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‘Dijo Elokim: Haya luz y hubo luz.’ Génesis 1:3

Que la gran luz del entendimiento ilumine nuestros cerebros y purifique nuestros corazones , a fin de que en un ambiente de intelectualidad y de perfecta fraternidad , nos entreguemos a buscar los senderos de nuestra propia superación. Eusebio Baños Gómez

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LA LUZ PRESTADA - El Espía de DIOS

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viernes, 26 de noviembre de 2010

Carta de Poncio Pilato a César.


La historia de los tres años del ministerio de Cristo, su juicio, muerte, sepultura y resurrección, por Poncio Pilato, copiado Abril 7 de 1893, del pergamino original en Griego, localizado actualmente en la Biblioteca Vaticana en Roma.
Por el Rev. W. D. Mahan.
 
"Y el que lo vio, da testimonio, y su testimonio es verdadero: y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis". Jn. 19:35.
La colección más interesante de este récord fue publicada muchos años ha en forma de libro bajo el título "The Archo Volume", pero lamentamos tener que decir que este libro ya no lo imprimen, no obstante, mediante Dios, confiamos algún día poder sacar los capítulos más interesantes en forma de folleto.

La forma en que este récord fue presentado por primera vez al mundo es expresado en las propias palabras del autor, Rev. W. D. Mahan, como sigue:
"Por el año 1856, mientras vivía en De Witt, Missouri, un caballero nombrado H. C. Whydaman fue interrumpido en su viaje debido a la grande nevada, y paró en mi casa por varios días. El era nativo de Alemania y uno de los hombres más ilustres que yo he encontrado. Le encontré bastante comunicativo. 

Durante su estancia conmigo me dijo que había pasado cinco años en la ciudad de Roma, y la mayor parte del tiempo en el Vaticano donde había visto una Biblioteca conteniendo quinientos sesenta mil volúmenes. Me dijo que había visto y leído los récords de Tiberio César. En lo que fue llamado "Acti Pilati" _que quiere decir "Las actas de Pilato"_, él había visto una explicación del arresto, juicio y crucifixión de Jesús de Nazareth. 

Me dijo que él creía que si se podía obtener un transcripto, sería muy interesante, aunque dijo que no agregaba mucho a las enseñanzas aceptadas comúnmente por el cristianismo. Así que, después de unos meses me puse a buscar al señor Whydaman.

Yo recibí el siguiente documento y tengo que confesar que, a pesar de que no es inspirado, sin embargo las palabras ardían en mi corazón como las palabras de Cristo en el corazón de sus discípulos; y yo estoy convencido, así como del espíritu que nos alienta, que tiene que ser verdad. Estoy enterado que a pesar de que los judíos estaban sujetos a los romanos, sin embargo, retenían todavía su autoridad eclesiástica, y los romanos ejecutaban los decretos de ellos sobre sus súbditos.
Sabiendo que una historia tal no se podía hallar en todo el mundo, y estando profundamente interesado yo mismo, así como cientos de personas a quienes lo leí, he concluido darlo al público. Al recibir noticias de este informe de Pilato comencé a investigar el asunto, y después de muchos años de pruebas y gastos considerables, encontré que habían muchos record semejantes todavía preservados en el Vaticano en Roma y en Constantinopla. Por tanto, procuré la asistencia necesaria, y el 21 de Septiembre de 1883 embarqué para aquellas tierras lejanas para hacer la investigación personalmente.

Creyendo que ningún evento de tanta importancia para el mundo como lo es la muerte de Jesús de Nazareth podía haber ocurrido sin algún récord hecho por sus enemigos en juzgados, legislaciones e historias, yo comencé la investigación del asunto."
Como ya se ha dicho, sus esfuerzos incansables fueron coronados con los más gratos resultados. He aquí el transcripto:

A Tiberio César, Emperador de Roma, Noble Soberano, Salud:
Los eventos de estos últimos días en mi provincia han sido de un carácter tal que yo daré los detalles completos según ocurrieron, porque no estaré sorprendido que andando el tiempo no cambian el destino de nuestra nación, pues parece que desde hace poco todos los dioses han cesado de ser propicios. Estoy casi listo a decir que maldito sea el día en que yo fui sucesor de Valor Flacius en el gobierno de Judea, porque desde entonces mi vida ha sido una continua aflicción e incomodidad. En mi llegada a Jerusalén tomé posesión del pretorio y mandé preparar una fiesta especial a la cual convidé al Tetrarca de Galilea con el Sumo Sacerdote y sus oficiales. A la hora marcada no llegaron los convidados; esto consideré un insulto a mi dignidad y a todo el gobierno que yo representaba. Unos días después el Sumo Sacerdote se dignó visitarme. 

Su apariencia era seria y engañosa. El pretendió que su religión le impedía a él y sus asistentes de sentarse a la mesa de los romanos para comer y ofrecer libación con ellos, pero esto parecía ser más bien una excusa ya que su rostro revelaba su hipocresía; mas, consideré que sería discreción aceptar su excusa; no obstante, desde ese momento yo estaba convencido que los conquistados se habían declarado los enemigos de sus conquistadores ya que yo debía amonestar a los Romanos que tuviesen cuidado del Sumo Sacerdote del país. Ellos serían capaces de traicionar a su propia madre con tal de adquirir un oficio a procurar una vida lujosa. Me parecía que de todas las ciudades conquistadas Jerusalén era la más difícil de gobernar.
Tan turbulento era el pueblo que yo vivía con el terror de una insurrección momentánea, ya que no tenía soldados suficientes para evitarlo. Yo sólo tenía un centurión sobre cien hombres a mi mando. Le pedí refuerzo al perfecto de la Siria, el cual me informó que apenas él tenía suficientes tropas para defender su propia provincia.

