Bienvenida

‘Dijo Elokim: Haya luz y hubo luz.’ Génesis 1:3

Que la gran luz del entendimiento ilumine nuestros cerebros y purifique nuestros corazones , a fin de que en un ambiente de intelectualidad y de perfecta fraternidad , nos entreguemos a buscar los senderos de nuestra propia superación. Eusebio Baños Gómez

Página del día

LA LUZ PRESTADA - El Espía de DIOS

Menú

martes, 20 de julio de 2010

Tradición Egipcia.


Las concepciones morales del antiguo Egipto presentan a la vez tal originalidad y tal grandeza que no podemos menos que preguntarnos cuáles eran la fuente de inspiración y la formación espiritual y religiosa que se hallaba tras ese ideario. Pues sin duda es menester gran elevación de miras para presentar como razón de ser de la vida de cada ser humano el que este logre en sí mismo el dominio del espíritu sobre los instintos sin renunciar por ello a disfrutar de los bienes de la Creación. Como subraya Jacques Pirenne (en "La réligion et la morale dans l' Egypte antique") esto asocia al hombre a la obra de Dios pues aspira, en esta cosmovisión que nos ocupa, a la misma finalidad: el triunfo de la conciencia sobre los aspectos inferiores de la naturaleza humana, la primacía del espíritu absoluto sobre el caos inerte y desorganizado de lo material. Plutarco ya señaló que esta concepción dualista es el significado profundo del mito de Isis, donde Dios se opone a la materia en forma análoga a la filosofía de Platón.

El refinamiento y elevación con que los antiguos egipcios llevaron adelante este ideario simplemente asombra. Baste por ahora señalar que se llegó a incorporar a la cortesía como parte importante de la moral. Y no cabe duda de que tan solo mencionar estas ideas que datan de tres o cuatro mil años puede causar asombro en nuestro tiempo donde tan a menudo a la cortesía se la ignora y a la moral se la pisotea...

Además, volens, non volens, es menester buscar en Egipto las raíces de las cumbres del pensamiento griego. Plutarco en "Isis y Osiris" lo dice bien claramente: "por otra parte también atestiguan sobre esto los más sabios entre los griegos, como Solón, Tales, Platón, Eudoxio, Pitágoras, y además, según otros, el mismo Licurgo, quienes llegaron hasta Egipto y convivieron con los sacerdotes. Así se afirma que Eudoxio asistió a las lecciones del sabio Conufis en Memphis, Solón a las del saita Sonchis y Pitágoras a las de Enufis en Heliopolis". A estos nombres ilustres hay que agregar, de acuerdo a otros autores los de Nicias y Herodoto (c.f.r. Eduardo Alfonso "El Egipto hermético").

Frecuentemente quién se interesa por las antigüedades egipcias pronto se pierde en los laberintos interesantes de su historia y de su mitología. No es empresa fácil empero distinguir los hilos conductores de naturaleza espiritual y religiosa en la primera y los simbolismos trascendentes de la segunda, reflejados estos últimos en el arte y la arquitectura de esta civilización asombrosa por mil razones. Pero hay algo que resulta, en nuestro modesto parecer, aún más sorprendente y es descubrir en la corriente espiritual egipcia ideas tradicionales cuyo parentesco innegable con enseñanzas hindúes y de otros pueblos resulta evidente. Subrayamos que empleamos aquí el término "Tradición" en el sentido de René Guénon para designar un conjunto de concepciones que, en forma explícita o velada, se hallan y reaparecen en las más diversas expresiones religiosas y filosóficas a lo largo de los siglos y en muy diferentes lugares. Como puntualiza Guénon esta Tradición Primordial resulta así atemporal dado que se mantiene invariable e independiente de tiempos, pueblos, lugares, costumbres y circunstancias. Merece por ello sus usuales denominaciones como Lex Peremnis o bien su equivalente sánscrito de Sanatana Dharma, o sea Ley Eterna. Naturalmente esta concepción guénoniana ha merecido tanto fervorosas adhesiones como réplicas violentas. Estas últimas han provenido de diversos campos, a veces por razones dogmático-confesionales, a veces por cuanto Guénon señala como medio indispensable para la transmisión de la Tradición un elemento suprahumano que es la Iniciación. Según Guénon la Iniciación, a la que este autor define en esencia como la transmisión de una influencia espiritual, constituye la piedra de toque para distinguir lo tradicional de lo que no lo es.

