a no juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo, si triunfo.
Ni en la desesperación si fracaso.
Mas bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte y que la venganza es la señal primitiva del débil.
Si me quitas el éxito, déjame fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo faltara a la gente dame valor para disculparme y si la gente faltara conmigo dame el valor para perdonar.
Señor si yo me olvido de tí, no te olvides nunca de mí.

Mahatma Gandhi

sábado, 25 de septiembre de 2010

Miyamoto Musashi.

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Shinmen Musashi No Kami Fujiwara No Genshin es el verdadero nombre de Miyamoto Musashi, posiblemente el más grande samurai de todos los tiempos.
Musashi nació en 1584, en la población de Miyamoto (aunque esto no es un dato seguro), en la provincia de Mimasaka. Los ancestros de Musashi eran una rama del poderoso clan Harima, originario de la provincia de Kyushu, la isla más meridional de Japón. Su abuelo, Hirada Shokan, era un servidor de Shinmen Iga No Kami Sudeshige, amo del castillo de Takeyama y un importante señor feudal de la época.
Miyamoto Musashi fue un duelista invicto, samurai sin señor y maestro independiente.

Un hombre de armas profesional nacido en una larga tradición de cultura marcial que al final llegó a dominar la totalidad de la política y de la sociedad japonesas. Sus intuiciones son relevantes, no sólo para los miembros de la casta militar gobernante, sino también para los dirigentes de otras profesiones, así como para las personas en búsqueda de la maestría individual en cualquier camino de la vida que escojan.
Aqui dejo 2 enlaces. El primero a una completa biografía sobre Musashi y su forma de vida y el segundo a la obra mas importante que escribio, y que lo mitifico para siempre. "El Libro de los 5 Anillos".

Biografía

El Libro de los 5 Anillos

viernes, 24 de septiembre de 2010

Los territorios americanos en las Cortes de Cádiz (1810-1814).


La Pepa, una constitución para América La constitución de Cádiz se promulgó hace 200 años. Aquí se pone de relieve la profunda influencia que tuvo en la independencia de la América hispana, en su organización política y en sus primeros ordenamientos legales.

Se cumple el 200 aniversario de la Constitución de 1812. Una constitución que se publicó hasta tres veces en España —1812, 1820 y 1836—, que se convirtió en el mito democrático en la primera mitad del siglo XIX, que transcendió a varias constituciones europeas y que impactó en los orígenes constitucionales y parlamentarios de la mayor parte de los Estados americanos durante y tras su independencia.

Sólo por esto ya hubiera merecido la inmortalidad. Sin embargo, la mayor parte de las investigaciones dedicadas a su estudio omiten o minusvaloran la importancia que para la revolución burguesa española tuvo transformar los territorios americanos en provincias del nuevo Estado, convertir en ciudadanos a los antiguos súbditos coloniales y, en tercer lugar, la trascendencia para los nuevos Estados americanos.

Las Cortes abrieron sus puertas el 24 de septiembre de 1810 en el teatro de la Isla de León para, posteriormente, trasladarse al oratorio de San Felipe Neri, en la ciudad de Cádiz. Allí se reunían los diputados electos por el decreto de febrero de 1810, que había convocado elecciones tanto en la península como en los territorios americanos y asiáticos. A estos se les unieron los suplentes elegidos en el mismo Cádiz para cubrir la representación de aquellas provincias de la monarquía ocupadas por las tropas franceses o por los movimientos insurgentes americanos. Las Cortes, por tanto, estuvieron compuestas por algo más de trescientos diputados, de los cuales cerca de sesenta fueron americanos.
 

Una Commonwealth en el XIX En los primeros días de sesiones, la Cámara aprobó trascendentales decretos como la libertas de imprenta, la soberanía nacional o la inviolabilidad de los diputados y, el 15 de octubre de 1810, la igualdad de representación y de derechos entre los americanos y los peninsulares. Comenzaban una serie de propuestas y reivindicaciones americanas que se traducirían en varios decretos que transformarían la realidad colonial. 

La pretensión de los diputados americanos, respaldados por la burguesía criolla, era conseguir una autonomía para las provincias ultramarinas dentro de la Monarquía española. Así, se aprueban la abolición del tributo indígena, de la encomienda de reparto, de la mita, de la matrícula de mar, de los mayorazgos americanos y también de la libertad de cultivo, de comercio, de pesca, de industria, de desestanco del tabaco, la habilitación de puertos para el comercio, etc. Propuestas americanas encaminadas a abolir el entramado colonial y poner las bases de un mercado nacional con dimensiones hispánicas. ¿Un proyecto, anterior en un siglo a la Commonwealth de Gran Bretaña? Los decretos gaditanos tuvieron una amplísima repercusión y trascendencia durante las décadas posteriores, tanto en la península como en América.

La Constitución fue jurada en América, y su legado es notorio en la mayor parte de las repúblicas que se independizaron en los años veinte y treinta. Y no sólo porque les sirvió como modelo constitucional sino, también, porque esta Constitución estaba pensada, ideada y redactada por representantes americanos como un proyecto global hispánico y revolucionario. Parlamentarios como el novohispano Miguel Ramos de Arizpe, el chileno Fernández de Leiva, el peruano Vicente Morales Duárez y el ecuatoriano José Mejía Lequerica, entre otros, en los años posteriores se convirtieron en verdaderos Padres de la Patria en sus respectivas repúblicas.

Sin duda, a ello contribuyó la fluida comunicación entre América y la península, y viceversa. Cartas privadas, decretos, diarios, periódicos, el propio Diario de Sesiones de Cortes, panfletos, hojas volantes, correspondencia mercantil, literatura, obras de teatro, canciones patrióticas, etc., que a bordo de navíos españoles, ingleses o neutrales informaban sobre los acontecimientos de uno y otro continente. Hubo ideas, pero también hubo acción, dado que se convocaron procesos electorales municipales, provinciales y a Cortes, y se verificaron las elecciones, lo cual provocó una intensa politización en ambos espacios.

Asimismo, el envío de numerario por parte de consulados de comercio, dueños de minas, hacendados, recaudaciones patrióticas, etc., al Gobierno peninsular fue constante, e imprescindible para pagar la intervención de los ingleses, así como el armamento de las partidas guerrilleras tras la derrota del ejército español en la batalla de Ocaña, el 19 de noviembre de 1809.

Es importante insistir en que estas medidas contaban con el respaldo de las mayor parte de la burguesía criolla, partidaria de los cambios autonomistas y no necesariamente de la independencia de la Monarquía.
Código hispano El producto de este intento de revolución fue una constitución con caracteres nítidamente hispanos. Los debates constitucionales comenzaron el 25 de agosto de 1811 y terminaron a finales de enero de 1812. La discusión se desarrolló en pleno asedio de Cádiz por las tropas francesas. Una ciudad bombardeada, superpoblada y con una epidemia de fiebre amarilla. El heroísmo de sus habitantes queda para la historia.

La redacción del artículo 1 constituye un claro ejemplo de la importancia que para el progreso español tuvo América. Fue el primero, y por ello, el más importante. Este es su famoso texto: «La nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios». La construcción del Estado nación español queda definida desde parámetros hispanos. La revolución iniciada en 1808 adquiría, en 1812, otros caracteres especiales que los simples peninsulares. Aludía a una dimensiones colosales, la americana, la asiática y la peninsular. La Nación —es decir, el Estado nacional— quedaba constitucionalmente definida.
 