Yo temo que la sed insaciable de conquistar para extender nuestro imperio más allá de nuestra capacidad para defenderlo, será la causa de la derrota final de todo nuestro gobierno. Yo vivía en oscuridad del público porque no sabía qué harían esos sacerdotes para influenciar a la gentuza; no obstante, traté de estar al tanto de los deseos de la gente. Entre los distintos rumores que llegaron a mis oídos había uno que llamó mi atención en particular. Un joven, se dijo, apareció en Galilea predicando con una noble unción una nueva ley en el nombre de Dios que le había enviado. Al principio yo estaba sospechoso creyendo que su idea era levantar al pueblo contra los romanos, pero muy pronto fue quitado mi temor. Jesús de Nazareth hablaba más bien como amigo de los romanos que de los judíos.
Pasando un día por el lugar de Siloé donde había una grande concurrencia, observé en el medio del grupo a un joven que, apoyado contra un árbol, se dirigía con calma a la multitud. Me dijeron que era Jesús. Esto podía haberlo adivinado fácilmente, ¡era tanta la diferencia entre él y los que le escuchaban! Su cabello y barba de color dorado le daba a su apariencia un aspecto celestial. Parecía tener unos treinta años de edad. 

Nunca he visto un semblante más dulce y sereno. ¡Qué contraste entre él y sus oyentes de patilla negra y color quemado! No queriendo interrumpirle con mi presencia continué mi paseo, pero hice seña a mi secretario que se juntara al grupo y escuchase. El nombre de mi secretario es Manlius, nieto del jefe de la conspiración que acampó en Etruria, esperando por Cataline. Manlius era un antiguo residente de Judea y era digno de mi confianza.

Entrando en el pretorio encontré a Manlius el cual me relató las palabras de Jesús en Siloé. Nunca había yo leído en las obras de los filósofos algo que se podía comparar a las máximas de Jesús. Uno de los judíos rebeldes que eran tan numerosos en Jerusalén, le preguntó si era lícito pagar tributo a César. Jesús le replicó: "Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de El". Era por la sabiduría de sus dichos que yo concedí tanta libertad al Nazareno. En primer lugar, estaba en mi poder arrestarle y deportarle a Pontus, pero esto sería contrario a la justicia que caracteriza al gobierno romano en todos sus tratos con los hombres. Este hombre no era ni rebelde ni de una sedición. Yo le di mi protección son que él lo supiera. El tenía libertad para hablar, accionar, reunir y dirigirse al pueblo. Para escoger discípulos sin impedimento de algún mandato del pretorio. Si sucediera que la religión de nuestros antepasados fuese usurpada por la religión de Jesús, Roma deberá la primera reverencia. Mientras que yo, un miserable, habré sido el instrumento de lo que los judíos llaman providencia, y nosotros destino.

Esta libertad ilimitada dada a Jesús provocaba a los judíos, no a los pobres sino a los ricos y poderosos. Es verdad que Jesús era severo con los últimos, y esta era una razón política, según mi opinión, por refrenar la libertad del Nazareno. "Escribas y fariseos _les decía_, generación de víboras. Sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera se muestran muy hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos".

Otras veces escarnecía la limosna de los ricos y soberbios, diciéndoles que las blancas de los pobres eran más preciosas delante de los ojos de Dios. Nuevas quejas llegaban a diario al pretorio contra las insolencias de Jesús. Siempre me informaban que algún desafortunio le esperaba. No sería la primera vez que Jerusalén había apedreado a aquellos que se llamaban a sí mismos profetas, y si el pretorio rehusaba hacer justicia, apelarían al César.

No obstante, mi conducta fue aprobada por el senado y recibí promesa de refuerzos después de la guerra de Parthian. Siendo muy débil para suprimir una sedición, adopté un medio que prometía establecer la tranquilidad de la ciudad. Sin someter al pretorio a concesiones humillantes, yo escribí a Jesús solicitando una entrevista con él en el pretorio. El vino. Usted sabe que por mis venas corre sangre mixta de españoles y romanos tan incapaz de temor como lo es la emoción pueril.

Yo caminaba hacia mi Basílica cuando el Nazareno apareció, y mis pies parecían estar clavados con bandas de hierro al pavimento de mármol, y mi cuerpo se estremecía como un reo culpable, a pesar de que él estaba en perfecta calma. El Nazareno tenía la calma de la inocencia. Cuando llegó donde yo estaba, se paró e hizo señal que parecía decir: "Aquí estoy", aunque no habló una palabra. Por algún tiempo contemplé con admiración este tipo de hombre extraordinario. Un tipo de hombre desconocido a los numerosos pintores quienes han dado forma y figura a todos los dioses y héroes. No había nada de oposición en su carácter, sin embargo, me atemoricé y temblé al aproximarle.
 