Situándonos nosotros aquí en un plano de completa objetividad diremos que es perfectamente comprensible que estas ideas de Guénon no sean aceptables para todos pero que, de todas maneras, merecen tanta atención como respeto y que la polémica se debe reducir, en última instancia y exclusivamente a una cuestión de experiencia personal. Siendo imposible agotar aquí una cuestión tan ardua y debatida queremos subrayar que el tema central de estas líneas es precisamente este contenido tradicional en la formación sacerdotal en el antiguo Egipto. Las referencias fidedignas y respetables al respecto no abundan y sí, en cambio, las narraciones fantasiosas de corte teosófico tipo Henry Durville y Pierre Christian, las que no resisten el menor análisis por su falta de seriedad.

Al respecto conviene desde ya efectuar una distinción tajante para la que emplearemos la terminología de los maestros hindúes. Estos distinguen entre Diksha y Rahasya. La primera, o sea Diksha, se refiere al proceso ritual de la Iniciación y a esta en sí misma, entendida como transmisión de una influencia espiritual. La segunda, o sea Rahasya, se refiere a la enseñanza doctrinal, generalmente secreta, que acompañaba al acto ritual. Es esta segunda parte la que más nos ocupará aquí. El gran interés del tema es que se centra en aspectos trascendentes que suponen ir mucho más lejos que la mitología, la mística y la teología egipcias. Estas últimas solo resultan a la postre un ropaje para que el conocimiento metafísico y sapiencial se conserve cifrado en símbolos y velado por alegorías. 


En tal sentido vale la pena citar a Plotino en la Enéada Quinta: "Los Sabios de Egipto me parecen haber dado prueba de una ciencia consumada o de un maravilloso instinto cuando, para revelarnos su Sabiduría, no recurrieron ni a letras que expresen palabras ni a proposiciones que representen sonidos o enunciados. Ellos figuraron los objetos por medio de jeroglíficos y así designaron simbólicamente a cada uno de ellos. De este modo cada jeroglífico constituía una especie de ciencia o de sabiduría y ponía la cosa ante los ojos de una manera sintética, sin concepción discursiva ni análisis. 

Acto seguido esta noción sintética era reproducida por otros símbolos que la desarrollaban, la expresaban discursivamente y enunciaban las causas por las cuales son así las cosas, cuando su bella disposición encendía la admiración". De esta manera los jeroglíficos (palabra que etimológicamente proviene de hieros-glifo o sea símbolo sagrado) constituyen una verdadera llamada a lo que Guénon denomina con absoluta propiedad la intuición intelectual, la que se sitúa, por su naturaleza misma, mas allá de todo conocimiento racional y discursivo. Aquí también se dividen las opiniones pero Guénon mismo menciona ("Introduction générale a l'etude des doctrines hindoues" pag. 103) que ya Aristóteles en sus "Últimos Analíticos" sostenía que el intelecto constituía una facultad más elevada que la razón, lo que es, en suma, exactamente lo mismo. En esto se halla el principio del simbolismo trascendente, entendido como vía de acceso a concepciones metafísicas. 

Lamentablemente los egiptólogos durante muchísimos años no comprendieron esto y procedieron en una forma puramente descriptiva, sin duda torpe y pueril en lo que hace a su tratamiento de las doctrinas y creencias egipcias antiguas.
Del material moderno que merece el calificativo de científico es imprescindible mencionar entre otras muchas las obras de Adolf Ermann, ex-profesor de la Universidad de Berlín, Jacques Pirenne, E. A. Wallis Budge y Francois Daumas. Pero frente a estos orientalistas "oficiales" es menester preferir la obra colosal realizada por los esposos R. A. e Isha Schwaller de Lubicz, quienes han ido más lejos que nadie en cuanto a la comprensión profunda del simbolismo de los templos egipcios. Sus conclusiones han sido la piedra del escándalo en el mundo de la egiptología a partir de la aparición de "Le Temple de l' Homme" (1958), pero luego se han ido abriendo camino por ser la única forma de llegar a una comprensión profunda del contenido doctrinal más elevado que se impartiera en los templos del antiguo Egipto. 


