Bienvenida

‘Dijo Elokim: Haya luz y hubo luz.’ Génesis 1:3

Que la gran luz del entendimiento ilumine nuestros cerebros y purifique nuestros corazones , a fin de que en un ambiente de intelectualidad y de perfecta fraternidad , nos entreguemos a buscar los senderos de nuestra propia superación. Eusebio Baños Gómez

Página del día

LA LUZ PRESTADA - El Espía de DIOS

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lunes, 28 de junio de 2010

ANUNCIOS PARROQUIALES VERÍDICOS.


Ejemplo de algunos comunicados parroquiales,comunes en nuestras Iglesias, con algún problema de redacción. Son avisos parroquiales, reales todos ellos, que seguramente habrán sido hechos con toda la buena voluntad.......

- Para cuantos entre Vds. tienen hijos y no lo saben, tenemos en la  parroquia una zona arreglada para niños.

- El próximo jueves, a las cinco de la tarde, se reunirá el grupo
  de las mamás. Aquellas señoras que deseen entrar a formar parte
  de las mamás, por favor, se dirijan al párroco en su despacho.

- El grupo de recuperación de la confianza en si mismos se reúne
  el jueves por la tarde, a las ocho. Por favor, para entrar usen
  la puerta trasera.

- El viernes, a las siete, los niños del Oratorio representarán la
  obra "Hamlet" de Shakespeare, en el salón de la iglesia.
  Se invita a toda la comunidad a tomar parte en esta tragedia.

- Estimadas señoras, ¡no se olviden de la venta de beneficiencia!
  Es una buena ocasion para liberarse de aquellas cosas inútiles
  que estorban en casa. Traigan a sus maridos.

- Por favor, pongan sus limosnas en el sobre, junto con los difuntos
  que deseen que recordemos.

- El párroco encenderá su vela en la del altar. El diácono encenderá
  la suya en la del párroco, y luego encenderá uno por uno a todos
  los fieles de la primera fila.

- El próximo martes por la noche habrá cena a base de alubias en el
  salón parroquial. A continuación seguirá el concierto.

- Recuerden que el jueves empieza la catequesis para niños y niñas
  de ambos sexos.

- Tema de la catequesis de hoy : "Jesús camina sobre las aguas" 
  Catequesis de mañana : "En búsqueda de Jesús

- El coro de los mayores de sesenta años se suspenderá durante
  todo el verano, con agradecimiento por parte de toda la parroquia.

- Recuerden en la oración a todos aquellos que están cansados y
  desesperados de nuestra parroquia.

- El torneo de basket de las parroquias continúa con el partido del
  próximo miércoles por la tarde. ¡Vengan a aplaudirnos. Trataremos
  de derrotar a Cristo Rey!

- El precio para participar en el cursillo sobre "Oración y ayuno"
  incluye tambien las comidas.

domingo, 27 de junio de 2010

A la busca del tiempo perdido – Marcel Proust


Voy a hablar de un libro que casi nadie va a leer y que, hasta ahora, pocos han leído. Incluso muchos de los que hablan de él, sea bien o mal, no han completado su lectura. Algo que, por otra parte, no es del todo extraño, dado que la novela en cuestión consta de más de 3000 (sí, tres mil) páginas. Desde luego, todo un reto para cualquier lector, por avezado que se considere, aunque sólo sea por el tiempo que demanda su lectura.

“A la busca del tiempo perdido” es algo más que una novela; es una experiencia vital. Un universo completo recreado en sus páginas, con unos mecanismos internos que la convierten en un libro difícil, arduo, incluso en ocasiones (por qué no decirlo) aburrido. Muchos lectores, allá por el momento de su publicación en 1913 no entendieron la propuesta que ofrecía Marcel Proust; hoy por hoy, las diferencias no son muchas. Y, sin embargo, es toda una obra maestra; una auténtica obra de arte maravillosa de principio a fin. ¿Por qué?
Bueno, eso es lo que trataré de explicar aquí.

Proust fue un escritor exigente. En las últimas páginas de “El tiempo recobrado” (el último de los volúmenes que conforman el libro) él mismo admite fijarse como meta algo realmente difícil: reflejar la realidad humana a través de una observación minuciosa, que no detallista, del comportamiento de las personas.

Precisamente eso es lo que se achaca como dificultad o lacra a “A la busca del tiempo perdido”: su puntillismo, su atención sobre el detalle, su minuciosidad. André Gide, lector para la editorial Gallimard, devolvió el libro al editor con un comentario (del que se arrepintió más tarde) en el que decía: “No puedo comprender que un señor pueda emplear treinta páginas para describir cómo da vueltas y más vueltas en su cama antes de encontrar el sueño”.Sin embargo, a mi modo de ver es ahí donde radica su genialidad (lo cual no lo convierte, automáticamente, en un libro fácil) y su diferencia. Proust empleó métodos y técnicas que se descubrían en la narrativa a principios del siglo XX.

Escritores como James Joyce o Virginia Woolf emplearían el monólogo interior de maneras refinadas, pero Proust inauguró esta toma de posición de la escritura con su larguísima obra. Inspirado por el estilo de autores muy dispares, que abarcan desde Flaubert o Stendhal, hasta Dostoivesky, pasando por Thomas Hardy, el francés hizo uso de recursos que, de un modo u otro, ya se habían utilizado con cierto éxito antes, pero que él reelaboró de forma magistral hasta escribir “A la busca del tiempo perdido”.

El propio Proust estableció una comparación entra la elaboración de su libro y la construcción de una catedral: una obra cuyos planos iniciales no son definitivos, sino que cambia y muta sujeta a múltiples designios. La madeja que el autor va desenrollando a lo largo de las miles de páginas es una prolongación de su memoria, una memoria que es activa, que no se limita a traer recuerdos al consciente para plasmarlos sobre el papel, sino que analiza, examina, compara, siempre de manera constante, con digresiones (inevitables), con olvidos y con inconstancias. Como el mismo escritor dice, “lo que se trata de hacer salir, mediante la memoria, es nuestros sentimientos, nuestras pasiones, es decir las pasiones, los sentimientos de todos”.

En cierto modo, lo que Freud investigaba casi al mismo tiempo en Viena es lo que, en forma narrativa e imaginaria, recrea Proust en su libro. Temas tabúes, como la homosexualidad, y habilidades del subconsciente son examinados bajo el atento microscopio de la escritura del francés, que parece abarcar todos los temas humanos posibles. Quizá esta pasión por tratarlo todo, por querer comprender entre sus páginas todo lo imaginable, fue el mayor reto al que Proust se enfrentó. Como él mismo comunicaba a su editor, el manuscrito crecía y crecía, teniendo como topes la primera y la última parte; el resto era elaborado constantemente por el escritor, que ampliaba sus recuerdos (y, por ende, su obra) de manera desaforada.

Proust se aleja de la razón y la lógica para tratar de encontrar esas ‘verdades universales’ que busca mediante la memoria de la que hablaba arriba. Considerando que la razón y la voluntad no han conseguido el objetivo de plasmar la realidad, Proust se concentra en dibujar el ‘exterior’ de los personajes, aunque los falsee y no los describa fielmente (inventando todo tipo de detalles, aunque se base en personas reales para imaginar sus caracteres). En este sentido, su cambio respecto a la tradición decimonónica de la que es heredero (recordemos que Zola, naturalista acérrimo, es contemporáneo suyo) es brutal: pasamos de una novela sujeta a lo real, empecinada en retratar comportamientos sin dejar nada a la imaginación, a un prodigio de inventiva memorística que, pese a hablar de personajes y situaciones mundanas, nos revela conductas que pueden pasar por universales.

Al introducir su propia conciencia en la novela (anticipándose a Joyce, Woolf o Faulkner), Proust multiplica las posibilidades artísticas de la escritura, puesto que su obra adquiere múltiples interpretaciones, todas válidas y aunadas: novela psicológica, autobiográfica, reflexión sobre el arte y la literatura… En una obra como “A la busca del tiempo perdido” cabe absolutamente todo, no sólo, evidentemente, por su extensión, sino por su peculiar composición, que permite tocar todos los temas imaginables desde un punto de vista único -el del autor-, pero, al mismo tiempo, universal.


En realidad, a lo largo de las tres mil páginas de “A la busca del tiempo perdido” no parece que se cuenten demasiadas cosas. En “Por la parte de Swann”, el narrador recuerda su infancia y nos cuenta su descubrimiento del mundo de la aristocracia de los Guermantes. “A la sombra de las muchachas en flor” nos muestra a un narrador adolescente que, en sus vacaciones en un balneario, conoce a unas muchachas que le inician en su despertar sexual y, de alguna manera, ‘artístico’.

“La parte de Guermantes”, tercera parte de la obra, introduce al narrador en el mundo aristocrático y exclusivo de los Guermantes, mitificado por sus recuerdos y que resulta ser desolador visto y vivido de cerca; toda la clase alta y burguesa de la Francia de fines del XIX es despedazada por la visión del autor, expuesta como una clase decadente y cargada de vicios y defectos. Es en “Sodoma y Gomorra” donde el narrador se ensaña con más ahínco con esa clase aristocrática y rica; esos personajes son sinónimo del vicio más abyecto, de la corrupción más profunda: por un lado, dedicados a sus fiestas, recepciones y soirées; por otro, consagrados a la lujuria y la depravación. “La prisionera” nos muestra el envés del sentimiento amoroso, plasmado en Albertine, la mujer de la que cree enamorarse el narrador y a través de la cual se reflexiona sobre las diversas facetas del amor, con especial hincapié en los celos.

“La fugitiva” desarrolla el tema del libro anterior, sumiendo al narrador en el convencimiento de que nada es perdurable, de que todo mutable, frágil, como la memoria de la que hace uso y en la que se refugia debido a su enfermedad. Es en “El tiempo recobrado” donde culmina la peripecia del autor: después de un largo reposo debido a la enfermedad que le consume, regresa a un París devastado por la Guerra Mundial, donde los personajes que conoció y trató se han confundido con una burguesía adinerada que ha borrado a los esplendorosos aristócratas que tanto admiraba; entiende que sólo la creación artística le puede ayudar a ‘salvarse’ de la inevitable consunción vital que observa a su alrededor: de este modo, comienza, en un viaje circular, la escritura de su obra maestra.

Y en esas miles de páginas asistimos a cientos de descripciones, de minuciosos recuerdos, que, aunque pueden engañarnos y hacernos creer que estamos ante un volumen autobiográfico infinito, nos muestran, en realidad, la decadencia de una clase que es trasunto de toda una civilización, de toda una realidad. Es esto, quizá, lo más significativo de la obra de Proust: la posibilidad de hallar en cada una de sus escenas la representación metafórica de alguna otra cosa. Obviamente, su lectura es muy ardua y dificultosa: cualquiera que lo enfrente, incluso el más leído, encontrará momentos tediosos y complicados. Sin embargo, creo que el proceso acaba por merecer la pena, aunque sólo sea por la magnitud inigualable de lo que tenemos entre manos. Comprendo que haya quien diga que es imposible leer algo que apenas cuenta, directamente, nada importante; es admisible el celo, pero también es cierto que no se ha vuelto a escribir nada semejante, por lo que su abordaje es complicado. A aquel que se atreva, mis felicitaciones: verá como acaba mereciendo la pena.

Nota : Tardé como 3 años para leer todo “en búsqueda del tiempo perdido”, no por indolencia sino por falta de tiempo. Valió la pena: mi amor por Proust fue inmediato, entusiasta, duradero. Recuerdo sobre todo la frase de Swan que cierra la segunda parte del primer libro: “pensar que he dado la vida por una mujer que no era mi tipo”, refiriéndose, claro está, a Odette de Crecy.

sábado, 26 de junio de 2010

Mi Pobre Amor Se Está Yendo.



Mi pobre amor se está yendo…
yo me quedaré llorando…
La lluvia, leve, cayendo;
una nube, allá, glisando…

Mi pobre amor se está yendo.

Lejos, muy lejos!, soñando
la dulce amada, y tejiendo
su ilusión, me va matando…
Mi pobre amor se está yendo…

¿Qué pasa, que nada entiendo?
Qué pena se va a acercando?

La lluvia, leve, cayendo…

Una nube, allá, glisando…
La dulce amada tejiendo
su ilusión, que voy matando!

Mi pobre amor se está yendo…
Yo me quedaré llorando!


Gracias a Leon de Greiff

jueves, 24 de junio de 2010

San Juan y el solsticio de verano (invierno para los del Sur).



Hay dos momentos del año en los que la distancia angular del Sol al ecuador de la Tierra es máxima. Estos momentos son los llamados solsticios, palabra ésta que significa “sol inmóvil” porque da la impresión de que el Sol apenas mueve su declinación de un día a otro. El solsticio de verano es el gran momento del curso solar y, a partir de ese punto, comienza a declinar. Antes de cristianizarse esta fiesta, los pueblos de Europa encendían hogueras en sus campos para ayudar al sol, en un acto simbólico con la finalidad de que “no pierda fuerzas”. Parecería que en su conciencia colectiva sabían que el fuego destruye lo malo y lo dañino.