Derechos civiles La cuestión americana estaba planteada, por tanto, desde el primer artículo. El Estado liberal tenía parámetros ultraoceánicos. La problemática de su realización se evidenció en la discusión de la redacción de los artículos 10 y 11. Por el primero se estableció entre americanos y peninsulares un primer acuerdo para organizar en provincias el nuevo Estado. Es notorio que esta primera redacción contó con el rechazo de los americanos, disconformes con la manifiesta diferencia numérica a favor de las provincias peninsulares frente a las americanas. Esto se convertiría en una cuestión política, porque los americanos reclaman un mayor número de provincias y una organización del Estado que se aproxima al federalismo. El artículo 11 solventó coyunturalmente el problema: tras un intenso debate, se decidió retrasar la definitiva estructura del Estado para una posterior ley, cuando las «circunstancias de la nación» —las peninsulares con la invasión francesa, la americana con la insurgencia— garantizaran una discusión sosegada. La Cámara reconocía su incapacidad para definir los territorios de su Estado. Y este problema sobrevenía, insistamos, por la incorporación de América como un conjunto de provincias en igualdad de derechos y de representación en el Estado nacional hispano.

Otros artículos fueron especialmente significativos, como el 22 y el 29. En el primero se reconocía a los mulatos la nacionalidad española —Derechos civiles— y el segundo les privaba de la condición de ciudadanos, es decir, de los derechos políticos. Esta medida fue una estrategia de los peninsulares para reducir el número de diputados americanos, ya que la ley electoral planteaba un sufragio universal proporcional a la población. Así, los representantes peninsulares se aseguraban un número de diputados similar al de los americanos, al excluir a casi seis millones de mulatos de los derechos políticos.

De espacial trascendencia fueron los artículos constitucionales referidos a ayuntamientos y diputaciones provinciales, en cuya redacción la comisión adoptó la Memoria presentada por Miguel Ramos de Arizpe diputado por Cohuila, para la organización y gobierno político de las Provincias Internas del Oriente de Nueva España. Fue de vital importancia para desentrañar un aspecto importante del proceso revolucionario de la península y América, como fue, a partir de sanción constitucional, la creación de ayuntamientos en todas las poblaciones que tuvieran al menos 1.000 habitantes. La propuesta provino del propio Miguel Ramos de Arizpe. Esto provocó una explosión de ayuntamientos en la península y, especialmente, en América, al procederse, tras la aprobación de la Constitución, a convocar elecciones municipales mediante sufragio universal indirecto y masculino. Eso constituiría un aspecto clave para la consolidación de un poder local criollo y un ataque directo a los derechos jurisdiccionales, privilegiados, de la nobleza. Aspecto fundamental para acabar con el régimen señorial en la península y con el colonial, en América.

La revolución iniciada en Cádiz suscitó la contrarrevolución fernandina. El 4 de mayo de 1814 se decretó la disolución de las Cortes, la derogación de la Constitución y la detención de los diputados liberales. Comenzaba el regreso del absolutismo. El día 10, el general Eguía tomó Madrid proclamando a Fernando como rey absoluto. Previamente, se había gestado todo un clima de bienvenida popular.

Fernando VII se opone a los decretos y a la constitución de las Cortes de Cádiz porque significan el paso de un Estado absoluto a uno constitucional. Es obvio; pero también hay que subrayarlo con énfasis, porque tras los decretos de igualdad de derechos y de representación, tras una constitución para «ambos hemisferios», tras decretar la constitución de un Estado nacional en el cual los territorios americanos se integraban como provincias; la Corona perdía no sólo su privilegio absoluto, sino ¡las rentas de todo el continente americano!, al establecer el nuevo Estado nacional una sustancial diferencia entre la hacienda de la nación y la hacienda real. ¿Podía consentirlo Fernando VII?
Conflicto de intereses La representación política y la igualdad de derechos de los americanos se tradujo en una reivindicación de soberanía que colisionaba con la nacional, al estar ésta concebida por los liberales peninsulares como única, central y soberana. El conflicto se estableció entre el rey absoluto y la soberanía nacional y sus instituciones y representantes. Nada nuevo en el universo de las revoluciones burguesas, podría concluirse, pero la cuestión es que no era, estrictamente, sólo una revolución española, si se precisan no sólo la nacionalidad sino también los territorios del Estado liberal.

Hasta la década de los veinte, la mayor parte del criollismo era autonomista, no independentista. Podía asumir una condición nacional española, pero a cambio de un autonomismo en América, lo que implicaba la descentralización política y las libertades económicas. Para lograr sus pretensiones, los americanos planteaban una división de la soberanía a tres niveles: la nacional, representada en las Cortes; la provincial, depositada en las diputaciones; y la municipal, que residía en los ayuntamientos. Esta triple división de la soberanía, combatida por los liberales peninsulares, se legitimaba en los procesos electorales.

Con estas propuestas, el autonomismo americano estaba planteando un Estado nacional no sólo con caracteres hispanos, sino también desde concepciones federales.

Los americanos depositaron toda la organización del Estado en la capacidad representativa y administrativa de las diputaciones provinciales como instituciones capaces de canalizar, administrar y recaudar las pretensiones y necesidades del criollismo de cada provincia. Esto provocó una doble reacción: por una parte el rey se opuso al federalismo, dado que los Estados que eran federales o confederales tenían la república como forma de Estado: los Estados Unidos de Norte América y Suiza. Pero además, federalismo era sinónimo, en aquellos momentos, de democracia, asociada a elementos de disolución del Estado, anárquicos. En segundo lugar, la propuesta federal de los americanos provocó una reacción cada vez más centralista entre los liberales peninsulares.

Tras la década absolutista, frustrada la opción autonomista gaditana, el nacionalismo ultramarino optó por la insurrección armada, lo que condición la situación final revolucionaria española hasta el triunfo de las independencias continentales americanas en 1826.

Bibliografía:

Artola, Miguel: «Orígenes de la España contemporánea», Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 2000; Las Cortes de Cádiz, Ayer, 1, 1991.

Chust, Manuel: «La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz», Valencia, UNED-UNAM, 1998.

Rodríguez, J. E.: «La independencia de la América española», México, FCE, 1996.

VV.AA.: «Manual de Historia de España. 5. Siglo XIX», Madrid, Historia 16, 1994.

Gracias a la revista española La Aventura de la Historia

viernes, 3 de septiembre de 2010

Ver la LUZ.


¿Desde cuándo sois masón? Desde que he recibido la luz.

Es un hecho indiscutible y de por sí evidente que la luz es el símbolo universal del conocimiento. “Ver la luz” es, incluso coloquialmente hablando, “entender, conocer”. La luz y su simbolismo juegan un papel fundamental en el entramado ritual de la Masonería en general y, en particular, en el rito de apertura de logia así como en el de clausura, en la iniciación y en la instrucción del primer grado. No en vano los masones son conocidos con el epíteto de “hijos de la luz”, pues sin la luz no se puede comprender nada, y mucho menos lo que es la Masonería. Por ese motivo nos proponemos traer a colación algunos aspectos de este simbolismo, rememorando y comentando ciertas frases del ritual a través de las cuales se nos permite inferir qué es el trabajo masónico, cuál es su objetivo y qué medios poseemos para realizarlo.

Cabe empezar diciendo que en algunas versiones del ritual de apertura de la logia se comienza con una invocación a la luz, como nos recuerdan estas palabras que debe pronunciar el V.·. M.·.:

V.·. M.·.: H.·. 1er. Vig.·. ¿qué pedimos cuando entramos por primera vez en el templo?
H.·. 1er. Vig.·.: La luz, V.·. M.·.
V.·. M.·.: ¡Que esa luz nos ilumine!