Cuando leemos por ejemplo en Pirenne que "los textos religiosos disimulan, sea bajo el aspecto de genealogías de dioses, sea como símbolos y mitos, las ideas que sirvieron de base a la religión" se hace tangible la influencia de los esposos Schwaller de Lubicz pues ningún egiptólogo hubiera osado escribir tales cosas hasta hace muy pocos años. En "Le Miracle Egyptien" de R. A. Schwaller de Lubicz se puntualiza esta idea central con mayor precisión aún: "En el viejo mundo de Egipto todo es símbolo, cada gesto de la vida, cada rito del culto, cada estela, cada monumento, cada jeroglífico, el color, la ubicación, y la forma de cada objeto usual, todo obedece a la Ley de Sabiduría que sitúa cada cosa en el lugar armónico según su naturaleza cósmica".

Pero, naturalmente, el lugar central lo deben ocupar las fuentes egipcias antiguas. Es precisamente sobre estas que trabajaron los esposos Schwaller de Lubicz en colaboración con el célebre egiptólogo "oficial" Alexandre Varille, antiguo miembro del Instituto Francés de Arqueología Oriental del Cairo, experto científico en el Servicio de Antigüedades de Egipto y Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Artes de Lyon. La lucha por imponer estas nuevas y grandiosas concepciones fue muy ardua y no intentaremos resumir aquí su historia.

Entrando ahora en materia intentaremos resumir, dado lo exiguo del espacio acordado, las ideas centrales en que basaba la enseñanza en los santuarios del antiguo Egipto a los neófitos, siguiendo las pautas e ideas de los esposos Schwaller de Lubicz en sus magníficos trabajos. Es menester recordar aquí un aspecto esencial que a menudo se olvida. A lo largo de los cuatro mil años de su historia las ideas, creencias y mitos del Antiguo Egipto evolucionaron. Para dar ejemplos comunes Osiris comienza por ser un dios agrario en tiempos de la Primera Dinastía y concluye siendo el padre de los dioses y el más poderoso de todos ellos. La Ogdoada o Panteón de los Misterios de Memphis no es la misma que las posteriores de Heliópolis y Hermópolis. En suma las ideas religiosas egipcias no nacieron y permanecieron como algo estático y terminado sino que adoptaron formas cambiantes con el tiempo, incluyendo variaciones locales y revueltas temporarias como la bien conocida de Akenathon (Amenophis IV).

A su vez debemos mencionar a otras fuentes de la antigüedad, tales como Jamblico con sus "Misterios Egipcios" y en segundo lugar a Plutarco con su ya citado "Isis y Osiris". El interés de estas obras es grande pero no sirven de mucho para nuestros propósitos. Por ello es que nos centraremos en las contribuciones de los esposos Schwaller de Lubicz, plenas de interés y con sólido aparato crítico que respalda su contenido.

El nombre mismo de Egipto deriva de una palabra griega, Aegyptus, la que a su vez proviene de Ha Ka Ptah, nombre del templo dedicado al dios Ptah en Memphis o Mem-nefer (su antiguo nombre egipcio), construida por Menes, primer Faraón de la Primera Dinastía. Memphis fue el centro iniciático principal del Egipto antiguo. El dios Ptah personificaba a la fuerza creadora, siendo llamado "el alfarero divino" por ser el constructor del mundo y el organizador de la materia así como el dispensador de toda vida. Se lo representaba con forma humana y el escarabajo era su símbolo. Era Ptah el dios protector de artistas, artesanos y constructores. 


