INTRODUCCIÓNEl  propósito de esta obra no es la enunciación de ninguna filosofía o doctrina especiales, sino más bien dar a los  estudiantes una exposición de la verdad que servirá para reconciliar los muchos  pedacitos de conocimiento oculto que puedan haber adquirido, pero que  aparentemente son opuestos uno al otro y que sirven a mentido para desanimar y distanciar  al principiante en el estudio.  Nuestro intento no es seguir un nuevo templo de conocimiento, sino más bien  situar en las manos del estudiante una llave maestra con la que pueda abrir las  muchas puertas internas en el templo del misterio a través de cuyos portales principales ya ha entrado.
No hay  porción de las enseñanzas ocultas poseídas por el mundo que haya sido tan cuidadosamente guardada como los fragmentos de las enseñanzas herméticas que han llegado hasta nosotros a  lo largo de las decenas de centurias que han transcurrido desde la vida de  su gran fundador, Hermes Trismegistus, el «escriba de los dioses», que residió  en el antiguo Egipto en los días en que la raza presente de los hombres estaba  en su infancia.  Contemporáneo de Abraham, y, si las leyendas son verdaderas, un instructor de ese venerable sabio,  Hermes fue, y es, el gran sol central del ocultismo, cuyos rayos han servido  para iluminar las innumerables enseñanzas que han sido promulgadas desde su tiempo.  Todas las enseñanzas fundamentales y básicas contenidas en las enseñanzas esotéricas de toda raza pueden ser  atribuidas a Hermes.  Incluso las más antiguas enseñanzas de la India tienen indudablemente sus raíces en las  enseñanzas herméticas originales.
Desde la  tierra del Ganges muchos avanzados ocultistas viajaron a la tierra de Egipto, y se sentaron a los pies del maestro.  De él obtuvieron la llave maestra que explicaba y reconciliaba sus puntos de vista divergentes, y  así fue firmemente establecida la doctrina secreta.  De otras tierras vinieron también los instruidos, todos los  cuales consideraban a Hermes como el maestro de maestros, y su influencia fue  tan grande que a pesar de las desviaciones del sendero por parte de los  cientos de instructores en estas diferentes tierras, aún puede encontrarse un  cierto parecido y correspondencia básicos que subyacen a las muchas y a menudo divergentes teorías mantenidas y enseñadas por los ocultistas de estas diferentes tierras hoy en día.  El estudiante de las religiones comparadas será capaz de percibir la  influencia de las enseñanzas herméticas en toda religión merecedora del nombre,  conocida ahora por el hombre, sea una religión muerta o una en completo vigor en  nuestro propio tiempo.  Hay siempre una cierta correspondencia a pesar de los rasgos contradictorios, y las enseñanzas herméticas actúan como el gran reconciliador.
El trabajo  de la vida de Hermes parece haber sido en la dirección de plantar la gran semilla de la verdad que ha  crecido y florecido en santísimas formas extrañas, más que en establecer una  escuela de filosofía que dominara el pensamiento del mundo.  Pero,  no obstante, las verdades originales enseñadas por él han sido conservadas intactas en su pureza original por  unos pocos hombres en cada edad, que,, rehusando a grandes números de  estudiantes y seguidores desarrollados a medias, siguieron la costumbre hermética y reservaron su verdad para los pocos que estaban listos para comprenderla  y amaestrarla.  De labio a oído, la verdad ha sido transmitida entre los pocos.  Siempre ha habido unos pocos iniciados en cada generación, en los diversos países de la tierra, que mantuvieron viva la llama sagrada de  las enseñanzas herméticas, y ésos siempre han estado deseosos de usar sus  lámparas para reencender las lámparas menores del mundo externo, cuando la luz de  la verdad se volvía sombría, y nublada por la negligencia, y cuando las  mechas se obstruían con materia extraña.  Siempre hubieron unos pocos para atender fielmente al altar de la verdad, sobre  el que se mantenía encendida la lámpara perpetua de la sabiduría.   Estos hombres dedicaron sus vidas a la labor de amor que el poeta ha establecido tan bien en sus versos:
«¡Oh, no  dejes que se extinga la llama!  Protegida edad  tras edad en su oscura caverna en sus santos templos cuidada.  Alimentada por sacerdotes puros de amor- ¡no dejes que se extinga  la llama!»
Estos  hombres nunca han buscado la aprobación popular ni una multitud de seguidores.  Son indiferentes a estas cosas, pues saben cuán pocos hay en cada generación que estén preparados para la verdad, o que la reconocerían si  les fuera presentada.  Reservan la «carne fuerte para los hombres», mientras otros proporcionan la «leche para los bebés».  Reservan sus perlas de sabiduría para los pocos elegidos, que reconocen su valía y que las llevan en sus coronas, en vez de arrojarlas delante del vulgar puerco materialista,  que las pisotearía en el fango y las mezclaría con su repugnante alimento  mental.  A pesar de eso, estos hombres nunca han olvidado las enseñanzas originales de Hermes, considerando el traspaso  de las palabras de la verdad a esos preparados para recibirlas, enseñanza que  está establecida en El Kybalion como sigue: «Donde caen las pisadas  del maestro, los oídos de aquellos listos para su enseñanza se abren de par  en par.» Y de nuevo: «Cuando los oídos del estudiante están listos para  oír, vienen los labios a llenarlos con sabiduría.» Pero su actitud  acostumbrada ha estado siempre estrictamente de acuerdo con el otro aforismo hermético.  También en El Kybalion: «Los labios de la sabiduría están cerrados,  excepto para los oídos del entendimiento.»
Hay quienes  han criticado esta actitud de los hermetistas, y han proclamado que no manifestaban el espíritu apropiado  en su política de reclusión y reticencia.  Pero una ojeada momentánea hacia atrás sobre las páginas de la historia  mostrará la sabiduría de los maestros, que sabían de la estupidez de intentar  enseñar al mundo algo para lo que no estaba ni preparado ni deseoso de recibir.  Los hermetistas nunca han buscado ser mártires, y se han sentado, en cambio, a un lado con una compadecedora  sonrisa en sus labios cerrados, mientras los «paganos se enfurecían ruidosamente  alrededor suyo» con su perversa costumbre de llevar a la muerte y la tortura a los entusiastas honestos, pero descaminados, que imaginaban que podían  forzar, sobre una raza de bárbaros, la verdad capaz de ser entendida sólo por el elegido que había avanzado a lo largo del sendero.
Y el espíritu de persecución no ha muerto aún en la tierra.
Hay ciertas  enseñanzas herméticas que, si se promulgasen públicamente, atraerían sobre los instructores un gran grito  de escarnio y contumelia proveniente de la multitud, que elevaría de nuevo el grito  de «¡Crucificad! ¡Crucificad!».
En esta pequeña obra nos hemos esforzado por datos una idea de las enseñanzas fundamentales de El Kybalion, haciendo lo posible por datos los principios funcionales, dejándoos que los apliquéis vosotros mismos, antes que intentar desarrollar la enseñanza en detalle. Si eres un verdadero estudiante, serás capaz de desarrollar y aplicar estos principios; si no, entonces debes convertirte en uno, pues de otro modo las enseñanzas herméticas serán como «palabras, palabras, palabras» para ti.
CAPÍTULO 1,  LA FILOSOFÍA HERMÉTICA
El Kybalion.
Del antiguo Egipto han llegado las enseñanzas esotéricas y ocultas fundamentales que han influenciado tan fuertemente  las filosofías de todas las razas, naciones y gentes, por varios miles de años.  Egipto, el hogar de las pirámides y la esfinge, fue el lugar de nacimiento de la sabiduría escondida y las enseñanzas místicas: todas las naciones han tomado prestado de su  doctrina secreta.  India, Persia, Caldea, Medea, China, Japón, Asiría, la Grecia y la Roma antigua, y otros antiguos  países participaron liberalmente en el festín de conocimiento que los  hierofantes y maestros de la tierra de Isis proporcionaban tan libremente a aquellos  que venían preparados para participar del gran almacén de saber místico y  oculto que las mentes de esa tierra habían reunido.
En el antiguo Egipto residían los grandes adeptos y maestros que nunca han sido sobrepasados, v que raramente han  sido igualados, durante los siglos que han tenido su fuga procesional desde  los días del gran Hermes.  En Egipto estaba localizada la gran logia de logias de los místicos.  A  las puertas de sus templos entraban los neófitos, quienes posteriormente, como hierofantes, adeptos y maestros, viajaban a los cuatro rincones de la tierra, llevando consigo el  precioso conocimiento que estaban preparados, ansiosos y deseosos de traspasar a aquellos que estuviesen listos para recibirlo.  Todos los estudiantes de lo oculto reconocen la deuda que deben a  estos venerables maestros de esa antigua tierra.
Pero entre estos grandes maestros del antiguo Egipto moró una vez uno a quien los maestros aclamaban como «el maestro  de maestros».  Este hombre, si es que en verdad era «hombre», moró en Egipto en los primerísimos días.  Era conocido como Hermes Trismegistus. Él fue el padre de la sabiduría oculta; el fundador de la astrología; el  descubridor de la alquimia.  Los detalles del relato de su vida están perdidos para la historia debido al lapso de los años,  aunque varios de los países antiguos disputaron uno con el otro en sus alegatos  por el honor de haber suministrado su lugar de nacimiento, y de esto hace miles  de años.  La fecha de su residencia en Egipto, en esa su última encarnación sobre este planeta, no es conocida  ahora, pero ha sido fijada en los primeros días de las más viejas dinastías de  Egipto -mucho antes de los tiempos de Moisés-.  Las mejores autoridades le consideran como un contemporáneo de  Abraham, y algunas de las tradiciones judías llegan a afirmar que Abraham  adquirió una porción de su conocimiento místico a partir de Hermes mismo.
Conforme los años rodaron tras su partida de este plano de vida (registrando la tradición que vivió trescientos años  en la carne), los egipcios deificaron a Hermes, y le hicieron uno de sus  dioses, bajo el nombre de Thoth.  Años después, la gente de la Grecia antigua también le hizo uno de sus muchos dioses  -llamándole «Hermes, el dios de la Sabiduría»-.  Los egipcios reverenciaron su memoria por muchos siglos -sí, decenas de  siglos- llamándole «el escriba de los dioses», y confiriéndole, honoríficamente,  su antiguo título, «Trismegistus», que significa «el tres veces grande»,  «el gran grande», «el grande más grande», etcétera.  En todos los países antiguos el nombre de Hermes Trismegistus fue reverenciado, siendo sinónimo el nombre con la «fuente de la sabiduría».
Incluso en estos días, usamos el término «hermético» en el sentido de «secreto», «sellado de manera que nada  puede escaparse», etc., y esto en razón del hecho de que los seguidores de  Hermes siempre observaron el principio del secreto en sus enseñanzas.  Ellos no creían en «arrojar perlas ante los puercos», sino que más bien se atenían a la enseñanza «leche para los  bebés; carne para hombres fuertes», ambas de cuyas máximas son familiares a los lectores de las escrituras cristianas, pero que también habían sido  usadas por los egipcios durante siglos antes de la era cristiana.
Y esta política de diseminación cuidadosa de la verdad ha caracterizado siempre a las enseñanzas herméticas, incluso  hasta el presente día.  Las enseñanzas herméticas han de encontrarse en todas las tierras, entre todas las  religiones, pero nunca identificadas con ningún país particular, ni con ninguna  secta religiosa particular.  Esto en razón de la advertencia de los antiguos instructores contra el permitir a la  doctrina secreta que se volviese cristalizada en un credo.  La  sabiduría de esta amonestación es evidente para todos los estudiantes de la historia.  El antiguo ocultismo de India y Persia degeneró, y fue  grandemente perdido, debido al hecho de que los instructores se volvieron  sacerdotes, y mezclaron así la teología con la filosofía, siendo el resultado que el ocultismo de India y Persia ha sido perdido gradualmente entre la masa  de superstición religiosa, cultos, credos y «dioses».  Así  fue con la Grecia y la Roma antiguas.  Así fue con las enseñanzas herméticas de los gnósticos y los cristianos primitivos, que se  perdieron en el tiempo de Constantino, cuya mano de hierro asfixió la filosofía con la  manta de la teología, perdiendo para la Iglesia cristiana lo que era su misma  esencia y espíritu, y haciéndola buscar a ciegas a lo largo de varios siglos antes  de que encontrase el camino de vuelta a su antigua fe, siendo las indicaciones evidentes para todos los observadores cuidadosos en este siglo xx el que  la Iglesia esté ahora pugnando por volver a sus antiguas enseñanzas  místicas.
Pero hubieron siempre unas pocas almas fieles que mantuvieron viva la llama, atendiéndola cuidadosamente, y no  permitiendo que su luz se extinguiese.  Y gracias a estos corazones leales y mentes valientes tenemos aún la verdad con  nosotros.
Pero no se  encuentra en los libros, en ninguna gran extensión.  Ha sido transmitida de maestro a estudiante, de iniciado a hierofante, de labio a oído.  Cuando fue escrita, su significado fue velado en términos de alquimia y astrología, de modo que sólo aquellos que  poseyesen la clave pudieran leerla correctamente.  Esto se hizo necesario a fin de impedir las persecuciones de los teólogos de la Edad Media, que combatieron la doctrina secreta con fuego  y espada, estaca, horca y cruz.  Incluso en este día no se encontrarán sino pocos libros dignos de confianza sobre  la filosofía hermética, aunque haya innumerables referencias a ella en  muchos libros escritos sobre diversas fases del ocultismo. ¡Y, sin embargo, la filosofía hermética es la única llave maestra que abrirá todas las  puertas de las enseñanzas ocultas!
En los  primeros días hubo una compilación de ciertas doctrinas herméticas básicas, pasadas de instructor a  estudiante, que fue conocida como El Kybalion, habiendo sido perdido por varios  siglos el significado y la importancia exactos del término. Esta enseñanza, sin embargo, es conocida por muchos a quienes ha descendido, de boca a oído, continuamente a lo largo de los siglos.  Sus preceptos nunca han sido escritos, o impresos, hasta donde  sabemos nosotros.  Era meramente una colección de máximas, axiomas y preceptos, que eran ininteligibles para los intrusos,  pero que eran fácilmente entendidos por los estudiantes, después que los  axiomas, las máximas y los preceptos hubiesen sido explicados y ejemplificados  por los iniciados herméticos a sus neófitos.  Estas enseñanzas constituían realmente los principios básicos del  «Arte de la alquimia hermética», el cual, contrariamente a la creencia  general, trataba del dominio de las fuerzas mentales, antes que de los elementos materiales -la transmutación de una clase de vibraciones mentales en  otras, en vez del cambio de una clase de metal en otro-.  Las leyendas de la «piedra filosofal» que convertiría el metal  bajo en oro, eran una alegoría relacionada con la filosofía hermética,  rápidamente entendida por todos los estudiantes del verdadero hermetismo.
En este pequeño libro, del que ésta es la primera lección, invitamos a nuestros estudiantes a examinar las  enseñanzas herméticas, tal como están expuestas en El Kybalion, y tal como  son explicadas por nosotros mismos, humildes estudiantes de las enseñanzas,  que, mientras que llevamos el título de iniciados, somos todavía estudiantes a  los pies de Hermes, el maestro.  Aquí os damos muchas de las máximas, axiomas y preceptos de El Kybalion, acompañados por  explicaciones e ilustraciones que estimamos idóneas para hacer las enseñanzas más fácilmente comprensibles por el estudiante moderno, particularmente por cuanto el texto original está velado a propósito en términos oscuros.
Las máximas, axiomas y preceptos originales de El Kybalion están impresos aquí, entre signos de acotación, dado  el crédito apropiado.  Nuestro propio trabajo está impreso en el modo regular, en el cuerpo de la obra.  Confiamos que los muchos estudiantes a los que ofrecemos ahora esta pequeña obra derivarán tanto beneficio del  estudio de sus páginas como lo han hecho los muchos que han pasado antes,  recorriendo el mismo sendero hacia la maestría a lo largo de los siglos que han pasado desde  los tiempos de Hermes Trismegistus -el maestro de maestros-, el gran grande.  En las palabras de El Kybalion:
El Kybalion.
El Kybalion.
Así que, de acuerdo con las enseñanzas, el pasar este libro a aquellos listos para la instrucción atraerá la atención de esos que están preparados para recibir la enseñanza. Y, del mismo modo, cuando el pupilo esté listo para recibir la verdad, entonces este pequeño libro le vendrá a él, o a ella. Tal es la ley. El principio hermético de causa y efecto, en su aspecto de la ley de atracción, juntará labios y oído, pupilo y libro en compañía. ¡Así sea!
CAPÍTULO II, LOS SIETE PRINCIPIOS HERMÉTICOS
«Los  principios de la verdad son siete; aquel que conoce éstos, con comprensión, posee la llave mágica ante cuyo toque  todas las puertas del templo se abren de repente.»
El Kybalion.
1 .   EL PRINCIPIO DE MENTALISMO.
2.    EL PRINCIPIO DE CORRESPONDENCIA.
3.    EL PRINCIPIO DE VIBRACIÓN.
4.    EL PRINCIPIO DE POLARIDAD.
5.    EL  PRINCIPIO DE RITMO.
6.    EL PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO.
7.    EL PRINCIPIO DE GÉNERO.
«EL TODO es MENTE; el universo es mental.»
El Kybalion.
Este principio incorpora la verdad  de que «todo es mente». Explica que EL TODO (que es la realidad sustancial que  subyace a todas las manifestaciones y apariencias externas que conocemos bajo  los términos de «el universo material», «el fenómeno de la vida», «materia», «energía», y, en breve, todo lo que es evidente a nuestros sentidos  materiales) es ESPÍRITU, que en sí mismo es INCOGNOSCIBLE e INDEFINIBLE, pero que  puede ser considerado y concebido como UNA MENTE UNIVERSAL, INFINITA Y VIVIENTE.  Explica también que todo el mundo o universo fenomenal es simplemente una creación mental del TODO, sujeto a las  leyes de las cosas creadas, y que el universo, como conjunto, y en sus partes o unidades, tiene su existencia en la mente del TODO, en cuya mente  «vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser».  Este principio, estableciendo la naturaleza mental del universo, explica  fácilmente todos los variados fenómenos mentales y psíquicos que ocupan una porción  tan grande de la atención pública, y que, sin tal explicación, son  incomprensibles y desafían el tratamiento científico.  Una comprensión de este gran principio hermético de mentalismo  capacita al individuo para captar fácilmente las leyes del universo mental, y  para aplicar las mismas a su bienestar y avance.  El estudiante hermético está capacitado para aplicar  inteligentemente las grandes leyes mentales, en vez de usarlas de una manera fortuita.  Con la llave maestra en su posesión, el estudiante puede abrir las muchas puertas del templo mental y psíquico  del conocimiento, y entrar al mismo libre e inteligentemente.  Este principio explica la verdadera naturaleza de «energía»,  «poder» y «materia», y por qué y cómo están todos éstos subordinados a la maestría  de la mente.  Uno de los viejos maestros herméticos escribió hace mucho tiempo: «El que capta la verdad de la  naturaleza mental del universo está bien avanzado en el sendero hacia la maestría.»  Y estas palabras son tan verdaderas hoy como en el tiempo en que fueron  escritas por primera vez.  Sin esta llave maestra, la maestría es imposible, y el estudiante llama en vano a las muchas  puertas del templo.
2. El  principio de correspondencia
«Como es arriba, es abajo; como es  abajo, es arriba.»
El Kybalion.
Este principio incorpora la verdad de que hay siempre una correspondencia entre las leyes y fenómenos de  los diversos planos de existencia y vida.  El viejo axioma hermético lo ponía en estas palabras: «Como es arriba, es  abajo; como es abajo, es arriba.» Y la captación de este principio da uno de  los medios de solucionar muchas oscuras paradojas y secretos escondidos de  la Naturaleza.  Hay planos más allá de nuestro conocimiento, pero cuando les aplicamos el principio de  correspondencia somos capaces de entender mucho que de otro modo nos habría sido incognoscible.  Este principio es de aplicación y manifestación universal, en los diversos planos del  universo material, mental y espiritual; es una ley universal.  Los  antiguos hermetistas consideraban este principio como uno de los más importantes instrumentos mentales por el  que el hombre era capaz de atisbar a un lado de los obstáculos que ocultan lo desconocido a la vista.  Su uso incluso rasgaba el velo de Isis hasta el punto de que podía verse un vislumbre  de la cara de la diosa.  Igual que un conocimiento de los principios de la Geometría capacita al hombre para  medir soles distantes y sus movimientos, mientras está sentado en su  observatorio, así un conocimiento del principio de correspondencia capacita al hombre  para razonar inteligentemente desde lo conocido hasta lo desconocido.  Estudiando a la mónada, entiende al arcángel.
3.    El principio de vibración
«Nada descansa; todo se mueve; todo vibra.»
El Kybalion.
Este principio incorpora la verdad de que «todo está en movimiento», «todo vibra», «nada está en reposo»; hechos que la  ciencia moderna refrenda, y que cada nuevo descubrimiento científico tiende a verificar.  Y sin embargo este principio hermético fue enunciado hace miles de años por los maestros del antiguo Egipto.  Este principio explica que las diferencias entre manifestaciones diferentes de materia, energía, mente,  e incluso espíritu, resultan mayormente de frecuencias de vibración  variables.  Desde EL TODO, que es espíritu puro,  bajando hasta la forma más grosera de materia, todo está en vibración -cuanto  más alta la vibración, más alta la posición en la escala-.  La  vibración del espíritu es en un rango de intensidad y rapidez infinitas tal que está prácticamente en reposo  -igual que una rueda moviéndose rápidamente parece inmóvil-.  Y  en el otro extremo de la escala, hay formas groseras de materia cuyas vibraciones son tan bajas como para parecer en reposo.  Entre estos dos polos hay millones sobre millones de grados variables de vibración.   Desde el corpúsculo y el electrón, el átomo y la molécula, hasta los mundos y universos, todo está en moción  vibratoria.  Esto también es verdad en los planos  de energía y fuerza (que no son sino grados diversos de vibración); y  también en los planos mentales (cuyos estados dependen de vibraciones); e incluso  en los planos espirituales.  Un entendimiento de este principio, con las fórmulas apropiadas, capacita a los estudiantes herméticos a controlar sus propias vibraciones mentales, así como las de  otros.  Los maestros también aplican este principio a la conquista de los fenómenos naturales, en modos diversos.  «Aquel que entiende el principio de vibración, ha agarrado el cetro del poder»,  dice uno de los viejos escritores.
4.    El principio de polaridad
«Todo es dual; todo tiene polos; todo tiene su  par de opuestos; semejante y desemejante son lo mismo; Los opuestos son  idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado: los extremos se encuentran; todas  las verdades no son sino medias verdades; todas las paradojas pueden ser reconciliadas.»
El Kybalion.
Para ilustrar esto: calor y frío, aunque «opuestos», son realmente la misma cosa, consistiendo la diferencia  meramente de grados de la misma cosa. ¡Mirad a vuestro termómetro y ved si podéis descubrir dónde termina el «calor» y comienza el «frío»!   NO hay tal cosa como el «calor absoluto» o el «frío absoluto» -los dos términos «calor» y «frío» indican simplemente  grados variables de la misma cosa, y esa «misma cosa» que se manifiesta como  «calor» y «frío» es meramente una forma, una variedad y una frecuencia de vibración-.  Así que «calor» y «frío» son simplemente los «dos polos» de eso que llamamos «calor»-y los fenómenos  que le acompañan en consecuencia son manifestaciones del principio de  polaridad-.
El mismo principio se manifiesta en  el caso de «luz y oscuridad», que son la misma cosa, consistiendo la diferencia  de grados variables entre los dos polos del fenómeno. ¿Dónde cesa la  «oscuridad» y comienza la «luz»? ¿Cuál es la diferencia entre « grande» y «pequeño»?  ¿Entre «duro» y «blando»?  ¿Entre  «negro» y «blanco»? ¿Entre «agudo» y «romo»? ¿Entre «bulla» y «calma»"? ¿Entre «alto» y «bajo»? ¿Entre «positivo» y «negativo»?  El principio de polaridad explica estas paradojas, Y ningún otro principio puede suplantarlo.  El mismo principio opera en el plano mental.  Tomemos un ejemplo radical y extremo: el de «amor y odio», dos estados mentales totalmente diferentes aparentemente.  Y sin embargo hay grados de odio y grados de amor, y un punto medio en el que usamos  los términos «gusto» e, «disgusto». Que se solapan tan Gradualmente que a  veces no atinamos a saber si «gustamos» o «disgustamos» o «ninguna de ambas  cosas».