Es de resaltar que esta invocación se realiza en un momento muy concreto: sólo cuando se ha comprobado que la logia está debidamente cubierta y que todos los asistentes son aprendices masones. Sólo entonces podemos entrar en las vías que nos han sido trazadas, únicas por las cuales la luz puede hacerse presente. En efecto, al cubrir la logia se define un límite exterior, un perímetro que nada profano puede cruzar. Así se asegura un espacio cualitativamente propicio para servir de soporte de manifestación a la luz cuya presencia se invoca, la cual va a ser la que permitirá realizar el trabajo iniciático y que, por lo tanto, debe ser recibida, como es, por otro lado, evidente, puesto que los que en ese espacio se encuentran ubicados son aquellos que ya la han recibido por primera vez, como luego veremos un poco más extensamente, es decir, los iniciados, dado que un profano no puede traspasar la puerta del templo ni soportar la presencia lumínica porque se vería completamente abrumado y fulminado por ella al no haber sido debidamente preparado para recibirla.

Por otro lado, al invocar la presencia de la luz, a través de las palabras del V.·. M.·., y no de cualquier otro, se determina un lugar, el Oriente, que adquiere o, mejor dicho, manifiesta su cualidad de fuente o de foco a partir del cual se trazan las vías por las que todo masón, y en este caso todo Aprendiz, debe entrar para construir su edificio. Al manifestarse, la luz única del Oriente se desdobla en un ternario y, de este modo, las vías que debemos recorrer son trazadas por los tres oficiales principales de la logia, es decir, por las tres luces, que con sus antorchas se trasladan desde el Oriente hasta el centro umbilical del taller para iluminar los tres pilares: la Sabiduría (que preside), la Fuerza (que sostiene) y la Belleza (que adorna). Sólo así la luz del Oriente recubre, mediante ese recorrido ritual, toda la logia, que entonces se transforma en un lugar muy iluminado y muy regular. Se manifiestan, pues, tres facetas primordiales, tres cualidades concretas que la luz focal del Oriente contenía en sí de modo indistinto hasta ese momento. Resaltemos también que esa manifestación de la luz se despliega, no de cualquier manera, sino en un orden determinado, de forma jerárquica, y que ese orden, como el de todo el rito, es altamente significativo, pues nos recuerda explícitamente el orden que rige el Cosmos y el que nos rige a nosotros mismos en tanto seres manifestados. Al pasar de las tinieblas a la luz nos acomodamos a ese orden, lo re-conocemos y lo re-actualizamos, puesto que lo vemos reflejado en el orden simbólico del templo.

Por otro lado, la frase que el V.·. M.·. pronuncia al abrir los trabajos alude también al ritual de iniciación. En efecto, cuando el postulante ha realizado su primer juramento de silencio se transforma en neófito y en ese estado, particularmente germinal, se le lleva entre columnas, aún con los ojos vendados, y allí el H.·. 1er. Vig.·. solicita que la venda le sea quitada, que vea y medite; entonces el V.·. M.·. ordena: que la luz le sea dada. Sin embargo, esta primera recepción de la luz es sólo provisional, momentánea, puesto que el neófito es vendado de nuevo y llevado fuera del templo. Aún se producirá una segunda transmisión de la luz, esta vez de carácter definitivo y definitorio, puesto que se podría decir que constituye la iniciación propiamente dicha, en la cual el neófito es colocado en la cadena de unión y sólo allí, una vez que ha sido juzgado digno de ello, la luz le será dada de nuevo, tras haber sido invocada por todos los miembros del taller, es decir, por todos aquellos que tienen cualidad para servirle de soporte y para transmitírsela. Por último, el neófito es conducido a Oriente, a la fuente misma de la luz, donde el V.·. M.·. lo consagra, instituye y recibe, es decir, consolida en él la luz que acaba de recibir, de modo que deja de ser neófito para pasar a ser ya Aprendiz. Desde ese momento, podría decirse que ya no actúa por sí mismo sino en función del principio lumínico que le ha sido transmitido y lo ha generado de nuevo, el cual no es otra cosa más que la presencia espiritual del G.·. A.·. D.·. U.·.. Por eso reza la instrucción que:


Un masón es un hombre libre y de buenas costumbres...., el hombre libre es el
que, después de haber enterrado los prejuicios de lo vulgar, se ha visto renacer
a la vida nueva que confiere la Iniciación.

Así pues, el Aprendiz ha recibido la iniciación a través de la transmisión de la luz, y para ello se ha comprometido bajo juramento a guardar un secreto. A este respecto, en ciertas versiones de la instrucción del primer grado se nos dice:

¿En qué consisten los secretos de la Orden?

En el conocimiento de las
verdades, de las que los símbolos masónicos son la traducción sensible.

por otro lado, también se nos dice que:

La luz sólo ilumina al espíritu humano cuando nada se opone al resplandor.
Mientras la ilusión y los prejuicios nos ciegan, la oscuridad reina en nosotros
y nos convierte en insensibles al resplandor de lo verdadero.

¿Qué se puede deducir de estas dos frases?: que las verdades que la Masonería resguarda bajo secreto sólo pueden conocerse a través de los símbolos, que son su traducción sensible, y a través del abandono radical de la ilusión y los prejuicios que nos ciegan. Dichas verdades resplandecen, es decir, están contenidas en la luz, son la luz misma. Para conocerlas hay que participar de su luz, y esa participación de la luz, esa iluminación, solamente puede darse realmente a través del espíritu y en el espíritu. De otro modo, la oscuridad reina en nosotros.

Otra frase de la instrucción nos indica más claramente aún en qué consiste ese conocimiento luminoso:

El Oriente indica la dirección de donde procede la luz y el occidente la región
donde termina. El occidente representa, pues, el mundo visible que perciben los
sentidos... El Oriente, al contrario, representa el mundo intelectual que no se
revela más que al espíritu...

El conocimiento de las verdades que la Masonería nos propone implica, pues, un proceso gradual, un viaje por las vías que nos han sido trazadas, que va de occidente a Oriente, es decir, del mundo visible que perciben los sentidos al mundo intelectual que sólo se revela al espíritu. Se trata, así, de recorrer en sentido inverso el mismo camino que la luz ha trazado para revelarse y forjar el Cosmos. Esto queda patente una vez más en otro significativo fragmento de la instrucción:

¿Qué significa la marcha del Aprendiz?

El celo que debemos mostrar yendo
hacia la luz.

Como intermediarios en ese camino de conocimiento se nos presentan los símbolos. Éstos, pues, unen, como su propio nombre indica [1], lo sensible con lo inteligible, y participan de ambas naturalezas simultáneamente; en ese sentido, son como canales permeables que debemos penetrar y que, a la vez, deben penetrarnos. Nuestro trabajo con los símbolos, por tanto, no puede ni debe reducirse exclusivamente a contemplar de modo pasivo su mera apariencia externa, como si fuesen objetos decorativos más o menos bellos. Eso sería limitarse y limitarlos erróneamente a su faceta cortical, sensible, estética, cuando claramente se nos indica todo lo contrario, esto es, que con su ayuda instrumental podemos y debemos alcanzar el Oriente, el mundo intelectual, el lugar del que procede la luz que se revela únicamente al espíritu.

¿Qué se nos sugiere con esto?. De entrada, se está identificando claramente al espíritu con el intelecto, puesto que se nos dice que el conocimiento real es el conocimiento de la luz, y que éste no se limita al conocimiento de lo sensible sino que, lejos de ser rechazado, y lejos también de constituir el único objeto de conocimiento, lo sensible debe ser situado en el lugar y el sitio que le corresponde, esto es, tiene que ser re-integrado, reabsorbido en su fuente intelectual, o lo que es lo mismo, espiritual.