"Jesús, _le dije al fin, y mi lengua fallaba_Jesús de Nazareth, yo te he concedido por los últimos tres años libertad amplia para hablar y ni aún ahora me arrepiento de haberlo hecho. Tus palabras son de un sabio. Yo no sé si has oído a Sócrates o Plato, pero esto sé que en tus discursos hay una simplicidad magnética que te eleva mucho más allá de esos filósofos. El Emperador está informado de ello, y yo, su humilde representante en esta provincia me alegro de haberte permitido esta libertad que dignamente mereces. No obstante no debo ocultarte que tus discursos han hecho levantar contra ti enemigos fuertes y malignos. No es sorprendente esto, Sócrates tenía sus enemigos y cayó víctima de ellos. Los tuyos están doblemente encendidos contra ti, porque tus discursos han sido tan severos en contra de su conducta. Ellos también están encendido contra mí por la libertad que te he concedido.

"Mi petición, pues, no digo mi mandato, es que seas más circunspecto y moderado en tus discursos por no despertar la soberbia de tus enemigos y que ellos hagan levantar contra ti la estúpida gentuza y me obliguen a emplear los instrumentos de la ley."
El Nazareno, con calma, replicó: "Príncipe de la tierra, tus palabras proceden de la verdadera sabiduría. Dile al torrente que se detenga en medio de la montaña porque de otra manera desarraigará los árboles del valle; y el torrente te dirá que él obedece a las leyes de la naturaleza y al Creador. Sólo Dios sabe para donde fluyen las aguas del torrente. De cierto te digo: antes que florezca la rosa de Sarón será derramada la sangre del justo."

"Tu sangre no será derramada" dije yo con profunda emoción. "Por tu sabiduría tú eres de más estima para mí que todos los turbulentos y soberbios fariseos quienes abusan de la libertad que les es dada por los romanos. Ellos conspiran contra César y convierten su libertad en temor, dando a entender a los incultos que César es un tirano y que busca la ruina de ellos. Miserables e insolentes; no saben que el lobo del Tíber a veces se viste de piel de oveja para cumplir sus fines. Yo te protegeré contra ellos. Mi pretorio será tu asilo sagrado de día y de noche".

Jesús movió la cabeza y con sonrisa triste y divina dijo: "Cuando llegue el día no habrá asilos para el Hijo del hombre." Y apuntando al cielo agregó: "Lo que está escrito en el libro de los profetas tiene que ser cumplido."
"Joven", dije nuevamente, "me obligas a convertir mi petición en una orden. La seguridad de mi provincia que ha sido confiada a mi cargo así lo requiere. Tú debes observar mis órdenes; conoces las consecuencias. Que tengas felicidad. ¡Adiós!"

"Príncipe de la tierra", replicó Jesús, "las persecuciones no proceden de ti, yo las espero de otros y las enfrentaré en obediencia a mi Padre, quien me ha enseñado el camino. Refrena, pues, tu prudencia mundanal, no está en tu poder arrestar a la víctima al pie del tabernáculo de expiación." Diciendo esto desapareció como una sombra resplandeciente detrás de las cortinas de la Basílica. Tuve un gran alivio porque me sentía como si tuviera un peso muy grande encima del cual no podía deshacerme en su presencia. Entonces los enemigos de Jesús se dirigieron a Herodes el cual reinaba entonces en Galilea para obrar su venganza en el Nazareno. Si Herodes hubiera consultado a sus propias inclinaciones, él hubiera ordenado inmediatamente la muerte de Jesús; empero, aunque era muy orgulloso de su dignidad real, él temía cometer un acto que pudiera disminuir su influencia con el Senado, o como yo tenía miedo del mismo Jesús. Pero no podía ser que un oficial romano fuese atemorizado por un judío.

Previamente, Herodes me había visitado en el pretorio y levantándose para despedirse después de una conversación insignificante, me preguntó cuál era mi opinión sobre el Nazareno. Yo le dije que Jesús me parecía ser uno de esos grandes filósofos que a veces producen las grandes naciones; que su doctrina en ninguna manera era sacrílega, y que la intención de Roma era dejarle la libertad de hablar, justificada por sus acciones. Herodes se sonrió maliciosamente, y saludándome con un respeto irónico partió.

Se aproximaba la gran fiesta de las judíos, y la intención de ellos era aprovechar el alboroto de la plebe porque ésta siempre se manifestaba en las solemnidades de la pascua. La ciudad rebozaba de una plebe tumultuosa que clamaba por la muerte del Nazareno. Mis amigos me informaron que el tesoro había sido usado para sobornar al pueblo. El peligro estaba aproximándose. Un centurión romano fue insultado. Yo escribí al prefecto de la Siria por cien soldados de infantería y otros tantos de caballería, pero él declinó mi petición. Yo me vi sólo con un puñado de veteranos en medio de una ciudad rebelde, y muy débil para refrenar un desorden; así que no me quedaba otra alternativa que soportarlo. Echaron mano a Jesús, y la sedición que nada temía del Pretorio, creyendo lo que su líder les había dicho: "que yo guiñaba el ojo a esta sedición", continuaron vociferando: "¡Crucifícale, crucifícale!"