Y todos son simplemente grados de la  misma cosa, como veréis si queréis pensar tan sólo un momento.   Y más que esto (y considerado de más importancia por los hermetistas), es posible cambiar las vibraciones de  odio a las vibraciones de amor, en la propia mente de uno y en las mentes de otros.  Muchos de vosotros, que leéis estas líneas, habéis tenido experiencias personales de la rápida  transición involuntaria del amor al odio, y al contrario, en vuestro propio caso y  en el de otros.
Y realizaréis por tanto la posibilidad de que esto se consiga por el uso de la voluntad, por medio  de las fórmulas herméticas. «Bien» y «mal» no son sino los polos de la misma  cosa, y el hermetista entiende el arte de transmutar el mal en bien, por medio  de una aplicación del principio de polaridad.  En breve, el «arte de polarización» se convierte en una fase de  la «alquimia mental» conocida y practicada por los maestros herméticos  antiguos y modernos.  Un entendimiento del principio le capacitará a uno para cambiar su propia polaridad, así como la de  otros, si quiere dedicar el tiempo y el estudio necesarios para amaestrar el arte.
5.    El principio de ritmo
«Todo fluye, fuera y dentro; todo  tiene sus mareas; todas las cosas suben y bajan; la oscilación del péndulo se  manifiesta en todo; la medida de la oscilación hacia la derecha es la medida de la oscilación hacia la izquierda; el ritmo compensa.»
El Kybalion.
Este principio incorpora la verdad de que en todo hay manifestada una moción medida, a un lado y otro; un  flujo y un reflujo; un vaivén hacia atrás y hacia adelante; una mengua y una  crecida como una marea; una pleamar y una bajamar; entre los dos polos que existen de acuerdo con el principio de polaridad descrito hace un momento.  Hay siempre una acción y una reacción; un avance y un retroceso; una elevación y un hundimiento.  Esto  es así en los asuntos del universo, soles, mundos, hombres, animales, mente, energía y materia.  
Esta ley está manifiesta en la creación y destrucción de mundos; en la elevación y caída de naciones; en la vida  de todas las cosas; y finalmente en los estados mentales del hombre (y es con  este último que los hermetistas encuentran el entendimiento del principio  sumamente importante).  Los hermetistas han captado este principio, encontrando su aplicación universal, y han descubierto  también ciertos medios de superar sus efectos en ellos mismos por el uso de las fórmulas y métodos apropiados.  Ellos aplican la ley mental de neutralización.  No pueden anular el principio, o hacerle cesar su operación, pero  han aprendido cómo escapar a sus efectos sobre ellos mismos hasta un cierto  grado dependiendo de la maestría del principio.  Han aprendido cómo USARLO, en vez de ser USADOS POR él.  En este método y en otros similares, consiste el arte de los hermetistas.
El maestro de las enseñanzas herméticas se polariza en el punto en el que desea  reposar, y neutraliza entonces la oscilación rítmica del péndulo que tendería a  conducirle al otro polo.  Todos los individuos que han alcanzado cualquier grado de auto-maestría hacen esto hasta un  cierto grado, más o menos inconscientemente, pero el maestro hace esto conscientemente, y por el uso de su voluntad, y alcanza un grado de  aplomo y firmeza mental casi imposible de creer por parte de las masas que son  balanceadas hacia atrás y hacia adelante como un péndulo.  Este principio y el de polaridad han sido estudiados  estrechamente por los hermetistas, y los métodos de contrarrestarlos, neutralizarlos y  USARLOS forman una parte importante de la alquimia mental hermética.
6.    El principio de causa y efecto
«Toda causa tiene su efecto; todo  efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la ley-. casualidad no es sino un  nombre para la ley no reconocida; hay muchos planos de causación, pero nada se  escapa a la ley.»
El Kybalion.
Este principio incorpora el hecho de que hay una causa para todo efecto; un efecto a partir de toda causa.  Explica que: «Todo sucede de acuerdo con la ley»; que nada nunca «meramente sucede»; que no hay tal cosa como la  casualidad; que mientras que hay diversos planos de causa y efecto, dominando los  planos superiores a los inferiores, a pesar de eso nada se escapa nunca  enteramente a la ley.  Los hermetistas entienden el arte y los métodos de elevarse por encima del plano ordinario de causa y efecto, hasta un cierto grado, y elevándose mentalmente a un plano  superior se vuelven causantes en vez de efectos.  Las masas de gente son conducidas, obedientes al entorno; a las voluntades y  deseos de otros más fuertes que ellos; a la herencia; a la sugestión; y a otras  causas externas que les mueven de un lado para otro como peones en el tablero  de ajedrez de la vida.
Pero los maestros, elevándose al plano superior, dominan sus humores, caracteres,  cualidades y poderes, así como el entorno que les rodea, y se convierten en movedores  en vez de peones.  Concurren a JUGAR EL JUEGO DE LA VIDA, en vez de ser jugados y movidos de un lado para otro por las voluntades de otros y el entorno.  USAN el principio en vez de ser sus herramientas.  Los maestros obedecen la causación de los planos superiores, pero  la ayudan a REGIR en su propio plano. En esta afirmación está condensado un  tesoro de conocimiento hermético -léalo el que pueda.
7.    El principio de género
«El género está en todo; todo tiene  sus principios masculino y femenino: el género se manifiesta en todos los  planos.»
El Kybalion.
Este principio incorpora la verdad de que hay un GÉNERO manifestado en toda cosa –los principios masculino y femenino  están siempre en funcionamiento-.  Esto es verdadero no sólo del plano físico, sino de los planos mentales e  incluso espirituales.  Sobre el plano físico, el principio se manifiesta como SEXO, sobre los planos superiores toma  formas más ligeras, pero el principio es siempre el mismo.  Ninguna creación, física, mental o espiritual, es posible sin  este principio. Un entendimiento de sus leyes arrojará luz sobre muchos temas  que han dejado perplejas a las mentes de los hombres.  
El  principio de género trabaja siempre en la dirección de la generación y la creación.  Toda cosa, y toda persona, contiene los dos elementos o  principios, o este gran principio, dentro de sí, de él o de ella.  Toda  cosa macho tiene también el elemento hembra; toda hembra contiene también el principio macho.   Si queréis entender la filosofía de la creación, la generación y la regeneración mentales y espirituales,  debéis entender y estudiar este principio hermético.  Contiene la solución de muchos misterios de la vida.  Os precavernos que este principio no tiene referencia alguna a las muchas teorías, enseñanzas y prácticas bajas, perniciosas y degradantes, que se enseñan bajo títulos antojadizos, y  que son una prostitución del gran principio natural del género.  
Tales  bajos revivires de las antiguas e infames formas del falicismo tienden a arruinar la mente, el cuerpo y el  alma, y la filosofía hermética siempre ha hecho sonar la nota de advertencia  contra estas degradadas enseñanzas que tienden hacia la lujuria, la  licenciosidad y la perversión de los principios de la Naturaleza.  Si buscáis tales enseñanzas, debéis ir a otra parte por ellas -el hermetismo no contiene nada para vosotros a lo largo de estas líneas-.  Para el puro, todas las cosas son puras; para el bajo, todas las cosas son bajas.
«La mente  (así como los metales y los elementos) puede ser transmutada, de estado a estado; de grado a grado;  de condición a condición; de polo a polo; de vibración a vibración.  La  verdadera transmutación hermética es un arte mental.»
El Kybalion.
Los registros grabados en las piedras del antiguo Egipto muestran exclusivamente que los antiguos tenían un pleno conocimiento comprensivo de la astronomía, mostrando la misma edificación de las pirámides la conexión entre su diseño y el estudio de la ciencia astronómico. Ni ignoraban la química, pues los fragmentos de las antiguas escrituras muestran que estaban familiarizados con las propiedades químicas de las cosas; de hecho, las teorías antiguas concernientes a la física están siendo lentamente verificadas por los últimos descubrimientos de la ciencia moderna, principalmente los que se relacionan con la constitución de la materia.
Ni debe suponerse que fueran ignorantes de los descubrimientos supuestamente modernos en psicología; al contrario, los egipcios estaban especialmente adiestrados en la ciencia de la psicología, particularmente en las ramas que las escuelas modernas ignoran, pero que, no obstante, están siendo puestas al descubierto bajo el nombre de «ciencia psíquica», lo que está dejando perplejos a los psicólogos de hoy en día, y haciéndoles reluctantes a admitir que «puede haber algo en ello después de todo».
La verdad es que bajo la química, la astronomía y la psicología materiales (esto es, la psicología en su fase  de «acción cerebral»), los antiguos poseían un conocimiento de astronomía trascendental llamado astrología; de química trascendental, llamado  alquimia; de psicología trascendental, llamado psicología mística.   Poseían el conocimiento interno, así corno el conocimiento externo, siendo poseído por los científicos modernos  solamente el último.  Entre las muchas ramas secretas del conocimiento poseídas por los hermetistas, estaba la conocida como  la transmutación mental, que forma la materia de esta lección.
«Transmutación» es un término usualmente empleado para designar el antiguo arte de la transmutación de los metales -particularmente de los metales bajos en oro-.  La palabra «transmutar» significa «cambiar de una naturaleza,  forma o sustancia a otra; transformar» (Webster).  Y acordemente, «transmutación mental» significa el arte de  cambiar y transformar estados, formas y condiciones mentales en otros.  Así que podéis ver que la transmutación mental es el «arte de la química mental», si gustáis del término -una  forma de psicología mística práctica.
Pero esto significa mucho más de lo que parece en la superficie. La transmutación, la alquimia o la química, en el  plano mental es lo bastante importante en sus efectos, con seguridad, y si el  arte se detuviese habría aún ahí una de las más importantes ramas de estudio  conocidas por el hombre.  Pero éste es sólo el comienzo. ¡Veamos porqué!
El primero de los siete principios herméticos es el principio de mentalismo, cuyo axioma es «EL TODO es mente; el  universo es mental», que significa que la realidad subyacente del universo es mente;  y el universo mismo es mental, esto es, «existente en la mente del TODO»-.  Consideraremos este principio en lecciones sucesivas, pero veamos el efecto del principio si se asumiera que es  verdadero.
Si el universo es mental en su naturaleza, entonces la transmutación mental debe ser el arte de CAMBIAR LAS  CONDICIONES DEL UNIVERSO, a lo largo de las líneas de materia, fuerza y mente.  Veis, por consiguiente, que la transmutación mental es realmente la «magia» de la que los antiguos escritores tenían  tanto que decir en sus obras místicas, y sobre la que dieron tan pocas  instrucciones prácticas.  Si todo es mental, entonces el arte que le capacita a uno para transmutar condiciones mentales debe  hacer al maestro el controlador de las condiciones materiales, así como de las ordinariamente llamadas «mentales».
Como una cuestión de hecho, nadie sino los alquimistas mentales avanzados han sido capaces de alcanzar el grado de  poder necesario para controlar las condiciones físicas más groseras, tales  como el control de los elementos de la Naturaleza; la producción o cesación de tempestades; la producción y cesación de terremotos y otros grandes  fenómenos físicos.  Pero que tales hombres han existido, y existen hoy en día, es una cuestión de creencia sincera para  todos los ocultistas avanzados de todas las escuelas.  Que los maestros existen, y tienen estos poderes, lo aseguran los mejores instructores a sus estudiantes, habiendo tenido experiencias que  les justifican en tales creencias y afirmaciones.  Estos maestros no hacen exhibiciones públicas de sus poderes,  sino que buscan la reclusión de las multitudes de gente, a fin de trabajar mejor  su camino a lo largo del sendero de consecución.  Mencionamos su existencia, en este punto, meramente para llamar  vuestra atención hacia el hecho de que su poder es enteramente mental, y opera a  lo largo de las líneas de la transmutación mental superior, bajo el  principio hermético de mentalismo. «El universo es mental», El Kybalion.
Pero los estudiantes y hermetistas de menor grado que los maestros -los iniciados e instructores- son capaces de  trabajar libremente a lo largo del plano mental, en la transmutación mental.  De hecho, todo lo que llamamos «fenómenos psíquicos», «influencia mental», «ciencia mental», «fenómenos del  nuevo-pensamiento», etc., opera a lo largo de las mismas líneas generales, pues no hay sino un  principio involucrado, no importa por qué nombre puedan ser llamados los  fenómenos.
El estudiante y practicante de la transmutación mental trabaja entre el plano mental, transmutando 
condiciones  mentales, estados, etc., en otros, de acuerdo con diversas fórmulas, más o menos eficaces.  Los  diversos «tratamientos», «afirmaciones», «negaciones», etc., de las escuelas de ciencia mental no son sino fórmulas, a menudo  bastante imperfectas y acientíficas, del arte hermético.  La mayoría de los practicantes modernos son bastante ignorantes comparados con los antiguos maestros, pues carecen del conocimiento  fundamental sobre el que está basado el trabajo.
No sólo son cambiados o transmutados  los estados mentales, etc., de uno mismo por los 
métodos herméticos; sino que también los estados de otros pueden, y son, constantemente transmutados del mismo modo, usualmente de modo inconsciente pero a menudo conscientemente, por algunos que entienden las leyes y principios en casos en los que la gente afectada no está informada de los principios de autoprotección. Y más que esto, como muchos estudiantes y practicantes de la moderna ciencia mental saben, toda condición material dependiente de las mentes de otra gente puede ser cambiada o transmutada de acuerdo con el deseo sincero, la voluntad y «tratamientos» de la persona que desea condiciones de vida cambiadas. El público está tan generalmente informado respecto a estas cosas en el presente, que no estimamos necesario mencionarlas en largura, siendo nuestro propósito en este punto meramente mostrar el principio y el arte herméticos que subyacen a todas estas diversas formas de práctica, buenas y malas, pues la fuerza puede ser usada en direcciones opuestas de acuerdo con los principios herméticos de polaridad.
En esta pequeña nota se establecen los principios básicos de la transmutación mental, de modo que todos  los que lo lean puedan captar los principios subyacentes, y poseer así la llave maestra que abrirá las  muchas puertas del principio de polaridad.
Procederemos a una consideración del primero de los siete principios herméticos -el principio de mentalismo-, en el que  está explicada la verdad de que «EL TODO es mente; el universo es mental», en palabras de El Kybalion.  Pedimos la atención estrecha, y el cuidadoso estudio de este gran principio, de  parte de nuestros estudiantes, pues es realmente el principio básico de toda  la filosofía hermética y del arte hermético de la transmutación mental.
El Kybalion.
Bajo y detrás de todas las apariencias o manifestaciones externas, debe haber siempre una realidad sustancial.  Ésta es la ley.  El hombre, al considerar el universo del que es una unidad, no ve sino cambio en la materia, las  fuerzas y los estados mentales.  Ve que nada realmente ES, pero que todo está VINIENDO A SER y CAMBIANDO.  
Nada permanece quieto -todo está naciendo, creciendo, muriendo-, el mismo instante en que una cosa alcanza su cima  empieza a declinar -la ley del ritmo está en operación constante-, no hay  ninguna realidad, cualidad duradera, fijeza o sustancialidad en nada; nada es permanente sino el cambio. Él ve todas las cosas evolucionando a partir  de otras cosas, y resolviéndose en otras cosas -una constante acción y  reacción; influjo y eflujo; edificación y derrumbamiento; creación y destrucción; nacimiento, crecimiento y muerte-.  Nada dura sino el cambio.  Y si es un hombre que piensa, realizará que todas estas cosas cambiantes no deben ser sino  las apariencias o manifestaciones externas de algún poder subyacente -alguna realidad sustancial.
Todos los pensadores, en todas las tierras y en todos los tiempos, han asumido la necesidad de postular la existencia  de esta realidad sustancial.  Todas las filosofías merecedoras del nombre han estado basadas sobre este pensamiento.  Los hombres le han dado muchos nombres a esta realidad sustancial -algunos la han llamado por el término de deidad (bajo muchos títulos); otros la han llamado «la  energía infinita y eterna»; otros han tratado de llamarla «materia»-, pero todos  han reconocido su existencia.  Es auto-evidente -no necesita ningún argumento.
En estas lecciones hemos seguido el ejemplo de algunos de los más grandes pensadores del mundo, tanto antiguos como  modernos -los maestros herméticos- y hemos llamado a este poder subyacente -esta realidad sustancial- por el nombre hermético de «EL TODO», término que consideramos el más comprensivo de los muchos términos aplicados por el  hombre a ESO que trasciende nombres y términos.
Aceptamos y enseñamos el punto de vista de los grandes pensadores herméticos de todos los tiempos, así como el de esas  almas iluminadas que han alcanzado planos superiores del ser, ambos de los  cuales afirman que la naturaleza interna del TODO es INCOGNOSCIBLE.  Esto debe ser así, pues nada sino EL TODO mismo puede comprender su propia naturaleza y ser.
Los hermetistas creen y enseñan que EL TODO, «en sí mismo», es y debe ser siempre INCOGNOSCIBLE.  No  consideran todas las teorías, conjeturas y especulaciones de los teólogos y metafísicos concernientes a la  naturaleza interna del TODO, sino como pueriles esfuerzos de mentes mortales por captar el  secreto del infinito.  Tales esfuerzos han fallado siempre y siempre fallarán, por la naturaleza misma de la tarea.  Uno que persigue tales pesquisas viaja dando vueltas y vueltas en el laberinto del pensamiento, hasta que está  perdido a todo razonamiento, acción o conducta sanos, y del todo inadecuado para  el trabajo de la vida. Él es como la ardilla que corre frenéticamente dando vueltas a la redonda rueda de molino de su jaula, viajando siempre y sin embargo no llegando a ninguna parte -al final todavía una prisionera-, y hallándose justo donde comenzó.
Y aún más presuntuosos son aquellos que intentan adscribir al TODO la personalidad, cualidades, propiedades, características y atributos de ellos mismos, adscribiendo al TODO las emociones, sentimientos y características humanos, incluso hasta las más mezquinas cualidades de la humanidad, tales como celos, -susceptibilidad  a la adulación y la alabanza, deseo de ofrendas y adoración, y todas las  otras supervivientes de los días de la infancia de la raza.  Tales  ideas no son dignas de hombres y mujeres crecidos, y están siendo rápidamente descartadas.
(En este punto puede ser apropiado que establezca que hacemos una distinción entre religión y teología, entre filosofía y metafísica.  Religión, para nosotros, significa esa realización intuitiva de la existencia del TODO,  y la relación de uno con él; mientras que teología significa los intentos de  los hombres por adscribirle personalidad, cualidades y características; sus  teorías concernientes a sus asuntos, voluntad, deseos, planes y designios; y su asunción del oficio de «mediadores» entre EL TODO y la gente.
Filosofía significa, para nosotros, la pesquisa tras el conocimiento de las cosas cognoscibles y pensables;  mientras que metafísica significa el intento por llevar la pesquisa sobre y más  allá de los límites y a regiones incognoscibles e impensables, y con la misma  tendencia que la de la teología.  Y consecuentemente, tanto religión como filosofía significan para nosotros  cosas que tienen raíces en la realidad, mientras que la teología y la  metafísica parecen como cañas rotas, enraizadas en las arenas movedizas de la  ignorancia, y no proporcionando nada sino el más inseguro soporte para la mente o el  alma del hombre.  No insistimos en que nuestros estudiantes acepten estas definiciones, las mencionamos  meramente para mostrar nuestra posición.  En cualquier caso, oiréis muy poco sobre teología y metafísica en estas lecciones.)
El Kybalion.
«En su esencia, EL TODO es  INCOGNOSCIBLE.»
El Kybalion.
«Pero el dictamen de la razón debe  ser hospitalariamente recibido, y tratado con respeto.»
El Kybalion.
La razón humana, cuyos dictámenes debemos aceptar mientras pensamos, nos informa como sigue con respecto al TODO, y eso  sin intentar apartar el velo de lo incognoscible:
1.    EL TODO debe ser TODO lo que REALMENTE ES.  No puede haber nada existiendo fuera del TODO, de otro modo EL  TODO no sería EL TODO.
2.    EL TODO debe ser INFINITO, pues no hay nada más para definir, confinar,  atar, limitar o restringir al TODO.  Debe ser infinito en el tiempo, o ETERNO. Debe haber existido siempre  continuamente, pues no hay nada más para haberlo creado nunca, y algo nunca puede desarrollarse a partir de nada, Y si hubiera «no sido» alguna vez,  incluso por un momento, no «sería» ahora-; debe existir continuamente por siempre,  pues no hay nada para destruirlo, y nunca puede «no ser», siquiera por un  momento, porque algo nunca puede convertirse en nada.  
Debe ser infinito en el espacio, debe estar en todas partes, pues  no hay ningún lugar fuera del TODO-; no puede ser más que continuo en el  espacio, sin ruptura, cesación, separación o interrupción, pues no hay nada que  rompa, separe o interrumpa su continuidad, y nada con lo que «rellenar los huecos».  Debe, ser infinito en poder, o absoluto, pues no hay nada para limitarlo, restringirlo, constreñirlo, confinarlo, perturbarle o condicionarlo -no está sujeto a ningún otro  poder, pues no hay otro poder.
3.    EL TODO debe ser INMUTABLE o no sujeto a cambio en su naturaleza real, pues  no hay nada para efectuar cambios sobre él; nada en lo que podría cambiar, ni a  partir de lo que podría haber sido cambiado.  No puede ser añadido ni sustraído, incrementado o disminuido, ni volverse  mayor o menor en ningún aspecto.  Debe haber sido siempre, y debe permanecer siempre, justo lo que ahora es -EL TODO-;  nunca ha habido, no hay ahora y nunca habrá alguna otra cosa a la que pueda  cambiar.
Vemos alrededor nuestro eso que se llama «materia», que forma el fundamento  físico para todas las formas. ¿Es EL TODO meramente materia? ¡No del todo!  La materia no puede manifestar vida o mente, y puesto que la vida y la mente están manifestadas en el universo, EL  TODO no puede ser materia, pues nada se eleva más alto que su propio origen;  nada se manifiesta nunca en un efecto que no esté en la causa; nada se  desarrolla como un consecuente que no esté involucrado como un antecedente.  Y además la ciencia moderna nos informa que no hay realmente tal cosa como la materia; que lo que llamamos materia  es meramente «energía o fuerza interrumpida», esto es, energía o fuerza a  una frecuencia baja de vibración.  Como ha dicho un escritor reciente, «la materia se ha fundido en el misterio».  Incluso la ciencia material ha abandonado la teoría de la materia, y descansa ahora sobre la base de la «energía».
  Entonces, ¿es EL TODO mera energía o fuerza ? No energía y fuerza  como los materialistas usan  los términos, pues su energía y fuerza son cosas ciegas, mecánicas, vacías de vida o mente.  Vida y mente nunca pueden desarrollarse a partir de una energía o fuerza ciega, por la razón dada  hace un momento:
«Nada puede  elevarse más alto que su origen; nada se desenvuelve a no ser que esté envuelto; nada se manifiesta en el  efecto a no ser que esté en la causa.» Y, así pues, EL TODO no puede ser mera  energía o fuerza, pues, si lo fuera, entonces no habría cosas tales como vida y  mente en existencia, y sabemos que no es así, pues estamos vivos y usando la  mente para considerar esta misma cuestión, e igual lo están esos que alegan que  todo es energía o fuerza.
¿Qué hay, pues, superior a la materia o la energía que sepamos que es existente en el universo? 
¡VIDA Y  MENTE! ¡Vida y mente en todos sus grados variables de desenvolvimiento! «Entonces», preguntaréis,  «¿quieres decimos que EL TODO es VIDA y MENTE?» ¡Sí! y ¡no!  Es  nuestra respuesta. ¡Si queréis decir vida y mente tal como nosotros pobres y mezquinos mortales las conocemos,  decimos no! ¡EL TODO no es eso! «Pero, ¿qué clase de vida y mente queréis dar a entender?», preguntaréis.