A este gran centro iniciático sucedieron los de Heliópolis, Hermópolis, Sais y muchos otros de mayor o menor importancia. Pero nuestro interés no se halla hoy centrado en esto sino en el contenido de la enseñanza. Digamos que, bien existían formas elementales de esta destinadas al pueblo, lo que constituía la enseñanza superior al parecer estaba íntegramente en manos de los sacerdotes y de personas vinculadas a los templos. Pero sería un error clasificar a los habitantes del Egipto antiguo simplemente en "religiosos" y "laicos", pues, de hecho, existían personas que revestían un rango intermediario. Por ejemplo, en las festividades religiosas, muchos roles ceremoniales se hallaban a cargo de príncipes, nobles o bien altos dignatarios de la corte faraónica.

A su vez, muchos sacerdotes se casaban y vivían con sus familias fuera del recinto sagrado de los templos. Algunos cargos religiosos, como por ejemplo el de Profeta de Amón, eran hereditarios y no eran incompatibles con el desempeño de otras funciones sociales y militares o bien la de administrar los patrimonios personales. Pero lo interesante es subrayar que los más altos conocimientos científicos y los secretos técnicos eran conservados y enseñados por hombres vinculados a los templos...

Lo anterior plantea interrogantes esenciales que se intentarán elucidar aquí brevemente. Esas preguntas se refieren a: 1ero.) quiénes eran los educadores y educandos, 2do.) cuáles eran las características generales de la enseñanza y, lo más importante, 3ero.) si existían en realidad una enseñanza externa (exotérica) abierta a todos y otra interna o secreta (esotérica) reservada solo para los mejores. Pasemos a tratar ordenadamente estas cuestiones.

1ero.) Ya hemos puntualizado el hecho de que la instrucción superior en todas sus formas se hallaba totalmente a cargo del sacerdocio pero además lo mismo ocurría con la educación elemental o primaria reservada a los nobles y a los futuros altos dignatarios. Existen testimonios escritos en viejos papiros y ostracas (trozos de calcáreo) que confirman esto con frases muy reveladoras relativas a educación recibida en el Templo desde la niñez e, incluso, algunos miembros de las clases dirigentes que mencionan haber sido instruidos desde temprano "en los secretos de Thot". Recordemos que Thot fue el maestro de sabiduría a quien, tras su muerte y divinización, los griegos llamaron Hermes y los romanos Mercurio, identificándolo de alguna forma con el astro de ese nombre. 


En los Misterios de ambas Hermópolis (en el Alto y en el Bajo Egipto) y en otros templos el "Neter" (aspecto divino) objeto del culto era precisamente Thot, adorado como el dios de la escritura y escriba entre las divinidades, y que regía además la matemática y la astronomía, las lenguas y el sistema legal entre otras atribuciones. Las enseñanzas de Thot, transmitidas de generación en generación, constituían un aspecto central (pero no necesariamente el único) de la más alta enseñanza sapiencial impartida en el antiguo Egipto. 

En cuanto a quienes se impartía la enseñanza, resulta obvio que existía una gran diferencia entre la popular destinada a quienes solo pretendían aprender las primeras letras y un oficio y aquella dirigida a las élites que eran seleccionadas para su ingreso al servicio de la corte y de los templos. Ser aceptado en estos últimos suponía no solamente capacidad intelectual sino además plena adaptación mental a las modalidades del sacerdocio y su enseñanza, además de tener que soportar una despiadada rigidez en lo que tocaba al aprendizaje de las responsabilidades individuales. El lema central parece haber sido la impersonalidad del servicio y la austeridad de las costumbres, siendo necesario destacar esto pues se inserta directamente en aspectos doctrinales esenciales de la enseñanza en los Misterios egipcios que luego revistaremos brevemente.
2do.) En lo tocante a las características dominantes de la enseñanza en los templos diremos que esta apuntaba desde un comienzo a formar la mentalidad del hombre "de acuerdo a las leyes de Maat". Esta diosa egipcia personificaba la sabiduría, la rectitud, la verdad, la ley divina y el orden natural del cosmos. Era mitológicamente la hija bienamada y confidente de Ra y la esposa de Thot. En esencia las "leyes de Maat" consistían en el desarrollo de la "conciencia de la verdad", en cuanto aplicación sistemática del principio de armonía y correspondencia simbólica a cada aspecto de la existencia y a cada detalle de las obras humanas para descubrir como en un despertar las relaciones "vivas" entre las cosas y los seres.

