
Esta es la historia de alguien que un día encontro un grupo de personas cuya vida consistia en pulir con ambas manos unos grandes cantos.
El chico cogió un canto con muchas aristas y empezo a hacer como los otros.
La piedra era muy basta, pero el insistia.
Al cabo de unos años empezo a fijarse y a creer que su piedra estaba lo suficientemente pulida.
Se sentía afortunado por tener una piedra tan bella y ansiaba mostrala a todos.
Se creía predestinado a aquella piedra y muy feliz.
Un día decidieron emprender una marcha hacia el santuario de las grandes piedras blancas y temprano empezaron el viaje.
Al cabo de mucho tiempo llegaron al santuario para dejar sus piedras.
Todos parecían descansados, pero a nuestro joven le agobiaba el peso de su carga.
Todos se acercaron al altar para depositar su piedra, pero cada vez que abrian sus manos no había nada.
No puede ser exclamaba el joven, vosotros teniais piedras en vuestras manos.
A lo que ellos respondieron: mientras tu admirabas el brillo de tu piedra nosotros continuamos puliendola.
Ahora debes volver y tomar el canto con más aristas que encuentres y empezar de nuevo.
Moraleja: las cosas son formas y la forma en sí es inestable e ilusoria. Todo cambia en el momento presente.
Gracias Alfonso Boza.
Me gustaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarQue maravilloso cuento ,eres estupendo,gracias Eusebio.
ResponderEliminarSandra, Europa es Europa y España más, es una broma
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