La respuesta es «MENTE VIVIENTE, tan por encima de lo que los mortales conocen por esas palabras, como vida y  mente son superiores a las fuerzas mecánicas, o materia; MENTE VIVIENTE INFINITA  por comparación con vida y mente finitas».  Queremos decir lo que las almas iluminadas quieren decir cuando pronuncian reverentemente la palabra: «iESPÍRITU!» «EL TODO» es mente  viviente infinita. ¡El iluminado lo llama ESPÍRITU!
«El universo es mental, sostenido en  la mente del TODO.»
El Kybalion.
El espíritu trasciende nuestra comprensión, y usamos el término meramente a fin de que podamos pensar o hablar del TODO. Para los fines del pensamiento y el entendimiento, estamos justificados de pensar en el espíritu como mente viviente infinita, reconociendo al mismo tiempo que no podemos entenderlo plenamente. Debemos o bien hacer esto o parar de pensar del todo en la cuestión.
Procedamos ahora a una consideración de la naturaleza del universo, como un todo y en sus partes. ¿Qué es el  universo?
Hemos visto que no puede haber nada fuera del TODO.  Entonces, ¿es el universo EL TODO?  No, no puede serio, porque el universo parece estar constituido de MUCHOS, y está cambiando  constantemente, y en otros modos no se ajusta a las ideas que estamos compelidos a aceptar concernientes al TODO, como se estableció en nuestra última lección.  Entonces si el universo no es EL TODO, ha de ser nada -tal es la inevitable conclusión de la mente al primer  pensamiento-.  Pero esto no satisfará la pregunta,  pues estamos persuadidos de la existencia del universo.  Entonces  si el universo no es ni EL TODO ni nada, ¿qué puede ser?  Examinemos esta cuestión.
Si el universo existe en modo alguno, o parece existir, debe proceder de algún modo a partir del TODO debe ser una  creación del TODO-.  Pero puesto que algo nunca puede venir a partir de nada, ¿a partir de qué pudo haberlo creado EL TODO?  Algunos filósofos han respondido a esta cuestión diciendo que EL TODO creó el universo a partir de Sí MISMO  -esto es, a partir del ser y sustancia del TODO-.  Pero esto no servirá, pues no puede sustraerse del TODO, ni puede  éste ser dividido, como hemos visto, y entonces de nuevo si esto fuera así,  no se apercibiría cada partícula en el universo de que fuese EL TODO.  EL TODO no podría perder su conocimiento de sí mismo, ni CONVERTIRSE realmente en un átomo, o una fuerza ciega, o  una cosa viviente vil.  Algunos hombres, en verdad, realizando que EL TODO es en verdad TODO, y reconociendo también  que ellos, los hombres, existían, han saltado a la conclusión de que ellos y  EL TODO eran idénticos, y han llenado el aire con gritos de «YO SOY DIOS»,  para diversión de la multitud y lamento de los sabios.  La  exclamación del corpúsculo de que: «¡Soy el hombre!» sería modesto en comparación.
Pero ¿qué es en verdad el universo, si no es EL TODO ni ha sido creado por EL TODO habiéndose separado en fragmentos?  ¿Qué otra cosa puede ser, de qué otra cosa puede estar hecho? Ésta es la gran cuestión.  Examinémosla cuidadosamente. Encontramos aquí que el «principio de correspondencia» (ver Capítulo 1)  viene aquí en nuestra ayuda.  El viejo axioma hermético, «Como es arriba es abajo», puede ser puesto en servicio en  este punto.  Tratemos de conseguir un vislumbre de los trabajos en planos superiores examinando aquéllos en el nuestro propio.  El principio de correspondencia debe aplicarse a éste, así como a otros problemas.
¡Veamos!  En su propio plano de existencia, ¿cómo crea el hombre?  Bien, primero, puede crear haciendo algo a partir de materiales externos.  Pero esto no servirá, pues no hay materiales fuera del TODO con los que pueda  crear.  Bien, entonces, en segundo lugar, el  hombre pro-crea o reproduce su especie por el proceso de engendramiento, que es  auto multiplicación conseguida transfiriendo una porción de su sustancia a su retoño.  Pero esto no bastará, porque EL TODO no puede transferir o sustraer una porción de sí mismo, ni puede reproducirse o multiplicarse -en el primer lugar habría una separación, y  en el segundo caso una multiplicación o adición al TODO, siendo ambos  pensamientos un absurdo-. No hay un tercer modo en que cree el HOMBRE? ¡Sí, lo hay; él  CREA MENTALMENTE! Y al hacerlo así no utiliza ningunos materiales externos ni  se reproduce a sí mismo, y sin embargo su espíritu compenetra la creación  mental.
Siguiendo el principio de correspondencia, estamos justificados en considerar que EL TODO crea el universo MENTALMENTE, de una manera semejante al proceso por el que el  hombre crea imágenes mentales.  Y aquí es donde el dictamen de la razón concuerda con el dictamen de los iluminados,  como se muestra por sus enseñanzas y escritos.  Tales son las enseñanzas de los sabios.  Tal fue la enseñanza de Hermes.
EL TODO no puede crear en ningún otro modo excepto mentalmente, sin usar material (y no hay ninguno que usar), o reproduciéndose a sí mismo (que es también imposible).  No  hay escape de esta conclusión de la razón, que, como hemos dicho, coincide con las más elevadas enseñanzas de los iluminados.  Igual que tú, estudiante, puedes crear un universo propio en tu mentalidad, así crea EL TODO  universos en su propia mentalidad.  Pero tu universo es la creación mental de una mente finita, mientras que el del TODO es  la creación de una infinita.  Las dos son similares en clase, pero infinitamente diferentes en grado.  Examinaremos más de cerca el proceso de creación y manifestación, conforme procedamos.  Pero éste es el punto a fijar en vuestras mentes en esta etapa:  EL UNIVERSO, Y TODO LO QUE CONTIENE, ES UNA CREACIÓN MENTAL DEL TODO. ¡Ciertamente,  en verdad, TODO ES MENTE!
El Kybalion.
«La mente infinita del TODO es la  matriz de los universos.»
El Kybalion.
El principio de género (ver Capítulo 1 y otros que seguirán) está manifestado en todos los planos de la vida material,  mental y espiritual.  Pero como hemos dicho antes, «género» no significa «sexo» - el sexo es meramente una manifestación  material del género-. «Género» significa «relativo a la generación o creación».Y  donde quiera que algo se genera o crea, sobre cualquier plano, el principio de  género debe estar manifestado.  Y esto es verdad incluso en la creación de universos.
Ahora bien, no saltéis a la conclusión de que estamos enseñando que hay un dios, o creador, macho y hembra.  Esa idea es meramente una distorsión de las antiguas enseñanzas sobre el tema.  La verdadera enseñanza es que EL TODO, en sí mismo, está por encima del  género, como está por encima de toda otra ley, incluyendo las del tiempo y el  espacio.  El es la ley, de donde proceden las  leyes, y no está sujeto a ellas.  Pero cuando EL TODO se manifiesta sobre el plano de generación o creación, entonces  actúa de acuerdo a la ley y el principio, pues se está moviendo sobre un plano  inferior de existencia.  Y consecuentemente manifiesta el principio de género, en sus aspectos masculino y femenino,  sobre el plano mental, desde luego.
Esta idea puede pareceres alarmante a algunos de vosotros que la oís por primera vez, pero todos la habéis realmente  aceptado pasivamente en vuestras concepciones de cada día.  Habláis  de la paternidad de Dios, y la maternidad de la Naturaleza de Dios, el Padre Divino, y la Naturaleza la  madre universal- y habéis, por tanto, reconocido instintivamente el principio  de género en el universo. ¿No es así?
Pero la enseñanza hermética no implica una dualidad real -EL TODO es UNO-; los dos aspectos son meramente aspectos  de manifestación.  La enseñanza es que el principio masculino manifestado por EL TODO se halla, en un sentido,  aparte de la creación mental real del universo.  Proyecta su voluntad hacia el principio femenino (que puede ser  llamado «Naturaleza»), a lo que el último comienza el verdadero trabajo de la  evolución del universo, desde simples «centros de actividad» hasta el hombre, y  después continuamente aún más arriba, todo de acuerdo con leyes de la Naturaleza  bien establecidas y firmemente forzosas.
Si preferís las viejas figuras de pensamiento, podéis pensar en el  principio masculino como DIOS, el padre, y en el principio femenino como la  NATURALEZA, la madre universal, de cuya matriz han nacido todas las cosas.  Esto es más que una mera figura poética del habla; es una idea del proceso real de la creación del universo.  Pero recordad siempre que EL TODO no es sino uno, y que en su mente infinita el universo es generado, creado y  existe.
Puede ayudaros a obtener la idea apropiada, si queréis aplicar la ley de correspondencia a vosotros mismos y a vuestra  propia mente.  Sabéis que la parte de vosotros que llamáis «yo», en un sentido, se halla aparte y es testigo de la  creación de imágenes mentales en vuestra propia mente.  La  parte de vuestra mente en la que se lleva a cabo la generación mental puede ser llamada el «mí», en distinción al  «yo» que se halla aparte y presencia y examina los pensamientos, ideas e  imágenes del «mí». «Como es arriba, es abajo», recordad, y los fenómenos e un  plano pueden ser empleados para solucionar las quisicosas de planos más altos o  más bajos.
¿Es extraño que vosotros, niños, sintáis esa reverencia instintiva por EL TODO, sentimiento al que llamamos  «religión», ese respeto y reverencia por EL PADRE MENTE? ¿Es extraño que, cuando  consideráis los trabajos y maravillas de la Naturaleza, seáis abrumados por una  poderosa sensación que tiene sus raíces abajo en vuestro ser más interno? Es la  MADRE MENTE a la que estáis comprimiéndoos, como un bebé al pecho.
No cometáis el error de suponer que el pequeño mundo que veis, alrededor vuestro -la Tierra, que es un mero grano de  polvo en el universo- es el universo mismo.  Hay millones sobre millones de tales mundos, y mayores.  Y  hay millones de millones de tales universos en existencia dentro de la mente infinita del TODO.  E  incluso en nuestro propio pequeño sistema solar hay regiones y planos de vida mucho más elevados que los nuestros,  y seres comparados con los cuales nosotros mortales ligados a la tierra  somos como las legamosas formas de vida que habitan sobre el lecho del océano  cuando se comparan con el hombre.  Hay seres con poderes y atributos superiores a lo que el hombre haya soñado nunca que poseyeran los dioses.  Y sin embargo estos seres fueron una vez como vosotros, y aun inferiores, y vosotros  seréis igual que ellos, y aun superiores, con el tiempo, pues tal es el destino  del hombre tal como es referido por los iluminados.
Y la muerte no es real, incluso en el sentido relativo -no es sino nacimiento a una nueva vida- e iréis adelante, y  adelante, y adelante, a planos de vida superiores y más altos todavía, por eones  sobre eones de tiempo.  El universo es vuestro hogar, y exploraréis sus más alejados escondrijos antes del fin del tiempo.  Estáis habitando en la mente infinita del TODO, y vuestras posibilidades y oportunidades son infinitas, tanto en tiempo como en espacio.  Y al final del gran ciclo de eones, cuando EL TODO atraiga de vuelta hacia sí todas sus creaciones, iréis contentos,  pues entonces seréis capaces de conocer toda la verdad de ser uno con EL  TODO.  Tal es el dictamen de los iluminados -aquellos que han avanzado mucho a lo largo del sendero.
Y, mientras tanto, descansad caímos y serenos; estáis a salvo y protegidos por el poder infinito del PADRE-MENTE.
El Kybalion.
«No hay ni uno sin padre ni madre en  el universo.»
El Kybalion.
        «Los medio-sabios, reconociendo la irrealidad relativa del universo, imaginan que pueden desafiar sus  leyes; tales son tontos vanos y presuntuosos, y se estrellan contra las rocas y son  rotos en pedazos por los elementos en razón de su locura.  Los  verdaderamente sabios, conociendo la naturaleza del universo, usan la ley contra las leyes; lo superior  contra lo inferior; y por el arte de la alquimia transmutan lo que es indeseable  en lo que es apreciable, y así triunfan.  La maestría no consiste en sueños anormales, visiones, e imaginaciones o  vivencias fantásticas, sino en usar las fuerzas superiores contra las inferiores, escapando a los sufrimientos de los planos inferiores vibrando en los superiores.  La transmutación, no la negación presuntuosa, es el arma del maestro.»
El Kybalion.
Cada uno de acuerdo con su propio plano y leyes. Fuera EL TODO a imaginar que el universo fuese en verdad real, entonces pobre del universo, pues no habría entonces escape desde lo inferior a lo superior, en dirección hacia lo divino -entonces el universo se volvería fijo y el progreso se volvería imposible-. Y si el hombre, debido a la media-sabiduría, actúa y vive y piensa en el universo como meramente un sueño (semejante a sus propios sueños finitos) entonces en verdad que se convierte en eso para él, y como un sonámbulo tropieza siempre dando vueltas y vueltas en un círculo, no haciendo ningún progreso, y siendo forzado al final a un despertar al caer magullado y vertiendo sangre sobre las leyes naturales que ignoró.
Mantened vuestra mente siempre en la estrella, pero dejad que vuestros ojos observen vuestras pisadas, no sea que caigáis en el cieno en razón de vuestra mirada dirigida hacia arriba. Recordad la paradoja divina, de que "entras que el universo NO ES, aún ES. Recordad siempre los dos polos de la verdad -el absoluto y el relativo-. Cuidado con las medias-verdades.
Lo que los hermetistas conocen como «la ley de la paradoja» es un aspecto del principio de polaridad.  Los  escritos herméticos están llenos con referencias a la aparición de la paradoja en la consideración de los  problemas de la vida y el ser.  Los instructores están advirtiendo constantemente a sus estudiantes contra el error de  omitir el «otro lado» de cualquier cuestión.  Y sus advertencias están dirigidas particularmente a los problemas de lo  absoluto y lo relativo, que dejan perplejos a todos los estudiantes de filosofía, y  que hacen a tantos pensar y actuar contrariamente a lo que se conoce  generalmente como «sentido común».  Y precavernos a todos los estudiantes que estén seguros de captar la paradoja divina de  lo absoluto y relativo, no sea que se queden embrollados en el lodazal de  la media-verdad.  Esta lección particular ha sido escrita con esto a la vista. ¡Leedla cuidadosamente!
El primer pensamiento que le viene al hombre que piensa después de que realiza la verdad de que el universo es una  creación mental del TODO, es que el universo y todo lo que contiene es una mera  ilusión, una irrealidad, idea contra la que su instinto se rebela.   Pero ésta, como todas las otras grandes verdades, debe ser considerada tanto desde el punto de vista absoluto  como relativo.  Desde el punto de vista absoluto,  desde luego, el universo es de la naturaleza de una ilusión, un sueño, una fantasmagoría, cuando se compara con EL TODO en sí mismo.   
Reconocemos esto incluso en nuestro punto de vista ordinario, pues hablamos del mundo como «un fugaz espectáculo» que  va y viene, nace y muere, pues el elemento de impermanencia y cambio, finitud  e insustancialidad, debe estar siempre conectado con la idea de un  universo creado cuando se contrasta con la idea del TODO, no importa cuáles  puedan ser nuestras creencias concernientes a la naturaleza de ambos.   Filósofo, metafísico, científico y teólogo coinciden todos sobre esta idea, y el pensamiento se encuentra en todas  las clases de pensamiento filosófico y concepciones religiosas, así como en  las teorías de las respectivas escuelas de metafísica y teología.
Así que las enseñanzas herméticas no predican la insustancialidad del universo en ninguno de los términos más fuertes  que aquellos que os son más familiares, aunque su presentación del tema  pueda parecer algo más sobrecogedora.  Todo lo que tiene un comienzo y un final debe ser, en un sentido, irreal y  falso, y el universo cae bajo la regla, en todas las escuelas de pensamiento.  
Desde el punto de vista absoluto, no hay nada real excepto EL TODO, no importa qué términos podamos usar al pensar en o discutir el asunto.  Sea que el universo esté creado de materia, o sea una creación mental en la mente del TODO,  es insustancial, no duradero, una cosa de tiempo, espacio y cambio.  Queremos que realicéis este hecho concienzudamente, antes de pasarle juicio a la concepción hermética de  la naturaleza mental del universo.  Pensad sobre cualquiera y todas de las otras concepciones, y ved si esto no es  verdad de ellas.
Pero el punto de vista absoluto muestra meramente un lado del cuadro -el otro lado es el relativo-.  La verdad absoluta ha sido definida como «las cosas tal como la mente de Dios las conoce», mientras que la verdad  relativa es «las cosas tal como la razón más elevada del hombre las entiende».  Y así mientras que para EL TODO el universo debe ser irreal e ilusorio, un mero sueño o el resultado de una  meditación; no obstante, para las mentes finitas que forman una parte de ese universo, y  lo ven a través de facultades mortales, el universo es muy real en verdad, y  debe ser considerado así.  Al reconocer el punto de vista absoluto, no debemos cometer el error de ignorar o negar  los hechos y fenómenos del universo tal como se presentan a nuestras  facultades mortales -no somos EL TODO, recordad.
Para tomar ilustraciones familiares, todos reconocemos el hecho de que la materia «existe» para nuestros sentidos  -lo pasaríamos mal si no lo hiciéramos-.  Y sin embargo, incluso nuestras mentes finitas entienden el dicho  científico de que no hay tal cosa como la materia desde un punto de vista científico;  lo que llamamos materia se sostiene que es meramente una agregación de átomos,  átomos que son en sí mismos meramente un agrupamiento de unidades de fuerza,  llamadas electrones o «iones», vibrando y en constante moción circular.  Golpeamos una piedra y sentimos el impacto; parece ser real, pese a que sabemos que es meramente lo que hemos  establecido arriba.  Pero recordad que nuestro pie, que siente el impacto por medio de nuestros cerebros, es igualmente  materia, constituido por tanto de electrones, y en cuanto a eso también nuestros cerebros.  Y, en el mejor de los casos, si no fuera por nuestra mente, no sabríamos del pie o de la piedra en  absoluto.
Entonces de nuevo, el ideal del artista o escultor, que está tratando de reproducir en piedra o lienzo, le parece a  él muy real.  Igual lo hacen los caracteres en la mente del autor, o dramaturgo, que busca expresar de modo que  otros puedan reconocerlos.  Y si esto es verdad en el caso de nuestras mentes finitas, ¿cuál debe ser el grado de  realidad en las imágenes mentales creadas en la mente del infinito?  Oh,  amigos, para los mortales este universo de mentalidad es muy real en verdad; es el único que podemos conocer  nunca, aunque nos elevemos de plano a plano, cada vez más arriba en él.  Para conocerlo de otro modo, por verdadera experiencia, tenemos que ser EL TODO "sino.  Es  verdad que cuanto más alto nos elevemos en la escala -cuanto más cerca nos llegamos de «la mente del padre» más  evidente se vuelve la naturaleza ilusoria de las cosas finitas, pero la visión no  se desvanece realmente hasta que EL TODO nos absorbe finalmente hacia sí.
Así que no os sintáis inseguros o temerosos, estamos SOSTENIDOS FIRMEMENTE EN LA MENTE INFINITA DEL TODO, y no hay  nada que nos hiera o que hayamos de temer.  No hay ningún poder fuera del TODO para afectamos.  Así que debemos descansar calmos y seguros.  Entonces  «calmos y apaciblemente dormimos, mecidos en la cuna de lo profundo», reposando a salvo en el seno del  océano de mente infinita, que es EL TODO.  En EL TODO, en verdad, «vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser».
La materia es de todos modos materia para nosotros, mientras habitamos en el plano de la materia, aunque sabemos  que es meramente una agregación de «electrones», o partículas de fuerza,  vibrando rápidamente y girando una alrededor de la otra en las formaciones de los átomos; los átomos a su vez vibrando y girando, formando moléculas, las  cuales a su vez forman masas mayores de materia.  No se vuelve la materia menos materia cuando seguimos la pesquisa  aún más lejos, y aprendemos de las enseñanzas herméticas que la «fuerza» de  la que los electrones no son sino unidades es meramente una manifestación de la  mente del TODO, y como todo lo demás en el universo es puramente mental en su naturaleza.
Mientras estemos en el plano de la materia, debemos reconocer sus fenómenos; podemos controlar la  materia (como lo hacen todos los maestros de mayor o menor grado), pero lo  hacemos así aplicando las fuerzas superiores.  Cometemos una insensatez cuando intentamos negar la existencia de  la materia en el aspecto relativo.  Podemos negar su dominio sobre nosotros -y eso correctamente-, pero no  deberíamos intentar ignorarla en su aspecto relativo, al menos mientras residamos  sobre su plano.
Así que si incluso estos seres los más elevados, cuyos poderes exceden incluso  aquellos atribuidos por los hombres a sus dioses; si incluso éstos están ligados y subordinados a la ley, imaginad entonces la presunción del hombre  mortal, de nuestra raza y grado, cuando osa considerar las leyes de la Naturaleza  como «irreales», visionarias e ilusorias, porque resulta ser capaz de captar  la verdad de que las leyes son mentales en naturaleza, y simplemente  creaciones mentales del TODO.  Esas leyes que EL TODO pretende que sean leyes gobernantes no han de ser desafiadas o argüidas.  Mientras el universo dure, ellas durarán, pues el universo existe por virtud de estas leyes que  forman su armazón y lo mantienen junto.
El principio hermético de mentalismo, mientras que explica la verdadera naturaleza del universo  sobre el principio de que todo es mental, no cambia las concepciones científicas  del universo, la vida o la evolución.  De hecho, la ciencia meramente corrobora las enseñanzas herméticas.  Las últimas meramente enseñan que la naturaleza del universo es «mental», mientras que la ciencia moderna ha enseñado que es «material»; o (últimamente) que es «energía» en el  último análisis.  Las enseñanzas herméticas no tienen ningún fallo que encontrar en el principio básico de Herbert  Spencer que postula la existencia de una «energía infinita y eterna, de donde  proceden todas las cosas».  
De hecho, los herméticos reconocen en la filosofía de Spencer la más elevada  afirmación externa del funcionamiento de las leyes naturales que haya sido nunca  promulgada, y creen que Spencer ha sido una reencarnación de un antiguo filósofo que residió en el antiguo Egipto hace miles de años, y que posteriormente  encarno como Heráclito, el filósofo griego que vivió en el 500 a. de J. C. Y  consideran su afirmación de la «energía infinita y eterna» como directamente en la  línea de las enseñanzas herméticas, siempre con la adición de su propia  doctrina de que su «energía» es la energía de la mente del TODO.  Con  la llave maestra de la filosofía hermética, el estudiante de Spencer será capaz de abrir las muchas  puertas de las concepciones filosóficas internas del gran filósofo inglés, cuya  obra muestra los resultados de la preparación de sus encarnaciones  anteriores.  Sus enseñanzas concernientes a la  evolución y el ritmo están casi en perfecto acuerdo con las enseñanzas herméticas concernientes al principio de ritmo.
Así que el estudiante de las enseñanzas herméticas no necesita dejar a un lado ninguna de sus acariciadas  visiones científicas concernientes al universo.  Todo lo que se le pide hacer es captar el principio subyacente de que «EL  TODO es mente; el universo es mental, sostenido en la mente del TODO».  Encontrará que los otros seis de los siete principios se «ajustarán» en su conocimiento científico, y servirán para extraer puntos oscuros y arrojar luz en rincones sombríos.   Esto no ha de extrañarnos, cuando realizamos la influencia del pensamiento hermético en los primitivos filósofos de  Grecia, sobre cuyos fundamentos de pensamiento descansan ampliamente las teorías  de la ciencia moderna.  La aceptación del primer principio hermético (mentalismo) es el único gran punto de  diferencia entre la ciencia moderna y los estudiantes herméticos, y la ciencia está moviéndose gradualmente hacia la posición hermética en su tantear en la oscuridad por una vía de salida del laberinto en el que ha vagado en su búsqueda por la realidad.