Se ha asociado esta festividad de San Juan al solsticio de verano, pero esto tan sólo es cierto para la mitad del mundo o, mejor dicho, para los habitantes que viven por encima del ecuador (en el hemisferio norte), ya que para los que están en el sur, el solsticio es el de invierno. En el hemisferio norte es el día más largo y, por consiguiente, el poder de las tinieblas tiene su reinado más corto, y en el hemisferio sur ocurre todo lo contrario.

Estemos en el hemisferio que estemos, al Sol se le ayuda para que no decrezca y mantenga todo su vigor.

En los antiguos mitos griegos, a los dos solsticios se los llamaba “puertas” y, en parte, no les faltaba razón. La “puerta de los hombres”, según estas creencias helénicas, correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio), a diferencia de “la puerta de los dioses” del solsticio de invierno (hemisferio norte) (del 21 al 22 de diciembre).

La noche de San Juan es una fecha en la que numerosas leyendas fantásticas son unánimes al decir que es un periodo en el que se abren de par en par las invisibles puertas del “otro lado del espejo”: se permite el acceso a grutas, castillos y palacios encantados; se liberan de sus prisiones y ataduras las reinas, las princesas y las infantas cautivas merced a un embrujo, ensalmo o maldición; salen a dar un vespertino paseo a la luz de la luna seres femeninos misteriosos en torno a sus infranqueables moradas; afloran enjambres de raros espíritus duendiles amparados en la oscuridad de la noche y de los matorrales; las jóvenes mujeres enamoradas sueñan y adivinan quien será el galán que las despose; las plantas venenosas pierden su dañina propiedad y, en cambio, las medicinales multiplican sus virtudes; los tesoros se remueven en las entrañas de la tierra y las losas que los ocultan dejan al descubierto parte del mismo para que algún pobre mortal deje de ser, al menos, pobre; el rocío cura ciento y una enfermedades y además hace más hermoso y joven a quien se embadurne todo el cuerpo; los helechos florecen al dar las doce campanadas...y se podría seguir.

Orígenes paganos

Esta fiesta solsticial es muy anterior a la religión católica o mahometana e incluso, dentro de las distintas prácticas religiosas, no se han celebrado en la misma fecha .

Uno de los antecedentes que se puede buscar en esa festividad es la celebración celta del Beltaine, que se realizaba el primero de mayo. El nombre significaba “fuego de Bel” o “bello fuego”. Durante la misma se encendían hogueras que eran coronadas por los más arriesgados con largas pértigas. Después los druidas hacían pasar el ganado entre las llamas, para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades. A la vez, rogaban a los dioses que el año fuera fructífero y no dudaban en sacrificar algún animal para que sus plegarias fueran mejor atendidas.

Otra de las raíces de tan singular noche hay que buscarla en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano, encendiendo grandes hogueras de carácter purificador. Los romanos, por su parte, dedicaron a la diosa de la guerra, Minerva, unas fiestas con fuegos, existiendo la costumbre de saltar tres veces sobre las llamas. Ya por entonces se atribuían propiedades medicinales a las hierbas recogidas en aquellos días.

Es curioso que entre los beréberes de África del norte (Marruecos y Argelia) se enciendan el 24 de junio, durante la fiesta llamada ansara, hogueras que producen un denso humo, considerado protector de los campos cultivados. A través del fuego se hace pasar entonces los objetos y utensilios más importantes del hogar. Los beréberes las encienden en patios, caminos, campos y encrucijadas y queman plantas aromáticas. Prácticamente ahuman todo, incluso los huertos y las mieses. Saltan siete veces sobre las brasas y pasean las ramas encendidas por el interior de las casas y hasta las acercan a los enfermos para purificar e inmunizar el entorno de todos los males.

Lo cierto es que esta costumbre beréber de celebrar el solsticio es preislámica, porque se basa en el calendario solar, mientras que el musulmán es lunar.

¿ Por qué San Juan Bautista?
Tal vez la primera pregunta que surja es por qué poner bajo la advocación de San Juan unas fiestas que tienen un claro origen pagano.

Parte de la respuesta nos la da San Lucas al narrar en su Evangelio que María, en los días siguientes a la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel cuando ésta se hallaba en el sexto mes de embarazo. Por lo tanto, fue fácil fijar la solemnidad del Bautista en el octavo mes de las calendas de junio, seis meses antes del nacimiento de Cristo. Desde entonces se señaló a esta noche como la de San Juan, muy próxima con el solsticio de verano, que ha recibido una serie de prácticas, ritos, tradiciones y costumbres cuyos orígenes son inmemoriales en toda Europa, heredándolos muchos pueblos de América. Lo paradójico del asunto es que el 24 de junio se celebra la fecha del nacimiento del Bautista, que en realidad no debería festejarse porque el dies natalis de los santos siempre fue el de la muerte. En el Evangelio de San Lucas se cuenta que su padre, el sacerdote Zacarías, había perdido la voz por dudar de que su mujer, Isabel, estuviera en cinta. Sin embargo, en el momento de nacer San Juan, la recuperó milagrosamente, como se lo había predicho el ángel Gabriel. Rebosante de alegría, la tradición religiosa dice que encendió hogueras para anunciar a parientes y amigos la noticia.

Cuando siglos después se cristianizó esta fiesta, la noche del 23 al 24 de junio se convirtió en una noche santa y sagrada en toda la extensión de la palabra. Y el nombre de San Juan se puso de moda. Tan de moda que sirvió para suplantar o reciclar viejos cultos paganos.

El bautismo

Al examinar la historia de Juan Bautista y la de Jesús, parece claro que nos encontramos en territorio mitológico. Las dos historias se reflejan mutuamente a la perfección. Ambas hablan de nacimientos milagrosos. Juan nace de una mujer vieja. Jesús nace de una mujer joven. La madre de Juan es estéril. La madre de Jesús no es fecundada. Juan nace en el solsticio de verano, cuando el sol empieza a menguar. Jesús nace seis meses después, en el solsticio de invierno, cuando el sol empieza a crecer otra vez: de ahí que el Bautista, refiriéndose a Jesús, diga: “es preciso que él crezca y que yo disminuya”. Juan nace bajo el signo de Cáncer, que para los antiguos representaba la puerta que cruzaban las almas al salir de la encarnación y entrar en la inmortalidad. Juan Bautista bautiza con agua, y Jesús, con fuego y espíritu. El nacimiento de Jesús se celebra en la fiesta pagana del Sol que retorna, el 25 de diciembre; el de Juan Bautista se celebra en junio y sustituye una fiesta pagana del agua que se celebraba en el solsticio de verano.

El bautismo era un rito fundamental en los misterios. Ya en los himnos homéricos se dice que la pureza ritual era la condición para alcanzar la salvación y que se bautizaba a las personas para borrar todos sus pecados anteriores. En los Textos de las Pirámides vemos que el faraón egipcio era objeto de un bautismo ceremonial antes de que tuviera lugar su nacimiento ritual como encarnación de Osiris. En algunos ritos mistéricos el bautismo se simbolizaba simplemente rociando con agua bendita. En otros implicaba la inmersión total. Se han encontrado piscinas bautismales en salones de iniciación y santuarios. En Eleusis los iniciados se purificaban ritualmente en el mar. En la ceremonia de su iniciación, tras una plegaria confesional, Lucio Apuleyo recibió un baño purificador, y después fue bautizado siendo rociado con agua. En los misterios de Mitra se bautizaba varias veces a los iniciados para borrar sus pecados. Estas iniciaciones tenían lugar en marzo o abril, exactamente en la misma época en que, en siglos posteriores, también los cristianos bautizarían a las personas que se habían convertido, los llamados “catecúmenos”.

Los parecidos entre los ritos cristianos y los paganos eran obvios a ojos de los cristianos primitivos. Tertuliano nos dice: “En ciertos misterios las personas se inician por medio del bautismo e imaginan que el resultado de este bautismo es la regeneración y la remisión de las penas por sus pecados”.

Según San Pablo, en un bautismo consistente en la inmersión total hay tres acciones simbólicas. Entrar en el agua significa la muerte, la inmersión representa la sepultura y salir de ella, la resurrección. Esta interpretación alegórica del bautismo concuerda por completo con los ritos mistéricos (nos recuerda la Orden), que también representaban la muerte y la resurrección místicas. En la Iglesia primitiva, se vestía a los recién bautizados con túnicas blancas, se les daba un nombre nuevo y se les ofrecía miel para que la comiesen. De la misma manera, en los misterios de Mitra, a los iniciados que “renacían” espiritualmente les echaban miel en las manos y se la aplicaban en la lengua (sólo faltaría el trago amargo), como se acostumbraba a hacer con los niños recién nacidos.

Las descripciones que hacen los autores cristianos del bautismo de su religión son muy difíciles de distinguir de las descripciones paganas del bautismo mistérico. Los iniciados cristianos iban al bautismo desnudos, y luego, al salir del agua, se ponían prendas blancas y caminaban en procesión hasta una basílica llevando una vela en la mano y una corona en la cabeza. Esto es idéntico a la procesión de los misterios de Dioniso en Eleusis, donde los iniciados vestían de blanco, llevaban una corona en la cabeza, portaban una antorcha en la mano y caminaban hasta el santuario cantando himnos. Justino Mártir se sintió profundamente turbado al observar las analogías entre los ritos bautismales cristianos y los paganos. Una vez más recurrió al argumento de la “imitación diabólica” y dijo que los malvados demonios habían instigado una parodia del bautismo cristiano en los ritos paganos.

En los misterios, con todo, la purificación por el bautismo no la efectuaba sólo el agua, sino también el aire y el fuego (sigue nuestra Orden). Lucio Apuleyo nos dice que antes de que lo considerasen digno de acercarse a la divinidad tuvo que “viajar a través de todos los elementos”. Escribe Servio:

“Toda purificación se efectúa o bien por el agua o por el fuego o por el aire; así pues, en todos los misterios encuentras estos tres métodos para purificar. O bien te desinfectan con azufre ardiente o te lavan con agua o te ventilan con viento; esto último es lo que se hace en los misterios dionisíacos”

Los evangelios también hablan de un bautismo en el que intervienen tres elementos. En el evangelio de Mateo, Juan Bautista predice la venida de Jesús:

“Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquél que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en aliento santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga”

En esta traducción, el conocido término “espíritu santo” se traduce correctamente del original griego por “aliento santo”, que resalta claramente la idea del bautismo por medio de aire. Juan nos dice que Jesús empuñará un bieldo, que es un instrumento que se utiliza para aventar el trigo. En los misterios de Eleusis se usaba el bieldo en el bautismo por medio del aire. En las pinturas de los jarrones y en otras partes, los iniciados aparecen cubiertos con un velo y sentados mientras alguien agita un bieldo por encima de sus cabezas. Dioniso era conocido por el apodo de “el del Bieldo”. Se decía que al nacer lo habían acunado en uno de estos instrumentos, al igual que se hacía de forma simbólica con el iniciado cuando renacía espiritualmente.

De la misma forma que un iniciado en los misterios paganos renacía mediante la purificación por aire, Jesús promete el renacimiento por medio del aliento. En el evangelio de Juan, Nicodemo pregunta: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?” Respondió Jesús:

En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de aliento no puede entrar en el reino de Dios. Lo nacido de la carne es carne; lo nacido del aliento es aliento. No te asombres de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de lo alto”. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del aliento.

Para terminar, para los que esten en el hemisferios Sur, ¿No tendrían que conmemorar ahora la Navidad?. Feliz Solsticio.

Bibliografía:
Los Misterios de Jesús - Timothy Freke y Peter Gandy
Fiestas Sagradas – Jesús Callejo

Erythromelalgia.

Conocida también como erythalgia y erythermalgia

Es un desorden cutáneo raro caracterizado por el etitema, el malestar ardiente, y el calor de las extremidades. Su forma puede ser adulta o temprano-inicio, y puede ser clasificada más a fondo como idiopática o secundaria.

A veces se producen en el paciente catecolaminas urinarias elevedas. 
 Su patogenesia y resultados histopatológicos todavía no han sido bien definidos. Se han intentado las varias modalidades del tratamiento, pero, para el tipo idiopático, ningunas han sido acertadas.

Puede ser una enfermedad primaria o como reacción secundaria a enfermedades subyacentes.
La enfermedad primaria es prácticamente incurable.

Hay algún caso de erythromelalgia idiopática del adulto-inicio con los resultados histopatológicos inusuales que demostraron una respuesta notable a los corticoesteroides y al pentazocine.



Un hombre japonés de 59 años con los gravis de la miastenia, que tenían una historia de diez años de dolor termosensible en las extremidades más bajas, mejoró mediante el enfriamiento y empeoró calentándose, el dolor había llegado a ser intolerable durante los 4 meses anteriores.

El eritema bilateral, la hinchazón y las úlceras grandes fueron observados en los dorsales de los pies, y las plantas del pie.

Los datos del laboratorio demostraron thrombocythaemia y un anticuerpo positivo al receptor de la acetilcolina, pero eran negativos para los anticuerpos antinucleares y del antifosfolípido.

Una diagnosis del erythermalgia secundaria fue hecha debido a las características clínicas, los datos del laboratorio, y la carencia de los antecedentes familiares de esta enfermedad.

Aunque la terapia esteroide del pulso, aspirina oral y las drogas del antiserotonin fueran ineficaces, el bloqueo comprensivo lumbar bilateral del ganglio tuvo éxito en el alivio del dolor severo y la curación de las úlceras.