Desde esta perspectiva, es evidente que el conocimiento limitado a la realidad sensible es solamente propio del mundo profano (o incluso, podría precisarse, de una determinada concepción profana de las cosas) pues en él, como dice también la instrucción: las verdades esenciales están rodeadas de sombras espesas, los prejuicios y la ignorancia lo dominan. Sus métodos son vulgares, incorrectos, parciales, están viciados de entrada y no pueden tener sitio dentro de un templo sagrado ni, por lo tanto, en una logia masónica. Cabe recordar, a este respecto, que los deberes de un masón son dos: huir del vicio y practicar la virtud; y también conviene no olvidar que la virtud se practica prefiriendo la Justicia y la Verdad a todas las cosas. La búsqueda de la verdad y de la justicia y la búsqueda de la luz son, por lo tanto, esencialmente la misma cosa. Hemos visto que la luz procede del mundo intelectual o inteligible, esto es, que sólo el intelecto puede captar la luz y, por consiguiente, conocer la verdad y aplicar la justicia. Nos quedaría por discernir, entonces, qué significa exactamente “intelecto”, y qué son la verdad y la justicia que deben preferirse o elegirse para poder practicar la virtud y de este modo huir del vicio [2].

A este respecto, es necesario, en primer lugar, distinguir claramente entre intelecto y razón, pues ambas facultades suponen modos de conocimiento diversos que generalmente se confunden. En efecto, ya el filósofo griego Aristóteles expresaba esta diferencia de la siguiente manera:

“entre los modos de la inteligencia, en virtud de los cuales alcanzamos la
verdad, hay unos que son siempre verdaderos y otros que pueden caer en el error.
El razonamiento está en este último caso, pero el intelecto es siempre conforme
a la verdad y nada hay más verdadero que el intelecto” [3].

El maestro cristiano santo Tomás de Aquino, conocido aristotélico, nos ofrece por su parte otra definición aún más reveladora:

“Razón designa un discurrir por el cual el alma humana llega a conocer una cosa
a partir de otra, pero intelecto designa un conocimiento simple y absoluto, de
modo inmediato, en una primera y súbita captación, sin movimiento o discurso
alguno” [4].

Aristóteles, asimismo, sitúa al intelecto por encima de la ciencia:

“Siendo los principios más notorios que la demostración, y estando toda ciencia
acompañada de razonamiento, el conocimiento de los principios no es una ciencia.
Por otra parte, sólo el intelecto es más verdadero que la ciencia; por lo tanto,
los principios pertenecen al intelecto. Los principios no se demuestran, sino
que se percibe directamente su verdad” [5] .

En definitiva, lo que se nos está diciendo de forma sumamente explícita, aunque desgraciadamente haya caído después durante siglos en el saco sin fondo del olvido, es que, por encima y más allá del conocimiento puramente racional, se encuentra el intelecto y el modo de conocimiento que le es propio, que es capaz de captar de manera integral, inmediata, directa e infalible, los principios de todas las cosas, mientras que, por su parte, el conocimiento racional es el propio de la ciencia y se caracteriza por ser distintivo, discursivo, deductivo, mediato, limitado y falible, es decir, que puede ser erróneo, engañoso y, en cualquier caso, incompleto. Cabe añadir que el modo de conocimiento propio del intelecto es suprarracional e intuitivo: percibe directamente la realidad sin necesidad de instrumentos intermediarios de ningún tipo; por lo tanto, el conocimiento intelectual (valga el pleonasmo) es el conocimiento por excelencia, lo que en las tradiciones orientales ha sido denominado, por ejemplo, con el término Jñâna, y en las occidentales con el de Gnosis.

Podemos agregar, además, que es del todo imposible comprender la significación real de esa clase de conocimiento “racionalmente”: ningún discurso puede expresarla, ni mucho menos contenerla, puesto que queda más allá del ámbito de las palabras. Todo cuanto pueda decirse, por rico, bello o profundo que sea o pretenda ser, tan sólo dará una idea más o menos aproximada, luego inadecuada e incompleta, de su realidad y de su verdadero alcance. Ese es el motivo por el cual se emplean los símbolos como medio de acceso gradual a ese tipo de conocimiento: ellos son un modo de expresión menos limitado que las palabras, es decir, más elocuente que éstas, aunque sea mudo [6], y mucho más adecuado para enterrar los prejuicios de lo vulgar, único modo de llegar a ser un hombre libre, como ya hemos visto anteriormente que se nos enseñaba en la instrucción.

Podríamos decir, por tanto, que el simbolismo es el lenguaje más adecuado para elevarse a las realidades que el intelecto puede captar directamente. Se ha dicho del simbolismo, a este respecto, que es “el lenguaje del silencio” [7] y ello puede entenderse cuando menos en un doble sentido: por un lado, que el hombre debe silenciarse a sí mismo en tanto ser individual, esto es, debe detener completamente toda agitación de origen sensorial y mental, para poder captar el significado profundo de los contenidos que el símbolo transmite y, por otra parte, que la realidad inefable, luego silenciosa en su naturaleza última, es capaz de prorrumpir en una multitud indefinida de formas y manifestarse de modo simbólico.

De esto modo, podríamos decir que la propiedad característica del simbolismo sagrado y, por tanto, su aplicación al ámbito de la iniciación, es la de poner en relación mutua todos los posibles niveles de la realidad y, en particular el individual y el universal, entre los que se desarrolla el proceso de realización efectiva. Ahora bien, un primer acercamiento racional y discursivo, luego meramente especulativo, al significado del simbolismo, no sólo no es imposible sino que incluso podría afirmarse que es inevitable y no tiene en sí mismo nada negativo, siempre y cuando no se pierda de vista que esa primera lectura es, si está bien orientada, simplemente preparatoria, luego incompleta, superficial, limitada y no agota en absoluto todos los significados que el símbolo vehicula.

Por otro lado, cabe señalar un segundo nivel de aproximación a las realidades que el símbolo expresa, y que consiste en su “vivencia” o su “incorporación”, valga la expresión, a través del rito, que no es, como se sabe, sino un conjunto de símbolos puestos en acción, luego un modo particular de expresión simbólica. En este sentido cabe decir que todo gesto ritual es simbólico por su propia naturaleza y, por lo tanto, un medio de conocimiento cuya finalidad consiste en llevar a término la “rectificación” de la individualidad psico-física[8] (tornándola absolutamente “cristalina” y “transparente” a la presencia y a la actividad del intelecto) o, desde otra perspectiva, un medio de rescatar al intelecto de su estado latente, único modo de proceder al trabajo de “desobstaculización espiritual” que representa el desbastado de la piedra bruta. [9]

Así pues, una trabajo ritual correcto y bien orientado debería tener forzosamente como consecuencia preliminar una comprensión de su naturaleza que debería ir dejando de ser puramente mental y exterior, para tornarse gradualmente intelectual en el verdadero sentido del término o, si se quiere, menos discursiva y más intuitiva, menos especulativa y más operativa, menos virtual y más efectiva. A ello podría contribuir una cierta extensión del trabajo iniciático a nivel particular y, por lo tanto, más allá del ámbito colectivo realizado periódicamente dentro del templo, tal y como reza esta frase del ritual de clausura de logia, susceptible de interpretarse en ese sentido:

Que la luz que ha iluminado nuestros trabajos continúe brillando en nosotros,
para acabar fuera la obra empezada en el Templo, pero que permanezca oculta a
las miradas profanas.