El propósito de esta lección es imprimir sobre las mentes de nuestros estudiantes el hecho de que, para todas las  intenciones y propósitos, el universo y sus leyes, y sus fenómenos, son tan REALES,  hasta donde el hombre está concernido, como lo serían bajo las hipótesis del materialismo o el energismo.  Bajo cualquier hipótesis el universo en su aspecto externo es cambiante,  siempre fluyente y transitorio -y por consiguiente, vacío de sustancialidad y realidad-.  Pero (notad el otro polo de la verdad) bajo cualquiera de las mismas hipótesis, estarnos compelidos a ACTUAR Y VIVIR como si las cosas fugaces fuesen reales y sustanciales.  Con esta diferencia, siempre, entre las diversas hipótesis que bajo las viejas visiones el plano mental era  ignorado como una fuerza natural, mientras que bajo el mentalismo se convierte en  la fuerza natural más grande.  Y esta única diferencia revoluciona la vida, a aquellos que entienden el principio y  sus leyes y práctica resultantes.
Así que,  finalmente, estudiantes todos, captad la ventaja del mentalismo, y aprended a conocer, usar y aplicar las  leyes que resultan de él.  Pero no os rindáis a la tentación que, como establece El Kybalion, sobreviene a los  medio-sabios y les hace ser hipnotizados por la aparente irrealidad de las cosas,  siendo la consecuencia que vagan como gente de sueños habitando en un mundo de  sueños, ignorando el trabajo práctico y la vida del hombre, siendo el fin que  «se estrellan contra las rocas y son rotos en pedazos por los elementos, en  razón de su locura».  Seguid más bien el ejemplo de los sabios, de los que la misma autoridad establece que «usan  la ley contra las leyes; lo superior contra lo inferior; y por el arte de la  alquimia transmutan lo que es indeseable en lo que es apreciable, y así  triunfan».
Siguiendo a la autoridad, evitemos la media-sabiduría (que es locura) que ignora la verdad de que: «La  maestría no consiste en sueños anormales, visiones e imaginaciones o vivencias  fantásticas, sino en usar las fuerzas superiores contra las inferiores, escapando a  los sufrimientos de los planos inferiores vibrando en los superiores.»  Recuerda siempre, estudiante, que «la mutación, no la negación presuntuosa, es el  arma del maestro».  Las acotaciones de arriba son de El Kybalion, y son merecedoras de ser confiadas a la  memoria por el estudiante.
No vivimos en un mundo de sueños, sino en un universo que, mientras que relativo, es real hasta donde nuestras vidas y acciones están concernidas.  Nuestra ocupación en el universo no es negar su existencia, sino VIVIR, usando  las leyes para elevarnos de lo inferior a lo superior -continuar viviendo, haciéndolo lo mejor que podemos bajo las circunstancias que surgen cada  día, y viviendo, hasta donde es posible, conforme a nuestras ideas e ideales  más elevados.  El verdadero significado de la vida no es conocido por los hombres en este plano -si es que, en verdad,  en alguno-, pero las más elevadas autoridades, y nuestras propias  intuiciones, nos enseñan que no cometeremos ningún error al vivir conforme a lo mejor que  hay en nosotros, hasta donde es posible, y realizando la tendencia universal en  la misma dirección, a pesar de aparentes evidencias de lo contrario.  Estamos todos en el sendero -y la ruta conduce siempre hacia arriba, con frecuentes lugares de descanso.
Leed el mensaje de El Kybalion -y seguid el ejemplo de «los sabios»- evitando el error de los «medio-sabios» que perecen por razón de su locura.
El Kybalion.
Os hemos  dado la enseñanza hermética concerniente a la naturaleza mental del universo -la verdad de que «el  universo es mental, sostenido en la mente del TODO»-.  Como dice El Kybalion, en el pasaje arriba acotado: «Todo está en  EL TODO.» Pero notad también la afirmación correlacionada de que: «Es  igualmente cierto que EL TODO está en todo.» Esta afirmación aparentemente  contradictoria es reconciliable bajo la ley de la paradoja.  Es, más aún, una afirmación hermética exacta de las relaciones existentes entre EL TODO y su universo mental.  Hemos visto cómo «todo está en EL TODO»; examinemos ahora el otro aspecto del asunto.
Las  enseñanzas herméticas son que EL TODO es inmanente («permaneciendo dentro; inherente; residiendo dentro») en su universo, y en toda parte, partícula, unidad o combinación, dentro del universo.  Esta afirmación es ilustrada usualmente por los instructores por una referencia al principio de correspondencia.  El instructor instruye al estudiante para que forme una imagen mental de algo, una persona, una  idea; algo que tenga una forma mental, siendo el ejemplo favorito el del autor  o dramaturgo que se forma una idea de sus caracteres; o un pintor o  escultor que se forma una imagen de un ideal que desea expresar por su arte.
En cada caso, el estudiante encontrará que mientras que la imagen tiene su existencia, y ser, únicamente dentro de  su propia mente, sin embargo él, el estudiante, autor, dramaturgo, pintor o escultor, es también, en un sentido, inmanente en, permanece dentro o  reside dentro de la imagen mental.  En otras palabras, la virtud entera, vida, espíritu de realidad en la imagen  mental se deriva de la «mente inmanente» del pensador, Considerad esto por un  momento, hasta que se capte la idea.
Para tomar  un ejemplo moderno, digamos que Otelo, Yago, Hamlet, Lear, Ricardo II, existieron meramente en la mente  de Shakespeare, en el tiempo de su concepción o creación.  Y  sin embargo, Shakespeare también existía dentro de cada uno de estos caracteres, dándoles su vitalidad, espíritu y acción. ¿De quién es el «espíritu» de los caracteres que conocemos como Micawber, Oliver Twist, Uriah Heep; es Dickens, o tiene cada uno de  estos caracteres un espíritu personal, independiente de su creador? ¿Tienen la  Venus de Medici, la Madonna Sixtina, el Apolo de Belvedere, espíritus y  realidad propios, o representan el poder espiritual y mental de sus creadores?  
La ley de la paradoja explica que ambas proposiciones son ciertas, vistas desde los puntos de vista apropiados.  Micawber es tanto Micawber como sin embargo Dickens.  Y, de nuevo, mientras que puede decirse que Micawber es Dickens, sin embargo Dickens no es idéntico con Micawber.  El hombre, como Micawber, puede exclamar: «El espíritu de mi creador es inherente dentro de mí, ¡y  sin embargo yo no soy EL!».  Cuán diferente esto de la conmocionante media-verdad tan vociferantemente anunciada por algunos de los medio-sabios, que llenan el aire con sus raucos gritos  de: «¡Yo soy Dios!»
Imaginad al pobre Micawber, o al vil Uriah Heep, gritando:  «Soy Dickens», o a alguno de los ruines zoquetes en uno de los dramas de Shakespeare, anunciando grandilocuentemente que: «¡Soy Shakespeare!» EL  TODO está en el gusano de tierra, y sin embargo el gusano de tierra está  lejos de ser EL TODO.  Y sin embargo permanece la maravilla de que aunque el gusano de tierra existe meramente como una  cosa ruin, creada y teniendo su ser solamente dentro de la mente del TODO,  sin embargo EL TODO es inmanente en el gusano de tierra, y en las partículas  que constituyen el gusano de tierra. ¿Puede haber algún misterio mayor que  éste de «todo en EL TODO, y EL TODO en todo»?
El  estudiante realizará, desde luego, que las ilustraciones dadas arriba son necesariamente imperfectas e inadecuadas,  pues representan la creación de imágenes mentales en mentes finitas, mientras  que el universo es una creación de la mente infinita, y la diferencia entre los  dos polos les separa.  Y sin embargo ésta es meramente una cuestión de grado -el mismo principio está en operación-;  el principio de correspondencia se manifiesta en cada uno -«Como es arriba,  es abajo; como es abajo, es arriba».
Y en el  grado en que el hombre realice la existencia del espíritu interno inmanente dentro de su ser, así se  elevará en la escala espiritual de la vida.  Esto es lo que significa el desarrollo espiritual: el reconocimiento, la  realización y la manifestación del espíritu dentro de nosotros.  Tratad  de recordar esta última definición, la del desarrollo espiritual.  Contiene la verdad de la verdadera religión.
Hay muchos  planos de ser, muchos subplanos de vida, muchos grados de existencia en el universo.  Y  todo depende del avance de los seres en la escala, de cuya escala el punto más bajo es la materia más grosera,  estando el más elevado separado únicamente por la más fina división del ESPÍRITU de  EL TODO.  Y, hacia arriba y hacia adelante a lo largo de esta escala de la vida, todo se está moviendo.   Todos están sobre el sendero, cuyo final es EL TODO.  Todo progreso es un retomar al hogar.  Todo va hacia arriba y hacia adelante, a pesar de todas las apariencias al parecer contradictorias.  Tal es el mensaje de los iluminados.
Las  enseñanzas herméticas concernientes al proceso de la creación mental del universo son las de que al comienzo  del ciclo creativo EL TODO, en su aspecto de «ser», proyecta su voluntad hacia su  aspecto de «devenir», y el proceso de creación comienza.  Se  enseña que el proceso consiste en el rebajamiento de la vibración hasta que se alcanza un grado bajísimo de  energía vibratorio, en cuyo punto se manifiesta la forma de materia más grosera posible.  Este proceso es llamado la etapa de involución, en el que EL TODO se «envuelve» o «arropa» en su creación.  Este proceso se cree por los hermetistas que tiene una correspondencia con el proceso mental de un  artista, escritor o inventor, que se arropa de tal modo en su creación mental que  casi olvida su propia existencia y el cual, por el tiempo dado, casi «vive en  su creación».  Si en vez de «arropado» usamos la palabra «arrebatado», quizá daremos una mejor idea de lo que  se quiere dar a entender.
Esta etapa  involuntaria de creación es llamada a veces la «efusión» de la energía divina, igual que el estado evolutivo  es llamado la «absorción».  El polo extremo del proceso creativo se considera que es el más apartado del TODO,  mientras que el comienzo de la etapa evolutiva se considera como el comienzo de la oscilación de retomo del péndulo del ritmo -una idea de «volver al  hogar» sostenida en todas las enseñanzas herméticas-.
Las  enseñanzas son que durante la «efusión», las vibraciones se vuelven cada vez más bajas hasta que finalmente el  impulso cesa y comienza la oscilación de retomo.  Pero hay esta diferencia, que mientras que en la «efusión» las  fuerzas creativas se manifiestan compactamente y como un conjunto, sin embargo  desde el comienzo de la etapa evolutiva o de «absorción», se manifiesta la ley de individualización -esto es, la tendencia a separarse en unidades de  fuerza-, de modo que finalmente aquello que abandonó al TODO como energía  individualizada retorna a su fuente como incontables unidades de vida altamente  desarrolladas, habiéndose elevado cada vez más alto en la escala por medio de la  evolución física, mental y espiritual.
Los  antiguos hermetistas usan la palabra «meditación» al describir el proceso de la creación mental del universo  en la mente del TODO, siendo empleada también frecuentemente la palabra «contemplación».  Pero la idea pretendida parece ser la del empleo de la atención divina. «Atención» es una  palabra derivada de una raíz latina, que significa «extenderse, estirarse», y  así el acto de atención es realmente una «extensión» mental de energía mental,  de modo que la idea subyacente es atendida fácilmente cuando examinamos el  significado real de la «atención».
Las  enseñanzas herméticas concernientes al proceso de evolución son que EL TODO, habiendo meditado sobre el  comienzo de la creación, habiendo establecido así los fundamentos materiales del  universo, habiéndolo pensado a la existencia, entonces gradualmente se despierta o levanta de su meditación y al hacerlo así comienza la manifestación del  proceso de evolución, sobre los planos material, mental y espiritual,  sucesivamente y en orden.  Así comienza el movimiento hacia arriba, y todo empieza a moverse en dirección hacia el espíritu.  La materia se vuelve menos grosera; las unidades brotan al ser; las combinaciones empiezan a formarse; la vida  aparece y se manifiesta en formas cada vez más elevadas, y la mente se vuelve  cada vez más en evidencia, volviéndose más elevadas constantemente las  vibraciones.  En breve, el proceso entero de  evolución, en todas sus fases, comienza, y procede de acuerdo con las leyes  establecidas del proceso de «absorción».  
Todo esto ocupa eones sobre eones del tiempo del hombre, conteniendo cada eón incontable millones de años, y sin embargo los iluminados nos informan que la  creación entera, incluyendo involución y evolución, de un universo, no es sino  «como el parpadeo de un ojo» para EL TODO.  Al final de incontables ciclos de eones de tiempo, EL TODO retira su  atención -su contemplación y meditación- del universo, pues la gran obra está  acabada, y todo es atraído adentro del TODO de donde emergió.  Pero  misterio de misterios -el espíritu de cada alma no es aniquilado, sino que es infinitamente expansionado-, el  creado y el creador se funden. ¡Tal es el dictamen de los iluminados!
La  ilustración de arriba de la «meditación», y subsiguiente «despertar de la meditación», del TODO, no es desde luego  sino un intento de los instructores por describir el proceso infinito por un  ejemplo finito.  Y, sin embargo: «Como es abajo, es arriba.» La diferencia es meramente en grado.  Y  así como EL TODO se levanta de la meditación sobre el universo, así el hombre (con el tiempo) cesa de manifestarse sobre el plano material, y se retira cada vez más adentro  del espíritu interno, que es en verdad «el ego divino».
Hay una  cuestión más de la que deseamos hablar en esta lección, y ésa viene muy cerca de una invasión del área  metafísica de especulación, aunque nuestro propósito es meramente mostrar la futilidad  de tal especulación.  Aludimos a la cuestión que inevitablemente viene a la mente de todos los pensadores que se han  aventurado a buscar la verdad.  La cuestión es: «¿POR QUÉ crea universos EL TODO?» La cuestión puede ser preguntado en  formas diferentes, pero la de arriba es el grano de la encuesta.
Los hombres  se han esforzado duramente por responder a esta pregunta, pero aún no hay ninguna respuesta digna del nombre.  Algunos han imaginado que EL TODO tenía algo que ganar con ello, pero esto es absurdo, pues ¿qué  podría ganar EL TODO que no poseyera ya?  Otros han buscado la respuesta en la idea de que EL TODO «deseaba algo que  amar»; y otros que creó por placer o entretenimiento; o porque «estaba solo»; o  para manifestar su poder; todas ellas explicaciones e ideas pueriles,  pertenecientes al período infantil del pensamiento.
Otros han  buscado explicar el misterio asumiendo que EL TODO se encontró «compelido» a crear, en razón de su  propia «naturaleza interna» -su «instinto creativo»-.  Esta idea está más avanzada que las otras, pero su punto débil  recae en la idea de que EL TODO sea «compelido» por algo, interno o externo.  Si su «naturaleza interna», o «instinto creativo», lo compelió a hacer algo, entonces la «naturaleza interna» o  «instinto creativo» sería el absoluto, en vez del TODO, y por tanto acordemente  esa parte de la proposición cae.  Y, sin embargo, EL TODO crea y manifiesta, y parece encontrar alguna clase de  satisfacción en hacerlo así.  Y es difícil escapar a la conclusión de que en algún grado infinito debe tener lo que  correspondería a una «naturaleza interna», o a un «instinto creativo», en el hombre, con  deseo y voluntad correspondientemente infinitos.  No podría actuar a no ser que quisiera actuar; y no querría  actuar a no ser que desease actuar; y no desearía actuar a no ser que obtuviese  alguna satisfacción por ello.  Y todas estas cosas pertenecerían a una «naturaleza interna», y podrían ser postuladas  como existiendo de acuerdo con la ley de correspondencia.  Pero  aún preferimos pensar en EL TODO como actuando enteramente LIBRE de cualquier influencia, interna tanto como  externa. Ése es el problema que yace en la raíz de la dificultad -y la dificultad  yace en la raíz del problema.
Hablando  estrictamente, no podría decirse que hubiese una «razón» cualquiera para que actuase EL TODO, pues una  «razón» implica una «causa», y EL TODO está por encima de causa y efecto,  excepto cuando quiere convertirse en causa, en cuyo momento el principio se pone  en movimiento.  Así que, veis, la materia es impensable, igual que EL TODO es incognoscible.  Igual que decimos que EL TODO meramente «ES», así estamos  compelidos a decir que «EL TODO ACTÚA PORQUE ACTUA».  Al final de todo, EL TODO es toda razón en sí mismo; toda ley en  sí mismo; toda acción en sí mismo; y puede decirse, de modo plenamente  cierto, que EL TODO es su propia razón, su propia ley, su propio acto; o aún más  lejos, que EL TODO, su razón, su acto, su ley son UNO, siendo todos nombres para la  misma cosa.  En la opinión de aquellos que os están dando las lecciones presentes, la respuesta está encerrada en el  SER INTERNO del TODO, junto con su secreto de existencia.  La  ley de correspondencia, en nuestra opinión, se extiende sólo hasta ese aspecto del TODO, del que puede  hablarse como «el aspecto de DEVENIR».  Detrás de ese aspecto está «el aspecto de SER», en el que todas las leyes se  pierden en LEY-, todos los principios se funden en PRINCIPIO, y EL TODO, PRINCIPIO y  SER, son IDÉNTICOS, UNO Y LO MISMO.  Por consiguiente, la especulación metafísica sobre este punto es fútil.  Entramos aquí en la cuestión meramente para mostrar que reconocemos la pregunta, y también el absurdo de las  respuestas ordinarias de la metafísica y la teología.
En  conclusión, puede ser de interés para nuestros estudiantes saber que mientras que algunos de los instructores herméticos, antiguos y modernos, se han inclinado más bien en la  dirección de aplicar el principio de correspondencia a la cuestión, con el resultado  de la conclusión de la «naturaleza interna»; sin embargo, las leyendas dicen  que HERMES el Grande cuando se le preguntó esta cuestión por sus estudiantes avanzados, les respondió PRESIONANDO SUS LABIOS FIRMEMENTE JUNTOS y no  diciendo una palabra, indicando que NO HABÍA RESPUESTA.  Pero también podía haber pretendido aplicar el axioma de su  filosofía, de que: «Los labios de la sabiduría están cerrados, excepto para los  oídos del entendimiento», creyendo que incluso sus estudiantes avanzados no  poseían el entendimiento que les titulaba para la enseñanza.  En  cualquier caso, si Hermes poseyó el secreto, dejó de impartirlo, y hasta donde el mundo está concedido LOS  LABIOS DE HERMES ESTÁN CERRADOS respecto a él.  Y donde el gran Hermes vaciló en hablar, ¿qué mortal puede osar  enseñar?
Pero  recordad que cualquiera que sea la respuesta a este problema -si es que en verdad hay una respuesta-  permanece la verdad de que: «Mientras que todo está en EL TODO, es igualmente cierto  que EL TODO está en todo.» La enseñanza en este punto es enfática.  Y podemos añadir las palabras concluyentes de la acotación: «Para aquel que verdaderamente entiende esta verdad, le ha  venido un gran conocimiento.»
El Kybalion.
Para los fines de la conveniencia del pensamiento y estudio, la filosofía hermética considera que el universo puede ser dividido en tres grandes clases de fenómenos, conocidos como los tres grandes planos, a saber:
I.          El gran plano físico.
II.         El gran plano mental.
III.        El gran plano espiritual.
En breve,  los tres grandes planos pueden ser considerados como los tres grandes grupos de grados de manifestación de  la vida.  Mientras que los fines de este librito no nos permiten entrar en una discusión extendida o explicación  del tema de estos diferentes planos, creemos de todos modos conveniente dar  una descripción general del mismo en este punto.
Al comienzo  podemos bien considerar la cuestión tan a menudo preguntado por el neófito que desea ser informado concerniente al significado de la palabra «plano», término que ha sido  usado muy libremente, y muy pobremente explicado, en muchas obras recientes  sobre el tema del ocultismo.  La pregunta es generalmente como sigue: «¿Es un plano un lugar que tiene dimensiones, o  es meramente una condición o estado?» Nosotros respondemos: «No, no un  lugar, ni una dimensión ordinaria del espacio, y sin embargo más que un estado o condición, y sin embargo el estado o condición es un grado de dimensión,  en una escala sujeta a medida.» Algo paradójico, ¿no es así?
Pero  examinemos la cuestión.  Una «dimensión», sabéis,  es «una medida en una línea recta, relativo a la medida», etc.  Las dimensiones ordinarias del espacio son longitud, anchura y  altura, o quizá longitud, anchura, altura, grosor o circunferencia.   Pero hay otra dimensión de «cosas creadas», o «medida en línea recta», conocida por los ocultistas, y por los  científicos también, aunque los últimos no la han aplicado todavía el término  «dimensión» -y esta nueva dimensión, que, de paso, es la «cuarta dimensión» sobre la  que mucho se ha especulado, es la norma usada al determinar los grados o  «planos».
Esta cuarta  dimensión puede ser llamada «la dimensión de la vibración».  Es un hecho bien conocido por la ciencia moderna, así como de los hermetistas que  han incorporado la verdad, en su «tercer principio hermético», que «todo  está en movimiento, todo vibra, nada está en reposo».  Desde la más elevada manifestación, hasta la inferior, todo y  todas las cosas vibran.  No sólo vibran en diferentes grados de movimiento, sino como en direcciones diferentes y  en una manera diferente.  Los grados de la «frecuencia» de las vibraciones constituyen los grados de medida en la  escala de vibraciones; en otras palabras, los grados de la cuarta dimensión-.  Y estos grados forman lo que los ocultistas llaman «planos».  
Cuanto más elevado el grado de frecuencia de vibración, más elevado el plano y más elevada la manifestación de la vida que ocupa ese lugar.  Así que mientras que un plano no es «un lugar», ni siquiera «un  estado o condición», sin embargo posee cualidades comunes a ambos.   Tendremos más que decir concerniente al tema de la escala de vibraciones en nuestras próximas lecciones, en las que consideraremos el principio hermético de vibración.
Recordaréis,  por favor, sin embargo, que los tres grandes planos no son divisiones reales de los fenómenos del  universo, sino meramente términos arbitrarios usados por los hermetistas a fin de  ayudar en el pensamiento y estudio de los diversos grados y formas de actividad  y vida universales.  El átomo de materia, la unidad de fuerza, la mente del hombre y el ser del arcángel no son todos  sino grados en una escala, y todos fundamentalmente lo mismo, siendo la  diferencia entremedias únicamente una cuestión de grado y de frecuencia de  vibración; todos son creaciones del TODO, y tienen su existencia únicamente dentro de la  mente infinita del TODO.
Los  hermetistas subdividen cada uno de los tres grandes planos en siete planos menores, y cada uno de estos últimos  son subdivididos también en siete subplanos, siendo todas las divisiones más  o menos arbitrarias, solapándose una a otra, y adoptadas meramente por conveniencia de estudio y pensamiento científico.
El gran  plano físico, y sus siete planos menores, es esa división de los fenómenos del universo que incluye todo  lo que se relaciona con la física o las cosas, fuerzas y manifestaciones materiales.  Incluye todas las formas de eso que llamamos materia, y todas las formas de eso que llamamos energía  o fuerza.  Pero debéis recordar que la filosofía hermética no reconoce la materia como una «cosa en sí», o como teniendo una existencia separada siquiera en la mente del TODO.  Las enseñanzas son que la materia no es sino una forma de energía; esto es, energía a una frecuencia baja de  vibraciones de una cierta clase.  Y de acuerdo con esto los hermetistas clasifican la materia bajo el encabezamiento de la  energía, y la dan tres de los siete planos menores del gran plano físico.
Estos siete  planos físicos menores son como sigue:
I.          El plano de materia (A).
II.         El plano de materia (B).
III.        El plano de materia (C).
IV.       El plano de sustancia etérea.
V.        El plano de energía (A).
VI.       El plano de energía (B).
VII.      El plano de energía (C).
El plano de  materia (A) comprende las formas de materia en su forma de sólidos, líquidos y gases, tal como se  reconocen generalmente por los libros de texto sobre física.  El  plano de materia (B) comprende ciertas formas de materia más elevadas y sutiles cuya existencia la ciencia  moderna no está sino reconociendo ahora, perteneciendo los fenómenos de la materia radiante, en sus fases de radium, etc., a la subdivisión inferior de  este plano menor.  El plano de materia (C) comprende las formas de la materia más sutil y tenue, cuya existencia no es  sospechada por los científicos ordinarios.