El curso clínico en nuestro paciente sugiere que el bloquea comprensivo del ganglio pueda ser uno de los tratamientos más eficaces para el erythermalgia secundaria. Aunque el mecanismo de este efecto sea incierto, el disturbio de la microcirculacion en erythermalgia secundaria, eventualmente, se puede mejorar por este bloqueo.


El dolor insuperable de la erythromelalgia se podría tratar con éxito con hydromorphone y clonidina intratecales.

Dedicado a :
Dña. M.L..Larrayoz I.
D.Pedro Iñigo C., MD, cuyo n.c. curiosamente suma 24.


Consultas relacionadas:
http://www.lookfordiagnosis.com/cases.php?term=Eritromelalgia&lang=2&from=0

La escritura del dios. Jorge Luis Borges.



La cárcel es profunda y de piedra; su forma, la de un hemisferio casi perfecto, si bien el piso (que también es de piedra) es algo menor que un círculo máximo, hecho que agrava de algún modo los sentimientos de opresión y de vastedad. Un muro medianero la corta; éste, aunque altísimo, no toca la parte superior de la bóveda; de un lado estoy yo, Tzinacán, mago de la pirámide de Qaholom, que Pedro de Alvarado incendió; del otro, hay un jaguar, que mide en secretos pasos iguales el tiempo y el espacio del cautiverio. A ras del suelo, una larga ventana con barrotes corta el muro central. En la hora sin sombra [el mediodía] se abre una trampa en lo alto y un carcelero que ha ido borrando los años maniobra una roldana de hierro, y nos baja, en la punta de un cordel, cántaros con agua y trozos de carne. La luz entra en la bóveda; en ese instante puedo ver al jaguar.

He perdido la cifra de los años que yazgo en la tiniebla; yo, que alguna vez era joven y podía caminar por esta prisión, no hago otra cosa que aguardar, en la postura de mi muerte, el fin que me destinan los dioses. Con el hondo cuchillo de pedernal he abierto el pecho de las víctimas y ahora no podría, sin magia, levantarme del polvo.

La víspera del incendio de la Pirámide, los hombres que bajaron de altos caballos me castigaron con metales ardientes para que revelara el lugar de un tesoro escondido. Abatieron, delante de mis ojos, el ídolo del dios, pero éste no me abandonó y me mantuve silencioso entre los tormentos. Me laceraron, me rompieron, me deformaron y luego desperté en esta cárcel, que ya no dejaré en mi vida mortal.

Urgido por la fatalidad de hacer algo, de poblar de algún modo el tiempo, quise recordar, en mi sombra, todo lo que sabía. Noches enteras malgasté en recordar el orden y el número de unas sierpes de piedra o la forma de un árbol medicinal. Así fui debelando los años, así fui entrando en posesión de lo que ya era mío. Una noche sentí que me acercaba a un recuerdo preciso; antes de ver el mar, el viajero siente una agitación en la sangre. Horas después, empecé a avistar el recuerdo; era una de las tradiciones del dios. Éste, previendo que en el fin de los tiempos ocurrirían muchas desventuras y ruinas, escribió el primer día de la Creación una sentencia mágica, apta para conjurar esos males. La escribió de manera que llegara a las más apartadas generaciones y que no la tocara el azar. Nadie sabe en qué punto la escribió ni con qué caracteres, pero nos consta que perdura, secreta, y que la leerá un elegido.
Consideré que estábamos, como siempre, en el fin de los tiempos y que mi destino de último sacerdote del dios me daría acceso al privilegio de intuir esa escritura. El hecho de que rodeara una cárcel, no me vedaba esa esperanza; acaso yo había visto miles de veces la inscripción de Qaholom y sólo me faltaba entenderla.

Esta reflexión me animó y luego me infundió una especie de vértigo. En el ámbito de la Tierra hay formas antiguas, formas incorruptibles y eternas; cualquiera de ella podía ser el símbolo buscado. Una montaña podía ser la palabra de dios, o un río o el imperio o la configuración de los astros. Pero en el curso de los siglos, las montañas se allanan y el camino de un río suele desviarse y los imperios conocen mutaciones y estragos y la figura de los astros varía. En el firmamento hay mudanza. La montaña y la estrella son individuos y los individuos caducan. Busqué algo más tenaz, más invulnerable. Pensé en las generaciones de los cereales, de los pastos, de los pájaros, de los hombres. Quizás en mi cara estuviera escrita la magia, quizás yo mismo fuera el fin de mi busca. En ese afán estaba cuando recordé que el jaguar era uno de los atributos del dios.

Entonces mi alma se llenó de piedad. Imaginé la primera mañana del tiempo, imaginé a mi dios confiando el mensaje a la piel viva de los jaguares, que se amarían y se engendrarían sin fin, en cavernas, en cañaverales, en islas, para que los últimos hombres lo recibieran. Imaginé esa red de tigres, ese caliente laberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebaños para conservar un dibujo. En la otra celda había un jaguar; en su vecindad percibí una confirmación de mi conjetura y un secreto favor.

Dediqué largos años a aprender el orden y la configuración de las manchas. Cada ciega jornada me concedía un instante de luz, y así pude fijar en la mente las negras formas que tachaban el pelaje amarillo. Algunas incluían puntos; otras formaban rayas transversales en la cara interior de las piernas; otras, anulares, se repetían. Acaso eran un mismo sonido o una misma palabra. Muchas tenían bordes rojos.

No diré las fatigas de mi labor. Más de una vez grité a la bóveda que era imposible descifrar aquel texto. Gradualmente, el enigma concreto que me atareaba me inquietó menos que el enigma genérico de una sentencia escrita por un dios. ¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta? Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero; decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra. Consideré que en el lenguaje de un dios, toda palabra enunciaría esa infinita concatenación de los hechos, y no de un modo implícito, sino explícito, y no de un modo progresivo, sino inmediato. Con el tiempo, la noción de una sentencia divina parecióme pueril o blasfematoria. Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra y en esa palabra la plenitud. Ninguna voz articulada por él puede ser inferior al universo o menos que la suma del tiempo. Sombras o simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y cuanto puede comprender un lenguaje, son las ambiciosas y pobres voces humanas, todo, mundo, universo.

Un día o una noche - entre mis días y mis noches, ¿qué diferencia cabe? - soñé que en el piso de la cárcel había un grano de arena. Volví a dormir, indiferente; soñé que despertaba y que había dos granos de arena. Volví a dormir; soñé que los granos de arena eran tres. Fueron, así, multiplicándose hasta colmar la cárcel y yo moría bajo ese hemisferio de arena. Comprendí que estaba soñando; con un vasto esfuerzo me desperté. El despertar fue inútil; la innumerable arena me sofocaba. Alguien me dijo: No has despertado a la vigilia, sino a un sueño anterior. Ese sueño está dentro de otro, y así hasta lo infinito, que es el número de granos de arena. El camino que habrás de desandar es interminable y morirás antes de haber despertado realmente.

Me sentí perdido. La arena me rompía la boca, pero grité: Ni una arena soñada puede matarme ni hay sueños que estén dentro de los sueños. Un resplandor me despertó. En la tiniebla superior se cernía un círculo de luz. Vi la cara y las manos del carcelero, la rodaja, el cordel, la carne y los cántaros.

Un hombre se confunde, gradualmente con la forma de su destino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias. Más que un descifrador o un vengador, más que un sacerdote del dios, yo era un encarcelado. Del incansable laberinto de sueños yo regresé como a mi casa a la dura prisión. Bendije su humedad, bendije su tigre, bendije el agujero de luz, bendije mi viejo cuerpo doliente, bendije la tiniebla y la piedra.

Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos; hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde) infinita. Entretejidas, la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total, y Pedro de Alvarado, que me dio tormento, era otra. Ahí estaban las causas y los efectos y me bastaba ver esa Rueda para entenderlo todo, sin fin. ¡Oh, dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las muchas montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escritura del tigre.

En una fórmula de catorce palabras casuales (que parecen casuales) y me bastaría decirla en voz alta para ser todopoderoso. Me bastaría decirla para abolir esta cárcel de piedra, para que el día entrara en mi noche, para ser joven, para ser inmortal, para que el tigre destrozara a De Alvarado, para sumir el santo cuchillo en pechos españoles, para reconstruir la pirámide, para reconstruir el imperio. Cuarenta sílabas, catorce palabras, y yo, Tzinacán, regiría las tierras que rigió Moctezuma. Pero yo sé que nunca diré esas palabras, porque ya no me acuerdo de Tzinacán.

Que muera conmigo el misterio que está escrito en los tigres. Quien ha entrevisto el universo, quien ha entrevisto lo ardientes designios del universo, no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras, aunque ese hombre sea él. Ese hombre ha sido él y ahora no le importa. Qué le importa la suerte de aquel otro, qué le importa la nación de aquel otro, si él ahora no es nadie. Por eso no pronuncio la fórmula, por eso dejo que me olviden los días, acostado en la oscuridad.

A Emma Risso Platero
 

domingo, 20 de junio de 2010

GOETHE. LA VIDA SECRETA DE UN INICIADO.




GOETHE. MASÓN ALEMAN.

La lectura de el Fausto de Goethe (y los abundantes pies de página de la versión de Porrúa, ‘Sepan Cuantos...’) indica que este escritor alemán tuvo una gran afición por la alquimia, la cábala, las obras de Paracelso, Hermes, Nostradamus, la astrología, cuando el estudio de estas seudociencias era el equivalente de tener un moderno posgrado en Harvard.

Por ejemplo, en el acto segundo de la segunda parte, el ayudante del Doctor Fausto, Wagner, trabaja en una receta misteriosa de Paracelso para crear un homúnculo lo que finalmente logra. Un homúnculo era un hombrecillo artificial que se suponía se podía fabricar para uso personal, asesor o secretario particular, factótum decían los clásicos. El Golem, otro hombre artificial, lo fabricó un judío para que le ayudara en el trabajo de la sinagoga. El fin es utilitario en ambos casos.

Pero demos mejor un vistazo a la biografía masónica de Goethe y regresemos después con el homúnculo y Fausto, que debería ser el primer libro de texto de los estudiantes de posgrado en inteligencia artificial, robótica y cibernética. [Un error de los estudiosos de las ciencias exactas es el absoluto desprecio por la historia de las ciencias exactas. Muchos creen que la robótica la comenzaron los japoneses en los ochentas o que el código binario (ceros-unos, encendido-apagado, abierto-cerrado) empezó cuando más en 1900, con Hollerith].

Johan Wolfang Goethe, nació el 28 de agosto de 1749 en Frankfurt del Mein y su presunta filiación masónica había permanecido en duda durante muchos años. Falleció el 22 de marzo de 1832 en la ciudad de Weimar y se sabe ahora que ingresó a la masonería el 11 de febrero de 1783. Una nota de la agencia noticiosa ANSA fechado en Berlín y publicado por el diario capitalino La Jornada el 10 de agosto de 1993 dice lo siguiente:

"Un documento recientemente publicado en la revista rusa Soverscenno Scretno permite conocer la fecha exacta, 11 de febrero de 1783, en que Goethe se afilió a la Orden de los Iluminados, sociedad masónica fundada en Alemania en 1776. El documento apareció ahora en Rusia y fue encontrado en los archivos de la ex-URSS; todo hace suponer que formaba parte de aquellos materiales (cartas, obras de arte y otros recuerdos) que el ejército vencedor obtuvo de la Alemania derrotada y llevó consigo a su patria. En la actualidad, la carta de Goethe es ofrecida como prueba definitiva de un tema que siempre fue motivo de discusión y polémica".

En cambio, para el escritor masónico Lorenzo Frau Abrines (en el Diccionario Enciclopédico de la Masonería, I, p.508), Goethe ingresó a la masonería el 23 de junio de 1780, a los 31 años de edad en la logia "Amalia" que abatió columnas dos años después. El 2 de marzo de 1782 Goethe fue elegido maestro al mismo tiempo que el duque Carlos Augusto y un tal Loder. Siguiendo a Frau, se sabe que el 23 de marzo de 1830 la logia "Amalia" celebró el aniversario masónico número 50 de Goethe con cuyo motivo este compuso los versos titulados Para la Fiesta de San Juan de 1830. Fallecido Goethe en marzo de 1832, la logia ofició la ceremonia de duelo el 9 de noviembre del mismo año. Y volvamos com Mefistófeles:

Mefistófeles, que debería saber todo por viejo y por sabio y por diablo se muestra socarrón al preguntarle a Wagner acerca de cómo se está creando el homúnculo: ‘¿Y qué amorosa pareja habéis encerrado en el cañón de la chimenea?’.

Wagner se indigna: ‘¡Dios me libre!. La manera de procrear al estilo de antes, la declaramos vana simpleza ... Si el bruto sigue hallando placer en ello, el hombre, con sus nobles facultades, ha de tener en lo sucesivo un origen más puro, más elevado’.