Naturalmente es imposible extendernos aquí en los detalles de esto pero, de acuerdo a las fuentes antiguas existentes (egipcias y no egipcias) podemos mencionar como disciplinas abarcadas las relativas al ser humano (anatomía, medicina y cirugía) como también lo relativo a su constitución psíquica, el sentido último de la vida humana y sus consecuencias incluyendo el destino de ultratumba.

Las ciencias de la naturaleza abarcaban la constitución de lo creado y las cosmogonías mitológicas, mientras que las ciencias del universo incluían conocimientos astronómicos y astrosóficos.

En todas estas disciplinas la noción central que se destacaba en la enseñanza era la correspondencia entre el Macrocosmos, el Universo y el Microcosmos o sea el ser humano. Esto permitía una forma de inducción trascendental pues conocer la tierra suponía conocer el cielo y, yendo aún más lejos, establecer una conexión entre lo visible e invisible. De este modo el conocimiento de las leyes naturales y de los fenómenos sensibles permitía avanzar en el orden metafísico y suprasensible.

Para la sabiduría egipcia antigua el verdadero templo viviente es el hombre en el cual se encarnan los principios y funciones cósmicas, los "Neter". En los templos se hallaban sectores o "casas" en los cuales se representaban los símbolos de esos "Neter" para enseñar al hombre a reconocer en sí mismo los elementos del Macrocosmos de los cuales él es imagen y síntesis.

Cabe agregar que la fase preliminar de la enseñanza se centraba en el despertar de la conciencia latente por medio del cultivo de las facultades de observación, del discernimiento de las calidades (poder juzgar) y de la noción de responsabilidad.

Esto puede resumirse como sigue: experimentar la vida, observar, discernir partiendo del simple candor del niño ante la escuela de la Naturaleza. Todo apuntaba desde el vamos a transformar al ser humano común indiferente e inconsciente en el Compañero de Horus. Horus encarna el principio de evolución superior al que debe aspirar la humanidad toda.

A esta altura, y antes de encarar los temas de esta exposición que pueden ser mayor motivo de sorpresa conviene referirnos a una característica de la mentalidad egipcia que se revela a cada paso en los textos y en los monumentos, en las estatuas, tumbas, estelas y ostracas. Todo aparece al profano como imágenes religiosas o simples motivos decorativos. Pero, en realidad, la comprensión profunda del simbolismo exige de nuestra parte, como ya se ha dicho, una actitud mental sintético-intuitiva que nos permita captar la verdad sin pasar por la etapa de análisis característica del Occidente contemporáneo. 


Y esto no es fácil pues supone el doble esfuerzo de lograr una formación y una información. La información es previa, a nivel doctrinal y sapiencial. La formación supone dominio y práctica prolongada de técnicas de concentración y ascesis. Esto es pedirle demasiado a la inmensa mayoría de los hombres y mujeres contemporáneos, los que se hallan demasiado ocupados en el aquí y ahora material o bien demasiado convencidos de sus medias verdades como para hacer el esfuerzo correspondiente de comprensión. Hay que recordar que todo aprendizaje supone ante todo un acto de humildad...

Las pruebas de acceso al Templo y a la enseñanza iniciática eran muy severas y prolongadas. Se nos habla de períodos de probación que podían alcanzar hasta quince años de duración. En esto había grados pues el acceso a ciertas partes del templo estaba vedado a los neófitos (los nuevos-hechos o flamantes iniciados, etimolog. neo-fito). La expresión egipcia m-khenou "tener acceso al interior" indica claramente diferencias de privilegios entre los discípulos del Templo o "Casa de Vida", para emplear la expresión que aparece en múltiples documentos de papiro y de piedra.