El plano de sustancia etérea comprende eso de lo que la ciencia habla como «el  éter», una sustancia de extrema tenuidad y elasticidad, compenetrando todo el  espacio universal, y actuando como un medio para la transmisión de ondas de  energía, tales como luz, calor, electricidad, etc.  Esta sustancia etérea forma un vínculo conector entre la materia (así  llamada) y la energía, y participa de la naturaleza de cada una.  Las  enseñanzas herméticas, sin embargo, instruyen que este plano tiene siete subdivisiones (como las tienen  todos los planos menores), y que de hecho hay siete éteres, en vez de uno solo.
El  siguiente por encima del plano de sustancia etérea es el plano de energía (A), que comprende las formas ordinarias  de energía conocidas a la ciencia, siendo sus siete subplanos,  respectivamente calor, luz, magnetismo, electricidad y atracción (incluyendo  gravitación, cohesión, afinidad química, etc.) y varias otras formas de energía  indicadas por los experimentos científicos pero aún no nombradas o clasificadas.  
El plano de energía (B) comprende siete subplanos de formas superiores de energía aún no descubiertas por la  ciencia, pero que han sido llamadas «las fuerzas más finas de la naturaleza» y  que son puestas en operación en las manifestaciones de ciertas formas de  fenómenos mentales, y por las que tales fenómenos se vuelven posibles.
El plano de energía (C) comprende siete subplanos de energía tan altamente organizada que lleva muchas de las características de la «vida», pero que no es reconocida por las mentes  de los hombres en el plano ordinario de desarrollo, estando disponible para el  uso sólo de seres del plano espiritual; tal energía es impensable por el  hombre ordinario, y puede ser considerada casi como «el poder divino».  Los seres que la emplean son como «dioses» comparados incluso con los tipos humanos más elevados que nos son  conocidos.
El gran  plano mental comprende esas formas de «cosas vivientes» conocidas por nosotros en la vida ordinaria, así como  ciertas otras formas no tan bien conocidas excepto por el ocultista.  La clasificación de los siete planos mentales menores es mas o menos satisfactoria y arbitraria (a no ser que vaya  acompañada por explicaciones que son ajenas al propósito de esta obra particular),  pero podemos bien mencionarlos.  Son como sigue:
I.          El plano de mente mineral.
II-         El plano de mente elemental (A).
III.        El plano de mente de planta.
IV.       El plano de mente elemental (B).
V.        El plano de mente animal.
VI.       El plano de mente elemental (C).
VII.      El plano de mente humana.
El plano de  mente mineral comprende los «estados o condiciones» de las unidades o entidades o grupos y  combinaciones del mismo, animan las formas conocidas nosotros como «minerales,  sustancias químicas, etc.». Estas entidades no deben ser confundidas con las  moléculas, átomos y corpúsculos mismos, siendo los últimos los cuerpos o formas  materiales de estas entidades, igual que el cuerpo de un hombre no es sino su forma material y no «él mismo».
Estas entidades pueden ser llamadas «almas» en un sentido, y son seres  vivientes de un bajo grado de desarrollo, vida y mente; justo un poco más que las  unidades de «energía viviente» que comprenden las subdivisiones superiores del  plano físico más elevado.  La mente corriente no atribuye generalmente la posesión de mente, alma o vida al reino  mineral, pero todos los ocultistas reconocen la existencia de la misma, y la  ciencia moderna está moviéndose rápidamente hacia adelante, hacia el punto de  vista de la hermética, a este respecto.  
Las moléculas, átomos y corpúsculos tienen sus «amores y odios», «gustos y disgustos», «atracciones y repulsiones», «afinidades y no-afinidades», etc., y  algunas de las más atrevidas de las modernas mentes científicas han expresado la  opinión de que el deseo y la voluntad, las emociones y los sentimientos de los  átomos difieren sólo en grado de los de los hombres.  No tenemos tiempo o espacio para argüir aquí esta materia.  Todos los ocultistas saben que es un hecho, y otros son referidos a algunas de las obras científicas más recientes  para una corroboración exterior.  Hay las siete subdivisiones usuales para este plano.
El plano de  mente elemental (A) comprende el estado o condición y grado de desarrollo mental y vital de una clase de entidades desconocidas para el hombre corriente, pero reconocidas por  los ocultistas.  Son invisibles a los sentidos ordinarios del hombre, pero, no obstante, existen y representan  su papel en el drama del universo.  Su grado de inteligencia está entre el de las entidades minerales y químicas de  una parte, y el de las entidades del reino de las plantas por la otra.  Hay siete subdivisiones para este plano también.
El plano de  mente de planta, en sus siete subdivisiones, comprende los estados o condiciones de las entidades que  comprenden los reinos del mundo de las plantas, cuyos fenómenos vitales y mentales  son bastante bien entendidos por la persona inteligente corriente, habiendo  sido publicadas durante la última década muchas nuevas e interesantes obras científicas concernientes a «mente y vida en las plantas».   Las plantas tienen vida, mente y «almas» igual que las tienen los animales, el hombre y el súper-hombre.
El plano de  mente elemental (B), en sus siete subdivisiones, comprende los estados y condiciones de una forma superior  de entidades «elementales» o invisibles, jugando su parte en el trabajo  general del universo, cuya mente y vida forman una parte de la escala entre el  plano de la mente de planta y el plano de la mente animal, participando las  entidades de la naturaleza de ambos.
El plano de  mente animal, en sus siete subdivisiones, comprende los estados y condiciones de las entidades,  seres o almas que animan las formas animales de vida, familiares para todos nosotros.  No es necesario entrar en detalles concernientes a este reino o plano de vida, pues el mundo  animal nos es tan familiar como el nuestro propio.
El plano de  mente elemental (C), en sus siete subdivisiones, comprende esas entidades o seres, invisibles como lo son  todas esas formas elementales, que participan de la naturaleza de la vida  tanto animal como humana en un grado y en ciertas combinaciones.   Las formas más elevadas son semihumanas en inteligencia.
El plano de  mente humana, en sus siete subdivisiones, comprende esas manifestaciones de vida y mentalidad que  son comunes al hombre, en sus diversos grados, gradaciones y divisiones.  En esta conexión, deseamos apuntar el hecho de que el hombre corriente de hoy en día no ocupa sino la cuarta  subdivisión del plano de mente humana, y sólo los más inteligentes han cruzado los  límites de la quinta subdivisión.
Le ha tomado a la raza millones de años alcanzar esta etapa, y le tomará muchos años  más a la raza el pasar a las subdivisiones sexta y séptima, y más allá.  Pero recordad que ha habido razas antes de nosotros que han pasado a través de estos grados y después a planos superiores.  Nuestra propia raza es la quinta (con rezagados de la cuarta) que ha puesto el pie sobre el  sendero.  Y también hay unas pocas almas avanzadas  de nuestra propia raza que han sobrepujado a las masas y que han pasado a  la subdivisión sexta y séptima, estando algunas pocas aún más lejos  adelante.  El hombre de la sexta subdivisión será  «el súper-hombre», el de la séptima será «el por encima del hombre».
En nuestra  consideración de los siete planos mentales menores, nos hemos referido meramente a los tres planos  elementarios de un modo general.  No deseamos entrar en este tema en detalle en esta obra, pues no pertenece a esta parte de  la filosofía y de las enseñanzas generales.  Pero podemos decir esto, a fin de daros una idea un poco más  clara de las relaciones de estos planos con los más familiares; los planos  elementarios guardan la misma relación con los planos de mentalidad y vida mineral,  de planta, animal y humana, que las teclas negras del piano tienen con las blancas.
Las teclas blancas son suficientes para producir música, pero hay ciertas escalas, melodías y armonías, en las que las teclas negras juegan su parte, y en las que su presencia es necesaria.  Son necesarias también como «vínculos conectantes» de la condición del alma, estados de entidad, etc., entre los varios otros planos, siendo conseguidas ahí  ciertas formas de desarrollo; dando este último hecho al lector que puede «leer  entre las líneas» una nueva luz sobre los procesos de evolución, y una nueva  llave para la puerta secreta de los «saltos de vida» entre reino y reino.  Los grandes reinos de elementales son plenamente reconocidos por todos los ocultistas, y los escritos  esotéricos están llenos de menciones de ellos.  Los lectores de Zanoni de Bulwer y relatos similares reconocerán a las  entidades que habitan estos planos de vida.
Pasando  adelante del gran plano mental al gran plano espiritual, ¿qué diremos? ¿Cómo podemos explicar estos estados  superiores de ser, vida y mente a mentes aún incapaces de captar y entender las subdivisiones superiores del plano de la mente humana?  La  tarea es imposible.  Sólo podemos hablar en los  términos más generales. ¿Cómo puede describirse la luz a un hombre nacido ciego; Cómo  el azúcar, a un hombre que nunca ha saboreado nada dulce; cómo la armonía, a  uno nacido sordo?
Todo lo que  podemos decir es que los siete planos menores del gran plano espiritual (teniendo cada plano menor sus  siete subdivisiones) comprende seres que poseen vida, mente y forma tan por  encima de las del hombre de hoy en día como el último está por encima del gusano  de tierra, el mineral o incluso ciertas formas de energía o materia.  La vida de estos seres trasciende tanto la nuestra, que no podemos pensar siquiera en los detalles de la misma; sus  mentes trascienden tanto la nuestra, que para ellos apenas parecemos «pensar», y nuestros procesos mentales parecen casi próximos a los procesos  materiales; la materia de la que están compuestas sus formas es de los planos más  elevados de la materia, más aún, de algunos se dice incluso que están «vestidos en  energía pura». ¿Qué puede decirse de tales seres?
En los  siete planos menores del gran plano espiritual existen seres de quienes podemos hablar como ángeles,  arcángeles, semi-dioses.  En los planos menores inferiores moran esas grandes almas a quienes llamamos maestros y  adeptos.  Por encima de ellos vienen las grandes jerarquías de las huestes angélicas, impensables para el hombre; y por  encima de ésas vienen esos que pueden ser llamados sin irreverencia «los  dioses», tan alto están en la escala del ser, siendo su ser, inteligencia y poder  semejantes a los atribuidos por las razas de los hombres a sus conceptos de la  deidad.
Estos seres están más allá incluso de los  más elevados vuelos de la imaginación humana, siendo la palabra «divinidad»  la única aplicable a ellos.  Muchos de estos seres, así como la hueste angélica, se toman el más grande interés en  los asuntos del universo y juegan una parte importante en sus asuntos.  Estas divinidades invisibles y auxiliares angélicos extienden su influencia libre y poderosamente en el proceso de evolución y progreso cósmico.  Su intervención y asistencia ocasionales en los asuntos humanos ha  conducido a muchas leyendas, creencias, religiones y tradiciones de la raza, pasadas  y presentes.  Ellos han sobreimpuesto su conocimiento y poder sobre el mundo, una y otra vez, todo bajo la ley  del TODO, desde luego.
Pero, sin  embargo, incluso los más elevados de estos seres avanzados existen meramente como creaciones de, y en, la  mente del TODO, y están sujetos a los procesos cósmicos y a las leyes universales.  Aún son mortales.  Podemos  llamarles «dioses» si queremos, pero aún no son sino los hermanos mayores de la raza; las almas avanzadas que  han sobrepujado a sus hermanos y que han renunciado al éxtasis de la  absorción por EL TODO, a fin de ayudar a la raza en su viaje hacia arriba a lo largo  del sendero.  Pero pertenecen al universo, y están sujetos a sus condiciones -son mortales- y su plano está por  debajo del espíritu absoluto.
Sólo los  hermetistas más avanzados son capaces de captar las enseñanzas internas concernientes al estado de existencia y  los poderes manifestados en los planos espirituales.  Los  fenómenos son tan superiores a los de los planos mentales que resultaría con seguridad una confusión de ideas a  partir de un intento por describir los mismos.  Sólo aquellos cuyas mentes han sido cuidadosamente entrenadas a  lo largo de las líneas de la filosofía hermética durante años -sí, aquellos que  han traído consigo de otras encarnaciones el conocimiento adquirido  previamente- pueden comprender justo lo que se da a entender por la enseñanza  concerniente a estos planos espirituales.  
Y mucha de esta enseñanza interna es tenida por los hermetistas como siendo  demasiado sagrada, importante e incluso peligrosa para la diseminación pública general.  El estudiante inteligente puede reconocer lo que queremos decir con esto cuando establecemos que el  significado de «espíritu» tal como se usa por los hermetistas es semejante a «poder viviente», «fuerza animada», «esencia interna», «esencia de vida», etc., significado que no debe ser confundido con el usual y comúnmente  empleado en conexión con el término, i. e., «religioso, eclesiástico, espiritual,  etéreo, santo», etc.  Para los ocultistas la palabra «espíritu» se usa en el sentido de «principio animador»,  llevando consigo la idea de poder, energía viviente, fuerza mística, etc.
Y los ocultistas saben que lo que les es conocido como «poder espiritual» puede ser empleado tanto para fines  malvados como buenos (de acuerdo con el principio de polaridad), un hecho que ha  sido reconocido por la mayoría de las religiones en sus concepciones de  Satán, Beelzebub, el Diablo, Lucifer, ángeles caídos, etc.  Y,  por tanto, el conocimiento concerniente a estos planos ha sido conservado en el santo de los santos en todas las fraternidades esotéricas y órdenes ocultas -en la cámara secreta del templo-.
Pero esto puede decirse aquí, que aquellos que han alcanzado elevados poderes espirituales y los han  usado mal, tienen un terrible destino en reserva para ellos, y el balanceo del péndulo del ritmo les balanceará inevitablemente de vuelta al más lejano  extremo de la existencia material, desde cuyo punto deberán retrazar sus pasos  hacia el espíritu, a lo largo de los fatigosos rodeos del sendero, pero siempre  con la añadida tortura de tener siempre consigo una memoria que permanece de  las alturas desde las que cayeron debido a sus malas acciones.   Las leyendas de los ángeles caídos tienen una base en hechos verdaderos, como lo saben todos los ocultistas avanzados.  El esforzarse por el poder egoísta en los planos espirituales resulta inevitablemente en que el alma egoísta  pierde su equilibrio espiritual y cae atrás tan lejos como se había elevado previamente.  Pero incluso a un alma así se le da la oportunidad del retorno -y tales almas hacen el viaje de  retorno pagando el terrible castigo de acuerdo con la ley invariable.
En  conclusión querríamos recordamos de nuevo que de acuerdo con el principio de correspondencia, que incorpora la  verdad: «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba», todos los siete principios herméticos están en plena operación en todos los muchos  planos, físicos, mentales y espirituales.  El principio de sustancia mental se aplica desde luego a todos los planos,  pues todos están sostenidos en la mente del TODO.  El principio de correspondencia se manifiesta en todos, pues hay  una correspondencia, armonía y acuerdo entre los varios planos.  El principio de vibración se manifiesta en todos los planos, de hecho las diferencias mismas que hacen los «planos»  surgen de la vibración, como hemos explicado.  El principio de polaridad se manifiesta sobre cada plano, siendo  los extremos de los polos aparentemente opuestos y contradictorios.
El principio de ritmo se manifiesta sobre cada plano, teniendo el movimiento de los fenómenos su mengua y su  crecida, su elevación y su caída, su infusión y su efusión.  El principio de causa y efecto se manifiesta sobre cada plano,  teniendo todo efecto su causa y teniendo toda causa su efecto.  El  principio de género se manifiesta sobre cada plano, estando siempre manifiesta la energía creativa y operando a  lo largo de las líneas de sus aspectos masculino y femenino.
«Como es  arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.» Este axioma hermético, viejo por siglos, incorpora uno de los  grandes principios de los fenómenos universales.  Conforme procedamos con nuestra consideración de los restantes principios, veremos aún más claramente la verdad de la naturaleza  universal de este gran principio de correspondencia.
El Kybalion.
Las  enseñanzas herméticas son que no sólo está toda cosa en movimiento y vibración constantes, sino que las  «diferencias» entre las diversas manifestaciones del poder universal son debidas  enteramente al grado y modo variables de las vibraciones.  No sólo esto, sino que incluso EL TODO, en sí mismo, manifiesta  una vibración constante de un grado infinito de intensidad y rápida moción  tal que puede ser prácticamente considerado en reposo, dirigiendo los  instructores la atención de los estudiantes al hecho de que incluso en el plano físico  un objeto moviéndose rápidamente (tal como una rueda giratoria) parece  estar en reposo.  Las enseñanzas son que el espíritu está en un extremo del polo de vibración, siendo el otro polo  ciertas formas de materia extremadamente groseras.  Entre estos dos polos hay millones sobre millones de grados y  modos de vibración diferentes.
La ciencia  moderna ha probado que todo lo que llamamos materia y energía no son sino «modos de movimiento vibratorio»,  y algunos de los científicos más avanzados se están moviendo rápidamente  hacia la posición de los ocultistas que sostienen que los fenómenos de la mente  son igualmente modos de vibración o moción.  Veamos qué tiene que decir la ciencia concerniente a la cuestión  de las vibraciones en la materia y la energía.
En primer  lugar, la ciencia enseña que toda materia manifiesta, en algún grado, las vibraciones que surgen de la temperatura o el calor.  Esté un objeto frío o caliente -no siendo ambos sino grados de las mismas cosas-  manifiesta ciertas vibraciones de calor, y en ese sentido está en movimiento y  vibración.  Además todas las partículas de materia  están en movimiento circular, desde el corpúsculo hasta los soles.  Los planetas revolucionan alrededor de soles, y muchos de ellos giran sobre sus ejes.  Los soles se mueven alrededor de mayores puntos centrales, y se  cree que éstos se mueven alrededor de otros aún mayores, y así sucesivamente, ad infinitum.  Las moléculas de que están compuestas las clases particulares de materia están en un estado de  vibración y movimiento constantes una alrededor de la otra y una contra la otra.  Las moléculas están compuestas de átomos, que, igualmente, están en un estado de movimiento y vibración  constantes.  Los átomos están compuestos de  corpúsculos, a veces llamados electrones», «iones», etcétera, que también están en un  estado de rápida moción, revolucionando uno alrededor del otro, y que  manifiestan un estado y modo de vibración muy rápido.  Y vemos, pues, que todas las formas de materia manifiestan vibración, de  acuerdo con el principio hermético de vibración.
Y así  ocurre con las diversas formas de energía.  La  ciencia enseña que luz, calor, magnetismo y electricidad no son sino formas de moción vibratorio conectadas de  algún modo con, y probablemente emanando del, éter.  La ciencia todavía no intenta explicar la naturaleza de los  fenómenos conocidos como cohesión, que es el principio de atracción molecular; ni  la afinidad química, que es el principio de atracción atómica; ni la  gravitación (el más grande misterio de los tres), que es el principio de atracción  por el que toda partícula o masa de materia está ligada a toda otra partícula o masa.  Estas tres formas de energía no son todavía entendidas por la ciencia, sin embargo los escritores se  inclinan a la opinión de que éstas también son manifestaciones de alguna forma de  energía vibratorio, un hecho que los hermetistas han sostenido y enseñado  durante edades pasadas.
El éter  universal, que es postulado por la ciencia sin que su naturaleza sea entendida claramente, se sostiene por  los hermetistas que no es sino una manifestación superior de eso que se  llama erróneamente materia, es decir, materia en un grado superior de  vibración- y es llamado por ellos «la sustancia etérea».  Los hermetistas enseñan que esta sustancia etérea es de tenuidad y elasticidad extremas, y compenetra el espacio universal, sirviendo como  un medio de transmisión de ondas de energía vibratorio, tales como calor,  luz, electricidad, magnetismo, etc.  Las enseñanzas son que la sustancia etérea es un vínculo conector entre las  formas de energía vibratorio conocidas como «materia», por una parte, y  «energía o fuerza», por otra; y también que manifiesta un grado de vibración, en frecuencia y modo, enteramente propio.
Los  científicos han ofrecido la ilustración de una rueda, peonza o cilindro, moviéndose rápidamente para mostrar los  efectos de frecuencias de vibración crecientes.  La ilustración supone una rueda, peonza o cilindro en revolución, corriendo a un bajo grado de velocidad -llamaremos a esta cosa  revolucionante «el objeto» al seguir la ilustración-.  Supongamos que este objeto se mueve lentamente.  Puede  verse fácilmente, pero ningún sonido de su movimiento alcanza al oído.
La velocidad es gradualmente incrementada.  En unos pocos momentos su movimiento se vuelve tan rápido que  puede oírse un gruñido profundo o nota baja.  Entonces conforme la frecuencia se incrementa la nota se eleva  una vez en la escala musical.  Después,, siendo aumentada todavía más la moción, se distingue la siguiente nota más elevada.  Después, una después de la otra, aparecen todas las notas de la escala musical, elevándose cada vez  más alto conforme la moción se incremento.  Finalmente, cuando los movimientos han alcanzado una cierta  frecuencia, se alcanza la nota final perceptible a los oídos humanos y el chillido,  agudo y penetrante, se desvanece y sigue el silencio.
No se oye ningún sonido proveniente del objeto en revolución,  siendo la frecuencia de moción tan alta que el oído humano no puede registrar las vibraciones.  Entonces viene la percepción de grados de calor en aumento.  Después, tras de un buen rato, el ojo capta un vislumbre de que  el objeto se está volviendo de un color rojizo apagado oscuro.  Conforme se incremento la frecuencia, el rojo se vuelve más brillante.  Entonces, conforme la velocidad es aumentada, el rojo se funde en un naranja.  El naranja se funde en un amarillo.  Entonces  siguen, sucesivamente, los tonos de verde, azul, índigo y, finalmente, violeta, conforme aumenta el grado de velocidad.  
Entonces el violeta se desvanece, y desaparece todo color, no siendo capaz el ojo humano de registrarlos.  Pero hay rayos invisibles emanando del objeto revolucionante, los rayos que se usan al  fotografiar, y otros rayos sutiles de luz.  Entonces comienzan a manifestarse los peculiares rayos conocidos como los «rayos  X», etc., conforme cambia la constitución del objeto.  Cuando  se alcanza el grado de vibración apropiado, se emiten electricidad y magnetismo.
Cuando el  objeto alcanza una cierta frecuencia de vibración sus moléculas se desintegran, y se resuelven en los  elementos o átomos originales.  Entonces los átomos, siguiendo el principio de vibración, son separados en los incontables corpúsculos de que están compuestos.  Y finalmente, incluso los corpúsculos desaparecen y puede decirse que el  objeto está compuesto de la sustancia etérea.
La ciencia no se atreve a seguir más lejos la ilustración, pero  los hermetistas enseñan que si las vibraciones se incrementasen  continuamente el objeto remontaría los estados sucesivos de manifestación y manifestaría a  su vez las diversas etapas mentales, y después continuando hacia el  espíritu, hasta que finalmente reentraría al TODO, que es espíritu absoluto.  El «objeto», sin embargo, habría cesado de ser un «Objeto» mucho antes de que se alcanzase la etapa de sustancia  etérea, pero por otra parte la ilustración es correcta en tanto en cuanto que  muestra el efecto de grados y modos de vibración constantemente incrementados.  
Debe recordarse, en la ilustración de arriba, que en las etapas en las que el «objeto» arroja vibraciones de luz,  calor, etc., no se «resuelve» realmente en esas formas de energía (que están  mucho más arriba en la escala), sino que simplemente alcanza un grado de vibración  en el que esas formas de energía son liberadas, en un grado, de la confinante influencia de sus moléculas, átomos y corpúsculos, según sea el caso.  Estas formas de energía, aunque mucho más elevadas en la escala que la materia, están aprisionadas y confinadas en  las combinaciones materiales, en razón de las energías que se manifiestan a  través de, y usan formas materiales, aunque quedando así atrapadas y confinadas  en sus creaciones de formas materiales, lo que, hasta cierto punto, es cierto  de todas las creaciones, quedando la fuerza creadora envuelta en su creación.