Cuando el homúnculo se asoma por el borde de la redoma decide irse con Mefistófeles a participar en la Noche de Walpurgis dejando a Wagner en casa: ‘Tú te quedas en casa para hacer alguna cosa de mayor importancia’. Es decir, Wagner tiene ahora un homúnculo rejego y respondón porque ni al doctor Fausto desea llevar a su parranda. Le pasa como cuando lo hijos quinceañeros se van de parranda, la pasan muy bien y los padres deseamos ardientemente que para la próxima no sean malosos y nos inviten.

Gracias a W.Vargas M.


GOETHE. LA VIDA SECRETA DE UN INICIADO.

Goethe: la vida secreta de un iniciado Alquimista y masón, científico y poeta, Goethe es considerado uno de los seis escritores más importantes de la literatura universal. Lo que muchos desconocen, es la importancia que tuvo el ocultismo en su formación.

En 1774 una curiosa novela publicada bajo el título de Penas del joven Werther conmocionó a toda Europa provocando incluso suicidios. El argumento consistía en una trágica historia cuyo protagonista, enamorado de una mujer comprometida, decide quitarse la vida. Esta novela, aunque fue censurada por la Iglesia por justificar el suicidio –todavía hoy un tabú para los católicos- obtuvo un éxito sin precedentes y consagró a su desconocido autor, el joven Wolfgang von Goethe. La obra se convirtió rápidamente en la obra emblemática del Romanticismo y del movimiento artístico, incipiente en la época, conocido como Sturm und Drang (Tempestad e Impulso).

Nacido el 28 de agosto de 1749 en Frankfurt del Main, Goethe, coetáneo de Mesmer, Cagliosto y la Revolución Francesa, conoció un mundo lleno de sucesos misteriosos que ya no se consideraban inalcanzables para el entendimiento y donde las interpretaciones religiosas eran dejadas de lado a favor de la ciencia.

En el año 1755 quedó sumamente impresionado a causa del terremoto que asoló Lisboa. El fuerte seísmo le hizo preguntarse "sobre la sabiduría y la clemencia de un Dios que deja a la merced de tal ruina tanto al justo como al injusto". Por otra parte, su abuelo materno parece ser que poseía el don de interpretar los sueños, facultad que supuestamente heredaría el joven Goethe.

Durante su vida le sucedieron extraños hechos: en Estrasburgo, a la edad de 22 años, el joven acababa de despedirse de su amada, Federica Brion, y se disponía a regresar a casa cuando observó que un jinete se dirigía a su encuentro. Al llegar a su altura pudo comprobar que era él mismo, aunque vestido con una capa gris que él no poseía entre su vestuario. Aquella visión fue interpretada por Goethe como el presagio de que volvería a Sesenheim a encontrarse de nuevo con su amada. No volvió a retomar aquella relación jamás, sin embargo, ocho años más tarde regresó a la misma ciudad, vistiendo la misma capa que su "doble" utilizó en la supuesta visión premonitoria.

Además, en 1783, Goethe presintió que una oleada de espantosos terremotos se abatiría sobre Europa. Dos semanas después de la premonición, llegaron noticias de un fuerte seísmo ocurrido en Mesina (Italia).

En su autobiografía, Goethe cuenta que siendo niño predijo la muerte de un niño ante su propia madre. Estas visiones premonitorias las tuvo en numerosas ocasiones, según puede interpretarse a través de su obra. Tuvo además una especie de episodio de desdoblamiento (además de la visión de su doble anteriormente mencionada).

Esta serie de extrañas experiencias infundieron sin duda en Goethe la idea de la existencia de un mundo suprasensible regido por leyes secretas que él intentó descubrir en manuscritos medievales sobre cabalística y alquimia. A partir de entonces comenzó a interesarse por las organizaciones iniciáticas.

En una ocasión Goethe tuvo una extraña enfermedad que le hacía vomitar sangre. Acudió a un médico llamado Metz, personaje enigmático, conocedor de la medicina de Paracelso y de la tradición rosacruz. Éste logró curarle administrándole extraños remedios que además proporcionaron a Goethe una vitalidad insólita. Tras este episodio, despertó en Goethe un gran interés por la filosofía y las ciencias de la naturaleza.

El llamado Aurea catena Homeri, un tratado de alquimia medieval, pasó a ser su libro de cabecera, importante para el inicio de sus estudios científicos sobre las plantas y los colores. Estudió entonces a Paracelso, a Cornelius Agrippa y a Giordano Bruno, entre otros. En 1770 se instala en Estrasburgo de nuevo para reanudar los estudios de derecho que había comenzado años atrás. El doctor Metz le facilitó por entonces el ingreso en la comunidad de los Hernhuter, una sociedad secreta pietista basada en la obra del alquimista Jacob Boëhme y en las ideas de Spinoza, donde se congregaba un buen número de ocultistas.

La conexión de Goethe con círculos de iluminados y organizaciones secretas es, sobradamente conocida: existen documentos, en el archivo de Weimar, que prueban que fue iniciado en 1780 en la logia masónica Amalia y que, con el tiempo llego a alcanzar el máximo grado, el 33. Su obra cumbre es sin duda Fausto. Este drama refleja todas las pruebas por las que ha de pasar el iniciado. Cuando en 1771 regresa de Estrasburgo a Frankfurt para instalarse como abogado, ya llevaba un esbozo del primitivo Fausto, el Urfaust, que acabaría en 1773, aunque la primera parte de la obra no la terminó hasta 1790, y la segunda hasta 1832, un año antes de su muerte.

Hacia finales de la década de los setenta del siglo XVIII su etapa de búsqueda ocultista dio paso a la científica. Hacia 1780 comenzó sus estudios sobre biología (que influirían en Darwin), óptica y paleontología. Asimismo, destacó como investigador de los fenómenos de la percepción cromática, que expuso en su obra Teoría de los colores. Ese interés por la ciencia natural transformó al Fausto de su obra mítica de criminal inconsciente, aunque bueno, en un ser lúcido pero cansado de la ciencia convencional, de tal modo que invoca con artes mágicas al Espíritu de la Tierra para que le ayude a encontrar la verdad. Goethe, hacia el final de su vida, confesó a su secretario, Eckermann, que el núcleo esencial de Fausto estaba encerrado en un único verso: "Quien siempre aspira y se afana (por superarse), a ése le podemos salvar" (Fausto II). El 22 de marzo de 1832, momentos antes de morir, acompañado de su nuera Ottlia, dijo simplemente: "Abrid los postigos para que entre más luz". Curioso gran hombre.

Gracias a G.Garrido.

jueves, 17 de junio de 2010

.... LO CONFIESO. SOMOS CUSTODIOS DEL SANTO GRIAL.


Según la «línea general» académica, las nociones ocultistas acerca de los templarios son absurdas: la mayoría de historiadores coinciden en que fueron los monjes-soldados que decían ser, y que cualquier hipótesis en cuanto su intervención en nada ni remotamente esotérico es resultado de una fantasía hiperactiva o de una investigación poco rigurosa.

Al ser ésa la postura oficial, ningún historiador interesado en ese aspecto de la Orden se atreverá a confesarlo públicamente, porque se arriesgaría a perder el prestigio académico (y vería sustancialmente recortado el presupuesto de su departamento).

Así que prefieren evitar tal género de investigaciones, o si las realizan no las dan a conocer. (Algunos historiadores muy prestigiosos confiesan en privado que la relación entre los templarios y el esoterismo es importante, pero jamás lo dirían en público.)

De estas actitudes resulta cierto abandono de los estudios relativos a determinados asentamientos templarios importantes. Ya teníamos comprobado que una de las regiones que más han padecido dicho abandono —hasta extremos increíbles— era la que más nos interesaba a nosotros, el Languedoc-Rosellón.

Fue el país de la Orden, si prescindimos de los Santos Lugares. En esa reducida superficie se concentra más del 30 por ciento de los castillos templarios y las encomiendas de toda Europa, pero a pesar de ello apenas se realizan allí excavaciones arqueológicas, y algunos emplazamientos fundamentales no han sido estudiados jamás.

Por fortuna, la desidia oficial queda contrarrestada por muchos investigadores privados, a los que anima un apasionado interés hacia esos misteriosos caballeros. Muchos naturales de la región se consideran en el deber de conservar y proteger los restos de los antiguos templarios. Y existen también varias organizaciones de «aficionados» (con esta palabra no calificamos su capacidad técnica para la investigación, sino que indicamos que no recibe fondos de ningún presupuesto oficial), como el Centro de Estudios e Investigaciones Templarias que dirige George Kiess en Espéraza (Aude), el cual ha sacado los colores a más de un académico de número.



Son impresionantes los descubrimientos realizados por esos entusiastas mediante el estudio de los emplazamientos mismos así como de la abundante documentación sobre los templarios que duerme intacta en los archivos locales, sobre todo si tenemos en cuenta la escasez de recursos y lo duro que es tener que luchar contra la apatía de los archiveros y los historiadores profesionales.


Otro de estos grupos de estudiosos es el llamado Abraxas, dirigido desde Rennes-les-Bains, población del departamento de Aude más conocida como balneario, por la pareja britanicotexana que forman Nicole Dawe y Charles Bywaters. Sus investigaciones y las de toda una red de grupos similares han permitido realizar descubrimientos incontrovertibles que reescriben literalmente la Historia de los templarios. En lucha contra la indiferencia oficial, por una parte, y contra el exceso de entusiasmo de los buscadores de tesoros locales —que representan un peligro real para la conservación de los lugares—, por otra, Nicole y Charles han visto emplazamientos templarios que jamás habían sido rozados por la piqueta de ningún arqueólogo. Buena parte de estos trabajos se hallan todavía inéditos, aunque proyectan publicarlos en un próximo futuro.


Como nosotros queríamos averiguar más cosas sobre los templarios en esta tierra de herejes que es el Languedoc-Rosellón, en vez de ir a consultar los oráculos de la Academia preferimos ver a Charles y Nicole.


Sentados en el apartamento que tiene Charles en la calle principal (que es casi la única) de Rennes-les-Bains, empezamos por preguntarles acerca de la posible relación entre los templarios y los cátaros.

Según nos dijeron, habían existido claros vínculos entre uno y otro grupo, mucho más allá de los meros lazos familiares, y habitualmente no tenidos en cuenta por los historiadores. Por ejemplo, que ni siquiera en los momentos álgidos de la cruzada albigense dejaron los templarios de dar asilo a los cátaros fugitivos, y hay casos documentados de socorro a caballeros que habían sido combatientes activos a favor de los cátaros y contra los cruzados.


Como dijo Nicole:

No hay más que ir entresacando de las actas de la Inquisición los apellidos de los cátaros y compararlos con los de templarios de la misma época, para ver que son los mismos. Pero más concretamente, es innegable que algunos establecimientos templarios alojaron a cátaros, los escondieron e incluso los enterraron en sagrado.


Algunos escépticos sugieren que condescendían a eso porque los auxiliados hacían entrega de sus tierras y de todos sus bienes para ser recibidos como templarios. Pero nosotros hemos encontrado pruebas de que algunos templarios acogieron a los cátaros cuando éstos habían quedado despojados de todo, y no sólo fueron recibidos y escondidos entre ellos, sino que murieron y fueron enterrados allí. Y más adelante, los templarios hicieron a veces cuanto estaba en sus manos para que les fuesen devueltas las tierras a las familias de los cátaros, o los herederos.1

Charles continuó:

En un lugar concreto, que sepamos, los templarios permitieron que se lanzaran operaciones hostiles desde su encomienda. Los caballeros cátaros continuaron la lucha y luego se replegaron hacia la propiedad de los templarios. Es fácil documentarlo.

Teniendo en cuenta que la mayoría de las acusaciones dirigidas contra los templarios debieron de ser ficticias, nos pareció de gran significación que su trato cercano con unos intocables como los cátaros no hubiese figurado entre aquéllas. Que los inquisidores estaban al corriente, nos lo indica el hecho de que rebuscaran en los fosares de los templarios para desenterrar los cadáveres de los cátaros y quemarlos, esto a título de escarmiento de herejes futuros, seguramente, porque habían pasado ya más de treinta años desde el final de la cruzada. (Y fueron los inquisidores quienes torturaron a los templarios, así que estaban en inmejorable situación para saber lo que hubiese de cierto en la relación de éstos con los cátaros.)


Ciertamente hubo algo más ahí, algo que tal vez supo la Corona francesa pero demasiado peligroso para publicarlo, de todas maneras, así que procuraron que no se escapara ni una sola palabra por más tiempo que transcurriese. Durante nuestras averiguaciones acerca de los templarios siempre tuvimos la sensación incordiante y cada vez más nítida de que había un secreto descomunal pugnando por asomar bajo la superficie de la crónica oficial. ¿Era posible que tanto los templarios como los cátaros hubiesen sido poseedores de un conocimiento potencialmente explosivo? ¿Y que dicho secreto fuese el verdadero motivo de Felipe el Hermoso cuando decidió asestar un golpe de mano tan bien planeado
contra los templarios?2


Pero no todos ellos fueron exterminados aquel fatídico viernes trece. A muchos se les permitió vivir y reconstituirse bajo otros nombres diferentes. Dos países en particular sirvieron como puertos de refugio a los freires fugitivos, Escocia y Portugal. (En este segundo país pasaron a llamarse caballeros de Jesucristo.) También la región del Languedoc y alrededores constituyó una curiosa excepción a la pauta general de la persecución, según Charles y Nicole. Al este, el Rosellón era territorio de la Corona de Aragón, excepto la parte septentrional de Carcasona, que pertenecía a Francia. Los templarios roselloneses fueron detenidos y juzgados, pero se les pronunció inocentes, y cuando el papa disolvió la orden oficialmente se incorporaron a otras órdenes militares parecidas, o se retiraron a sus tierras para disfrutar de rentas vitalicias.


