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viernes, 3 de septiembre de 2010

¿PACTO ENTRE CABALLEROS?.


Existió un pacto entre los caballeros del Temple y los representantes de algunas órdenes iniciáticas del Islam? ¿Qué misión tenían en común? En la respuesta a esta pregunta reside una de las claves más apasionantes del enigma de los templarios.

Durante el encarcelamiento de los templarios el cronista inglés Matthieu Pâris lesacusó lisa y llanamente de haberse convertido en secreto a la religión de Mahoma y de obedecer a sus jefes a través de las denominadas pactiones secretas. La opinión pública quedó conmocionada por estas acusaciones, a las que, como a todas las demás, también dio crédito (ver monográfico nº 52, Templarios). Aparentemente, nada venía a apoyar semejantes afirmaciones. Por el contrario, eran innumerables las pruebas existentes para rebatirlas.

Entre ellas, el último combate en la defensa de San Juan de Acre, relatado por Gérard de Montreal, del que solo pudo escapar un puñado de templarios, que fueron los últimos en embarcar rumbo a Chipre. A lo largo de su aventura oriental muchos templarios prefirieron enfrentarse al sable del verdugo que a la abjuración. Tras el desastre de Hattin, doscientos treinta caballeros capturados por Saladino fueron ejecutados. Solo se dejó con vida al Gran Maestre –lo que, por otra parte, no deja de ser significativo–. Y, sin embargo...

¿OBEDIENCIA SECRETA AL ISLAM?
Bajo las acusaciones de connivencia con el Islam existía una realidad sutil que los propios acusadores no lograron desentrañar. Durante sus dos siglos de implantación oriental los templarios mantuvieron relaciones constantes con los musulmanes, algunas de carácter político y “exterior”, a la vista de todos, pero otras de naturaleza muy diferente, que permanecieron ocultas.

En su obra La culpabilidad de los templarios, Gershon Legman asegura que desde 1307 estos debían obediencia en secreto al Islam. Una afirmación que basa en las declaraciones realizadas durante el proceso contra los templarios por uno de los propios encausados, Geoffroy de Gonneville, y por el inquisidor dominico Pierre de la Palu, que llegaron a atribuir a este pacto con el Islam el ritual presuntamente templario consistente en el rechazo de la cruz y de otros símbolos cristianos. Sin duda, los templarios fueron los primeros en tomar conciencia de lo que suponía la civilización del Islam y en entrever las incalculables perspectivas espirituales y materiales que podría aportar cooperar con esta tradición.

Dando muestras de una capacidad de adaptación impensable para la época, los primeros templarios se integraron totalmente en el mundo y la sociedad de Oriente Próximo en pocos años. Rápidamente los caballeros del Temple establecieron relaciones de amistad con las poblaciones autóctonas del reino franco.

Numerosos grandes maestres de la Orden y otros dignatarios aprendieron árabe, se rodearon de secretarios musulmanes y hasta se llegó a armar caballeros a dignatarios musulmanes. El escritor Gérard de Sède cita una crónica de la época: “Sé por una buena fuente que algunos sultanes han sido recibidos con mucho gusto y gran pompa en la Orden, y que los mismos templarios les han permitido celebrar sus supersticiones [sic] con invocaciones a su Profeta”.

CABALLEROS DE ORIENTE
Y es que la noción de caballería, medular en el alma del templario, no era extraña al Islam. El mismo Mahoma calificó a su primo y yerno Alí como “el caballero porexcelencia”. Su espada bífida tenía, como la de Arturo, un nombre propio: Dhu-l-fiqâr (“la de dos puntas”). La institución caballeresca recibía en el Islam el nombre de futuwwa y el caballero, el de fatâ. El comportamiento del fatâ se basaba en una liberalidad del alma que lo situaba más allá del grupo o clan y cuya virtud cardinal era la generosidad.

La futuwwa como vía iniciática era una vía de realización espiritual consistente en una superación continua y en el respeto interno y externo de los límites impuestos por el “yo” individual y social. Las fronteras de la España islámica estaban guardadas por caballeros de élite que vivían dedicados exclusivamente a la práctica de la guerra. La iniciación, durante la cual el aspirante bebía un líquido contenido en un cáliz, se recibía de la mano de los shuyûkh (maestros espirituales) y no de la de los soberanos seculares.

RELACIONES SECRETAS
Desde su implantación en Tierra Santa los grandes maestres no solo se relacionarían con los príncipes musulmanes en nombre de la Orden sino que serían además los garantes de los tratados entre cristianos y musulmanes, pues, como escribe el cronista árabe Abu-l-Faraj, “los consideraban hombres puros, incapaces de faltar a su palabra”. Robert de Croan, segundo Gran Maestre de la Orden, estableció relaciones secretas con los musulmanes y con diversas sectas orientales. A consecuencia de esto el sultán de Damasco envió a Jerusalén un embajador, el príncipe Osama ibn Munqid, que nos ha dejado en sus memorias una interesante y significativa anécdota:

“Cuando visitaba Jerusalén, entré en la mezquita de Al-Aqsa, que se encontraba ocupada por los templarios, mis amigos. Al lado se encontraba una pequeña mezquita que habían convertido en iglesia. Los templarios me la asignaron como lugar en el que podía llevar a cabo mis plegarias rituales. Un día, mientras oraba, un franco se abalanzó sobre mí, me agarró y me giró hacia Oriente mientras me decía: «¡Es así como se reza!». Un grupo de templarios se precipitó sobre él y lo expulsó del lugar. Él escapó a su vigilancia y se abalanzó de nuevo sobre mí, volviéndome la cara hacia Oriente y repitiendo: «¡Es así como se reza!». Los templarios lo expulsaron de nuevo del lugar y después se excusaron conmigo diciendo: «Es un extranjero que acaba de llegar del país de los francos. Jamás ha visto rezar a nadie así»”. Sucedió en el año 1140.

También Gilbert Horal, duodécimo Gran Maestre de la Orden –aragonés, para más señas–, estableció unas relaciones secretas con los musulmanes de naturaleza tal que recibió en el año 1196 una reprimenda del papa Inocencio III, fiel aliado de la Orden, a la que incluso estaba afiliado
 
Gracias a Andrés G. 

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