Pero las  enseñanzas herméticas van mucho más lejos de lo que lo hacen las de la ciencia moderna.  Enseñan  que toda manifestación de pensamiento, emoción, razón, voluntad o deseo, o cualquier estado o  condición mental, está acompañado por vibraciones, una porción de las cuales son arrojadas y tienden a afectar a las mentes de otras personas por  «inducción». Éste es el principio que produce los fenómenos de la «telepatía»; la  influencia mental, y otras formas de la acción y el poder de mente sobre mente, con  las que el público general se está familiarizando rápidamente, debido a la  amplia diseminación de conocimiento oculto por las diversas escuelas, cultos e instructores a lo largo de estas líneas en este tiempo.
Todo  pensamiento, emoción o estado mental tiene su grado y modo de vibración correspondiente.  Y  por un esfuerzo de la voluntad de la persona, o de otras personas, estos estados mentales pueden ser  reproducidos, igual que un tono musical puede ser reproducido haciendo vibrar un  instrumento a una cierta frecuencia -igual que el color puede ser reproducido del  mismo modo.  Por un conocimiento del principio de vibración, aplicado a los fenómenos mentales, uno puede polarizar su  mente en cualquier grado que desee, consiguiendo así un control perfecto sobre  sus estados mentales, humores, etc.  
Del mismo modo puede afectar las mentes de otros, produciendo en ellos los  estados mentales deseados.  En breve, puede ser capaz de producir sobre el plano mental lo que la ciencia produce sobre  el plano físico -a saber, «vibraciones a voluntad»-.  Este  poder desde luego sólo puede adquiriese por la instrucción, ejercicios, práctica, etc., apropiados, siendo la  ciencia la de la transmutación mental, una de las ramas del arte hermético.
Una pequeña  reflexión de lo que hemos dicho le mostrará al estudiante que el principio de vibración subyace en los maravillosos fenómenos de poder manifestados por los maestros y adeptos,  que son capaces de dejar a un lado aparentemente las leyes de la Naturaleza,  pero que, en realidad, están simplemente usando una ley contra otra, un  principio contra otros; y que consiguen sus resultados cambiando las vibraciones  de los objetos materiales, o formas de energía, y ejecutan así lo que  comúnmente se llaman «milagros».
Como ha dicho con verdad uno de los antiguos escritores herméticos: «Aquel que entiende el principio de vibración, ha captado el cetro del poder.»
CAPÍTULO XEl Kybalion.
Las  enseñanzas herméticas son que la diferencia entre cosas aparentemente opuestas de modo diametral una a la  otra es meramente una cuestión de grado.  Enseña que «los pares de opuestos pueden ser reconciliados», y  que «tesis y antítesis son idénticas en naturaleza, pero diferentes en  grado»; y que la «reconciliación universal de opuestos» se efectúa por un  reconocimiento de este principio de polaridad.
Los instructores alegan que pueden tenerse ilustraciones de este principio a puñados, y a partir de un examen de la naturaleza real de cualquier  cosa.  Empiezan mostrando que espíritu y materia  no son sino los dos polos de la misma cosa, siendo los planos intermedios meramente grados de vibración.  Muestran que EL TODO y los muchos son lo mismo, siendo la diferencia meramente  una cuestión de grado de manifestación mental.  Así, la LEY y las leyes son los dos polos opuestos de una cosa.  Igualmente, PRINCIPIO y principios.  Mente  infinita y mentes finitas.
Pasando entonces al plano  físico, ilustran el principio mostrando que el calor y el frío son idénticos en  naturaleza, siendo las diferencias meramente una cuestión de grados.   El termómetro muestra muchos grados de temperatura, siendo llamado el polo más bajo «frío» y el más elevado,  «calor».  Entre estos dos polos hay muchos grados  de «calor» o «frío», llámalos cualquiera de los dos y estarás igualmente en  lo correcto.  El superior de dos grados es siempre «más cálido», mientras que el inferior es siempre «más frío».  No hay ninguna norma absoluta, todo es una cuestión de grado.
No hay ningún lugar en el termómetro donde el calor cese y comience el frío. Es todo una cuestión de vibraciones más altas o más bajas. Los mismos términos «alto» y «bajo», que estamos compelidos a usar, no son sino polos de la misma cosa -los términos son relativos-. Igual con «Este y Oeste»; viajad alrededor del mundo en dirección Este, y alcanzaréis un punto que se llama Oeste en vuestro punto de partida, y retornáis desde ese punto hacia el Oeste. Viajad lo bastante lejos al Norte, y os encontraréis viajando hacia el Sur, o viceversa.
Luz y  oscuridad son polos de la misma cosa, con muchos grados entre ellas.  La escala musical es lo mismo; comenzando con «do» os movéis hacia arriba hasta  que alcanzáis otro «do», y así sucesivamente, siendo las diferencias entre  los dos extremos del cuadro las mismas, con muchos grados entre los dos  extremos.  La escala de color es lo mismo, siendo  la única diferencia entre el violeta alto y el rojo bajo de vibraciones más  altas o más bajas.  Grande y pequeño son relativos.  Igual lo son ruido y silencio; duro y blando siguen la regla.  Igualmente agudo y romo.  Positivo y negativa son dos polos de la misma cosa, con incontables grados entre  ellos.
Bueno y  malo no son absolutos; llamamos a un extremo de la escala bueno y al otro malo, o a un extremo bien y al otro  mal, de acuerdo con el uso de los términos.  Una cosa es «menos buena» que la cosa más arriba en la escala;  pero esa cosa «menos buena», a su vez, es «más buena» que la siguiente cosa bajo  ella; y así sucesivamente, siendo regulado el «más o menos» por la posición en  la escala.
Y así es en  el plano mental. «Amor y odio» son considerados generalmente como cosas diametralmente opuestas una a la  otra, enteramente diferentes, irreconciliables.  Pero aplicamos el principio de polaridad; encontramos que no hay  tal cosa como amor absoluto u odio absoluto, como distintos uno del otro.  
Los dos son meramente términos aplicados a los dos polos de la misma cosa.  Empezando en cualquier punto de la escala encontramos «más amor»,  o «menos odio», conforme ascendemos la escala; y «más odio» o «menos amor» conforme descendemos -siendo esto verdad no importa de qué punto, alto o  bajo, podamos comenzar-.  Hay grados de amor y odio, y hay un punto medio donde «gusto y disgusto» se vuelven tan  débiles que es difícil distinguir entre ellos.  Coraje y miedo caen bajo la misma regla.  Los pares de opuestos existen en todas partes.  Donde  encontráis una cosa encontráis su opuesto -los dos polos.
Y es este  hecho el que permite al hermetista transmutar un estado mental en otro, a lo largo de las líneas de polarización.  Las cosas que pertenecen a clases diferentes no pueden ser transmutadas una en la otra, pero las  cosas de la misma clase pueden ser cambiadas, esto es, pueden tener cambiada su polaridad.  Así el amor nunca se convierte en Este u Oeste, o rojo o violeta -pero puede, y a menudo lo  hace, convertirse en odio-, e igualmente el odio puede ser transformado en  amor, cambiando su polaridad.  El coraje puede ser transmutado en miedo, y al revés.
Las cosas duras pueden ser vueltas blandas.  Las  cosas romas se vuelven agudas.  Las cosas  calientes se vuelven frías.  Y así sucesivamente,  siendo siempre la transmutación entre cosas de la misma clase de grados diferentes.  Tomad el caso de un hombre temeroso.  Elevando  sus vibraciones mentales a lo largo de la línea de miedo-coraje, puede llenarse con el más elevado grado de  coraje y temeridad.  E, igualmente, el hombre indolente puede cambiarse en un individuo activo, enérgico, simplemente polarizándose a lo largo de las líneas de la cualidad deseada.
El  estudiante que está familiarizado con los procesos por los que las diversas escuelas de ciencia mental, etc.,  producen cambios en los estados mentales de aquellos que siguen sus enseñanzas,  puede no entender fácilmente el principio que subyace a muchos de estos cambios.  Cuando, sin embargo, una vez que el principio de polaridad es captado, y se ve que los cambios mentales son  ocasionados por un cambio de polaridad -un deslizamiento a lo largo de la misma escala-,  la cuestión se entiende más fácilmente.  
El cambio no es de la naturaleza de una transmutación de una cosa en otra enteramente diferente, sino que es meramente un cambio de grado en las  mismas cosas, una diferencia bastamente importante.  Por ejemplo, tomando prestada una analogía del plano físico, es imposible cambiar calor en agudeza, ruido, altura, etc., pero el calor  puede ser fácilmente transmutado en frío, simplemente bajando las vibraciones.  Del mismo modo, odio y amor son mutuamente transmutables; igual lo son el temor y el coraje.  Pero  el temor no puede ser transformado en amor, ni puede el coraje ser transmutado en odio.  Los  estados mentales pertenecen a innumerables clases, cada una de cuyas clases tiene sus polos opuestos, a  lo largo de la cual es posible la transmutación.
El  estudiante reconocerá fácilmente que en los estados mentales, así como en los fenómenos del plano físico, los dos  polos pueden ser clasificados como positivo y negativo, respectivamente.  Así el amor es positivo ante el odio, el coraje ante el temor, la actividad ante la no-actividad, etc.  Y  se notará también que incluso para aquellos no familiarizados con el principio de vibración, el polo positivo les  parece ser de un grado superior que el negativo, y fácilmente lo domina.  La tendencia de la Naturaleza es en la dirección de la actividad dominante del polo positivo.
En adición  al cambio de los polos de los propios estados mentales de uno por la operación del arte de  polarización, los fenómenos de la influencia mental, en sus múltiples fases, nos muestran  que el principio puede ser extendido de modo que abrace los fenómenos de la  influencia de una mente sobre otra, sobre la que tanto se ha escrito y enseñado en  los últimos años.  Cuando se entiende que la inducción mental es posible, esto es, que pueden producirse estados  mentales por «inducción» a partir de otros, entonces podemos fácilmente ver cómo  una cierta frecuencia de vibración, o polarización de un cierto estado  mental, puede ser comunicada a otra persona, y cambiada así su polaridad en esa  clase de estados mentales.  
Es a lo largo de este principio que se obtienen los resultados de muchos de los  «tratamientos mentales».  Por ejemplo, una persona está «triste», melancólica y llena de miedo.  Un científico mental, llevando su mente hasta la vibración  deseada por su voluntad entrenada, y obteniendo así la polarización deseada en su  propio caso, produce entonces un similar estado mental en el otro por  inducción, siendo el resultado que las vibraciones son elevadas y la persona se  polariza hacia el extremo positivo de la escala en vez de hacia el negativo, y su  temor y otras emociones negativas son transmutadas a coraje y estados mentales positivos similares.  Un pequeño estudio os mostrará que estos cambios mentales están casi a todo lo largo de la  línea de polarización, siendo el cambio uno de grado más que de clase.
Un conocimiento de la existencia de este gran principio hermético capacitará al estudiante a entender mejor sus propios estados mentales, y los de otra gente. Verá que estos estados son todos cuestiones de grado, y viendo esto, será capaz de elevar o bajar la vibración a voluntad, de cambiar sus polos mentales, y ser así maestro de sus estados mentales, en vez de ser su siervo y esclavo. Y por su conocimiento será capaz de ayudar a sus compañeros inteligentemente, y por los métodos apropiados cambiará la polaridad cuando lo mismo sea deseable. Aconsejamos a todos los estudiantes familiarizarse con este principio de polaridad, pues un entendimiento correcto del mismo arrojará luz sobre muchos asuntos difíciles.
«Todo fluye afuera y adentro; todo tiene sus mareas; todas las cosas se elevan y caen; la oscilación del péndulo se  manifiesta en todo; la medida de la oscilación hacia la derecha es la medida de la oscilación hacia la izquierda; el ritmo compensa.»
El Kybalion.
El principio de ritmo está conectado estrechamente con el principio de polaridad descrito en el capitulo precedente. El ritmo se manifiesta entre los dos polos establecidos por el principio de polaridad. Esto no significa, sin embargo, que el péndulo del ritmo oscile hasta los polos extremos, pues esto raramente sucede; de hecho, es difícil establecer los opuestos polares extremos en la mayoría de los casos. Pero la oscilación es siempre «hacia» un polo primero y después el otro.
Hay siempre  una acción y una reacción; un avance y una retirada; una elevación y un hundimiento; manifestados en  todos los aires y fenómenos del universo.  Soles, mundos, hombres, animales, plantas, minerales, fuerzas,  energía, mente y materia, sí, incluso espíritu, manifiestan este principio.  El principio se manifiesta en la creación y destrucción de mundos; en la elevación y caída de naciones; en la  historia de la vida de todas las cosas; y finalmente en los estados mentales del  hombre.
Comenzando  con las manifestaciones del espíritu -el TODO- se notará que siempre hay la efusión y la absorción;  la «expiración e inspiración de Brahma», como los brahmanes lo ponen.  Los universos son creados; alcanzan su punto bajo extremo de materialidad; y entonces comienzan su oscilación hacia arriba.  Los soles brotan al ser, y entonces, alcanzada su cima de poder, el proceso de retrogresión  comienza, y se convierten en masas muertas de materia, aguardando otro impulso que  despierta de nuevo sus energías internas a la actividad y un nuevo ciclo de vida  solar comienza.  
Y así es con todos los mundos; nacen, crecen y mueren; sólo para renacer.  Y así es con todas las cosas de contorno y forma; oscilan de la  acción a la reacción, del nacimiento a la muerte, de la actividad a la  inactividad, y entonces de vuelta de nuevo.  Así es con todas las cosas vivientes: nacen, crecen y mueren, y renacen entonces.  Así es con todos los grandes movimientos, filosofías, credos, modas, gobiernos, naciones y todo lo demás:  nacimiento, crecimiento, madurez, decadencia, muerte, y entonces nuevo nacimiento.  La oscilación del péndulo está siempre en evidencia.
La noche  sigue al día, y el día a la noche.  El péndulo oscila de verano a invierno, y entonces de vuelta de nuevo.  Los corpúsculos, átomos, moléculas y todas las masas de materia,  oscilan alrededor del círculo de su naturaleza.  No hay tal cosa como el reposo absoluto, o la cesación del  movimiento, y todo movimiento participa del ritmo.  El principio es de aplicación universal.  Puede ser aplicado a cualquier interrogante o fenómeno de  cualquiera de las muchas fases de la vida.  Puede ser aplicado a todas las fases de actividad humana.  Hay siempre la oscilación rítmica de un polo al otro.  El péndulo universal está siempre en moción.  Las mareas de vida fluyen adentro y afuera, de acuerdo a la ley.
El  principio de ritmo es bien entendido por la ciencia moderna, y considerado una ley universal cuando se aplica a  cosas materiales.  Pero los hermetistas llevan el principio mucho más lejos, y saben que sus manifestaciones e  influencia se extienden a las actividades mentales del hombre, y que da cuenta de la desconcertante sucesión de humores, sentimientos y otros cambios  fastidiosos y aperplejantes que advertimos en nosotros mismos.  Pero  los hermetistas estudiando las operaciones de este principio han aprendido a escapar de algunas de sus actividades por transmutación.
Los  maestros herméticos descubrieron hace mucho que mientras que el principio de ritmo era invariable, y siempre  en evidencia en los fenómenos mentales, había sin embargo dos planos de su manifestación hasta donde están concernidos los fenómenos mentales.  Descubrieron que había dos planos generales de conciencia, el inferior y el superior, la comprensión de cuyo hecho  les capacitó a elevarse al plano superior y escapar así a la oscilación del  péndulo rítmico que se manifestaba en el plano inferior.
En  otras palabras, la oscilación del péndulo ocurría en el plano inconsciente, y la consciencia no era afectada.  A esta la llamaron la ley de neutralización.  Sus operaciones consisten en la elevación del ego por encima de las vibraciones del  plano inconsciente de actividad mental, de modo que la oscilación negativa del péndulo no se manifiesta en la conciencia, y por consiguiente no son afectados.  Es similar a elevarse por encima de una cosa y dejarla pasar por debajo tuyo.  
El  maestro hermético, o el estudiante avanzado, se polariza en el polo deseado, y por un proceso semejante a «rehusarse» a participar en la oscilación hacia atrás, o, si preferís,  una «negación» de su influencia sobre él, se mantiene firme en su posición polarizada, y permite que el péndulo mental oscile hacia atrás a lo  largo del plano inconsciente.  Todos los individuos que han alcanzado algún grado de automaestría, realizan esto, más o  menos sin saberlo, y rehusándose a permitir que sus humores y estados mentales  negativos les afecten, aplican la ley de neutralización.
El maestro, sin embargo, lleva esto a un grado mucho mayor de  eficiencia, y por el uso de su voluntad alcanza un grado de equilibrio y firmeza  mental casi imposible de creer por parte de esos que permiten ser oscilados  hacia atrás y hacia adelante por el péndulo mental de los humores y los  sentimientos.
La  importancia de esto será apreciada por cualquier persona reflexiva que realice qué criaturas de humores,  sentimientos y emociones son la mayoría de la gente, y cuán poca maestría de sí  mismos manifiestan.  Si queréis detenemos y considerar un momento, realizaréis cuánto os han afectado estas  oscilaciones del ritmo en vuestra vida; cómo un período de entusiasmo ha sido seguido invariablemente por un sentimiento y humor opuesto de depresión.  Igualmente, vuestros humores y períodos de coraje han sido seguidos por humores iguales de miedo.
Y  así ha sido siempre con la mayoría de las personas; siempre se han elevado y caído con ellas mareas de  sentimiento, pero nunca han sospechado la causa o razón de los fenómenos mentales.  Un entendimiento del funcionamiento de este principio le dará a uno la llave de la maestría de estas oscilaciones  rítmicas del sentimiento, y le capacitará para conocerse mejor y evitar ser  arrastrado por estos influjos y eflujos.  La voluntad es superior a la manifestación consciente de este principio,  aunque el principio mismo nunca puede ser destruido.  Podemos escapar a sus efectos, pero el principio opera, no obstante.  El péndulo siempre oscila, aunque podamos escapar a ser arrastrados con él.
Hay otros  rasgos de la operación de este principio de ritmo de los que deseamos hablar en este punto.  Entra en sus operaciones la que es conocida como ley de compensación.  Una de las definiciones o significados de la palabra «compensar» es  «contrarrestar», que es el sentido en el que los hermetistas usan el término.   Es a esta ley de compensación a la que se refiere El Kybalion cuando dice: «La medida de la oscilación hacia la  derecha es la medida de la oscilación hacia la izquierda; el ritmo compensa.»
La ley de  compensación es que la oscilación en una dirección determina la oscilación en dirección opuesta o al polo  opuesto -uno equilibra o contrarresta al otro-.  Sobre el plano físico vemos muchos ejemplos de esta ley.  El péndulo del reloj oscila una cierta distancia hacia la derecha, y después una distancia igual hacia la izquierda.  Las estaciones se equilibran una a la otra del mismo modo.  Las mareas siguen la misma ley.  Y la misma ley está manifestada en todos los fenómenos del ritmo.
El péndulo,  con una oscilación corta en una dirección, no tiene sino una oscilación corta en la otra; mientras que  la oscilación larga hacia la derecha significa invariablemente la  oscilación larga hacia la izquierda.  Un objeto arrojado hacia arriba hasta una cierta altura tiene una distancia igual que  atravesar en su retorno.  La fuerza con la que es enviado hacia arriba un proyectil una milla se reproduce cuando el  proyectil retorna a la tierra en su viaje de retorno.  Esta ley es constante sobre el plano físico, como os lo mostrará  la referencia a las autoridades modelo.
Pero los  hermetistas la llevan aún más lejos.  Enseñan que los estados mentales de un hombre están sujetos a la misma ley.  El hombre que goza agudamente, está sujeto a agudo sufrimiento,  mientras que aquel que no siente sino poco dolor no es capaz de sentir sino poco gozo.  El cerdo no sufre sino poco mentalmente, y no goza sino poco -está compensado-.  Y  por otra parte, hay otros animales que gozan agudamente, pero cuyo organismo nervioso y temperamento les hace  sufrir grados exquisitos de dolor.  
Y así es con el hombre.  Hay temperamentos que no permiten sino bajos grados de regocijo, y grados de sufrimiento  igualmente bajos; mientras que hay otros que permiten el más intenso regocijo, pero también el más intenso sufrimiento.  La regla es que la capacidad para el dolor y el placer, en cada individuo,  están equilibradas.  La ley de compensación está en plena operación aquí.
Pero los  hermetistas van aún más lejos en esta cuestión.  Enseñan que antes de que uno sea capaz de gozar de un cierto grado de placer, debe haber -oscilado  igual de lejos, proporcionalmente, hacia el otro polo de sentimiento.  Sostienen, sin embargo, que el negativo es precedente al positivo en esta cuestión, esto es, que al experimentar un  cierto grado de placer no se sigue que tendrá que «pagar por él» con un grado  de dolor correspondiente; al contrario, el placer es la oscilación-rítmica, de  acuerdo con la ley de compensación, por un grado de dolor experimentado  previamente, sea en la vida presente o en una encarnación anterior.  Esto  arroja una nueva luz sobre el problema del dolor.
Los  hermetistas consideran la cadena de vidas como continua, y como formando una parte de una vida del individuo, de  modo que en consecuencia la oscilación rítmica se entiende de este modo, mientras  que estaría sin significado a no ser que se admitiese la verdad de la reencarnación.
Pero los  hermetistas alegan que el maestro o estudiante avanzado es capaz, hasta un gran grado, de escapar a la  oscilación hacia el dolor, por el proceso de neutralización antes mencionado.  Elevándose al plano superior del ego, mucha de la experiencia que les viene a los que residen en el plano inferior  es evitada y se escapa a ella. La ley de compensación juega una parte  importante en las vidas de hombres y mujeres.  Se notará que uno generalmente «paga el precio» de cualquier cosa que posee  o carece.
Si tiene una cosa, carece de otra -el equilibrio es derribado-.  Nadie puede «conservar su penique y tener el pedacito de pastel» al mismo tiempo.  Todo tiene sus lados placenteros y desagradables.  Las cosas que uno gana son pagadas siempre por las cosas que uno pierde.  El  rico posee mucho de que el pobre carece, mientras que el pobre posee a menudo cosas que están más allá del  alcance del rico.
El millonario puede tener la inclinación hacia el festín, y la riqueza por la que asegurar todas las exquisiteces  y lujos de la mesa, mientras que carece del apetito para gozar de los  mismos; él envidia el apetito y digestión del obrero, que carece de la riqueza e inclinaciones del millonario, y que obtiene más placer de su simple  alimento que el millonario podría obtener incluso si su apetito no estuviera  hastiado, ni su digestión arruinada, pues las necesidades, hábitos e inclinaciones difieren.  Y así es a través de la vida.  La ley de compensación está siempre en operación, esforzándose por equilibrar y contra equilibrar, y siempre consiguiéndolo con el tiempo, incluso aunque puedan requerirse  varias vidas para la oscilación de retorno del péndulo del ritmo.  
«Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la ley; la casualidad no es sino un  nombre para la ley no reconocida; hay muchos planos de causación, pero nada se  escapa a la ley.»
El Kybalion.
El gran  sexto principio hermético -el principio de causa y efecto- incorpora la verdad de que la ley  compenetra el universo; que nada sucede por casualidad; que casualidad es meramente un término que indica una causa existente pero no reconocida o percibido;  que los fenómenos son continuos, sin ruptura o excepción.
El  principio de causa y efecto subyace a todo pensamiento científico, antiguo y moderno, y fue enunciado por los  instructores herméticos en los días más tempranos.  Mientras que han surgido muchas y variadas disputas entre las  muchas escuelas de pensamiento desde entonces, estas disputas han sido  principalmente sobre los detalles de las operaciones del principio, y aún más a menudo  sobre el significado de ciertas palabras.  El principio subyacente de causa y efecto ha sido aceptado como correcto  por prácticamente todos los pensadores del mundo dignos del nombre.  Pensar de otro modo sería arrebatar los fenómenos del universo del dominio de la ley y el orden, y relegarlos al control del algo imaginario al que los hombres han llamado «casualidad».