Como han sugerido varios comentaristas,3 los templarios sobrevivieron al intento de exterminio total y siguen existiendo a estas fechas, sólo que según apuntan todos los indicios, sufrieron muchos cismas y han quedado divididos en organizaciones diferentes, todas las cuales pretenden ser herederas de la Orden originaria.


Si ocultaban algo tan peligroso que el rey francés creyó necesario proceder drásticamente contra ellos, ¿qué pudo ser? ¿Y quién de los dos, el papa o Felipe, manipuló al otro? Desde cualquier punto de vista que consideremos los sucesos, falta un eslabón esencial en la cadena.


Supongamos que ese elemento escurridizo tiene que ver con el Priorato de Sión. Como ya hemos visto, hay indicios de una presencia en la sombra desde el mismo instante de la fundación de los templarios; digamos que un grupo de manipuladores ocultos (quienquiera que fuesen) dirigió la función entre bastidores. Desde luego Charles y Nicole no dudan de la existencia de un «círculo interior» dentro de la estructura de mando de los templarios, y anterior en realidad a los comienzos oficiales de la orden. Incluso aseguran que todo el movimiento templario fue creado para dar público escaparate a ese grupo interior, aprovechando la circunstancia de que los Santos Lugares acababan de abrirse a los peregrinos de Europa.


Otros investigadores han llegado también a esa conclusión. Como dice el escritor francés Jean Robin (basándose en estudios de Georges Cagger):

En realidad la Orden del Temple estaba constituida por siete círculos «exteriores» dedicados a los misterios menores, y tres círculos «interiores» que correspondían a la iniciación en los grandes misterios. Y el «núcleo» lo formaban aquellos setenta templarios a quienes «interrogó» Clemente V [después de las detenciones de 1307].4

El autor británico Graham Hancock dice algo parecido en The Sign and the Seal:

[...] mis investigaciones sobre las creencias y conducta de ese extraño grupo de monjes-soldados me han persuadido de que tuvieron acceso a una sabiduría tradicional de muy remota antigüedad [...].5

Era posible mantener un grupo secreto porque los templarios fueron, en esencia, una escuela mistérica, es decir que funcionaban como una jerarquía basada en la iniciación y en el secreto. Pudo ocurrir, por consiguiente, que el templario «raso» supiera bastante menos que sus superiores, e incluso que las creencias de éstos fuesen diferentes de las de aquél. Visto así el asunto, es probable que la mayoría de los caballeros templarios no fuesen sino los sencillos soldados de Cristo que aparentaban, pero el círculo interior era otra cosa.


A lo que parece, ese círculo interior templario se creó para seguir activando los estudios de temas esotéricos y religiosos. El motivo para mantenerlos en secreto, o uno de los motivos, pudo ser que versaban sobre aspectos arcanos de los mundos judío e islámico. Buscaban literalmente los secretos del mundo dondequiera que sospechaban su presencia, y en el decurso de ese periplo geográfico e intelectual acabarían por tolerar todas las creencias, y quién sabe si abrazaron algunas pero que muy heterodoxas.


En aquellos tiempos el motivo que incitase a buscar el conocimiento pese a todas las dificultades tenía que ser muy fuerte. A los templarios nunca les interesó embarcarse en las dificultades de una investigación por amor a la ciencia; consta en la Historia que fueron gentes de intenso sentido práctico. Si emprendieron una pesquisa concreta tendrían sus buenas razones, y por eso mismo dejaron ciertas pistas en cuanto a lo que ellos consideraban especialmente importante.


Una de esas pistas puede hallarse en las obsesiones de Bernardo de Claraval, la primera éminence grise que tuvieron. Aquel monje intelectual, pero combativo, en apariencia fue un gran devoto de la Virgen María, como demuestran sus numerosos sermones. Pero se diría que no fue la Virgen el objeto auténtico del amor espiritual de Bernardo, sino más bien otra María, cuya identidad verdadera viene indicada por el hecho de su especial afecto a las Vírgenes negras.6



También escribió casi noventa sermones sobre el tema del Cantar de los Cantares, y en otras muchas prédicas suyas relacionó más explícitamente a la «Amada» con María de Betania;7 pero en aquellos tiempos nadie creía que ésta fuese otra persona sino la misma María Magdalena.


«Morena soy, pero hermosa», dice la Amada, y esa frase también vincula el Cantar de los Cantares con la veneración a las Vírgenes negras, de las que Bernardo (que era oriundo de Fontaines, cerca de Dijon, en cuyo centro hay también una Virgen negra) era excepcionalmente devoto. Él dijo que había recibido la inspiración cuando niño, al dársele tres gotas de leche milagrosa del pecho de la Virgen negra de Châtillon. Se ha especulado sobre si este comentario sería una alusión en clave a su iniciación en algún culto de ésta.8 Y cuando Bernardo predicó la segunda cruzada eligió hacerlo desde el santuario magdalaniense de Vézelay.9


Es probable, en consecuencia, que la aparente devoción mariana de Bernardo fuese simplemente la cortina de humo con que tapaba su indudable pasión por la Magdalena, aunque por supuesto la una no excluye la otra. En todo caso, cuando pergeñó la regla de los templarios les encomendó expresamente «la obediencia a Betania, el castillo de María y de Marta»,10 y se sabe que transmitió a la orden esa devoción particular.



Incluso mientras se enfrentaban a la extinción total, los freires que estaban presos con su Gran Maestre Jacobo de Molay en las mazmorras de la fortaleza de Chinon compusieron una oración dedicada a «Notre Dame», que elogiaba a san Bernardo como fundador de la devoción a la Santísima Virgen María.11 Pero teniendo en cuenta todos los demás indicios, esto bien pudo ser otra alusión en clave al culto de la Magdalena.


Llama la atención que los templarios jurasen «por Dios y Nuestra Señora», y también, con frecuencia, «por Dios y la Virgen Santísima».12 Por ahí se insinúa que esa «Nuestra Señora» de quien hablan en los juramentos no es la Virgen, como también lo dan a entender las palabras de la absolución templaria:

«Ruego a Dios que tus pecados te sean perdonados como Él perdonó a santa María Magdalena y al buen ladrón en la cruz».13

Al menos esto nos proporciona una demostración de la importancia que los templarios atribuían a la Magdalena. (Vale la pena observar que hallándose cautivos los del Rosellón, les fueron empeoradas deliberadamente las condiciones del encarcelamiento el día de la festividad de Santa María Magdalena, por orden expresa del papa.14 Se recordará que la matanza de Béziers se perpetró en esa misma festividad, a manera de recordatorio sobre la naturaleza de la «herejía».)


En efecto la noción de la Feminidad preocupó mucho a los templarios, lo cual no deja de sorprender habida cuenta de su imagen de guerreros. Pues bien, Charles y Nicole han descubierto que la Orden admitía mujeres. En los primeros años de su existencia, muchas mujeres tomaron los votos, aunque sólo como fámulas y nada indica que existiese un núcleo secreto de guerreras en el seno del Temple, como escriben Michael Baigent y Richard Leigh en The Temple and the Lodge (1989):

[...] una crónica de finales del siglo XII en Inglaterra menciona que una mujer fue recibida como Hermana en el Temple, lo cual parece implicar con bastante claridad una especie de ala o anexo femenino a la Orden. Pero no se ha encontrado nunca una explicación ni una digresión sobre el asunto, e incluso la información que contuviesen los autos inquisitoriales desapareció hace tiempo o fue eliminada.15

Tras estudiar detenidamente la documentación templaria, Nicole y Charles se muestran mucho más concretos:

Cuando vamos a los documentos del siglo XII encontramos muchos casos de mujeres que entraron en la Orden, al menos durante el primer siglo de existencia de ésta. Al ingresar prestaban juramento de donar «mi casa, mis tierras y mi cuerpo y alma a la Orden del Temple»; al pie de esos documentos se hallan firmas de mujeres así como de hombres. En ocasiones ambos cónyuges ingresaron juntos, así que las esposas debieron de jurar también. Tales documentos se encuentran principalmente en esta región [el Languedoc], y los ejemplos son lo bastante numerosos como para dar a entender que en algún momento dado la orden debió de contar con no pocas mujeres.

También señalan que más adelante fueron cambiadas las reglas, prohibiéndoseles expresamente admitir mujeres: de lo cual se deduce que antes lo hacían.


Cuando nos manifestamos algo sorprendidos de que esto no fuese más conocido —pues ciertamente, salvo alguna vaga insinuación la presencia de mujeres no se menciona en los tratados convencionales sobre la Historia de los templarios—, Charles explicó:

A veces parece que hayan dejado intencionadamente de lado muchas informaciones de ese género. Lo que hay en los libros es mucha información redundante, como si copiaran los unos de los otros. O están ciegos, o no se fijan en esos datos por algún motivo concreto. Si uno es un verdadero investigador, como se supone que deben de ser esos historiadores, el asunto salta a la vista. Pero prefieren no hacer caso.

También es notable que la encerrona del 13 de octubre de 1307 se ejecutase sin apenas derramamiento de sangre. En toda Francia los senescales del rey abrieron sus órdenes selladas, que les mandaban reunir tropas suficientes para arrestar a los soldados más aguerridos de toda la Cristiandad. Algo así como si una comisaría del Reino Unido recibiese orden de reunir a sus bobbies para detener a todos los miembros del SAS acuartelados en el pueblo. A lo que parece, la mayoría de los templarios de Francia permitieron que los enchiquerasen como a ovejas destinadas al sacrificio. También es extraño que no pidiesen refuerzos a las encomiendas de otros países.


Llama la atención que algunos, entre ellos el tesorero de la orden, consiguieran desaparecer por vías que nos obligan a preguntarnos si se les habría dado aviso.16 Por otra parte, la célebre flota de los templarios, surta en Francia, sencillamente se desvaneció. En las listas de los bienes incautados por el rey francés a los templarios no figura ni un solo barco. ¿Dónde quedó la flota? Evidentemente no debió de evaporarse en el aire.


En cualquier caso el círculo interior de la orden no escatimó esfuerzos por proteger sus conocimientos secretos. Un prestigioso especialista en estudios bíblicos, Hugh Schonfield, ha demostrado que los templarios utilizaron el sistema de codificación llamado la Cifra Atbash.17 Lo cual es verdaderamente notable porque el mismo procedimiento había sido utilizado por los autores de algunos de los Manuscritos del Mar Muerto por lo menos mil años antes de la fundación de la orden templaria.



Con independencia de lo que pueda significar además, el hecho por sí solo revela que el interés de los templarios por guardar sus secretos era tan grande que recurrieron a los métodos más ingeniosos, y también que tenían conocimientos de origen bastante exótico y esotérico. Schonfield explica cómo al aplicar el código al nombre del misterioso ídolo de cabeza cortada supuestamente idolatrado por los templarios, el Baphomet, resulta la palabra griega sophia. Como ha escrito Graham Hancock en The Sign and the Seal, «significa “sabiduría” nada más, pero también nada menos».18 En realidad significa bastante más que eso, y su pleno sentido aporta un matiz muy diferente a toda la raison d’étre de los templarios.


Aludida sencillamente como «Sabiduría», en hebreo Chokmah —es un personaje que figura en el Antiguo Testamento, concretamente en el libro de los Proverbios—, Sophia ha creado muchas dificultades a los comentaristas, tanto los judíos como los cristianos, porque aparece como pareja de Dios, que tiene influencia sobre Él e incluso le prodiga consejos.19


Es también figura central de la cosmología gnóstica. El texto de Nag Hammadi titulado Pistis Sophia la pone en íntima asociación con María Magdalena.


Y como Chokmah es la clave de la interpretación gnóstica de la Cábala (el importante y muy influyente sistema ocultista que sirvió de base a la magia medieval y renacentista). Para los gnósticos fue la diosa griega Atenea y la diosa egipcia Isis, que recibió a veces el nombre griego de Sophia.20


Considerado por sí solo, el uso que hacían los templarios de la palabra Sophia codificada en «Baphomet» no demuestra una especial veneración del principio femenino por parte de aquéllos. Bastaría decir que admiraban la búsqueda de la sabiduría. Pero hay otros muchos indicios de que formaba parte de una profunda obsesión por dicho principio, y de que ésta llegaba mucho más allá de lo semántico por lo que concierne a los templarios. Lo mismo que ocurre con otros grupos esotéricos, por cierto.


Como nos dijo el estudioso escocés Niven Sinclair, que tiene de ellos un conocimiento particularmente extenso, «los templarios eran grandes creyentes de lo femenino».21 Para él es indudable, y no ve nada extraño en ello.