Tres poderos partidos se juntaron en combinación contra Jesús: Primeramente los herodianos y saduceos, cuya conducta sediciosa parecía haber procedido de un doble motivo: Ellos aborrecían al Nazareno y temían el yugo romano. Ellos nunca me podían perdonar por haber entrado en la Santa Ciudad con banderas que llevaban la imagen del Emperador romano. Y, a pesar de que en ese instante yo había cometido un error fatal, sin embargo el sacrilegio no les pareció menos en sus ojos. Había otra ofensa también arraigada en sus pechos: Yo les había propuesto a ellos emplear parte del dinero del tesoro para erigir edificios de utilidad pública. Mi proposición fue escarnecida.

Los fariseos eran enemigos declarados de Jesús. A ellos no el importaba el gobierno. Ellos soportaban con amargura las reprensiones severas que durante tres años el Nazareno les había lanzado donde quiera que iba. Siendo muy débiles y cobardes para accionar por sí solos; ellos habían aprovechado el pleito entre los herodianos y los saduceos.

Además de estos tres partidos yo tenía que contender con la desordenada gentuza que siempre está lista a unirse a la sedición y aprovecharse de la confusión y la alteración del orden. Jesús fue arrastrado delante de Caifás el Sumo Sacerdote, el cual hizo un acto de aparente sumisión. Envió el preso a mí para que yo pronunciara su sentencia y procurara ejecución. Yo le contesté que como Jesús era Galileo, el asunto entraba bajo la jurisdicción de Herodes, y ordené que le mandaran para allá. El astuto tetrarca, con un pretexto de humildad, delegó su derecho al teniente que fue de parte de César, y la suerte del hombre cayó en mis manos. Muy pronto el palacio había adquirido el aspecto de una ciudadela asediada. Cada momento se aumentaba el número de la sublevación. Jerusalén estaba inundada con grandes grupos de gentes de las montañas de Nazareth. Toda Judea parecía estar congregada en la ciudad santa.

Mi esposa, que era de los Gauls quienes pretendían ver el futuro; llorando se echó a mis pies diciendo: "¡Cuidado, cuidado! No tengas que ver con aquel justo, porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él. Anoche le vi en una visión: caminaba sobre las aguas; volaba sobre las alas del viento; él hablaba a la tempestad y los peces de la laguna y todos le obedecían. He aquí el torrente de Hebrón fluía con sangre. Las columnas del templo se rompieron y encima del sol hay un velo de luto. ¡Ay, Pilato!, el mal te espera si no atiendes a las palabras de tu mujer. Huye de la ira del Senado romano. Huye del enojo de César."
A esa hora ya la escalera de mármol crujía bajo el peso de la multitud. El Nazareno fue devuelto de nuevo a mí. Yo procedí a la Sala de Justicia seguido de una guardia, y en tono severo pregunté al pueblo cuál era su demanda. "La muerte del Nazareno, rey de los judíos." "La justicia romana, dije yo, no castiga a tales ofensas con la pena de muerte." Pero la implacable gentuza sólo daba gritos: ¡Crucifícale, crucifícale!" La vociferación enfurecida hacía menear los cimientos del palacio. Sólo había uno que parecía estar en perfecta calma en medio de la vasta multitud: era el Nazareno.

Después de muchos esfuerzos inútiles por protegerle de la furia de sus perseguidores, adopté el medio que me pareció el único por el cual poder salvar su vida. Yo propuse que como era costumbre

Tomado de la revista :El Mensajero de los Postreros Días_(edición antigua) Organo Oficial de la Iglesia  IEISCC, con permiso de su editor: Apostol Director de la Iglesia Evangélica Internacional Soldados de la Cruz de Cristo

miércoles, 10 de noviembre de 2010

La supervivencia de la Orden del Temple.


Desde que en el año 1119 un pequeño grupo de caballeros diese origen a los “Pauperes commilitones Christi Templique Salomonis” (Pobres caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, conocidos también como Orden de los Caballeros del Temple), con el objetivo de proteger a los peregrinos que visitaban Palestina tras la primera Cruzada; hasta el 11 de marzo de 1314 en que fue ejecutado Jacques de Molay, Gran Maestre de los Templarios, transcurrieron dos siglos de la historia de una de las organizaciones más enigmáticas que nunca han existido.

La leyenda de la Orden del Temple comenzó a forjarse a partir del suplicio del último gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay y Geoffrey de Charney, preceptor de Normandía, ardiendo “a fuego lento” en una hoguera de la isla de los Judíos de París, frente a la gran catedral de Nôtre-Dame, un fatídico lunes, 18 de marzo de 1314.

Si uno se molesta en seguirle la pista a los Templarios a lo largo de la Historia de la Literatura, descubrirá que el interés por la Orden Templaria no es un asunto exclusivo de nuestra época, donde cada año se editan centenares de títulos sobre el mismo tema, sino que la fascinación por los “Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón” ha sido una tónica general a lo largo de los siglos por todo tipo de intelectuales y literatos. 