Cabe recordar también, no obstante, que llegado el momento, como intermediarios y catalizadores que son, los propios símbolos deberán ser oportunamente abandonados para que a su vez no se conviertan en un obstáculo a la plena realización espiritual. Por eso se dice que el conocimiento intelectual o, mejor dicho, el conocimiento a secas, aquel que merece en propiedad tal nombre, el verdadero ámbito del espíritu, en definitiva, es “secreto”, dado que, en última instancia, existe un “paso al límite” cuya superación es incomunicable: cada uno debe realizarlo en sí mismo para saber qué resguarda verdaderamente, aboliendo cualquier tipo de obstáculo, ya sea interior o exterior, que se oponga a él [10].

Esto nos lleva a añadir algunas consideraciones acerca de los términos “verdad” y “justicia”, cuyo significado profundo va también mucho más allá del ámbito estrictamente moral o político-social. Puede afirmarse que, en cierto sentido, ambas palabras son inseparables, casi se podría decir que sinónimas, sobre todo si nos atenemos a la etimología de algunas lenguas antiguas. En efecto, resulta, por un lado, que tanto en árabe como en hebreo, la raíz Haq significa simultáneamente “verdad” y “justicia” mientras que, por otra parte, para los antiguos egipcios, el término Mâ o Maât, también significaba al mismo tiempo ambas cosas [11]. Otra forma de la misma raíz, Hak, está relacionada con la Sabiduría divina (Hokmah, en hebreo), mientras que en árabe cabe recordar también el nombre divino El-Haqq, el Verdadero, así como el término haqîqah, la Verdad, que es precisamente el objetivo final al que conduce la tarîqah, esto es, la vía iniciática.

Podemos someramente vislumbrar, de este modo, que preferir la Justicia y la Verdad a todas las cosas significa, ni más ni menos, proseguir la vía iniciática denodadamente hasta alcanzar su fin, sin cejar y sin apartarse de las vías que nos han sido trazadas, pues en caso contrario es en realidad imposible huir del vicio [12]. Sin duda es para ello necesario un esfuerzo, esto es, una aplicación de la Fuerza (que no en vano se dice que sostiene el templo), un trabajo hecho con fuerza y vigor, en definitiva, una práctica de la virtud.

Finalmente, en lo que se refiere a la expresión huir del vicio, convendría reconocerle un alcance más bien de orden cosmológico y metafísico que simplemente moral. No se trata tan sólo del cumplimiento adecuado de una serie de reglas de conducta establecidas en función de un criterio determinado, aspecto éste perfectamente legítimo en cualquier caso y que la Masonería, desde luego, como cualquier otra vía iniciática genuina, también contempla, sino que concierne más bien, a nuestro juicio, a la eliminación de la causa radical del vicio, causa que, en su naturaleza última, no es solamente una inclinación desviada de la voluntad o una debilidad de carácter, sino un defecto íntimo y sustancial de la propia constitución fundamental del individuo que debe y puede ser identificado y eliminado o, cuando menos, anulado y remitido a un estado que no impida la realización iniciática [13].

Pero extendernos acerca del significado de esta última afirmación nos llevaría demasiado lejos del marco que nos hemos propuesto desarrollar en este modesto trabajo. Para ello sería necesario entrar a considerar con cierta amplitud determinadas cuestiones, tanto de orden cosmológico como antropológico, que a buen seguro nos conducirían a poder vislumbrar mejor la realidad de algo teóricamente tan conocido para un masón como es el trabajo de desbastado de la piedra bruta. En efecto, nos dice la instrucción a este respecto:

¿Cuál es la Piedra bruta?

El profano, producto grosero de la naturaleza,
que el arte de la Masonería debe pulir y transformar.

Sin embargo, investigar un poco más detenidamente la naturaleza profunda de este arte operativo quizá encontrará un lugar más adecuado en otra ocasión, si el G.·. A.·. D.·. U.·. así lo dispone.


Notas:

[1] Es sabido que la palabra “símbolo” proviene del griego sýmbolon que a su vez deriva de symbállô , “yo junto, hago coincidir”. Cf. Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Editorial Gredos.
[2] El término “vicio” proviene del latín vitium, “defecto, falta, vicio”, que también puede relacionarse con el significado de la palabra “pecado”, de peccare, “fallar, faltar”. Por otra parte, “virtud” proviene de virtus, propiamente “fortaleza de carácter” y está relacionado directamente con vir, viri, “varón”. Cf. Corominas, op. cit.
[3] Segundos Analíticos, II, 19, 100 b.
[4] De Veritate, q. XV, a. 1
[5] op. cit.
[6] No obstante, cabe señalar que no todo símbolo es estrictamente “mudo”, puesto que en toda tradición sagrada existen símbolos verbales de extraordinaria importancia y la Masonería no es menos, tampoco, en ese aspecto.
[7] Cf. René Guénon, Aperçus sur l’initiation, cap.XVII, nota, Éditions Traditionnelles.
[8] Recuérdese el significado del acróstico hermético VITRIOL, que decora la Cámara de Reflexión en algunos Ritos.
[9] Cf. René Guénon, op. cit., caps. XVI, XXIV y XXXI. Como hemos dicho, es la luz recibida en la iniciación la que faculta al Aprendiz para desbastar la piedra bruta, puesto que ya no actúa de motu proprio, es decir, según su voluntad individual, sino en función de la Voluntad del G.·. A.·. D.·. U.·. que es, precisamente, el Principio espiritual del que procede la luz que ilumina nuestros trabajos.
[10] Este “paso al límite” está directamente relacionado con el significado profundo de la “leyenda del Maestro Hiram” que se pone en acción en el rito de elevación al grado de Maestro.
[11] Cf. René Guénon, El Rey del Mundo, cap. VI, Ediciones Paidós.
[12] Señalemos, como curiosidad inter-tradicional, que “la práctica denodada del discernimiento de la vía” y la incesante indagación de “la naturaleza de las palabras”, son las dos facetas del método Zen que un viejo Tenzo (monje cocinero) enseñó en su juventud al gran maestro medieval japonés Dogen recién llegado a China. Cf. Aigo Castro, Las enseñanzas de Dogen, Editorial Kairós, 2002.
[13] A este respecto, cf. Víctor Pascual, El Arte de Glauco (I), en la revista Letra y Espíritu, nº 22, Junio 2007.

Gracias a J.Bosch

Hijos del Trueno.


Parece que la Masonería se refiere principalmente a veintiún Nombres divinos hebreos [1], y que, si bien algunos de sus ritos se sitúan bajo la invocación de "Hoschae" o de "Emmanuel", la mayoría de ellos mencionan clara o alusivamente el Nombre del Dios Omnipotente, "El Schadday" o "Schadday", cuyo valor numérico es 345 ó 314.

Se conoce además el interés de René Guénon acerca del secreto "operativo" del triángulo rectángulo de lados 3, 4, 5; y ello tanto a propósito de los misterios de la escuadra del "Venerable Maestro" y de la "Palabra perdida" en la Masonería como a propósito de la doctrina pitagórica del equilibrio entre la Voluntad y la Providencia, por un lado, y el Destino por otro [2].

De modo que nos parece necesario insistir sobre una cita de este Nombre, particularmente sugestiva, y que se refiere a las visiones -o "audiciones"- del profeta Ezequiel: "Era un viento huracanado… una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno [3]… entre los seres había algo como brasas incandescentes… y del fuego salían rayos [4]… Y oí el ruido de sus alas, como un ruido de muchas aguas, como la voz de Schadday… un ruido de batalla [5]… El espíritu me levantó y oí detrás de mí el ruido de una gran trepidación: "Bendita sea la gloria de YHWH, en el lugar donde está", el ruido que hacían las alas de los seres [6]… La gloria de YHWH se elevó de encima de los querubines hacia el umbral de la Casa, y la Casa se llenó de la nube, mientras el atrio estaba lleno del resplandor de la gloria de YHWH. Y el ruido de las alas de los querubines llegaba hasta el atrio exterior, semejante a la voz del Dios Schadday cuando habla…" [7].