Los templarios construyeron iglesias de planta circular, porque creyeron que ésa había sido la forma del Templo de Salomón. Lo cual, a su vez, simbolizó quizá la noción de la circularidad del universo, pero más probablemente representaba lo femenino. Las circunferencias y los círculos siempre se han vinculado a las divinidades femeninas y a todas las cosas de dicho género, en lo esotérico tanto como en lo biológico. Es un arquetipo que hallamos en muchas civilizaciones: los túmulos prehistóricos eran circulares porque representaban la matriz telúrica donde el difunto renacería a la vida espiritual. Y todos conocían la redondez del vientre grávido y el símbolo de la fase «Madre» de la divinidad femenina, la Luna llena.


Cualquiera que fuese el significado de la redondez para los templarios, desde luego no simbolizó jamás nada masculino. Una vez borrados del mapa los templarios, la Iglesia proscribió oficialmente por herética la construcción de iglesias redondas.22 Pero ya hemos observado una iglesia redonda, la French Church de Londres, y el rasgo se repite y corrobora en la ornamentación externa e interna de ese templo.


Parece, pues, que los templarios habían adquirido conocimientos exóticos y heréticos, pero ¿fue casualidad, o intención? Los indicios apuntan a lo segundo: que buscaron con asiduidad ciertos secretos, y una vez adquiridos quedaban en posición de divulgarlos o de retenerlos. Muchos de ellos quedaron retenidos; de otros dejaron pistas en forma de claves, incluso esculpidas en piedra.


De los caballeros templarios partió la iniciativa para la construcción de las grandes catedrales góticas, en especial la de Chartres. Como «promotores» principales, a veces únicos, en los grandes centros de cultura europeos, fomentaron gremios de los oficios de la construcción, sobre todo los de canteros, que eran admitidos como legos de la orden y participaban de los privilegios de ésta, particularmente la exención de tributos.23


En toda la larga Historia de las grandes catedrales ha intrigado a los expertos de muchas disciplinas el extraño simbolismo de la ornamentación y la puesta en planta de aquéllas; sólo en época reciente se ha empezado a comprender lo que indudablemente fueron: la codificación de unos conocimientos esotéricos que los templarios poseían. Al comentar la arquitectura sacra de los antiguos egipcios, Graham Hancock observa que «en Europa sólo ha sido igualada por las grandes catedrales góticas de la Edad Media, como la de Chartres», y se plantea la pregunta: «¿Fue por casualidad?». Y prosigue Hancock:

Hacía tiempo venía yo sospechando que existía en efecto una relación y que los caballeros templarios, por los descubrimientos realizados durante las cruzadas, pudieron constituir el eslabón perdido en la cadena de transmisión de un saber arquitectónico secreto [...] San Bernardo, el protector de los templarios, había definido a Dios como «longitud, anchura, altura y profundidad». Asombroso para un cristiano. Tampoco se podía olvidar que los mismos templarios fueron grandes constructores y grandes arquitectos, ni que la orden monástica cisterciense, que era la de san Bernardo, también sobresalió en este campo concreto de la actividad humana.24

La puesta en planta de las catedrales se proyectó teniendo en cuenta expresamente los principios de la geometría sagrada, o mejor dicho, para demostrarlos.25



Lo cual obedece a la idea de que la proporción geométrica contiene, en sí misma, una resonancia con la armonía divina, y ciertas proporciones concretas son más divinas que otras. En ello vemos un comentario a la rotunda afirmación de Pitágoras, «todo es número», y una reiteración del concepto hermético de que las matemáticas son la clave que utilizan las divinidades para hablar al Hombre. En particular fueron también adeptos de la arquitectura esotérica los pintores y arquitectos del Renacimiento, para quienes la «Regla Áurea» —en la que veían la proporción perfecta— era casi una panacea universal.


Pero no hay que creer que se redujese a eso todo su pensamiento, teniendo en cuenta además que el concepto de geometría sagrada informó toda su vida intelectual. Todos los dibujos de Leonardo, sean de humanos o de máquinas, de la corola de una flor o el perfil de una ola del mar, comunican la convicción del artista en el sentido de que las formas y las proporciones tenían una armonía y un significado. Uno de sus dibujos, el muy conocido Hombre de Vitruvio, es literalmente una encarnación de la Regla Áurea.26


Para los templarios, así como más tarde para los francmasones, el legendario Templo de Salomón fue la fina flor y el paradigma de toda geometría sagrada. No sólo era una delicia para el ojo de quienes lo contemplaban o rezaban en su interior, sino que tenía algo que iba mucho más allá de los cinco sentidos: su resonancia especial y trascendental con la misma música de los cielos. En longitud, anchura, altura y profundidad mantenía las proporciones predilectas del universo, o si se quiere, el templo de Salomón era el espíritu de Dios plasmado en la piedra.



El visitante moderno suele quedarse perplejo al observar símbolos obviamente astrológicos en la ornamentación pétrea de las antiguas catedrales. Sin duda, diríamos hoy, ese inconfundible símbolo de Aries esculpido en la puerta principal de tan venerable edificio sería una aberración, un capricho personal del cantero que lo dejó ahí logrando que pasara casualmente desapercibido. Y sin embargo, una y otra vez, y en muchas catedrales diferentes se repiten esos signos, pero nunca por casualidad.


Todo el grandioso simbolismo que vemos en las catedrales era entendido por los iniciados, en su tiempo, como una enunciación del antiquísimo adagio hermético: Todo lo que está arriba también está abajo. Frase que se creía tomada de la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto, el legendario mágico o mago egipcio, aunque las palabras en sí es posible que sean mucho más antiguas. Significan que todo lo que hay en la tierra tiene una correspondencia celestial, y viceversa, noción que Platón popularizó con su concepto de los Ideales. Según éste, cualquier cosa existente, desde una cuchara hasta un ser humano, no era más que una copia imperfecta de su ideal, existente en una especie de dimensión alternativa donde residían los patrones perfectos.



Los magos iban más lejos y postulaban que todo pensamiento y toda acción tenían un reflejo en otro plano diferente, y que existía influencia mutua e irresistible entre ambas dimensiones. Hay un eco de esa noción en la moderna idea científica de los universos paralelos. De esa manera, las leyendas de los dioses antiguos, con sus envidias mezquinas y sus manías muchas veces sórdidas, podían tomarse como representaciones arquetípicas de la raza humana.



Los paganos no creían que tuviese nada de particular ni de humillante el posternarse ante un Zeus Olímpico, por más que éste adoptase a veces la figura de un animal para seducir a alguna doncella terrestre. Parecía lo más natural que un dios se comportase como un hombre, pero la recíproca de esa idea, que el hombre podía llegar a ser un dios, resultaba «herética» tanto para los judíos como para los cristianos.


De todo esto, nada era nuevo para los templarios. La realización de las catedrales manifiesta un conocimiento de los principios gnósticos por parte del cantero, y por la de los caballeros que encargaron la construcción.27 En la Edad Media, si alguien tuvo el sentido de la aplicación práctica de cualquier saber esotérico, fueron ellos. El codificar en la misma piedra de las catedrales los mensajes secretos fue para ellos más que un mero capricho. Como escriben Baigent y Leigh en The Temple and the Lodge:

«[...] el mismo Dios, en efecto, había enseñado la aplicación práctica de la geometría sacra por medio de la arquitectura».28

Una vez más, la referencia apunta al Templo de Salomón.


Hijo del rey David, el legendario héroe judío, el rey Salomón construyó un Templo de belleza insuperable, en el que se usaron los materiales más preciosos.29 Mármol y piedras suntuarias, maderas de olor y brocados costosos sirvieron para crear un lugar que fuese un regalo para los sentidos de los creyentes, y donde el mismo Dios pudiera sentirse como en casa. En su corazón estaba el Santo de los Santos, donde el sumo sacerdote podía recibir realmente al Todopoderoso por mediación de aquel instrumento tan sumamente misterioso que fue el Arca de la Alianza.



Este artefacto de temperamento famoso se sabía que dispensaba grandes bendiciones a los «justos», por una parte, y por otra era capaz de destruir a los malvados o los que no supieran cómo contrarrestar los efectos de su funesta presencia. A lo mejor esta descripción les pareció a los templarios la del arma definitiva, y por eso andaban tan empeñados en buscarla, como algunos han supuesto.


En la ornamentación de las catedrales nosotros a lo mejor encontraremos alguna pista en cuanto a lo que los templarios creían ser el significado del «Arca». Por ejemplo la catedral de Chartres, hija de la imaginación de quien fue la eminencia gris de la orden, Bernardo de Claraval, tiene un bajorrelieve que representa a la Virgen María, según parece, con la inscripción esculpida arcis foederis, es decir Arca de la Alianza.



Que no resulta demasiado significativa de por sí, habida cuenta de que ése fue un simbolismo convencionalmente utilizado por el cristianismo en la época medieval. Pero si Chartres fue un centro del culto a la Virgen negra, ¿no se estará comparando el Arca con aquella otra María, la Magdalena, o tal vez incluso con una diosa mucho más antigua, y pagana? O tal vez invocan el principio de lo Femenino bajo «las especies» del símbolo mariano.



No puede ser una alusión a la Virgen propiamente dicha, porque los arquitectos de la catedral gótica tenían su razón especial para evocar el arquetipo de una mujer sexualmente activa. (También es significativo que las primeras representaciones de la vida de María Magdalena según la leyenda que la sitúa en Francia se hallen en los vitrales de la catedral de Chartres.)


Es la disciplina de la alquimia en realidad, tan difamada y tan mal entendida, lo que se oculta detrás de la ornamentación a veces extraña de los monumentos góticos (y también parece la alquimia el denominador común de la mayoría de los Grandes Maestres del Priorato de Sión).30


Desde sus orígenes, que muchos sitúan en el antiguo Egipto, pasando por los árabes (la misma palabra «alquimia» es de origen árabe), llegó a Europa como algo más que una ciencia: la práctica comprendía una red sutil de actividades y sistemas de pensamiento interrelacionados, desde la magia hasta los procedimientos químicos, desde la filosofía y el hermetismo hasta la geometría sacra y la cosmología.



También se ocupaba de lo que hoy llamaríamos ingeniería genética y métodos para retrasar los procesos del envejecimiento, así como para alcanzar la inmortalidad física. Los alquimistas tenían hambre y sed de conocimientos; como la Iglesia prohibía la experimentación, ellos pasaron a la clandestinidad y siguieron con sus investigaciones a escondidas. No veían en ellos ninguna herejía; en cambio para la Iglesia un alquimista no podía ser sino herético y la práctica acabó denominándose «el Arte Negra», a título de descalificación global.


La alquimia tiene varios niveles; el externo, o exotérico, trabaja y experimenta con los metales. Pero hay otros más secretos, que culminan en la obtención de la misteriosa «Gran Obra». Ésta se ha entendido como coronación de la vida del alquimista, que es cuando por fin se convierte el vil metal en oro. En los círculos esotéricos, sin embargo, se define también como el punto en que alcanza la iluminación espiritual y la revitalización física por medio de una «obra» mágica que gira alrededor de la sexualidad (como veremos luego). A lo que parece, la Gran Obra representaba un acto de suprema iniciación.


A lo mejor se creía que ese rito confería la longevidad: Nicolas Flamel, que fue supuesto Gran Maestre del Priorato de Sión, culminó la Gran Obra en compañía de su esposa Perenelle el 17 de enero de 1382, y se rumoreó que después de eso alcanzó una edad excepcional.31


En alquimia el símbolo de la consecución de la Gran Obra es el hermafrodita, que como su mismo nombre indica es el dios Hermes y la diosa Afrodita confundidos en una sola persona. Los hermafroditas fascinaron a Leonardo, quien llenó muchas páginas de su cuaderno con dibujos de ellos, algunos bastante pornográficos. En un estudio reciente sobre el retrato más famoso del mundo, el de Mona Lisa con su sonrisa enigmática, se ha demostrado de manera convincente que «ella» es en realidad el mismo Leonardo.



Mediante avanzadas técnicas computarizadas, dos investigadores que han trabajado independientemente el uno del otro, el doctor Digby Quested, del hospital Maudsley de Londres, y Lillian Schwartz, de los norteamericanos Laboratorios Bell, intentaron la superposición del rostro retratado con el del artista y descubrieron una correspondencia perfecta.32



Quizá no fue más que una de sus bromas excepcionalmente hábiles, en este caso dirigida a la posteridad, pero también se puede interpretar que Leonardo, como entendido en alquimia, quiso expresar su idea de la obtención de la Gran Obra.


Algunos creen que ésta implica una transformación física tan profunda que el alquimista, en caso de tener éxito, incluso podría cambiar de sexo. Y tal vez sea ése el concepto que declara la Mona Lisa. Pero el símbolo del hermafrodita expresa también el instante del orgasmo, cuando ambos protagonistas del rito experimentan la sensación de fundirse el uno en el otro, de trascender los límites físicos en una conciencia mística de sí mismos y del universo.


Las catedrales góticas exhiben muchas figuras curiosas, desde los demonios hasta el Hombre Verde, pero algunas causan verdadera extrañeza. En un relieve de la catedral de Nantes aparece una mujer que se contempla en un espejo, pero la parte posterior de la cabeza representa a un anciano.33 Y en Chartres, la llamada «Reina de Saba» luce barba.34 Se ven símbolos alquímicos en muchas de las catedrales vinculadas a los templarios.