Así, por ejemplo, y ya que este artículo va destinado a lectores de su cultura, en España: Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro escribe el ensayo "Sobre la causa de los Templarios", incluido en sus "Cartas Eruditas I " en 1742. Aunque ya otro español Pérez de Montalbán, discípulo de Lope de Vega, había compuesto una comedia de titulada "Los templarios", en 1638. Voltaire les dedicará el capítulo 66 de su Historia Universal, "Du supplice des templiers et de l´extincion de cet ordre", en 1753. Y Johan von Kalchberg publica el drama histórico Die Tempelherren en 1778, considerando al Temple como una encarnación histórica de la "masonería eterna", existente desde tiempo inmemorial.

Seis años más tarde, en 1813, se publicará la aportación científica más importante al tema templario en el siglo XIX: "Monument hist., relatifs à la condamnation des chevaliers du Temple, et l´abolition de leur Ordre", obra de Raynourd, y en la que guarda un elocuente silencio por lo que respecta a la relación entre la Orden del Temple y los masones.

Dentro del Romanticismo español, Bécquer y Espronceda también incluyeron a los templarios en alguna de sus obras. Pero será Enrique Gil y Carrasco quien publique, en 1844, la más lograda novela histórica de esa época literaria, "El señor de Benbibre", inspirada en la desaparición de la Orden de los Caballeros Templarios en España.

Podríamos seguir citando obras y obras que ejemplifique la fascinación que la cruel historia de estos caballeros ha supuesto en todas las épocas, desde el “Parzibal” de Wolfram von Eschenbach hasta este momento. Pero queremos llamar la atención sobre un escritor y una obra que resume de forma inusitadamente absoluta todo cuanto tiene importancia en la tradición del tema templario.

Nos referimos a Zacharías Werner, considerado por muchos el heredero de Schiller y que publicará en 1803 la obra teatral "Die Sohne des Tals" ("Los Hijos del Valle"), un poema dramático de nada menos que 750 páginas, un autor, por cierto, de verdadero “culto” entre los adeptos a las organizaciones esotéricas que florecieron en la Alemania del siglo XIX y principios del XX y que acabaron dando un sentido místico religioso a la ideología nazi, siendo el caldo de cultivo de la misma. Se trata de una pieza dramática verdaderamente enciclopédica, que hace desfilar ante los ojos del lector la multiplicidad de hechos que tienen relación con la leyenda templaria.

No sólo se recapitula la historia de la fundación y de los doscientos años de existencia de la Orden, o se presentan de manera plástica todos los usos rituales de los templarios acreditados históricamente, en escenas que por ejemplo exponen una asamblea del Capítulo de la Orden, los ritos de iniciación de un neófito o la expulsión de un caballero insubordinado, sino que también se hallan todos aquellos elementos legendarios surgidos de las acusaciones levantadas durante el proceso inquisitorial, de la nueva interpretación masónica y de su empeño por resucitar la Orden y de su inversión polémica durante los años de la Revolución.

Vemos la misteriosa imagen del ídolo venerado por los iniciados, vemos al neófito que ha de pisotear la Cruz y renegar de Cristo; escuchamos la profecía de la pronta muerte del Papa y de Felipe el Hermoso, así como aquella otra que interpreta la prisión de Luis XVI en el "Temple" y su ejecución en el patíbulo como desquite por la aniquilación de la Orden. Como colofón, se nos ofrece cómo tras del martirio de Jacques de Molay algunos miembros de la Orden escapados a la persecución prestan un solemne juramento para mantener en vida secretamente la Orden, y emprenden la huida hacia Escocia para ponerlo en práctica inmediatamente.

Pero el mito que Zacharias Werner –quien desde su juventud había tomado parte activa apasionada en las corrientes masónicas de su época– sitúa en el centro mismo de su poema dramático, es el mito de los Superiores Desconocidos de la Orden, que en cierto modo es una encarnación pseudo-histórica de la idea de la "francmasonería eterna".

Por ello se titula la obra de Werner “Los Hijos del Valle”, porque éste es el nombre de aquella misteriosa cofradía que habita en una gruta subterránea y gobierna los destinos de la humanidad según un plan soteriológico místico que abarca toda la historia universal. Ellos son los verdaderos autores del hundimiento de los caballeros templarios.

El rey Felipe el Hermoso fue simplemente el ejecutor inconsciente de su voluntad. No
es que aniquilasen a los templarios porque éstos fuesen una secta perversa; los templarios, muy al contrario, participan también en cierto modo y medida de la verdad última. Su error consiste en que no mantuvieron esta verdad lo suficientemente oculta en una época en la que la humanidad no estaba madura todavía para recibirla y comprenderla, y en que, por tanto, causaron un gran daño con su anuncio prematuro. Como podemos ver aquí está prefigurado lo que, en el XIX y XX sería conocido como el reino de Agharta, que tanto obsesionó a los discípulos de la teósofa Madame Blavatsky y a muchos miembros del gobierno nazi de Hitler.

Cuando la Orden del Temple fue disuelta por la bula pontificia, sus bienes fueron mayoritariamente entregados a la Orden de San Juan de Jerusalén o Caballeros Hospitalarios (hoy llamada Orden de Malta) y a las órdenes militares de la Península Ibérica, como es el caso de la Orden de Montesa en España y la de Cristo en Portugal, que fueron creadas expresamente para recibir a los caballeros templarios que participaban en la Reconquista. Pese a ello, no es fácil descubrir en estas órdenes ninguna de las posturas desviacionistas de la ortodoxia católica, de las que fueron acusados los Templarios, ni tampoco comprobar que mantengan ritos sospechosos de ser susceptibles de herejía. Es posible que estas órdenes no hubieran recibido los posibles secretos del Temple.