Se observa inmediatamente que este pasaje del Antiguo Testamento asocia de forma evidente la "Voz de El Schadday" a los conocidos símbolos de la "Gloria del Eterno", del "Sonido", del "Relámpago" y del "Viento", así como del "ruido de las Aguas", pero sería fácil hacer el paralelismo con algunos textos del Nuevo Testamento en los que se hallan relacionados símbolos análogos.

Así, antes de que aparezca el Gran Signo esperado para el fin de los tiempos, "una mujer vestida del Sol, con la Luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" [8], he aquí que, en el cielo, se descubre el Arca de la Alianza en el Templo, y se produjeron, nos dice el Apocalipsis, "relámpagos, y fragor, y truenos" [9]

Igualmente, el retorno de Cristo es anunciado como debiendo efectuarse "entre las nubes con gran poder y gloria" [10], y Jesús da esta advertencia: "como el relámpago sale por Oriente y brilla hasta Occidente, así será la venida del Hijo del hombre" [11]. Puesto que el fragor del trueno y el fuego del relámpago pueden ser considerados como acompañando a la manifestación del "Dios Omnipotente", podríamos preguntarnos si no existe un misterioso vínculo entre la "razón principial" de este Nombre -su "quiddidad", su ritmo y su resonancia cósmica- y el conjunto de los acontecimientos que acabamos de recordar.

¿Y no fue ante "los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte humeante" donde Moisés recibió del Eterno el Decálogo de los Mandamientos? [12] El triunfo del profeta Elías sobre los sacerdotes de Baal también aconteció cuando cayó el fuego de YHWH [13].
En cualquier caso, es lícito pensar, después de estos ejemplos, que la "Omnipotencia" es el aspecto divino que preside a esta "estrecha conexión que, desde el punto de vista cosmogónico, existe entre el sonido y la luz" [14]. Evidentemente, es en su función creadora de Arquitecto divino y de Ordenador del Universo que Dios dice: "Haya luz" [15]. El mismo arquetipo divino se aplica al Cristo-Verbo, ya que, según el Prólogo del Evangelio de Juan: "En el principio era el Verbo… En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron… El Verbo era la luz verdadera… Y el Verbo se hizo carne…" [16].

La "Iluminación del Caos" [17], es decir, el Orden o el rito, en el sentido original de la palabra, ya que exige que todo sea dispuesto por la geometría del "Altísimo", en "número, peso y medida", debe ser relacionada con esta Palabra que está "en el principio" o, mejor dicho, puesto que se trata de algo esencialmente intemporal, "en el principio de toda manifestación" [18]. Ella brota de la eterna y silenciosa sabiduría divina, y desencadena la vibración sonora y la onda luminosa, productoras de los mundos; ella aclara a todo los seres, y se actualiza en quienes saben recibirla con humildad y amor, como la gracia suprema; en fin, es ella, prueba de elección, lo que debe ser guardado en el corazón para que germine y crezca y muera dando el fruto de la vida eterna.
¿Es sorprendente que uno de los aspectos de esta Palabra haya podido ser identificado, en el seno de las tradiciones de los constructores surgidas de los Templos de Israel, con el nombre de El Schadday [19]? Ciertamente, no, y no sólo en razón de lo que acabamos de exponer, sino también porque este Nombre, "cuerpo del Tetragrama", contiene la idea de "medida", y porque corresponde a los lados del triángulo del "Past Master" [20].

Por lo demás, los símbolos del trueno y del rayo han sido, en todo tiempo y lugar, concebidos como los atributos de la Divinidad. En la cumbre del panteón germánico, encontramos, en efecto, a Wotan-Odín, quien, de su unión con Hertha, la tierra, a la vez su mujer, su madre y su hija, engendra a Donar, o Donner, o Thor, maestro del rayo que posee el martillo sagrado, análogo al mallete del Venerable de la Logia [21].

De modo semejante, en la mitología escandinava, Thor, hijo de Odín y de Jord [22], es el dios del trueno y de los relámpagos. Vierte los aguaceros que purifican el aire y comunican a la tierra elemental los principios nutritivos. Persigue y fulmina a los gigantes y los trolls y dispone de tres cosas preciosas: el mazo "Mjoelne", equivalente simbólico del martillo o del mallete, el cinturón de valentía y los guantes de hierro. La pérdida de "Mjoelne", su búsqueda y su descubrimiento forman además el más bello canto de los antiguos Eddas, y esta leyenda ofrece algunas semejanzas con la "pérdida de la Palabra", su búsqueda y su restitución.

También entre los eslavos encontramos a "Perun", dios del trueno [23], y entre los galos "Taranis" o "Tarann" desempeña el supremo oficio de maestro del rayo.

Finalmente, en la mitología griega, ¿no es el trueno el atributo de Zeus-Júpiter, al ser calificada el "águila de Júpiter" de ave "porta truenos"?

Ahora bien, precisamente el águila de Jupiter llevó a Ganímedes a los cielos, permitiendo así al pastor elegido alimentarse de "néctar y ambrosía" y obtener el privilegio de la eterna juventud. Y he aquí que el viaje de Ganímedes nos va a ofrecer la ocasión de volver a encontrar el tema de nuestro estudio, a saber, la Masonería y el Cristianismo.

En efecto, si la Masonería se sitúa bajo la invocación del Verbo-Arquitecto, fulgurante y estruendoso en su Nombre de El-Schadday, conviene recordar que Juan el Evangelista es, junto con Juan el Bautista, el Patrón de los Masones, "hijos de la Luz" [24], y la escena de la elevación de Ganímedes fue generalmente interpretada, en la Edad Media, como significando "la asunción de san Juan" [25].

Si el Masón recibe la "Luz" al son del "trueno", si el mallete del Venerable confiere el relámpago iluminador del caos, y si la espada flamígera simboliza en sí misma la huella del rayo, ¿no es llamado san Juan por el propio Cristo "Hijo del Trueno"? De hecho, el Evangelio retoma en dos ocasiones esta cualidad, de un orden eminente, atribuida a los hijos de Zebedeo.

Primero es en el "cambio de nombres" de los dos hermanos, de los cuales uno será el "Patrón de los Masones" y el otro el "Patrón del Compagnonnage" [26], a los que Cristo "puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno" [27]. Este pasaje merece una atención particular, ya que, por un lado, el término "Boanerges" significa "Acción del Sonido, de la Tempestad, del estruendo, del canto de los pájaros", e inmediatamente hace pensar en la voz tronante de El Schadday, o también en la invocación rítmica, y, por otro lado, la expresión "Hijo del Trueno" es la designación del iniciado.

Más tarde, el poder vinculado a la cualidad de "Hijo del Trueno" es puesto en evidencia en un episodio bastante curioso de la predicación de Cristo. Queremos hablar de la petición de los "Boanerges" a Cristo: "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo…?" [28], petición a la cual, por lo demás, responde Cristo con una reprimenda [29].

Hay entonces en todo esto significativas relaciones, que podrían dar lugar a interesantes estudios, lo cual deseamos vivamente. Quien busque en esta vía no debe olvidar, sin embargo, que el estado virtual de "Hijo del Trueno" no es un fin en sí mismo, y que hay un cumplimiento efectivo que realizar, cumplimiento integral del ser total y no sólo de las esferas mentales. Cumplimiento que encuentra su confirmación electiva en la "filiación virginal", tal como expresan las santas palabras de Jesús crucificado: "Mujer, ahí tienes a tu hijo"; "Juan, ahí tienes a tu madre" [30].