Son vínculos implícitos, aunque Charles Bywaters y Nicole Dawe han encontrado en el Languedoc-Rosellón establecimientos templarios provistos de un simbolismo explícitamente alquímico:

Nuestras investigaciones han demostrado, entre otras cosas, que fueron grandes conocedores de las propiedades del suelo. En una comarca concreta fundaron un hospital para los templarios que regresaban de los Santos Lugares porque el paraje tenía propiedades salutíferas. Hay signos alquímicos en ese lugar [...].

Queda bastante claro que estuvieron familiarizados con la alquimia. Esto se revela cuando uno encuentra un emplazamiento elegido expresamente por la constitución del suelo, con signos obviamente alquímicos en la construcción y con vínculos que apuntan a los cátaros así como a los musulmanes. Son indicios documentados, incontrovertibles. La demostración es fácil.


Durante nuestro periplo por Francia hemos visto repetidas veces que las ciudades que habían sido feudos de los templarios —como Utelle, en la Provenza, y Alet-les-Bains, en el Languedoc— se convirtieron luego en centros alquímicos.


También llama la atención que los alquimistas, lo mismo que los templarios, tuviesen especial devoción por Juan el Bautista.35


Hemos mencionado ya que las grandes catedrales y muchas iglesias famosas se construyeron en lugares anteriormente dedicados a divinidades paganas. Por ejemplo, Notre-Dame de París se construyó sobre los fundamentos de un templo de Diana, y también en París había uno consagrado a Isis donde ahora está Saint-Sulpice. En toda Europa los constructores de iglesias cristianas se atuvieron a esta práctica que era política deliberada de la Iglesia para significar el carácter definitivo de su triunfo sobre el paganismo.



Lo que sucedió en realidad, sin embargo, fue que las gentes adaptaron sus creencias politeístas absorbiendo en ellas el cristianismo, de manera que el nuevo edificio venía a complementar la vieja religión en vez de reemplazarla. Pero teniendo en cuenta lo que sabemos acerca de los designios más profundos de los templarios, ¿no es posible que la intención de las catedrales fuese la de prolongar el culto al principio femenino en vez de suprimirlo? Quizá las catedrales fueron himnos a la diosa esculpidos en piedra, y la «Notre-Dame» a quien se consagraron tantas de ellas era en realidad ese principio, la Sophia.


A muchos observadores actuales la arquitectura gótica les parece más bien «masculina» con sus agujas altísimas y sus plantas en cruz latina. Pero la ornamentación es predominantemente femenina, en especial los espléndidos rosetones.



Barbara G. Walter ha puesto de relieve los significados de la rosa:

[...] que era para los antiguos romanos la Flor de Venus y la insignia de la prostitución sagrada. Las cosas que se decían «bajo la rosa» (sub rosa) eran los misterios sexuales de Venus, y no se revelaban a los no iniciados [...].


En la gran era de los constructores de catedrales, cuando se veneró a María como la diosa en sus «Palacios de la Reina de los Cielos» o Notre-Dames, con frecuencia se le dirigían epítetos como Rosa, Rosario, Corona de rosas, Rosa mística [...]. Lo mismo que un templo pagano, la catedral gótica representaba el cuerpo de la Diosa, que era también el Universo y contenía dentro de sí la esencia de la divinidad masculina [...].36

La rosa, como veremos luego, fue también el símbolo que adoptaron los trovadores del sur de Francia, aquellos autores e intérpretes de canciones amorosas íntimamente conectadas con los misterios eróticos.


Existen en las catedrales góticas más símbolos que transmiten intensos mensajes subliminales acerca del poder de lo Femenino. Las telas de araña esculpidas —imagen que se reitera en la luz de la cúpula de la londinense Notre-Dame de France— representan a Arachné, la diosa que teje los destinos de la humanidad, función también asignada a Isis. De manera similar, el gran laberinto en el piso de la catedral de Chartres alude a los misterios femeninos, donde el iniciado sólo podrá guiarse por el hilo que la diosa ha hilado especialmente para él. No es la Virgen María quien recibe culto en este lugar, evidentemente, el cual contiene además una Virgen negra: Notre-Dame de Sous-Terre, o Nuestra Señora de la cripta, o de los sótanos. (imagen abajo)



Uno de los vitrales de Chartres representa la llegada de María Magdalena en barco, lo cual combina la alusión a esta leyenda con otra a la de Isis, quien solía preferir también dicho medio de transporte. (Y tal vez el título de Nautonnier, «timonel», que es uno de los atributos del Gran Maestro del Priorato, indica la supuesta función de éste en el Barco de Isis.) Esa ventana policromada es la representación más antigua de la leyenda de la llegada a Francia de la Magdalena; su presencia en una catedral tan alejada de la Provenza indica el poderoso significado que debían de atribuirle los arquitectos.


Mientras los constructores erigían sus catedrales la herejía encontraba otro camino de expresión para garantizar la perdurabilidad de su mensaje a través de la Historia... aunque, como sucede también con la Última Cena de Leonardo, muchas veces se hayan interpretado erróneamente los códigos de dicha expresión. Esa otra tradición herética es la de las leyendas del Grial.


Hoy día la expresión «Santo Grial» viene a significar un objetivo difícil de alcanzar, o el espléndido premio que corona la obra de toda una vida. Muchas personas saben que se refiere a un objeto muy antiguo, y de significado religioso, por ejemplo el cáliz del que bebió Jesús en la Última Cena. De acuerdo con una leyenda, José de Arimatea, el amigo rico de Jesús, recogió en dicho recipiente la sangre derramada en la Crucifixión, y luego se descubrió que tenía milagrosas propiedades curativas.



La búsqueda del Santo Grial se entiende como una peregrinación llena de peligros físicos y espirituales, durante la cual el buscador pelea contra enemigos de muchas clases, algunos de ellos pertenecientes a los dominios de lo sobrenatural. En todas las versiones del relato el cáliz es un objeto material y, al mismo tiempo, un símbolo de la perfección. Se diría que representa algo que pertenece simultáneamente a dos dimensiones distintas, la real y la mítica. Por eso ejerce un ascendiente incomparable sobre la imaginación.


El Grial puede ser visto como un objeto misterioso, un tesoro real escondido en alguna cueva de alguna parte, pero siempre le acompaña la idea implícita de que simboliza algo inefable y que no está en el mundo cotidiano. La aureola de búsqueda espiritual no sólo proviene de la leyenda originaria, sino también de la cultura en que aquélla floreció.


De los muchos miles de palabras que se han escrito sobre el tema en el decurso de los siglos, a nuestro entender algunas de las más acertadas se encuentran en The Holy Grail, obra de Malcolm Godwin publicada en 1994. Es un notable repaso a las distintas versiones de la leyenda, así como a sus múltiples interpretaciones; además ha sabido mirar con perspicacia a través de la verborrea para ir al grano del asunto. Aparte las pistas principales conducentes a los romances griálicos de finales del siglo XII y comienzos del XIII, que son la cristiana y la céltica, identifica una tercera y no menos importante, la alquímica.



Así revela que las versiones más primitivas de la leyenda del Grial remiten indudablemente a los mitos célticos del llamado cielo del rey Artús y su corte. Muchos elementos de estas leyendas manejan nociones de cultos a antiguas divinidades femeninas celtas. El ciclo del Grial redefinió estas antiguas leyendas celtas y, las amplió para incluir algunas de las ideas heréticas que circulaban hacia el siglo XIII.


El primer romance del Grial fue el inacabado Le Conte del Graal de Chrétien de Troyes (hacia 1190). Vale la pena observar que la ciudad de Troyes, cuyo nombre adoptó Chrétien, era un centro cabalístico y emplazamiento de la capitanía templaria fundacional, además de sede de la corte del conde de Champagne (de quien eran vasallos la mayoría de los nueve caballeros fundadores del Temple). Y la iglesia más famosa de Troyes está consagrada a María Magdalena.37


En la versión de Chrétien no dice que el Grial fuese un cáliz ni describe expresamente ninguna relación con la Última Cena ni con Jesús. En realidad no hay ninguna connotación religiosa obvia, o incluso algunos comentaristas han afirmado que el ambiente de la obra, en la medida en que se consigue concretarlo, es claramente pagano.38



Considerado como objeto, en este caso resulta ser una bandeja o un plato, lo cual como veremos en seguida es muy significativo. De hecho Chrétien se inspiró en un cuento céltico muy anterior cuyo protagonista fue Peredur,39 el cual durante su búsqueda se tropezó en un castillo con una procesión horripilante y de marcado carácter ritual. En la que transportaban, entre otras cosas, una jabalina goteando sangre y una cabeza cortada puesta en un plato.



Rasgo común de las leyendas del Grial es el momento crítico en que el héroe se abstiene de formular una pregunta importante, cuyo pecado de omisión le arrastra a graves peligros.



Como escribe Malcolm Godwin,

«en este caso la pregunta no dicha se refiere a la naturaleza de la cabeza. Si Peredur hubiese preguntado de quién era la cabeza y qué tenía que ver con él, habría sabido cómo anular el encantamiento del Yermo» (la tierra baldía sobre la cual había caído la maldición de la esterilidad).40

Pese a la falta del desenlace la narración de Chrétien conoció un éxito inmediato y suscitó una larga serie de imitaciones... muchas de éstas explícitamente cristianas. Pero como dice Malcolm Godwin refiriéndose a los monjes que las escribieron:

Envolvieron una obra de la más profunda herejía en tantas capas de misterio devoto, que tanto la leyenda como sus autores consiguieron escapar al ardoroso celo de los Padres de la Iglesia. Las mentes ortodoxas de la Roma pontificia, aunque jamás reconocieron en realidad la existencia del Grial, manifestaron una sorprendente debilidad a la hora de condonarla... Y lo que es más curioso, la leyenda no quedó afectada por la caída de los herejes cátaros... ni siquiera por la de los caballeros templarios, implícitamente aludidos en los diversos textos.41

Una de estas versiones cristianizadas fue el Perlesvaus, atribuido por algunos a un monje de la abadía de Glastonbury y fechada hacia 1205, mientras que otros creen que fue obra de un templario anónimo.42 En realidad este cuento narra, no una sino dos búsquedas entretejidas. El caballero Gawain busca la espada que sirvió para decapitar a Juan el Bautista y que sangra mágicamente todos los días a las doce. En uno de los episodios el héroe se encuentra con un carro que contiene 150 cabezas cortadas de caballeros, las unas selladas en oro, las otras en plata y algunas en plomo. También hay una extraña damisela que lleva en una mano la cabeza de un rey, sellada en plata, y en la otra la de una reina, sellada en plomo.


En el Perlesvaus los privilegiados sirvientes del Grial visten prendas blancas adornadas con una cruz roja, lo mismo que los templarios. Hay también una cruz roja erigida en medio de un bosque, y se apodera de ella un clérigo que la golpea con un bastón «por todas partes», episodio que vemos en evidente relación con el cargo formulado contra los templarios al acusarlos de escupir y pisotear la cruz. Una vez más aparece una curiosa escena en relación con las cabezas cortadas.



Uno de los custodios del Grial le dice al protagonista Perceval:

«Aquí están las cabezas selladas en plata, y las cabezas selladas en plomo, y los cuerpos a los que pertenecen esas cabezas: Os digo que traigáis aquí las cabezas del Rey y de la Reina».

El simbolismo alquímico asoma por todas partes: metal vil y metales preciosos, reyes y reinas. La misma imaginería retorna abundante en otra obra que reformula el mito del Grial, como veremos luego.


Pese al tácito desagrado que el Grial inspiraba a la Iglesia, la versión más cristianizada fue obra de un grupo de monjes cistercienses. Titulada la Queste del San Graal, es de destacar que recurre al Cantar de los Cantares en su poderoso simbolismo místico.43


Todas ellas son extrañas, pero la más extravagante —aunque también la más sugerente— es el Parzival del poeta bávaro Wolfram von Eschenbach, datado hacia 1220.44 En ella el autor declara expresamente su propósito de enmendar la versión de Chrétien de Troyes, que no contenía todas las informaciones disponibles. Y asegura que la suya es la más exacta porque ha recibido el relato auténtico de un tal Kyot de Provenza. El cual ha sido identificado como Guiot de Provins, monje que fue portavoz de la Orden templaria y también trovador.45 Como escribió Wolfram en el Parzival:

«El relato auténtico con la conclusión del romance fue enviado desde la Provenza a tierras alemanas».46

Pero ¿qué alcance tiene esa conclusión? En el Parzival el Castillo del Grial es un lugar secreto guardado por los templarios, a quienes significativamente Wolfram llama «los bautizados», que tienen por misión la propagación secreta de su fe. La Compañía del Grial se caracteriza por su afición al secreto y su aversión a ser preguntada.


Al final del relato, Repanse de Schoye (la portadora del Grial) y Fierefiz el hermanastro de Parzival parten hacia la India y engendran un hijo llamado Juan, el famoso Preste Juan, primero de un linaje cuyos miembros toman siempre el nombre de Juan... ¿Entenderemos esto como una alusión en clave al Priorato de Sión, cuyos Grandes Maestres supuestamente adoptan siempre dicho nombre?