¿Son algunos masones los herederos del Temple?:
Otra de las hipótesis que nos llevan a considerar la pervivencia de los Templarios hasta nuestros días (sino siempre como Orden, al menos en lo que atañe a un supuesto legado esotérico) establece una directa relación entre la Francmasonería y los Templarios. Presuntamente las obediencias principales de los masones remontan sus orígenes hasta las antiguas órdenes de caballería medievales y, sobre todo, a la Orden del Temple. ¿Pero se basa dicha argumentación en una base real o se trata de una pretensión sin fundamento? Mucho es lo que se ha venido especulando, desde dentro y fuera de la Masonería, en torno a la vinculación histórica y tradicional que existiría entre los caballeros templarios medievales y los masones.

El asunto desde luego no es trivial, ni algo que promuevan únicamente grupos de charlatanes, sino que se trata de un debate que, aún hoy en día, sigue generando las más vivas controversias. Se ha pretendido buscar a la masonería un origen mucho más remoto del que seguramente tiene, quizá por ese afán de remontar todo lo esotérico a Egipto, Mesopotamia, Grecia, o al Oriente en general.

En España, durante finales del siglo XVIII y toda la primera mitad del siglo XIX, las investigaciones expuestas por el obispo de Vich, el jesuita Agustín Barruel S.J., en los dos volúmenes de sus “Memorias para servir a la historia del jacobinismo” (Luis Barja, Vich, 1870), levantaron una gran polvareda. Entre otras, estaba su convicción de que había una dependencia templaria en los masones.

El hecho de que Barruel fuese duramente fustigado por los liberales (tan unidos y apoyados por la Masonería), así como su asesinato en extrañas circunstancias, hace crecer más el enigma. No olvidemos tampoco que, como los templarios, los jesuitas
sufrieron persecuciones en todos los países en más de una época.

Una de las pruebas más tajantes para demostrar de forma concluyente la estrecha relación existente entre los templarios y la masonería medieval la ofrece Paul Naudon, estudioso de la Masonería en su obra “Les origenes religieuses et corporatives de la Franc-Maçonnerie” (París, 1979), cuando se refiere al caso de Metz, donde los templarios instalaron una encomienda a partir de 1133: Según parece, esta encomienda creció rápidamente y ya se hallaba profundamente arraigada cuando el mismo san Bernardo vino a la diócesis a predicar la Segunda Cruzada en 1147. Pero lo más interesante es una lápida funeraria, descubierta en 1861 frente a la capilla, que recuerda la memoria de cierto “Freires Chapelens ki fut Maistres des Mazons dou Temple de Lorene” (Freire Capellán –o sea Caballero Templario– que fue Maestre de los masones del Temple de Lorena) durante veintitrés años y que murió en “la vigille de la handelour Ian M.CC.IIII.XX.VII” (la vigilia de la Candelaria el año 1287)”

Existe una teoría muy fundada que podría explicar la posible forma de sucesión entre el Temple y la masonería. Al parecer, durante los hechos acaecidos en Francia, con el proceso y posterior ejecución del gran maestre Jacques de Molay, siete templarios se refugiaron en una isla de Escocia para contactar con el comendador escocés George de Harris. A la cabeza de ellos se encontraba el caballero Pierre D´Aumont, del que se decía fue Preceptor de Auvernia y sucesor directo de Jacques de Molay.

D´Aumont, que más tarde fue nombrado Maestre de los templarios de Escocia durante el Capítulo extraordinario celebrado el día de San Juan de 1313, habría disimulado los rituales templarios tras los símbolos de la masonería.

En cualquier caso, parece ser que en 1361 la sede de la Orden habría sido establecida en Aberdeen, para luego expandirse nuevamente por toda Europa bajo el velo de la Masonería. 

La tradición templaria habría entonces sobrevivido en las primeras logias masónicas escocesas, incorporando a las mismas los ritos y la simbología del Temple. Y será en Escocia donde la evidencia nos muestre que los símbolos templarios grabados en piedra conviven estrechamente con los masónicos. Es de notar la extraordinaria capilla de Rosslyn:

Capilla de Rosslyn
La Capilla conocida como de Rosslyn, por su ubicación en la población de este nombre, o de los Sinclair por el apelativo de su promotor, comenzó a construirse en 1446 bajo el mecenazgo de William Sinclair. Su nombre real es el de Colegiata de San Mateo, y su estilo arquitectónico puede encuadrarse en el gótico tardío. La roca matriz con que se tallaron los sillares, mampuestos y todas las formas ornamentales, es una arenisca extraída de canteras de los aledaños. En ella se han encontrado inquietantes evidencias de una iconografía de claro simbolismo templario, algunos investigadores la citan como el lugar donde posiblemente pudiera estar escondido el “tesoro del Temple”… Los Sinclair descendientes del citado William guardan todavía tradiciones de la relación de su antepasado con el Temple. Yo personalmente tengo el honor de tratar con regularidad a Harvey James Sinclair, anticuario de armas blancas de profesión y afición, residente en Sutton Coldfield, que más de una vez ha tenido la amabilidad de llamar mi atención
sobre las marcas (que podrían fácilmente pasar inadvertidas) de signos en piezas antiguas de uso personal (vajillas, libros, espadas, etc.) que parecen demostrar la pertenencia a la masonería escocesa continuadora del Temple de su propietario.
           