No podría concluirse mejor que citando el himno de san Sofronio:
"Yo proclamaré entonces como un Dios
A ese bienaventurado Hijo del Trueno,
Puesto que se hizo
El Hijo de la Madre de Dios" [31].


NOTAS
[1] Cf. Le Tuilleur de Vuillaume, 1830 (Dervy-Livres, 1976). Debemos precisar, para evitar volver sobre ello, que los Nombres divinos empleados en nuestras citas de las Escrituras provienen de la Biblia de Jerusalén. Sin embargo, nos creemos en la necesidad de señalar que utilizamos indiferentemente las Biblias de Crapon, de Jerusalén, de Segond, de Darby o la del Rabinato, dependiendo del libro y el pasaje de la Escritura.
[2] Cf. La Grande Triade, caps. XV y XXI, y Les Tracés de Lumière, caps. I, II y III.
[3] Ezequiel, I, 4.
[4] Ezequiel, I, 13.
[5] Ezequiel, I, 24.
[6] Ezequiel, III, 12-13.
[7] Ezequiel, X, 4-5. La "gloria" es también la "Schekinah" o presencia divina.
[8] Apocalipsis, XII, 1.
[9] Apocalipsis, XI, 19. Nótese que la predicación apostólica y doctrinal a veces ha sido considerada como el "caballo blanco del Apocalipsis" (Apingius) o como el "Trueno de Dios" (san Gregorio).
[10] Marcos, XIII, 26.
[11] Mateo, XXIV, 27.
[12] Éxodo, XX, 18.
[13] "Invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía… Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: "¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará"… Tomó Elías doce piedras según el número de las tribus de los hijos de Jacob… Se acercó el profeta Elías y dijo: "YHWH, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel"… Cayó el fuego de YHWH…" (I, Reyes, XVIII, 26-38).
[14] René Guénon, Aperçus sur l’Initiation, cap. XLVII ("Verbum, Lux et Vita").
[15] Génesis, I, 3.
[16] Prólogo del Evangelio de san Juan. Cf. también René Guénon, Aperçus sur l’Initiation, cap. XLVII ("Verbum, Lux et Vita").
[17] Recordemos la divisa escocesa "Ordo ab Chao", y lo que René Guénon ha escrito a propósito de ello en los Aperçus sur l’Initiation, cap. XLVI.
[18] Aperçus sur l’Initiation, cap. XLVII.
[19] Señalemos, a este respecto, que la potencia o la fuerza es "doble" por naturaleza; debe ser referida a Dios -"El"- para "desvelarse". También las raíces de "Schadday" son dobles; pueden designar la fecundidad y la destrucción. Por último, la referencia al plano cosmológico implica igualmente una dualidad, un aspecto luminoso, el del Arquitecto divino, y un aspecto sombrío, el del demiurgo. Del mismo modo, el simbolismo cosmológico es, a la vez, un "trampolín" cuando permite acceder a Dios, y una "pantalla" cuando seduce por su riqueza y se "diviniza"; desemboca entonces en la forma más sutil de idolatría, que pone en acción el orgullo luciferino. Seduciendo al alma, a la que encarcela sin que se percate, deviene entonces "la red del cazador", de la que no se libra más que aquel que "mora en el secreto de Elyón" y "pasa la noche a la sombra de Schadday" (Salmo 91). En efecto, no debe olvidarse que el paredro de la "Shekinah" tiene por nombre "Metatron", equivalente numérico de "Schadday", y que si "Metatron", "el ángel de la Faz", tiene por reflejo a "Mikael", también tiene por "faz sombría" e invertida a "Samael", el "Príncipe de este Mundo" del que habla el Evangelio (Cf., sobre esto, Le Roi du Monde, cap. III). El Nombre de Emmanuel, o del Señor Jesucristo, es "superior" a Schadday, en el orden espiritual, así como Josué (que es el nombre de Jesús) es superior a Moisés (cuyo número es el de El-Schadday) en el orden de la "realización de la promesa", ya que sólo Josué, sucesor de Moisés, penetra en Tierra Santa, al frente de la columna de las tribus, y reencuentra la tierra de los orígenes. Sería por lo demás oportuno un estudio sobre la misión de Josué, el significado de la circuncisión espiritual y la naturaleza de la "Buena Nueva" anunciada por Cristo. Se retendrá, finalmente, para terminar con este largo análisis, que es tan sólo en el infierno donde Dante da a Cristo el calificativo de "Poderoso". "Un Poderoso coronado con signos de Victoria" (Infierno, IV, 53-54). Por lo demás, si el Schadday contiene a Jesucristo en su manifestación humana e "in principio", también podría ser un atributo divino y un nombre del Cristo glorioso en la Jerusalén celeste, en la que "el Omipotente es el Templo" y "el Cordero la Lámpara" -o la Antorcha-" (Apoc., XXI, 22-24, e Isaías, LX, 19). Cf., igualmente, Les Tracés de Lumière, pp. 67 y 68.
[20] La reconstitución de la Palabra Viva, o más bien "Vivificante", encuentra un eco en los ritos del antiguo Egipto: "Y Horus dijo a Osiris: he venido para darte la vida, para reunir tus huesos, para juntar tus miembros".
[21] Cf. La Grande Triade, cap. VI: "Solve et coagula".
[22] Jord, Hertha y Erde designan a la "Sustancia primordial", a la "Materia prima", al igual que el "Aretz" hebreo.
[23] Es curioso observar que en la época de la penetración del Cristianismo en el mundo eslavo se hacía jurar a los cristianos "en nombre de Dios Omnipotente", con el fin de adaptar los juramentos de fidelidad a la fe de la minoría convertida. Este aspecto divino, que permite un reencuentro sin necesidad de renegar de los respectivos fundamentos religiosos, se halla también en los rituales masónicos, de donde su carácter "teísta" o "deísta" que ha podido hacer creer en un relativismo religioso y en una relativización de la Verdad… mientras que el Dios de Abraham es a la vez el Dios de los judíos, el de los musulmanes y el de los cristianos, según la propia afirmación del Papa.
[24] Este doble patronazgo, coincidente con las fiestas solsticiales, pone en evidencia el carácter de "cosmología sagrada" propio de la Masonería azul de los tres primeros grados y la "forma solar" de esta tradición. Se observará que, en el antiguo Egipto, "Râ", dios solar, tenía en sus manos los cetros de Oriente y de Occidente. Esta representación es análoga a la figura de las dos tangentes al círculo en la Masonería inglesa, y al "Janus" de la tradición latina. Hace pensar en los dos san Juan rodeando al Cristo, "Sol de Justicia".
[25] Les plus beaux textes sur saint Jean l’Evangéliste, presentados por S. E. Mons. Villepelet, Obispo de Nantes, Edit. "La Colombe", París.
[26] Habría mucho que decir, para aclarar la naturaleza del Cristianismo, sobre las relaciones de los dos "Boanerges" con Cristo y con san Pedro; igualmente, habría interesantes observaciones que hacer acerca de la disposición geométrica de sus lugares de sepultura o de peregrinaje.
[27] Marcos, III, 17. Debe señalarse que el Arca de la Alianza a veces es puesta en relación con Dios, concebido como "Maestro del Trueno". Así, la deliciosa capilla carolingia de Germigny-des-Près, entre Châteauneuf-sur-Loire y Saint-Benoist-sur-Loire, posee un mosaico, intacto en todo su esplendor, que adorna el ábside y que representa el Arca de la Alianza. Se sabe que Teodulfo, Abad de Saint-Benoit, amigo de Carlomagno y apodado "Gloria de la Galia", hizo construir Germigny-des-Près con ayuda del arquitecto de Aix, Odon le Messin, y quizá también de un arquitecto armenio. Ahora bien, Teodulfo ha dejado esta inscripción, relativa al Arca, compuesta por los célebres artesanos de Ravenna: "Mira el Santo Oráculo y los Querubines, contempla el esplendor del Arca de Dios, y, con esta visión, piensa en tocar con tus plegarias al Maestro del Trueno, y asocia, te lo ruego, el nombre de Teodulfo a tus oraciones".
[28] Lucas, IX, 54.
[29] Existe una correspondencia entre esta reprimenda y el rechazo de Cristo a la petición de la mujer de Zebedeo (cf. Mateo, XX, 20-24). Pensamos que se trata de episodios "clave" que dan acceso a la comprensión "por el interior" de los caracteres particulares, y en ciertos aspectos esenciales, de la "Buena Nueva".
[30] Juan, XIX, 26-27.
[31] Anacreóntica, nº 11. Migne, P. G., t. LXXXVII, Col. 3783-90. Citemos también las palabras de Mons. Gay, en sus Conférences aux mères chrétiennes: "La Iglesia fue la diócesis de Pedro, María fue la diócesis de Juan". Orígenes retoma la expresión "Niños del Trueno" en Contra Celsum, 1, VI, c. 77, a propósito de la Palabra de Dios: "…puesto que ha tomado un nuevo nacimiento, por medio de la Palabra, que tenga una vida llena de virtudes, y que en nada ceda a aquellos que han merecido el nombre de niños del Trueno".