La sorpresa la constituye el paralelismo evidente que existe entre las doctrinas del esoterismo egipcio y las del hinduismo.

Gracias a la labor inmensa de los esposos Schwaller de Lubicz ha sido posible conocer en gran medida el contenido de la enseñanza impartida en los templos egipcios y asombra encontrar aquí en forma lógica y estructurada temas comunes en tan gran número con las enseñanzas esotéricas hindúes. Así es que en Egipto se enseñaban doctrinas equivalentes a la del Atma, el Pravritti y el Nivritti, el Kundalini que fluye a través de los nadis dorsales, los Chakras, el Samnyasa y el Tyaga. 


La doctrina aparente del Libro de los Muertos sobre la vida post-mortem encubría la verdadera enseñanza en los templos que no era otra que la transmigración. La cantidad de coincidencias entre ambos esoterismos es tan grande e importante que haría necesariamente pensar en una fuente común o, más razonablemente aún, darle de pleno la razón a René Guénon en cuanto la existencia de una Tradición Primordial y Universal transmitida secretamente de boca a oído en las más diversas épocas y países. Esto por cuanto similares ideas aparecen una y otra vez en los más diversos contextos de lugar, tiempo y circunstancia. Desgraciadamente no es posible aquí efectuar un resumen adecuado de tales doctrinas lo que, en rigor, exigiría un libro entero. Merece sin embargo destacarse que en muchos aspectos esenciales tanto doctrinales y especulativos como operativos los antiguos egipcios fueron bastante más lejos al parecer que los hindúes.
En años recientes (1983-87), siguiendo los pasos de los esposos Schwaller de Lubicz ha aparecido otra contribución remarcable en dos volúmenes sucesivos, debida a Genevieve y Babacar Kane. Se trata del "Yoga de los Faraones" y del "Yoga de la Verticalidad", ambas surgidas de un análisis profundo del legado del Antiguo Egipto. Los Kane nos ofrecen en estos dos libros una extensa y minuciosa reconstrucción de una variedad de técnicas de elevación espiritual y curación psico-física originarias del antiguo Egipto. Gracias a la labor de estos autores estas técnicas han alcanzado enorme difusión en Europa en años recientes. Sin duda el empleo de la palabra "Yoga" no es del todo feliz para designarlas pues este término evoca demasiado directamente técnicas específicamente hindúes pero no es fácil reemplazarla y la idea central es exactamente la misma.

Recordemos que "Yoga" proviene etimológicamente de "Yuj" o sea contacto, unión y que, en esencia, con las verdaderas técnicas de Yoga se apunta precisamente al contacto de la conciencia individual con la Conciencia Universal o sea, en terminología occidental, la Unyo Mystica. Y es necesario subrayar aquí lo que afirman con justeza los esposos Kane en cuanto que el Yoga no es una religión sino una técnica que permite al ser humano re-integrarse en cuerpo, alma y espíritu cualquiera que sea su creencia. Lo único lamentable es que muchos, tomando la parte por el todo, presentan como Yoga a una serie de prácticas gimnásticas y respiratorias a menudo peligrosas y hasta aberrantes las que, originalmente, solo servían como preparación preliminar para las disciplinas del Raja Yoga, el único auténtico y conducente a la disciplina espiritual más elevada.

La metodología intelectual de los esposos Kane merece objeciones en cuanto al ordenamiento del material y las fuentes citadas pero existen en su labor aspectos verdaderamente destacables. Entre ellos debe mencionarse ante todo el innegable don de observación de los autores que les ha permitido discernir en las incontables representaciones de los faraones ciertas actitudes clave de gran valor para el equilibrio, vitalidad y dominio de sí mismo.

En síntesis: el mensaje que nos ha legado el Egipto antiguo merece ser conocido y profundizado más y más pues se encuentran en él verdaderos tesoros que apuntan de lleno a la más elevada realización humana en todos los planos. Lo exiguo del espacio nos ha impedido entrar en detalles que confiamos poder desarrollar in extenso en alguna otra oportunidad.


Gracias a Carlos R.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twitter