Las columnas de Rosslyn:
COLUMNA DEL APRENDIZ (BOAZ) y COLUMNA DEL MAESTRO (JAQUIN)
Representan las dos columnas que Hiram construyó en el atrio del templo de Salomón.
La Columna del Aprendiz es la de la izquierda (Boaz, Él Guarda la Fuerza), la Columna del Maestro es la de la derecha (Jaquin, Él Mantiene Firme).

La primera representa el Árbol de la Vida, alrededor de su base hay ocho dragones o serpientes aladas, de sus bocas salen parras. Y es que la vid es símbolo de vida.                   

A este respecto debemos fijarnos en que quizá la irresistible ascensión de los Estados Unidos desde sus primeros pasos como nación hasta nuestros días, no ha sido algo ajeno a las corrientes masónicas que impulsan ideas y promocionan políticos, su labor escondida tras la política norteamericana es notable para cualquier investigador que se fije en ello. Durante su corta historia en los Estados Unidos han proliferado no solamente los grupos o logias masónicos en general, sino también los llamados a sí mismos “templarios”. A sus fraternidades han pertenecido, y pertenecen, la mayor parte de los presidentes. El actual, Bush no es una excepción, ya al menos desde su abuelo la tradición familiar de los Bush les vincula a una logia.

Ciertamente, la región donde se sitúa Rosslyn es uno de los lugares más idóneos para una posible supervivencia templaria. En Escocia, que a principios del siglo XIV se hallaba en guerra con Inglaterra, las bulas pontificias de supresión de la Orden nunca fueron promulgadas, por lo que la orden templaria de ese país nunca quedó oficialmente disuelta.

Parecen existir pruebas de que el Temple escocés se mantuvo como un cuerpo coherente durante cuatro siglos más. Incluso se dice que un nutrido contingente de templarios luchó a las órdenes de Robert Bruce en la batalla de Bannockburn, en 1314.

Precisamente es al rey Robert Bruce a quien citan los francmasones como fundador de las primeras logias escocesas. Por lo que es muy posible que las tradiciones templarias se perpetuaran en esta región.

No parece casualidad que la fundación de la masonería especulativa en Inglaterra se deba a la dinastía escocesa de los Estuardo. Actualmente, es la Gran Logia de Inglaterra la que sustenta los más importantes grados masónicos, que hallan asimismo presentes en las demás obediencias.

Estos grados, que son las divisiones en que se jerarquiza la masonería, se clasifican a su vez en varias clases. Es en estos ritos donde encontramos un templarismo vigente en los grados masónicos, ya que entre el grado 15 y el 30 se muestran innumerables rasgos relacionados con los Caballeros Templarios y el Templo de Salomón. Así por ejemplo tenemos que los grados dieciséis y diecisiete se denominan respectivamente "Caballero de Jerusalén" y  "Caballero de Oriente y Occidente"; el 27 es el grado del "Gran Comendador del Templo", que resalta la potestad suprema del Maestre sobre la orden templaria; y el grado 30, titulado "Caballero Kadosch" se refiere a la venganza del Temple hacia la corona francesa y el papado, responsables de la desaparición de la Orden.

Podemos decir que, en lo que al aspecto “visible” se refiere, actualmente el llamado Rito Escocés Rectificado representaría el último eslabón de una cadena de transmisión entre los templarios medievales y la masonería. Sin embargo, ¿existirán en nuestros días otros eslabones no tan “visibles”?

Interrogantes y teorías sobre el Priorato u Orden de Sión:

El “Priorato de Sión” realmente existe. Es una asociación francesa registrada desde 1956, originada por tanto tras la II Guerra Mundial. La lista de grandes maestros que han estado en sus filas y que la misma se ha encargado de publicar no es comprobable. Del resto no vale la pena ocuparse ya que tiene todos los tintes y aspectos de ser un fraude.

Pero hay otro históricamente cauto, mejor diríamos secreto, que siempre ha causado interés, por varias razones, la principal su relación con la Orden del Temple, de la que se ha afirmado que era su rama esotérica y secreta.
Según lo poco que se puede deducir sobre la misma, la Orden o Priorato de Sión fue juanista, esto es, seguidora de las doctrinas de Juan Evangelista, al que modernas investigaciones anteponen (no solo cronológicamente, sino también doctrinalmente) a las de Jesús. Si tuvo realmente una vinculación con la Orden del Temple, en Gisors se produjo la ruptura entre ambas.

Fue el enigmático suceso conocido como “la tala del olmo”, en el que según parece se utilizó el corte o tala de un árbol de tal especie para simbolizar y dejar constancia de esa ruptura.

Hay dos corrientes de opinión entre los investigadores, la primera dice que el Priorato de Sión se fundó aproximadamente al mismo tiempo que la Orden del Temple, limitándose a ser su parte oculta donde se guardaban y transmitían las enseñanzas secretas. La otra enlaza con esa tradición juanista, antes expuesta, según la cual la verdadera religión de Juan y Jesús sería egipcia siendo Juan el maestro, y siendo por
tanto el Priorato algo así como una secta juanista que conservó las enseñanzas “puras” sin ser alteradas por el posterior cristianismo.