Gracias a  Jean T.

¿PACTO ENTRE CABALLEROS?.


Existió un pacto entre los caballeros del Temple y los representantes de algunas órdenes iniciáticas del Islam? ¿Qué misión tenían en común? En la respuesta a esta pregunta reside una de las claves más apasionantes del enigma de los templarios.

Durante el encarcelamiento de los templarios el cronista inglés Matthieu Pâris lesacusó lisa y llanamente de haberse convertido en secreto a la religión de Mahoma y de obedecer a sus jefes a través de las denominadas pactiones secretas. La opinión pública quedó conmocionada por estas acusaciones, a las que, como a todas las demás, también dio crédito (ver monográfico nº 52, Templarios). Aparentemente, nada venía a apoyar semejantes afirmaciones. Por el contrario, eran innumerables las pruebas existentes para rebatirlas.

Entre ellas, el último combate en la defensa de San Juan de Acre, relatado por Gérard de Montreal, del que solo pudo escapar un puñado de templarios, que fueron los últimos en embarcar rumbo a Chipre. A lo largo de su aventura oriental muchos templarios prefirieron enfrentarse al sable del verdugo que a la abjuración. Tras el desastre de Hattin, doscientos treinta caballeros capturados por Saladino fueron ejecutados. Solo se dejó con vida al Gran Maestre –lo que, por otra parte, no deja de ser significativo–. Y, sin embargo...

¿OBEDIENCIA SECRETA AL ISLAM?
Bajo las acusaciones de connivencia con el Islam existía una realidad sutil que los propios acusadores no lograron desentrañar. Durante sus dos siglos de implantación oriental los templarios mantuvieron relaciones constantes con los musulmanes, algunas de carácter político y “exterior”, a la vista de todos, pero otras de naturaleza muy diferente, que permanecieron ocultas.

En su obra La culpabilidad de los templarios, Gershon Legman asegura que desde 1307 estos debían obediencia en secreto al Islam. Una afirmación que basa en las declaraciones realizadas durante el proceso contra los templarios por uno de los propios encausados, Geoffroy de Gonneville, y por el inquisidor dominico Pierre de la Palu, que llegaron a atribuir a este pacto con el Islam el ritual presuntamente templario consistente en el rechazo de la cruz y de otros símbolos cristianos. Sin duda, los templarios fueron los primeros en tomar conciencia de lo que suponía la civilización del Islam y en entrever las incalculables perspectivas espirituales y materiales que podría aportar cooperar con esta tradición.

Dando muestras de una capacidad de adaptación impensable para la época, los primeros templarios se integraron totalmente en el mundo y la sociedad de Oriente Próximo en pocos años. Rápidamente los caballeros del Temple establecieron relaciones de amistad con las poblaciones autóctonas del reino franco.

Numerosos grandes maestres de la Orden y otros dignatarios aprendieron árabe, se rodearon de secretarios musulmanes y hasta se llegó a armar caballeros a dignatarios musulmanes. El escritor Gérard de Sède cita una crónica de la época: “Sé por una buena fuente que algunos sultanes han sido recibidos con mucho gusto y gran pompa en la Orden, y que los mismos templarios les han permitido celebrar sus supersticiones [sic] con invocaciones a su Profeta”.

CABALLEROS DE ORIENTE
Y es que la noción de caballería, medular en el alma del templario, no era extraña al Islam. El mismo Mahoma calificó a su primo y yerno Alí como “el caballero porexcelencia”. Su espada bífida tenía, como la de Arturo, un nombre propio: Dhu-l-fiqâr (“la de dos puntas”). La institución caballeresca recibía en el Islam el nombre de futuwwa y el caballero, el de fatâ. El comportamiento del fatâ se basaba en una liberalidad del alma que lo situaba más allá del grupo o clan y cuya virtud cardinal era la generosidad.

La futuwwa como vía iniciática era una vía de realización espiritual consistente en una superación continua y en el respeto interno y externo de los límites impuestos por el “yo” individual y social. Las fronteras de la España islámica estaban guardadas por caballeros de élite que vivían dedicados exclusivamente a la práctica de la guerra. La iniciación, durante la cual el aspirante bebía un líquido contenido en un cáliz, se recibía de la mano de los shuyûkh (maestros espirituales) y no de la de los soberanos seculares.

RELACIONES SECRETAS
Desde su implantación en Tierra Santa los grandes maestres no solo se relacionarían con los príncipes musulmanes en nombre de la Orden sino que serían además los garantes de los tratados entre cristianos y musulmanes, pues, como escribe el cronista árabe Abu-l-Faraj, “los consideraban hombres puros, incapaces de faltar a su palabra”. Robert de Croan, segundo Gran Maestre de la Orden, estableció relaciones secretas con los musulmanes y con diversas sectas orientales. A consecuencia de esto el sultán de Damasco envió a Jerusalén un embajador, el príncipe Osama ibn Munqid, que nos ha dejado en sus memorias una interesante y significativa anécdota:

“Cuando visitaba Jerusalén, entré en la mezquita de Al-Aqsa, que se encontraba ocupada por los templarios, mis amigos. Al lado se encontraba una pequeña mezquita que habían convertido en iglesia. Los templarios me la asignaron como lugar en el que podía llevar a cabo mis plegarias rituales. Un día, mientras oraba, un franco se abalanzó sobre mí, me agarró y me giró hacia Oriente mientras me decía: «¡Es así como se reza!». Un grupo de templarios se precipitó sobre él y lo expulsó del lugar. Él escapó a su vigilancia y se abalanzó de nuevo sobre mí, volviéndome la cara hacia Oriente y repitiendo: «¡Es así como se reza!». Los templarios lo expulsaron de nuevo del lugar y después se excusaron conmigo diciendo: «Es un extranjero que acaba de llegar del país de los francos. Jamás ha visto rezar a nadie así»”. Sucedió en el año 1140.

También Gilbert Horal, duodécimo Gran Maestre de la Orden –aragonés, para más señas–, estableció unas relaciones secretas con los musulmanes de naturaleza tal que recibió en el año 1196 una reprimenda del papa Inocencio III, fiel aliado de la Orden, a la que incluso estaba afiliado
 
Gracias a Andrés G. 

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