Una pequeña  consideración le mostrará a cualquiera que no hay en realidad tal cosa como la casualidad pura.  Webster define la palabra «casualidad» como sigue: «Un agente o modo de actividad supuesto diferente de una fuerza,  ley o propósito; la operación o actividad de tal agente; el supuesto efecto de  un agente tal; un acontecimiento, accidente, etc.» Pero una pequeña  consideración os mostrará que no puede haber un agente tal como la «casualidad», en el  sentido de algo fuera de la ley, algo fuera de la causa y el efecto. ¿Cómo  podría haber algo actuando en el universo fenoménico, independiente de las leyes, el  orden y la continuidad del último?  Un algo así sería enteramente independiente de la inclinación ordenada del universo,  y por tanto, superior a ella.
No podemos imaginar nada fuera del TODO estando fuera de la ley, y eso sólo porque  EL TODO es la LEY en sí.  No hay sitio en el universo para algo exterior e independiente a la ley.  La  existencia de un algo así haría todas las leyes naturales inefectivas, y sumiría el universo en el desorden  caótico y la falta de ley.
Un  cuidadoso examen mostrará que lo que llamamos «casualidad» es meramente una expresión que se relaciona a  causas oscuras; causas que no podemos percibir; causas que no podemos entender.  La palabra casualidad se deriva de una palabra que significa «caer» (como la caída de los dados), siendo la  idea que la caída del dado (y muchos otros acontecimientos) son meramente un  «acontecimiento» no relacionado a causa alguna.  Y éste es el sentido en el que el término se emplea generalmente.  Pero  cuando la cuestión se examina de cerca, se ve que no hay ninguna casualidad en la caída del dado.   Cada vez que cae un dado, y muestra un cierto número, obedece a una ley tan infalible como la que gobierna la  revolución de los planetas alrededor del sol.
Detrás de la caída del dado hay causas, o cadenas de causas, que corren hacia  atrás más lejos de lo que la mente puede seguirlas.  La posición del dado en la caja, la cantidad de energía muscular  gastada en el lanzamiento, la condición de la mesa, etc., son todas causas cuyo  efecto puede verse.  Pero detrás de estas causas vistas hay cadenas de causas invisibles precedentes, todas las cuales  tienen una incidencia sobre el numero del dado que cae hacia arriba.
Si se  lanzase un dado un gran número de veces, se encontraría que los números mostrados serían aproximadamente iguales,  esto es, que habría un número igual de un punto, dos puntos, etc., viniendo a  la parte de arriba.  Arrojad un penique al aire, y puede venir abajo en «cabezas» o «colas» (N. del T: equivalente  inglés del «cara» y «cruz» español); pero haced un número suficiente de  lanzamientos, y las cabezas y las colas se nivelarán aproximadamente. Ésta es la  operación de la ley de promedio.
Pero tanto el promedio como el lanzamiento sencillo vienen bajo la ley de causa y  efecto, y si fuéramos capaces de examinar las causas precedentes, se vería  claramente que era simplemente imposible que el dado cayera de otro modo a como lo  hizo, bajo las mismas circunstancias y en el mismo momento.  Dadas  las mismas causas, seguirán los mismos resultados.  Hay siempre una «causa» y un «porqué» para todo evento. Nada «sucede» nunca sin una causa, o más bien  una cadena de causas.
Alguna  confusión ha surgido en las mentes de personas que consideraban este principio a partir del hecho de que eran incapaces de explicar cómo una cosa podría causar otra cosa, esto es,  ser la «creadora» de la segunda cosa-.  Como una cuestión de hecho, ninguna «cosa» causa o «crea» nunca otra «cosa».  Causa y efecto tratan meramente con los «eventos».  Un «evento» es «lo que viene, llega o sucede, como resultado o consecuencia de algún evento  precedente».  Ningún evento «crea» otro evento,  sino que es meramente un vínculo precedente en la gran cadena ordenada de eventos  que fluyen de la energía creativa del TODO.  Hay una continuidad entre todos los eventos precedentes,  consecuentes y subsiguientes.  Hay una relación existente entre todo lo que ha pasado antes y todo lo que sigue.  
Una piedra se desprende de la ladera de una montaña y aplasta el techo de una cabaña en el valle de abajo.  A primera vista consideramos esto como un efecto del azar, pero cuando examinamos la cuestión encontramos una gran  cadena de causas detrás de ello.  En primer lugar estaba la lluvia que ablandó la tierra que soportaba la piedra y  que le permitió caer; entonces detrás de eso estaba la influencia del sol,  otras lluvias, etc., que desintegraron gradualmente el pedazo de roca de un pedazo más  grande; estaban además las causas que condujeron a la formación de la montaña, y  su trastorno por convulsiones de la naturaleza, y así sucesivamente ad infinitum.  
Así, podríamos seguir las, causas detrás de la lluvia, etc.  Entonces podríamos considerar la existencia del techo.  En breve, nos encontraríamos envueltos en una malla de causa y efecto, de la que pronto nos esforzaríamos por  desenredamos.  Igual que un hombre tiene dos  padres, y cuatro abuelos, y ocho bisabuelos, y dieciséis tatarabuelos, y así sucesivamente hasta que se calculan digamos cuarenta generaciones, el  número de ancestros corren a muchos millones, igual con el número de causas detrás incluso del más trivial evento o fenómeno, tal como el paso de una  pequeñísima mota de hollín delante de vuestros ojos.  No es una cuestión sencilla el seguir la huella del pedacito de  hollín hasta el período primitivo de la historia del mundo cuando formaba parte  de un voluminoso tronco de árbol, que fue convertido posteriormente en carbón,  y así sucesivamente, hasta la mota de hollín que pasa ahora ante vuestra  visión en su camino a otras aventuras.  
Y una poderosa cadena de eventos, causas y efectos la trajeron a su condición presente,  y el último no es sino uno de la cadena de eventos que conducirán a producir  otros eventos dentro de cientos de años.  Una de las series de eventos que surgen del diminuto pedacito de hollín fue  la escritura de estas líneas, que hizo que el mecanógrafo ejecutase cierto trabajo, que el lector de pruebas hiciese lo mismo, y que hará surgir  ciertos pensamientos en vuestra mente, y la de otros, que a su vez afectarán a  otros, y así sucesivamente, y sucesivamente, y sucesivamente, más allá de la  capacidad del hombre para pensar más lejos; y todo a partir del paso de un  diminuto pedacito de hollín, todo lo cual muestra la relatividad y asociación de  las cosas, y el hecho además de que «no hay grande, no hay pequeño en la  mente que todo lo causa».
Deteneos a  pensar un momento.  Si un cierto hombre no hubiera  encontrado a una cierta doncella, en el oscuro período de la Edad de Piedra, vosotros  los que estáis leyendo ahora estas líneas no estaríais ahora aquí.  Y si, quizá, la misma pareja hubiera dejado de encontrarse, nosotros los que ahora escribimos estas líneas no  estaríamos ahora aquí.  Y el acto mismo de escribir, por nuestra parte, y el acto de leer, por la vuestra, afectará no sólo las  vidas respectivas de vosotros y nosotros, sino que tendrán también un efecto  directo, o indirecto, sobre muchas otras personas que viven ahora y que vivirán  en los tiempos venideros.  Todo pensamiento que pensamos, todo acto que ejecutamos tiene sus resultados directos o  indirectos que se ajustan en la gran cadena de causa y efecto.
En esta  obra, no deseamos entrar en una consideración del libre albedrío, o el determinismo, por diversas  razones.  Entre éstas la principal es que ningún  lado de la controversia es enteramente correcto; de hecho, ambos lados son parcialmente correctos, de acuerdo con las enseñanzas herméticas.  El principio de polaridad muestra que ambas son medias-verdades -los polos opuestos de la verdad-.  Las  enseñanzas son que un hombre puede ser libre y sin embargo estar ligado por la necesidad, dependiendo del  significado de los términos y la altura de verdad desde la que se examina la  cuestión.  Los antiguos escritores expresan así la cuestión: «Cuanto más lejos está la creación del centro, más atada está;  cuanto más cerca del centro se llega, más cerca de ser libre está.»
La mayoría  de la gente es más o menos esclava de la herencia, el entorno, etc., y manifiesta muy poca libertad.  Ellos son arrastrados por las opiniones, costumbres y pensamientos del mundo externo, y también por sus  emociones, sentimientos, humores, etc.  No manifiestan ninguna maestría digna del nombre.  Ellos repudian indignados este aserto, diciendo: «Bueno, ciertamente soy libre  de actuar y hacer como me place; hago justo lo que quiero hacer», pero  dejan de explicar de dónde surge el «quiero» y el «me place». ¿Qué les hace  «querer» hacer una cosa en preferencia a otra; qué hace que les «plazca» hacer  esto y no hacer aquello? ¿No hay un «porqué» a su «placer» y «querer»?  El maestro puede cambiar estos «placeres» y «querencias» en otros en el extremo opuesto del polo mental. Él es capaz  de «querer», en vez de querer porque algún sentimiento, humor, emoción o  sugestión ambiental hace surgir una tendencia o deseo dentro de él a hacerlo así.
La mayoría de las personas son arrastradas como la piedra que cae, obedientes al  entorno, las influencias externas y los humores internos, deseos, etc., por no hablar  de los deseos y voluntades de otros más fuertes que ellos mismos, herencia,  ambiente y sugestión, que les arrastran sin resistencia de su parte, o el ejercicio  de la voluntad.  Movidos como peones sobre el tablero de ajedrez de la vida, juegan sus papeles y son dejados a un  lado después de que el juego ha concluido.
Pero los maestros, conociendo las reglas del juego, se elevan por  encima del plano de la vida material, y situándose en contacto con los poderes superiores de su naturaleza, dominan sus propios humores, caracteres, cualidades y polaridad, así como el ambiente que les rodea, y así se  convierten en jugadores en el juego, en vez de peones -causas en vez de efectos-.  Los maestros no escapan a la causación de los planos superiores, sino que se ajustan a las leyes superiores, y dominan  así las circunstancias en el plano inferior.  Forman así una parte consciente de la ley, en vez de ser meros instrumentos ciegos.  Mientras que sirven en los planos superiores, rigen en el plano material.
Pero, en el  superior y en el inferior, la ley está siempre en operación.  No hay cosas tales como la casualidad.  La diosa ciega ha sido abolida por la razón.  Somos capaces de ver ahora, con ojos aclarados por el conocimiento, que todo  está gobernado por la ley universal -que el número infinito de leyes no son  sino manifestaciones de la única gran ley-, la LEY que es EL TODO.  Es cierto en verdad que ni un gorrión cae sin advertirlo la mente del TODO -que incluso los pelos en nuestra cabeza  están numerados- como lo han dicho las Escrituras.  No hay nada fuera de la ley; nada que suceda contrario a ella.  Y sin embargo, no cometáis el error de suponer que el hombre no es sino un autómata ciego -lejos de ello-.
Las enseñanzas herméticas dicen que el hombre puede usar la ley para superar las leyes, y que lo superior siempre prevalecerá contra lo inferior, hasta que al final haya alcanzado la etapa en la que busque refugio en la LEY misma, y se mofe de las leyes fenoménicas. ¿Sois capaces de captar el significado interno de esto?
CAPÍTULO   XIII, GÉNERO
«El género está en todo; todo tiene sus principios masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los  planos.»
El Kybalion.
El gran  séptimo principio hermético -el principio de género- incorpora la verdad de que hay género manifestado  en todo; que los principios masculino y femenino están siempre presentes y  activos en todas las fases de los fenómenos, en cada y todo plano de vida.  En este punto creemos conveniente llamar vuestra atención al hecho de que el género, en su sentido hermético, y  el sexo en el uso ordinariamente aceptado del término, no son lo mismo.
            La palabra «género» se deriva de la raíz latina que significa «engendrar, procrear, generar, crear, producir».  Una consideración momentánea os mostrará que la palabra tiene un significado  mucho más amplio y general que el término «sexo», refiriéndose el último a las distinciones físicas entre las cosas vivientes macho y hembra.  El sexo es meramente una manifestación del género en un cierto plano del gran plano físico -el plano de la vida orgánica-.  Deseamos imprimir esta distinción sobre vuestras mentes, por la razón de que ciertos  escritores, que han adquirido un conocimiento superficial de la filosofía hermética, han buscado identificar este séptimo principio hermético con teorías y  enseñanzas salvajes y fantasiosas, y a menudo reprensibles, concernientes al sexo.
El oficio  del género es solamente el de crear, producir, generar, etc., y sus manifestaciones son visibles en todo  plano de fenómenos.  Es algo difícil producir pruebas de esto a lo largo de líneas científicas, por la razón de que la ciencia no ha reconocido todavía este principio como de aplicación  universal.  Pero a pesar de eso están surgiendo  algunas pruebas a partir de fuentes científicas.  En primer lugar, encontramos una clara manifestación del  principio de género entre los corpúsculos, iones o electrones, que constituyen la  base de la materia tal como la ciencia conoce ahora la última, y que formando  ciertas combinaciones forman el átomo, que fue considerado hasta muy  recientemente como final e indivisible.
La última  palabra de la ciencia es que el átomo está compuesto de una multitud de corpúsculos, electrones o iones  (siendo aplicados los diversos nombres por autoridades diferentes),  revolucionando uno alrededor del otro y vibrando en un grado de intensidad elevados.  Pero se hace la afirmación acompañante de que -la formación del átomo es debida realmente al amontonamiento de  corpúsculos negativos alrededor de uno positivo, pareciendo ejercer los corpúsculos positivos una cierta influencia sobre los corpúsculos negativos,  haciendo que los últimos asuman ciertas combinaciones y así «crean» o «generan» un átomo.  Esto está en línea con las más antiguas enseñanzas herméticas, que han identificado siempre el  principio masculino del género con el polo «positivo», y el femenino con el polo «negativo» de la electricidad (así llamada).
Ahora una  palabra en este punto concerniente a esta identificación.  La mente del público se ha formado una impresión enteramente errónea concerniente a  las cualidades del llamado polo «negativo» de la materia electrificada o  magnetizada.  Los términos positivo y negativo son aplicados muy erróneamente a este fenómeno por la ciencia.   La palabra positivo significa algo real y fuerte, cuando se compara con una irrealidad o debilidad negativa.  Nada está más lejos de los hechos reales de los fenómenos eléctricos.  El llamado polo negativo de la batería es realmente el polo en y por el que se  manifiesta la generación o producción de nuevas formas y energías.  No  hay nada «negativo» respecto a él.
Las mejores  autoridades científicas usan ahora la palabra «cátodo» en lugar de «negativo», viniendo la palabra  cátodo de la raíz griega que significa «descendencia, el sendero de generación,  etc.». Del polo cátodo emerge el enjambre de electrones o corpúsculos; del  mismo polo emergen estos maravillosos «rayos» que han revolucionado las  concepciones científicas durante la década pasada.  El polo cátodo es la madre de todos los extraños fenómenos que han vuelto  inútiles los viejos libros de texto, y que han causado que muchas teorías  aceptadas desde hace largo tiempo sean relegadas a la pila de sobras de la  especulación científica.  El cátodo, o polo negativo, es el principio madre de los fenómenos eléctricos y de las formas más  finas de materia conocidas todavía por la ciencia.
Así que veis que estamos justificados en rehusarnos a usar e  termino «negativo» en nuestra consideración del asunto, y en insistir sobre  sustituir la palabra «femenino» por el viejo término.  Los hechos del caso nos confirman en esto, sin tomar en  consideración las enseñanzas herméticas.  Y así usaremos la palabra «femenino» en lugar de «negativo» al hablar de ese  polo de actividad.
Las últimas  enseñanzas científicas son que los corpúsculos creativos o electrones son femeninos (la ciencia dice que  «están compuestos de electricidad negativa», nosotros decimos que están  compuestos de energía femenina).  Un corpúsculo femenino se desprende de, o más bien abandona, un corpúsculo masculino, y comienza una nueva carrera.  Busca activamente una unión con un corpúsculo masculino, siguiendo un impulso  natural a crear nuevas formas de materia o energía.  Un escritor va tan lejos como para usar el término «busca al  punto, por su propia volición, una unión», etc.  
Este desprendimiento y unión forman la base de la mayor parte de  las actividades del mundo químico.  Cuando el corpúsculo femenino se une con un corpúsculo masculino, ha comenzado un  cierto proceso.  Las partículas femeninas vibran rápidamente bajo la influencia de la energía masculina, y circulan  rápidamente alrededor de la última. El resultado es el nacimiento de un nuevo átomo.  Este nuevo átomo está compuesto realmente de una unión de los electrones o corpúsculos masculino y femenino, pero  cuando se forma la unión el átomo es una cosa separada, teniendo ciertas  propiedades, pero no manifestando ya más la propiedad de electricidad libre.  El proceso de desprendimiento o separación de los electrones femeninos es llamado «ionización».  Estos  electrones, o corpúsculos, son los trabajadores más activos en el campo de la Naturaleza.  Surgiendo  de sus uniones, o combinaciones, se manifiestan los variados fenómenos de la luz, el calor, la electricidad,  el magnetismo, la atracción, la repulsión, la afinidad química y lo  opuesto, y fenómenos similares.  Y todo esto surge a partir de la operación del principio de género en el plano de la  energía.
La parte  del principio masculino parece ser la de dirigir una cierta energía inherente hacia el principio femenino,  iniciando así a la actividad los procesos creativos.  Pero el principio femenino es el que está haciendo siempre el  trabajo creativo -y esto es así en todos los planos-.  Y, sin embargo, cada principio es incapaz de energía operativa sin la  asistencia del otro.  En algunas de las formas de vida, los dos principios están combinados en un organismo.   Por eso, todo en el mundo orgánico manifiesta ambos géneros -siempre está presente el masculino en la forma femenina, y  el femenino en la forma masculina-.  
Las enseñanzas eméticas incluyen mucho concerniente a la operación de los  dos principios del género en la producción y manifestación de diversas  formas de energía, etc., pero no estimamos conveniente entrar en detalles  concernientes a las mismas en este punto, porque somos incapaces de respaldarlas con  pruebas científicas, por la razón de que la ciencia no ha llegado aún tan lejos.  Pero el ejemplo que os hemos dado de los fenómenos de los electrones o corpúsculos os mostrará que la ciencia  está en el sendero correcto, y os dará también una idea general de los principios subyacentes.
Algunos  investigadores científicos prominentes han anunciado su creencia de que en la formación de los cristales habría  de encontrarse algo que corresponde con la «actividad sexual», lo que es  otra paja que muestra la dirección en que están soplando los vientos científicos.  Y cada año traerá otros hechos para corroborar la corrección del principio hermético de género.  Se encontrará que el género está en operación y manifestación constante en el área de la materia inorgánica y en el  área de la energía o fuerza.  La electricidad es ahora considerada generalmente como el «algo» en el que todas las otras  formas de energía parecen fundirse o disolverse.  La «teoría eléctrica del universo» es la última doctrina  científica, y está creciendo rápidamente en popularidad y en aceptación general.  Y se sigue así que si somos capaces de descubrir en los fenómenos de la electricidad -incluso en la raíz y  fuente misma de sus manifestaciones- una evidencia clara e inconfundible de la presencia del género y sus actividades, estamos justificados en pediros  que creáis que la ciencia ha ofrecido por fin pruebas de la existencia en  todos los fenómenos universales de ese gran principio hermético: el principio de  género.
No es  necesario que os toméis vuestro tiempo con los fenómenos bien conocidos de la «atracción y repulsión» de los  átomos la afinidad química; los «amores y odios» de las partículas atómicas-, la atracción o cohesión entre las moléculas de materia. Estos hechos son  demasiado bien conocidos para necesitar un comentario ampliado por parte nuestra.  Pero ¿habéis considerado alguna vez que todas estas cosas son manifestaciones del principio de género? ¿No podéis ver  que los fenómenos coinciden plenamente con el de los corpúsculos o electrones?  Y más aún, ¿no podéis ver la razonabilidad de las enseñanzas herméticas que afirman que la ley misma de gravitación  -esa extraña atracción en razón de la cual todas las partículas y cuerpos de  materia en el universo tienden uno hacia el otro- no es sino otra manifestación  del principio de género, que opera en la dirección de atraer las energías masculinas hacia las femeninas, y viceversa?  No podemos ofrecemos una prueba científica de esto en este  momento, pero examinad los fenómenos a la luz de las enseñanzas herméticas sobre el  asunto, y ved si no tenéis una mejor hipótesis que funcione que cualquiera  ofrecida por la ciencia física.  Someted todos los fenómenos físicos a la prueba, y discerniréis el principio de género  siempre en evidencia.
Pasemos ahora a una consideración de la operación del principio en el plano mental. Muchos rasgos interesantes están aguardando ahí su examen.
CAPÍTULO XIV,  GÉNERO MENTAL
El  estudiante de la filosofía hermética está tentado a sonreír cuando lee y oye de estas muchas «nuevas teorías» concernientes a la dualidad de la mente, adhiriéndose tenazmente cada  escuela a sus propias teorías caprichosas, y exclamando cada una haber  «descubierto la verdad».  El estudiante vuelve las páginas de la historia oculta, y muy atrás en los oscuros comienzos de  las enseñanzas ocultas encuentra referencias a la antigua doctrina hermética  del principio de género en el plano mental -la manifestación del género mental-.  Y examinando más lejos encuentra que la filosofía antigua tuvo conocimiento del fenómeno de la  «mente dual», y dio cuenta de él por la teoría del género mental.   
Esta idea del género mental puede ser explicada en unas pocas palabras a los estudiantes que están  familiarizados con las teorías modernas recién aludidas.  El principio masculino de la mente corresponde a la así llamada mente  objetiva, mente consciente, mente voluntaria, mente activa, etc.  Y  el principio femenino de la mente corresponde a la así llamada mente subjetiva, mente subconsciente, mente involuntaria, mente pasiva, etc.  Desde las enseñanzas herméticas no están de acuerdo con las muchas teorías  modernas concernientes a la naturaleza de las dos fases de la mente, ni admiten  muchos de los hechos alegados para los dos respectivos aspectos, siendo  llevadas muy lejos algunas de dichas teorías y alegatos e incapaces de soportar la  prueba del experimento y la demostración.  
Apuntamos a  las fases de acuerdo meramente con el propósito de ayudar al estudiante a asimilar su conocimiento  previamente adquirido con las enseñanzas de la filosofía hermética.  Los  estudiantes de Hudson notarán la afirmación al comienzo de su segundo capítulo de «La ley de los  fenómenos psíquicos», de que: «La jerga mística de los filósofos herméticos  descubre la misma idea general» -i. e., la dualidad de la mente-.  Si  el Dr. Hudson se hubiese tomado el tiempo y problema de descifrar un poco de «la jerga mística de la filosofía hermética», habría podido recibir mucha luz sobre el tema de «la mente  dual»; pero entonces, quizá su obra sumamente interesante podría no haber sido escrita.  Consideremos ahora las enseñanzas herméticas concernientes al género mental.
Los  instructores herméticos imparten su instrucción concerniente a este sujeto invitando a sus estudiantes a  examinar el dictamen de sus conciencias en lo que atañe a su ser.   Se les invita a los estudiantes a volver su atención hacia adentro sobre el ser que habita dentro de cada uno.  Se conduce a cada estudiante a ver que su conciencia le da primero un dictamen de la existencia de su ser -el  dictamen es «yo soy»-. Éstas al principio parecen ser las palabras finales de la conciencia, pero un pequeño examen posterior descubre el hecho de que  este «yo soy» puede ser separado o fragmentado en dos partes distintas, o  aspectos, que mientras que trabajan al unísono y en conjunción, pueden, no obstante,  ser separados en la conciencia.
Mientras  que al principio parece haber sólo un «yo» existente, un examen más cuidadoso y más de cerca revela el hecho  de que existe un «yo» y un «mí».  Estos gemelos mentales difieren en sus características y naturaleza, y un examen de su naturaleza y los fenómenos que surgen de la misma arrojará mucha luz  sobre muchos de los problemas de la influencia mental.