Conservando esos secretos (incluido el de la verdadera personalidad de Jesús), más antiguos conocimientos, habría influido (a la sombra del cristianismo) en sucesos transcendentales. Bernardo de Claraval, el fundador del Temple, habría sido uno de los iluminados por dichos conocimientos al ser miembro secreto de esa Orden, y en ese contexto se inscribiría la creación de la Orden Templaria, como un instrumento “terrenal y visible” del Priorato para influir en la Historia.

Quizá ambas corrientes no sean irreconciliables y haya un término medio, como podría ser que efectivamente ambas órdenes se fundaran en fechas próximas, incorporando solamente el priorato ciertos conocimientos transmitidos a través de generaciones y de las que el inefable Bernardo de Claraval parece era depositario ¿se trataba de una transmisión de conocimientos entre los miembros de lo que luego sería la moderna masonería?.

Como veremos en el siguiente artículo es muy posible que, sin embargo, la separación entre Priorato y Temple no fuera finalmente radicalmente total e, incluso, que algo tan insólito como las posibles mujeres templarias fueran, en realidad, miembros femeninos del Priorato de Sión.

Gracias a Christopher K

lunes, 8 de noviembre de 2010

Gaudí y la :. ...........................

 
INTRODUCCIÓN
Que Gaudí fue católico practicante y devoto no cabe la menor duda y que algunos de los símbolos utilizados por el genial arquitecto son, sin más, cristianos, tampoco (M de María, cruces, etc.). Ahora bien, existen otros símbolos en su obra que exceden el ámbito de la simbología católica y su explicación no puede reducirse estrictamente a ella. Lo que realmente sorprende es que una personalidad católica ortodoxa como la suya, en principio, utilizase símbolos que tenían significados muy concretos fuera del cristianismo y carecían de ellos en el interior de la ortodoxia romana.
 
Así pues, podría decirse que Gaudí experimentó una vía autónoma en el terreno de la espiritualidad, situada, eso sí, dentro de la ortodoxia católica, pero con una práctica que iba más allá del catolicismo. Y es que en las construcciones gaudinianas abundan signos y símbolos que son patrimonio de determinadas sociedades secretas.
 
Todos los biógrafos de Gaudí coinciden en señalar que durante su juventud, el arquitecto sintió interés por las ideas sociales avanzadas de Fourier y Ruskin, además de mantener relaciones con los movimientos sociales más avanzados de la época. Su amistad con socialistas utópicos y anarquistas relacionados con los medios masónicos, que se evidencia en sus primeros trabajos, da pie a pensar que fue quizá en estos medios en donde Gaudí contactó con una logia. Incluso se sabe de su pertenencia a curiosas asociaciones de excursionismo de la época (cuya finalidad iba más allá de las simples salidas y meriendas campestres).
 
Algunos de sus biógrafos argumentan que Gaudí fue masón y que algunas de sus obras como ''La Sagrada Familia'' y el Park Güell contienen múltiples símbolos de la masonería. El escritor Josep Maria Carandell analiza en su libro ''El Parque Güell, utopía de Gaudí'', una gran cantidad de detalles de clara raíz masónica y rechaza el argumento de falta de pruebas, ya que se trataba de una organización secreta ''probablemente relacionada con la masonería inglesa''. Pero Carandell no es el único que retrata a Gaudí con una luz no precisamente católica. 
 
El primero en apuntar hacia la masonería de Gaudí fue el escritor anarquista Joan Llarch, en el libro ''Gaudí, una biografía mágica''. Llarch asegura que Gaudí, a lo largo de sus excursiones por la montaña, habría ingerido el hongo alucinógeno ''Amanita Muscaria'', que tiempo después colocaría como lterados de conciencia y el tránsito hacia otra realidad. ¿Sería en ese estado en el que Gaudí habría ''alucinado'' las formas características de su arquitectura? Eduardo Cruz, otro de sus biógrafos, asegura que fue Rosacruz, y algunos otros insinúan incluso que tuvo tendencias panteístas y ateas.

Los detractores de estas teorías aseguran que un cristiano como Gaudí no podía ser de ningún modo masón, ya que a la francmasonería no le importa la llamada otra vida del alma, pues cree que ni es hombre el cuerpo muerto, ni lo es el alma. De ahí la contradicción con la doctrina católica que cree en la trascendencia y la resurrección de la carne.
 
Lo cierto es que, teniendo en cuenta las contradicciones señaladas, se observan dos etapas diferentes en la vida de Gaudí. Por una parte tenemos a un Gaudí que en su juventud vivió en un ambiente saturado de miembros de sociedades secretas e iniciáticas (cuya compañía nunca terminó de abandonar por completo, tal y como lo demuestra la amistad con el pintor uruguayo y notorio francmason neopitagórico Joaquim Torres García). 
 
Y por otra, tenemos a un Gaudí que en su madurez, con el paso de los años, fue acentuando su catolicismo, interiorizándolo cada vez más. El arquitecto se fue transformando en un místico, al margen de cualquier obediencia, rito o disciplina.

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