Este concepto de linaje es fundamental para las teorías de Baigent, Leigh y Lincoln en relación con el Grial. Tal como indica el título de su primer libro, para ellos el «Santo Grial» era la «Santa Sangre» en realidad. Lo cual se basa en la idea de que el original francés sangraal, por «santo Grial» si se coloca el espacio para que diga san graal, debería escribirse más propiamente sang real, la sangre real que en la interpretación de ellos significa un linaje. Baigent, Leigh y Lincoln relacionan las leyendas del Grial interpretadas en función del linaje con lo que ellos creen es el gran secreto de Jesús y la Magdalena: que eran esposo y esposa, de donde resulta la hipótesis de estos autores, que el Grial de las leyendas era una referencia simbólica a los descendientes de Jesús y María Magdalena. Según esa teoría, los custodios del Grial eran los que conocían la existencia de ese linaje secreto y sagrado, como los templarios y el Priorato de Sión.47


Esta idea suscita una dificultad, sin embargo: en los relatos griálicos se hace hincapié en el linaje de los buscadores del Grial o el de los que lo encuentran; pero el Grial mismo es una cosa aparte. Aunque sería bien posible que las leyendas aludiesen a un secreto guardado por ciertas familias, y transmitido por ellas de generación en generación, en realidad se nos antoja implausible que se refieran a un linaje. Al fin y al cabo toda la idea descansa sobre un juego con una sola palabra francesa, sangraal, y ya hemos visto que es muy difícil sostener una hipótesis que postule la conservación de un linaje «puro» en el decurso de muchos siglos.


En cambio resulta muy real la conexión entre los relatos griálicos y el legado de los templarios. Se cree que Wolfram von Eschenbach fue gran viajero y que no desconoció los establecimientos templarios del Próximo Oriente; su relato es con mucho el más explícitamente templario de todos los romances griálicos. Como ha escrito Malcolm Godwin, «en todo el Parzival, Wolfram mezcla la narración con alusiones a la astrología, la alquimia, la cábala y las nuevas ideas espirituales procedentes del Oriente».48 También incluyó simbolismos obviamente tomados del Tarot.


En esa versión los custodios del Grial en el castillo de Montsalvatge son llamados templarios explícitamente.49 El castillo en cuestión ha sido identificado con Montségur, el último reducto de los cátaros,50 conviene observar que en otro poema suyo, Wolfram llama Perilla al señor del Castillo del Grial. El señor verdadero de Montségur en la época de Wolfram se llamaba Ramon de Perella. Una vez más hallamos relacionados a los templarios con los cátaros, y a ambos con un tesoro muy valioso pero del que no se dice con claridad en qué consiste.


En la versión de Wolfram no hay ningún cáliz de propiedades sobrenaturales, sino que el Grial es una piedra, lapsit exillis, lo cual significa posiblemente la Piedra de la Muerte, aunque esto es pura especulación. Nadie lo sabe realmente. Otras explicaciones quieren que esa piedra sea la que se desprendió de la corona de Lucifer cuando éste fue precipitado de los cielos a la tierra o la famosa Piedra Filosofal (lapis elixir) de los alquimistas. Dado el contexto, esta última interpretación es la más probable: el texto en conjunto abunda en símbolos alquimistas.


Según algunos autores el personaje Cundrie, la «mensajera del Grial» en Parzival, representa a María Magdalena.51 (En 1882 ciertamente lo entendió así Wagner, el autor de la ópera Parsifal, cuando Kundry saca un frasco de «bálsamo» y unge los pies del protagonista para enjugarlos luego con sus cabellos, como hizo la Magdalena.) Tal vez podría intuirse alguna resonancia entre el cáliz del Grial y la jarra de alabastro que lleva la Magdalena en la iconografía tradicional cristiana.
No obstante, en todas las narraciones la búsqueda del Grial es una alegoría del camino espiritual del héroe hacia la transformación personal y aun la superación de ésta. Como hemos visto, no otro fue uno de los motivos principales de los alquimistas serios. Pero el carácter «herético» de todas las leyendas del Grial, ¿se explica sólo por la presencia de ese subtexto alquímico?


A la Iglesia desde luego podía ofenderla gravemente la deliberada omisión o negación de su autoridad salvífica y de la sucesión apostólica que implican los relatos griálicos. El héroe actúa por su cuenta, aunque con algunas ayudas ocasionales, en la busca espiritual de la iluminación y la transformación. De manera que las leyendas griálicas son, en rigor, textos gnósticos, por cuanto subrayan que cada uno es responsable de la situación de su alma.


Además hay en todos los relatos griálicos otra cosa implícita y mucho más capaz de ofender la susceptibilidad de la Iglesia. Inevitablemente la experiencia del Grial se describe como reservada a los iniciados superiores, a los más distinguidos de entre los elegidos, y ello en un sentido que excede incluso la trascendencia de la Eucaristía. Es más, en todos esos relatos el objeto en sí, cualquiera que sea, lo guardan mujeres. E incluso en la leyenda céltica de Peredur, aunque los donceles ciñen espada, son las doncellas quienes llevan lo que podríamos llamar el Grial prototípico, la bandeja con la cabeza cortada. Pero ¿cómo es que se asigna a las mujeres un papel tan destacado en lo que era, a todos los efectos, una forma superior de la Misa? (Recordemos que los cátaros, cuya fortaleza de Montségur fue casi indudablemente el original del Castillo griálico de Wolfram, tenían un sistema de igualdad sexual en el sentido de que admitían tanto «sacerdotes» conio «sacerdotisas».)


La relación con los templarios es la más corriente en los relatos del Grial. Tal como han señalado varios estudiosos,52 la acusación de que los caballeros rendían culto a una cabeza cortada —que sería tal vez lo que llamaban Baphomet— tiene sus ecos en los romances del Grial, por donde circulan cabezas cortadas en abundancia. como hemos visto. Los poderes que los templarios atribuían al tal Baphomet, según la inculpación, eran de tipo griálico: que era capaz de hacer florecer los árboles y devolver la fertilidad a las tierras.53 De hecho no sólo se les acusó de reverenciar esa cabeza sino que además tenían, se dijo, un relicario de plata en forma de cráneo femenino sin más rótulo que un simple caput (cabeza) 54


Al considerar las implicaciones de esa cabeza femenina y tras «descifrar» Baphomet como Sophia, Hugh Schonfield escribe:

Parece poco dudoso que la cabeza de una bella mujer representaba para los templarios a Sophia en su aspecto femenino y de Isis, y que la vinculaban a María Magdalena en la interpretación cristiana.55

Entre las reliquias de los templarios figuraba también, según se ha dicho, un dedo índice derecho atribuido a Juan el Bautista. También esto puede ser más significativo de lo que parece a primera vista. Como hemos dicho en el capítulo primero, las escenas religiosas que pintó Leonardo suelen presentar un personaje que levanta dicho dedo en actitud intencionada, casi ritual, ese gesto tiene que ver con Juan el Bautista, según todas las apariencias. Veíamos por ejemplo que en La Adoración de los Magos dicho personaje se halla en actitud reverente mirando un algarrobo al tiempo que hace el ademán. Ambos, árbol y gesto, están vinculados a ese Juan. Y si Leonardo creyó que la reliquia que decíamos estuvo en poder de los templarios, quizá fue esa la razón material de que adoptase tal imaginería en sus cuadros.


(En su Leyenda dorada, Jacobo de Voragine recogió una tradición según la cual el dedo de Juan el Bautista, única parte del cuerpo decapitado que se salvó de su destrucción a cargo del emperador Juliano, fue llevado a Francia por santa Tecla; de manera que podría existir algún motivo para creer que la reliquia de los templarios y la de la leyenda fueron la misma cosa. En una tradición también recogida por De Voragine, la cabeza del Bautista fue enterrada debajo del templo de Herodes en Jerusalén. Y los templarios excavaron allí.)56



Son numerosas las asociaciones de los templarios con el Grial. La británica Nina Epton, autora de libros de viajes, ha descrito en The Valley of Pyrene (1955) cómo subió a ver las ruinas del castillo templario de Montréal-de-Sos en Ariège para ver unos murales que representaban una lanza de la que se desprendían tres gotas de sangre, así como un cáliz: imágenes directamente tomadas de las leyendas griálicas.57

No menos sorprendentes fueron los graffiti encontrados en un castillo de Domme que sirvió de cárcel a numerosos templarios. Ean y Delke Begg describen una extraña escena de Crucifixión en la que aparece a la derecha José de Arimatea (llevando además una cruz de Lorena) que recoge unas gotas de la sangre de Jesús. A la izquierda se veía una mujer desnuda y embarazada portando una vara o bastón.58


Hay otras asociaciones, todavía más curiosas. En Saint-Martin-du-Vésubie, en Provenza, lugar renombrado por su Virgen negra y porque tuvo un establecimiento templario, hay una tradición que incorpora elementos interesantes de los relatos griálicos.59 Dice que todos sus templarios fueron ejecutados por decapitación —historia muy improbable atendida la total ausencia de verificación oficial—, pero ellos antes de morir maldijeron la tierra, los hombres se volvieron impotentes o estériles, y las tierras se convirtieron en eriales.



Cualquiera que sea la verdad del asunto, consta históricamente que el duque Manuel Filiberto de Savoya mandó exorcizar aquellas tierras en 1560 porque se hallaban en un estado desastroso. Y hay una montaña vecina que lleva todavía hoy el nombre de Maledia (aproximadamente traducible por «enfermedad»). Pero lo más significativo de esa lamentable historia es que vincula a los templarios decapitados con la esterilidad que afligió al país, siendo éstos dos elementos principales del canon griálico. Algo tenían las cabezas cortadas para los autores de esos relatos, o tal vez una sola cabeza cortada, que traía la desgracia a la tierra, aunque también podía favorecer a algunos y hacerlos ricos.


Desconciertan un poco, diríamos, tantas historias sobre el Santo Grial y sus diversos hilos colaterales, pero en su monumental estudio sobre las leyendas griálicas, The Hidden Church of the Holy Graal (1902), el gran entendido en ocultismo A.E. Waite supo distinguir la presencia de una tradición secreta dentro del cristianismo, que subyace en todo el concepto de dichas leyendas. Waite fue de los primeros que identificaron sus elementos alquímicos, herméticos y gnósticos.


Aunque estaba seguro de que las leyendas del Grial contenían fuertes indicios de la existencia de tal «Iglesia oculta», no aventuró ninguna conclusión definitiva acerca de su naturaleza, si bien concedió lugar destacado en ella a lo que él llamaba «la Tradición Juanista [o Johánnica]».60 Con esto nos remite a una idea sostenida desde hace mucho tiempo en los círculos esotéricos y que se refiere a una escuela mística del cristianismo fundada por Juan el Evangelista y basada en las enseñanzas secretas que éste recibió de Jesús. Ese conocimiento arcano nunca apareció en el cristianismo externo o exotérico transmitido por las enseñanzas de Pedro. Según Waite, y vale la pena reparar en ese detalle, dicha tradición llegó a Europa por la Galia meridional, es decir el sur de Francia, antes de filtrarse a la primitiva Iglesia céltica de las islas británicas.61


Pese a los elementos célticos que contienen los relatos del Grial, él opinaba que la influencia juanista había tenido su origen en el Oriente Próximo y que fueron los templarios quienes la transmitieron. Astutamente se abstuvo de postular que ésa fuese la única conexión posible. ya que ésta no tiene ninguna prueba concluyente que la corrobore, si bien admitió que era la más plausible. En cualquier caso estaba seguro de que los romances del Grial se basaban en algún tipo de «Iglesia oculta» y relacionada con los templarios.


La insistencia de Waite en esto de una tradición «johánnica» produce algo de frustración en el lector, porque no desarrolla el tema y sus fuentes quedan envueltas en el misterio. Pero es obvio que aporta una idea seductora, la de la relación entre los temas griálicos y un cierto san Juan... aunque todavía no se ha dicho cual de ellos, y su identidad, que veremos en otra nota, confiere sentido a buena parte de la aparente confusión que rodea el asunto.


Los relatos del Grial vienen a ser una manifestación más de las ideas clandestinas que circulaban por la Francia medieval bajo los auspicios de los templarios, como también la veneración de Vírgenes negras. Entre lo uno y, lo otro hay conexiones sorprendentes, por ejemplo la derivación de temas paganos anteriores: la mitología céltica en el caso de las leyendas del Grial, los santuarios de antiguas diosas paganas en el culto de las Madonas negras. Y ambos florecieron en los siglos XII y XIII como resultado del contacto con los Santos Lugares a través de los templarios.


Éstos fueron un conservatorio de conocimientos sacados de muchas fuentes esotéricas, entre ellas las alquímicas y la sexualidad sacra. (La relación entre Vírgenes negras, templarios y alquimia fue estudiada por el historiador francés Jacques Huynen en su libro L’énigme des Vierges Noires, 1971) Y el «puente» entre esas ideas exóticas y esotéricas y el mundo cristiano de su época lo encarnó la imagen de una mujer: María Magdalena.


De todo eso han pasado muchos siglos. Los cátaros desaparecieron y los templarios no tardaron mucho en seguirlos. ¿Habrá quedado enterrado también bajo las cenizas de los siglos aquel conocimiento secreto, aquella conciencia mística y alquímica de lo Femenino?


Tal vez no. Tal vez se ha convertido en el secreto más emocionante y peligroso, todavía vivo en los subterráneos de la Europa de hoy

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