Comencemos  con una consideración del «mi», que es usualmente confundido con el «yo» por el estudiante, hasta que empuja  la pesquisa un poco más lejos atrás en los escondrijos de la conciencia.  Un hombre piensa de su ser (en su aspecto de «mí») como estando compuesto de ciertos sentimientos, apetencias,  gustos, disgustos, hábitos, ataduras peculiares, características, etc., todo lo  cual contribuye a componer su personalidad o el «ser» conocido a él mismo y a  otros. Él sabe que estas emociones y sentimientos cambian, nacen y se  desvanecen, están sujetos al principio de ritmo y al principio de polaridad, que le  llevan de un extremo de sentimiento al otro.  También piensa en el «mí» como siendo cierto conocimiento reunido  en su mente, y formando así una parte de sí mismo.  Este es el «mí» de un hombre.
Pero hemos  procedido demasiado rápidamente.  El «mí» de muchos hombres puede decirse que consiste mayormente de su conciencia del cuerpo y sus apetitos físicos, etc.  Estando su conciencia mayormente ligada a su naturaleza corporal, ellos  prácticamente «viven ahí».  Algunos hombres van incluso tan lejos como para considerar su vestido personal como una parte de su  «mí», y realmente parecen considerarlo una parte de sí mismos.  Un  escritor ha dicho humorísticamente que «los hombres constan de tres partes: alma, cuerpo y trajes».  Esta gente «consciente de sus trajes» perdería su personalidad si se la desvistiese de su ropaje por los  salvajes con ocasión de un naufragio.  Pero incluso muchos que no están tan fuertemente atados con la idea de la vestimenta personal se adhieren estrechamente a la conciencia de que sus cuerpos  sean su «mí».  No pueden concebir un ser independiente del cuerpo.  Su mente parece serles prácticamente «algo que pertenece a» su cuerpo -lo que en  muchos casos es en verdad.
Pero  conforme el hombre se eleva en la escala de la conciencia, es capaz de desenredar su «mí» de su idea del cuerpo, y  es capaz de pensar en su cuerpo como «perteneciente a» la parte mental de  él.  Pero incluso entonces está muy expuesto a identificar el «mí» enteramente con los estados mentales, sentimientos,  etc., que siente que existen dentro de . Este muy expuesto a considerar estos  estados internos como idénticos consigo mismo, en vez de que sean simplemente  «cosas» producidas por alguna parte de su mentalidad, y existiendo dentro de él  -de él y en él, pero aún no «él mismo»-.
El ve que puede cambiar estos estados internos de sentimientos por un esfuerzo  de la voluntad, y que puede producir un sentimiento o estado de una naturaleza exactamente opuesta, del mismo modo, y sin embargo el mismo «mí» existe.  Y así después de un rato es capaz de dejar a un lado estos diversos estados mentales, emociones, sentimientos,  hábitos, cualidades, características y otras pertenencias mentales personales; es  capaz de dejarlas a un lado en la colección «no mí» de curiosidades e  impedimentos, así como valiosas posesiones.  Esto requiere mucha concentración mental y poder de análisis mental de parte  del estudiante.  Pero, sin embargo, la tarea es posible para el estudiante avanzado, e incluso aquellos no tan  avanzados son capaces de ver, en la imaginación, cómo puede ser llevado a cabo el  proceso.
Después de  que se ha llevado a cabo este proceso de dejar a un lado, el estudiante se encontrará en posesión  consciente de un «ser» que puede ser considerado en sus aspectos duales de «yo» y «mí».  Se sentirá que el «mí» es un algo mental en que los pensamientos, ideas, emociones, sentimientos y otros  estados mentales pueden ser producidos.  Puede ser considerado como la «matriz mental», como los antiguos lo nombraban,  capaz de generar retoños mentales.  Se presenta a la conciencia como un «mí» con poderes latentes de creación y  generación de progenie mental de todas suertes y clases.
Sus poderes de energía creativa se siente que son enormes.  Pero aún parece ser consciente de que debe recibir alguna forma de energía de su «yo» compañero, o de algún otro  «yo», antes de ser capaz de traer a la existencia sus creaciones mentales.  Esta conciencia trae consigo la realización de una enorme capacidad para el trabajo mental y la capacidad creativa.
Pero el  estudiante pronto encuentra que esto no es todo lo que encuentra dentro de su conciencia interna.  Encuentra que existe un algo mental que es capaz de querer que el «mí» actúe a lo largo de ciertas líneas  creativas, y que es capaz también de permanecer a un lado y observar la creación mental.  A esta parte de sí mismos se le enseña a llamarla su «yo». Él es capaz de descansar en su conciencia a voluntad.  El no encuentra ahí la conciencia de una capacidad de generar y crear activamente, en el sentido del proceso  gradual acompañante a las operaciones mentales, sino más bien una sensación y conciencia de la capacidad de proyectar una energía desde el «yo» hasta  el «mí» -un proceso de «querer» que la creación mental comience y proceda-.  
Encuentra también que el «yo» es capaz de permanecer a un lado y observar las operaciones de creación y generación  mental del «mí».  Hay este aspecto dual en la mente de toda persona.  El «yo» representa el principio masculino del género mental; el «mí» representa  el principio femenino.  El «yo» representa el aspecto de ser; el «mí», el aspecto de venir a ser.  Notaréis  que el principio de correspondencia opera en este plano igual que lo hace sobre el gran plano sobre el que  se lleva a cabo la creación de universos.  Los dos son similares en clase, aunque bastamente diferentes en grados. «Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.»
Estos  aspectos de la mente -los principios masculino y femenino, el «yo» y el mí»-, considerados en conexión con  los bien conocidos fenómenos mentales y psíquicos, dan la llave maestra a estas  regiones oscuramente conocidas de operación y manifestación mental.   El principio de género mental da la verdad subyacente a toda el área de los fenómenos de influencia mental, etc.
La  tendencia del principio femenino es siempre en la dirección de recibir impresiones, mientras que la tendencia del  principio masculino es siempre en la dirección de dar o expresar.  El  principio femenino tiene un área de operación mucho más variada de lo que tiene el principio masculino.  El principio femenino conduce el trabajo de generar nuevos pensamientos, conceptos, ideas incluyendo el trabajo de  la imaginación.  
El principio masculino se contenta con el trabajo de la «voluntad», en sus variadas fases.  Y sin embargo, sin, la ayuda activa de la voluntad del principio masculino, el principio femenino está expuesto a permanecer contento con generar imágenes mentales que son el resultado  de impresiones recibidas desde el exterior, en vez de producir creaciones  mentales originales.
Las  personas que pueden dar una atención y pensamiento continuados a un asunto emplean activamente ambos de los  principios mentales: el femenino en el trabajo de la generación mental activa, y la voluntad masculina en estimular y energetizar la porción creativa de la mente.  La mayoría de las personas realmente no emplean el principio masculino sino poco, y están contentas  con vivir de acuerdo con los pensamientos e ideas instilados dentro del «mí»  a partir del «yo» de otras mentes.  Pero no es nuestro propósito detenernos sobre esta fase del asunto, que puede  ser estudiada a partir de cualquier buen libro de texto sobre psicología, con la llave  que os hemos dado concerniente al género mental.
El  estudiante de los fenómenos psíquicos se percata de los maravillosos fenómenos clasificados bajo el  encabezamiento de telepatía, transferencia de pensamiento, influencia mental, sugestión, hipnotismo, etcétera.  Muchos han buscado una, explicación de estas variadas fases de los fenómenos bajo las  teorías de los diversos instructores de la «mente dual».  Y en cierta medida están en lo correcto, pues hay claramente una manifestación de dos fases distintas de actividad mental.   Pero si tales estudiantes quieren considerar estas «mentes duales» a la luz de las enseñanzas herméticas  concernientes a las vibraciones y el género mental, verán que la llave tanto tiempo buscada  está a mano.
En los  fenómenos de la telepatía se ve cómo la energía vibratoria del principio masculino se proyecta hacia el  principio femenino de otra persona, y la última toma el pensamiento simiente y  permite que se desarrolle a la madurez.  Del mismo modo operan la sugestión y el hipnotismo.  El principio masculino de la persona que da las sugestiones  dirige un vaho de energía vibratorio o poder de la voluntad hacia el principio  femenino de la otra persona, y la última, aceptándolo, lo hace suyo y actúa y  piensa acordemente.  
Una idea así alojada en la mente de otra persona crece y se desarrolla, y con el tiempo es  considerada como el vástago mental de pleno derecho del individuo, mientras que es  en realidad como el huevo del cuclillo puesto en el nido del gorrión, donde destruye al vástago de pleno derecho y se pone como en su hogar.  El método normal es que los principios masculino y femenino en la mente de una persona se coordinen y actúen armoniosamente en conjunción uno con el otro.  
Pero, desgraciadamente, el principio masculino en la persona  corriente es demasiado perezoso para actuar -el despliegue de poder de la voluntad  es demasiado ligero- y la consecuencia es que tales personas son regidas  casi enteramente por las mentes y voluntades de otras personas, a las que  permiten hacer su pensamiento y volición por ellas. ¿Cuántos pocos pensamientos o acciones originales son ejecutados por la persona corriente? ¿No son la  mayoría de las personas meras sombras o ecos de otras que tienen voluntades o  mentes más fuertes que ellas?  El problema es que la persona corriente reside casi del todo en su conciencia de «mí», y  no realiza que tiene una cosa tal como un «yo».  Se polariza en su principio femenino de la mente, y al principio masculino, en el que está alojada la voluntad, se le permite permanecer inactivo y no empleado.
Los hombres  y las mujeres fuertes del mundo manifiestan invariablemente el principio masculino de la voluntad, y su fortaleza depende materialmente de este hecho.  En vez de vivir sobre las impresiones hechas sobre sus mentes por  otros, dominan sus propias mentes por su voluntad, obteniendo la clase de  imágenes mentales deseada, y más aún dominan igualmente las mentes de otros, de  la misma manera.  Mirad a la gente fuerte, cómo se las apaña para implantar sus pensamientos-simiente en las mentes de las  masas de la gente, haciendo así que la última tenga pensamientos acordes con  los deseos y voluntades de los individuos fuertes.  Es por esto que las masas de gente son tales criaturas semejantes  a borregos, no originando nunca una idea propia, ni usando sus propios  poderes de actividad mental.
La  manifestación del género mental puede ser advertida en todo nuestro alrededor en la vida de cada día.  Las personas magnéticas son aquellas que son capaces de usar el principio masculino de modo de impresionar sus ideas  sobre otras.  El actor que hace a la gente gemir o llorar como desea, está empleando este principio.   E igualmente lo está el orador con éxito, hombre de estado, predicador, escritor u otra gente que está ante la atención pública.  La peculiar influencia ejercida por alguna gente sobre otros es debida a la manifestación del género  mental, a lo largo de las líneas vibratorias arriba indicadas.  En  este principio yace el secreto del magnetismo personal, la influencia personal, la fascinación, etc., así  como los fenómenos agrupados generalmente bajo el nombre de hipnotismo.
El  estudiante que se ha familiarizado con los fenómenos de los que generalmente se habla como de «psíquicos» habrá descubierto la parte importante jugada en dichos fenómenos por esa  fuerza que la ciencia ha denominado «sugestión», término por el cual se quiere dar a entender el proceso o método por el que una idea es transferida a, o «impresionada sobre», la mente de otro, haciendo que la segunda mente  actúe de acuerdo con ella.  A fin de comprender inteligentemente los variados fenómenos psíquicos en los que subyace la sugestión es necesario un entendimiento correcto de la sugestión.  Pero aún más necesario le es un conocimiento de la vibración y el género mental al estudiante de la sugestión.  Pues el principio completo de la sugestión depende del principio del género mental y de la vibración.
Es  acostumbrado en los escritores y profesores de la sugestión explicar qué es la mente «objetiva o voluntaria» la que  hace la impresión mental, o sugestión, sobre la mente «subjetiva o  involuntaria».  Pero no describen el proceso o no  dan analogía ninguna en la naturaleza por la que podamos comprender más  fácilmente la idea.  Pero si queréis pensar en la cuestión a la luz de las enseñanzas herméticas, seréis capaces de ver  que la energetización del principio femenino por la energía vibratoria del  principio masculino está de acuerdo con las leyes universales de la naturaleza, y  que el mundo natural proporciona incontables analogías por las que el principio  puede ser entendido.
De hecho, las enseñanzas herméticas muestran que la creación misma del universo sigue la misma  ley, y que en todas las manifestaciones creativas, sobre los planos de lo  espiritual, lo mental y lo físico, está siempre en operación este principio de  género, esta manifestación de los principios masculino y femenino. «Como es arriba,  es abajo; como es abajo, es arriba.» Y más aún que esto, una vez que el  principio de género mental es captado y entendido, los variados fenómenos de la psicología se vuelven al punto capaces de clasificación y estudio  inteligentes, en vez de estar muy en la oscuridad.  El principio «funciona» en la práctica, porque está basado sobre las  inmutables leyes universales de la vida.
No entraremos en una discusión extendida, o descripción, de los variados fenómenos de la influencia  mental o la actividad psíquica.  Hay muchos libros, muchos de ellos bastante buenos, que han sido escritos y  publicados sobre este asunto en los últimos años.  Los hechos principales establecidos en estos diversos libros son correctos, aunque los distintos autores hayan intentado explicar los  fenómenos por múltiples y caprichosas teorías que les son propias.   El estudiante puede familiarizarse con estas materias, y usando la teoría del género mental será capaz de poner orden  a partir del caos de la teoría y las enseñanzas conflictivas, y puede, más  aún, hacerse prontamente él mismo un maestro del tema si así estuviera  inclinado a hacerlo.  El propósito de esta obra no es dar un relato extendido de los fenómenos psíquicos, sino más bien dar al estudiante la llave maestra por la que pueda abrir las muchas puertas  que conducen a las partes del templo del conocimiento que pueda desear explorar.
Creemos que en esta consideración de las enseñanzas de El Kybalion, uno puede encontrar una explicación que servirá para aclarar muchas aperplejantes dificultades  -una llave que abrirá muchas puertas-. ¿Qué utilidad tiene entrar en detalles concernientes a todos los muchos rasgos de los fenómenos, psíquicos y la ciencia mental, supuesto que situamos en las manos del estudiante los  medios por los que puede familiarizarse él mismo plenamente con respecto a  cualquier fase del tema que pueda interesarle?  Con la ayuda de El Kybalion uno puede ir a través de cualquier biblioteca  oculta de nuevo, iluminando la vieja luz de Egipto muchas páginas sombrías y  asuntos oscuros.  Ese es el propósito de este  libro.  No venimos exponiendo una nueva filosofía, sino más bien proporcionando los bosquejos de una antiquísima gran  enseñanza que aclarará las enseñanzas de otros, que servirá como un gran  reconciliador de teorías diferentes y doctrinas opuestas.
CAPÍTULO XV,  AXIOMAS HERMÉTICOS
El Kybalion.
Damos abajo  algunos de los más importantes axiomas herméticos de El Kybalion, con unos pocos comentarios añadidos a  cada uno.  Haced éstos vuestros, y practicadlos y usadlos, pues no son realmente vuestros hasta que los  habéis usado.
«Para cambiar vuestro humor o estado mental, cambiad vuestra vibración.»
El Kybalion.
Uno puede cambiar sus vibraciones mentales por un esfuerzo de la voluntad, en la dirección de fijar deliberadamente la atención sobre un estado más deseable.   La voluntad dirige la atención, y la atención cambia la vibración.  Cultivad el arte de la atención, por medio de la voluntad, y habréis solucionado el secreto  de la maestría de los humores y los estados mentales.
«Para destruir una frecuencia indeseable de vibración mental, poned en operación el principio de polaridad y  concentraos sobre el polo opuesto a aquel que deseáis suprimir.  Matad  lo indeseable cambiando su polaridad.»
El Kybalion.
Ésta es una  de las fórmulas herméticas más importantes.  Está basada sobre verdaderos principios científicos.  Os hemos mostrado que un estado mental y su opuesto eran meramente los dos  polos de una cosa, y que por la transmutación mental la polaridad podía ser invertida.  Este principio es conocido por los modernos psicólogos, que lo aplican a la ruptura de hábitos  indeseables ordenando a sus estudiantes concentrarse sobre la cualidad opuesta.  Si estás poseído del temor, no pierdas el tiempo tratando de «matar» el temor, sino que cultiva en cambio la cualidad del coraje, y el temor desaparecerá.  
Algunos escritores han expresado esta idea muy fuertemente usando la ilustración  de la habitación oscura.  No tenéis que traspasar o barrer la oscuridad, sino que meramente abriendo los  postigos y dejando entrar la luz, la oscuridad ha desaparecido.  Para  matar una cualidad negativa, concentraos sobre el polo positivo de esa misma cualidad, y las vibraciones  cambiarán gradualmente del negativo al positivo, hasta que finalmente os volveréis polarizados en el polo positivo en vez de en el negativo.
Lo inverso también es verdad, como muchos han hallado para su pesar, cuando se han permitido a sí mismos vibrar  demasiado constantemente en el polo negativo de las cosas.  Cambiando  vuestra polaridad podéis dominar vuestros humores, cambiar vuestros estados mentales, rehacer vuestra disposición y edificar el carácter.  Mucha de la maestría mental de los herméticos avanzados se debe a  esta aplicación de la polaridad, que es uno de los aspectos importantes de la transmutación mental.  Recordad el axioma hermético (acotado previamente) que dice:
«La mente (así como los metales y los elementos) puede ser transmutada, de estado a estado; de grado a grado;  de condición a condición; de polo a polo; de vibración a vibración.»
El Kybalion.
La maestría de la polarización es la maestría de los principios fundamentales de la transmutación mental o alquimia mental, pues salvo que uno adquiera el arte de cambiar su  propia polaridad, será incapaz de afectar a su ambiente.  Una  comprensión de este principio le capacitará a uno para cambiar su propia polaridad, así como la de otros,  si tan sólo quiere dedicar el tiempo, cuidado, estudio y práctica necesarios  para amaestrar el arte.  El principio es verdadero, pero los resultados obtenidos dependen de la paciencia y  práctica persistentes del estudiante.
«El ritmo puede ser neutralizado por una aplicación del arte de la polarización.»
El Kybalion.
Como hemos  explicado en capítulos anteriores, los hermetistas sostienen que el principio de ritmo se manifiesta en el  plano mental así como en el plano físico, y que la desconcertante sucesión de humores, sentimientos, emociones y otros estados mentales es debida a la oscilación hacia adelante y hacia atrás del péndulo mental, que nos  lleva de un extremo de sentimiento hasta el otro.  Los hermetistas enseñan también que la ley de neutralización le  capacita a uno, hasta una gran medida, para superar la operación del ritmo en la conciencia.  Como hemos explicado, hay un plano superior de conciencia, así como el plano inferior ordinario, y el maestro elevándose mentalmente al plano superior hace que la oscilación  del péndulo mental se manifieste en el plano inferior, y él residiendo en su  plano superior, escapa a la conciencia de la oscilación hacia atrás.  
Esto  se efectúa polarizándose en el ser superior, y elevando así las vibraciones mentales del ego por encima de  las del plano ordinario de conciencia.  Es similar a elevarse por encima de una cosa, y permitirle que pase por  debajo tuyo.  El hermetista avanzado se polariza en el polo positivo de su ser -el polo «yo soy» más que el polo de la personalidad-, y «rehusando» y «negando» la operación del ritmo, se  eleva por encima de su plano de conciencia, y poniéndose firme en su afirmación  del ser permite que el péndulo oscile hacia atrás en el plano inferior sin  cambiar su polaridad.
Esto es llevado a cabo por todos los individuos que han conseguido cualquier grado de automaestría, entiendan la ley o no.  Tales personas simplemente se «rehúsan» a permitirse a sí mismas ser osciladas hacia  atrás por el péndulo del humor y la emoción, y afirmando firmemente la  superioridad, permanecen polarizados en el polo positivo.  El maestro, por supuesto, consigue un grado de eficiencia mucho  mayor, porque él entiende la ley que está superando por una ley superior, y por  el uso de su voluntad consigue un grado de aplomo y firmeza mental casi  imposible de creer por parte de aquellos que se permiten a sí mismos ser oscilados  hacia atrás y hacia adelante por el péndulo mental de humores y sentimientos.
Recordad  siempre, sin embargo, que no destruís realmente el principio del ritmo, pues éste es indestructible.  Simplemente superáis una ley contrarrestándola con otra, y mantenéis así un equilibrio.  Las leyes del equilibrio y el contra equilibrio están en  operación en los planos mentales, así como físicos, y una comprensión de estas leyes  le capacita a uno a que parezca que derriba leyes, mientras que meramente  está ejerciendo un contra equilibrio.
«Nada escapa al principio de causa y efecto, pero hay muchos planos de causación, y uno puede usar las leyes del  superior para superar las leyes del inferior»
El Kybalion.
Por un entendimiento de la práctica de la polarización, los hermetistas se elevan a un plano  superior de causación y conectan así las leyes de los planos inferiores de  causación.  Elevándose por encima del plano de las  causas ordinarias, se convierten ellos mismos, en un grado, causas en vez de  ser meramente causados.  Siendo capaces de amaestrar sus propios humores y sentimientos, y siendo capaces de  neutralizar el ritmo, como ya hemos explicado, son capaces de escapar a una gran  parte de las operaciones de causa y efecto en el plano ordinario.   Las masas de gente son arrastradas, obedientes a su entorno, las voluntades y deseos de otros más fuertes  que ellos, los efectos de tendencias heredadas, las sugestiones de aquéllos alrededor suyo, y otras causas externas, que tienden a moverles sobre el tablero de ajedrez de la vida como meros peones.
Elevándose  por encima de estas causas influenciantes, los hermetistas avanzados buscan un plano superior de  acción mental, y dominando sus humores, emociones, impulsos y sentimientos,  crean para sí mismos nuevos caracteres, cualidades y poderes, por los que superan  su ambiente ordinario, y se convierten así prácticamente en jugadores en  vez de meros peones.  Tal gente ayuda a jugar el juego de la vida comprensiblemente, en vez de ser movida en este y aquel sentido por influencias más fuertes y poderes y voluntades.  Usan el principio de causa y efecto, en vez de ser usados por él.  Desde luego, incluso los más elevados están sujetos al principio tal como se  manifiesta en los planos superiores, pero en los planos inferiores de actividad son  maestros en vez de esclavos.  Como El Kybalion dice:
«Los sabios sirven en el superior, pero rigen en el inferior.  Obedecen las leyes que vienen de por encima de ellos, pero en su propio plano, y en aquellos  por debajo de ellos, rigen y dan órdenes.  Y sin embargo, al hacerlo así, forman parte del principio, en vez de  oponerse a él.  El hombre sabio se ajusta a la ley, y entendiendo sus movimientos la opera en vez de ser su esclavo ciego.  Igual que el nadador adiestrado se vuelve en este sentido y en aquél, yendo y viniendo como quiere, en vez de ser  como el leño que es llevado aquí y allá -igual es el hombre sabio comparado con  el hombre ordinario-, y sin embargo el nadador y el leño, el hombre sabio y  el tonto, están sujetos a la ley.  Aquel que entiende esto está bien sobre la ruta hacia la maestría.»
El Kybalion.
En conclusión, llamemos de  nuevo vuestra atención hacia el axioma hermético:
«La verdadera transmutación hermética es un arte mental.»
El Kybalion.
En el axioma de arriba, los hermetistas enseñan que la gran obra de influenciar el entorno de uno es llevada a cabo por el poder mental.  Siendo el universo completamente mental, se sigue que puede ser  regido sólo por la mentalidad.  Y en esta verdad ha de encontrarse una explicación de todos los fenómenos y  manifestaciones de los diversos poderes mentales que están atrayendo tanta atención y  estudio en estos primeros años del siglo xx.
Detrás de y bajo las enseñanzas de los diversos cultos y escuelas, permanece  siempre constante el principio de la sustancia mental del universo.  Si el universo es mental en su naturaleza sustancial, se sigue entonces que la transmutación mental debe cambiar  las condiciones y fenómenos del universo.  Si el universo es mental, entonces la mente debe ser el más elevado poder  que afecta sus fenómenos.  Si esto se entiende, entonces todos los supuestos «milagros» y «maravillas» se ven llanamente como lo que son.
«El TODO es MENTE; el universo es mental.»
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